Beatriz de Nazaret

Beatriz de Nazaret (Tienen, Bélgica 1200-29 de agosto de 1268, Nazareth, Bélgica). Escritora, mística, monja cisterciense . Entre 1232 y 1233, escribió un tratado en el flamenco medieval, titulado De los siete grados del amor, que es el primer escrito místico femenino en lengua vulgar.

Para conocer a Beatriz poseemos un documento de valor indiscutible, la Vita Beatricis, redactado en latín por el confesor cisterciense del monasterio de Nazareth, que no la conoció personalmente pero por cierto fue su contemporáneo y escribió poco tiempo después de su muerte. En la literatura hagiográfica del siglo XIII nos encontramos por primera vez con una obra basada sobre un documento autobiográfico. En efecto el biógrafo escribe usando un diario de vida de la misma Beatriz, que llega por lo menos hasta el año 1236; utiliza también los recuerdos de sus hermanas de religión, entre las cuales se encuentra su hermana Cristina, que después de su muerte le sucede en Nazareth en el cargo de segunda superiora.

Lamentablemente el autor traduce del medio neerlandés al latín y se asume la responsabilidad de adaptar, sintetizar, añadir largas consideraciones moralizantes para hacer “simple para los simples” el escrito de profunda naturaleza mística que tiene entre manos. Perdemos así la originalidad del estilo y contemporáneamente algo del pensamiento de Beatriz, por lo menos como ella misma nos lo habría trasmitido, pero poseemos un documento único para conocer su persona y poder comprender su obra que encuentra perfecta correspondencia en las páginas de la Vita.

La Vita Beatricis, está dividida en tres libros.

En el segundo libro, presentándolos como experiencia personal de Beatriz, el autor inserta las síntesis de los que fueron pequeños tratados y composiciones alegóricas sobre diferentes aspectos de la vida espiritual, escritos probablemente a partir de sus mismas instrucciones a las novicias o a la comunidad.

El libro tercero, que contiene una adaptación latina de su tratado, termina con un capítulo sobre la caridad fraterna y un retrato de Beatriz que ha alcanzado la total armonía de su persona, en el ejercicio de una entrañable compasión para con toda criatura.

¿Qué valor debemos dar a esta obra que responde a un esquema clásico predeterminado y cuyo fin principal es edificar al lector, como toda hagiografía del tiempo?. Ella tiene el mérito de ofrecernos los datos principales de la vida de Beatriz, que de otra forma habríamos perdido como aconteció con muchas de sus contemporáneas, revelando al mismo tiempo el carácter del material usado por el autor, que es un diario de vida personal, más que una descripción exhaustiva de los hechos.

Nació en Tienen en el seno de una familia acomodada. Fue la hija última de los seis hijos de Gertrudis y Bartolomé. Su madre, mujer de piedad, caridad, intuye el alma de su benjamina, atraída por los caminos de Dios desde la más tierna edad, y la introduce en el ejercicio de la virtud y en el estudio. Con sólo cinco años de edad Beatriz conocerá de memoria el salterio entero. Al elogio de su padre, que todo ha recibido y devuelto a Dios en una vida de servicio ejemplar, está consagrado todo el primer capítulo de la Vita Beatricis. Los hijos serán todos religiosos, el primero premostratense en el monasterio de Averbode, la segunda cisterciense en el monasterio de la Ramée, cerca de Nivelles. Los otros cuatro hijos acompañarán al padre, sucesivamente, en los distintos monasterios cistercienses que él mismo ayudará a fundar.

Beatriz perdió a su madre a los siete años y la enviaron a vivir con las beguinas en Zoutleeuw. Beatriz de Nazaret quedó realmente cautivada por la comunidad y se dice que amaba a estas mujeres incluso más que a sus padres. Este es el primer contacto de Beatriz con el mundo beguinal. Ella misma nos deja el testimonio de sus relaciones principalmente con la maestra, que le viene asignada como instructora, y con todas las hermanas, a las cuales la liga un afecto más profundo que el que experimenta hacia su propia familia. Mientras estuvo en Zoutleeuw, continuó su educación y estudió artes liberales en la escuela local de la ciudad, que era mixta. No obstante volverá a su casa después de un año, sin haber terminado los estudios.

Algún tiempo después, entra como oblata en la abadía cisterciense de Florival, en Bloemendaal (Wavre), donde continúa con el programa completo de estudios de la época (termina el “trivium”, que com- prendía gramática, retórica y dialéctica y sigue con el “quadrivium”, que comprendía música, aritmética, geometría y astronomía).

Es en estos años cuando Beatriz se entrega generosamente al estudio y, al mismo tiempo, al esfuerzo de una observancia íntegra de la vida monástica, prudentemente prohibida por los superiores a una joven oblata de su edad. Busca entonces el apoyo de una pequeña amiga, oblata como ella, que elige entre todas por su gran devoción. Serán una para otra estímulo para la virtud, desde la oración de Vigilias, que rezan junto con la comunidad, fuera de la puerta cerrada de la capilla, hasta la meditación y las penitencias. Desde ya notamos el lugar que la amistad espiritual ocupará a lo largo de la vida de Beatriz, como sostén de su don absoluto y sin límites al amor de Dios.

Sus dos hermanas Cristina y Sybila entrarán en la misma comunidad, al igual que Bartolomé y su otro hijo varón, Wicbertus, estos últimos como hermanos legos.

A las penitencias corporales está dedicado todo el quinto capítulo del primer libro de la Vita. La flagelación desde la planta de los pies hasta el pecho con ramos de espinas, las genuflexiones en la nieve con las rodillas desnudas, los varios silicios de cuerdas con nudos y espinas que llevaba, apretados uno sobre otro, en todo el cuerpo, la cama toda esparcida de hojas puntiagudas, y a veces la piedra por almohada o el mismo suelo por colchón nos dan una pálida idea de la sed de sufrimiento que la poseía desde niña, para unirse a la Pasión de Aquel que apasionadamente amaba. Aunque podamos juzgar sabiamente que Beatriz exageró en sus formas de penitencia, estamos obligados a pensar en los muchos santos que ella trató de imitar y en el mismo Bernardo que debió desaconsejar a otros seguir su ejemplo en la maceración de su cuerpo, hecho que le hizo perder la salud.

A los quince años Beatriz, después de haberlo largamente deseado y esperado, no obstante las reticencias de la abadesa y de la comunidad por su tierna edad y la fragilidad de su salud, recibe el hábito cisterciense el 16 de abril, jueves santo del año 1215 y después de un año hace su profesión.

En 1216 es enviada al convento de La Ramée, para aprender el arte de la caligrafía y de la miniatura en vista de las copias de los libros de coro, por cierto a causa de su conocimiento del latín y de sus capacidades artísticas. En La Ramée, donde permanecerá un año, se encontrará con otra novicia, Ida, un poco más madura que ella y más adelantada en el camino espiritual. Ida había vivido con las beguinas de Nivelles, su ciudad natal, desde los nueve años de edad, antes de entrar en la vida cisterciense a los dieciséis años. Las dos jóvenes estipulan un pacto de amistad indisoluble sobre la tierra, que será el vehículo de la actuación de los designios del Señor. Por una revelación del Espíritu Santo, Ida sabrá que el Señor ha elegido a Beatriz como su esposa privilegiada y le predice su primera experiencia visionaria, que acontecerá en La Ramée en la octava de Navidad, durante el oficio de Completas. Después de su vuelta a Florival, Beatriz quedará en contacto con Ida, pidiéndole consejo en los momentos de prueba, hasta la muerte de la amiga (en 1231 o 1232, a los 32 años de edad).

En el 1221 Beatriz fundará con su padre, su hermano, sus hermanas y algunos otros miembros de su comunidad el monasterio de Val-de- Vierges (Maagdendaal) cerca de Oplinter, donde emitirá sus votos solemnes en 1225. Son los años en que se va gestando su madurez espiritual. Beatriz conocerá, junto con todas las tentaciones posibles, el sentimiento del abandono de Dios hasta el borde de la locura, de la desesperación, de la pérdida de la fe. Su único refugio serán las Sagradas Escrituras y la Eucaristía.

Así termina el segundo libro de  Vita, pero no su trabajo en la tierra. Desde el 1236 la encontramos en Nazareth, el último monasterio que una vez más fundará con su familia. Aquí escribe o lleva a término, probablemente hacia el año 1250, su tratado que presenta una correspondencia sorprendente con la Vita Beatricis.

Beatriz muere el 29 de Agosto de 1268. Es sepultada en el claustro del monasterio, entre la Iglesia y el capítulo, cosa que, en la época, equivalía a la beatificación.

Su principal legado a la mística universal es “De divina caritate et septem eiud gradibus““Sobre el amor divino y sus siete pasos”, una obra que solo fue publicada en 1895 y no le fue atribuida ya sin dudas hasta 1925, después de siglos de investigaciones. Hasta entonces se dudaba si habría sido de su autoría, ya que solía atribuirse a la Beata Hadewych de Flandes . Es esta una obra en prosa y poesía que trata del deseo de Dios, expresado desde los deseos más rudimentarios y sencillos hasta los más sublimes y elevados, siendo todos por inspiración del mismo Dios. 

El pequeño tratado místico en prosa lírica escrito por Beatriz es el más antiguo escrito que conocemos en medio neerlandés, que describa las etapas de la ascensión del alma, por el amor, hacia la unión con Dios. Su gran importancia se comprende aún mas por situarse en los mismos orígenes de la literatura mística flamenca y ejercer una influencia directa sobre la mística posterior renano-flamenca, en las obras del Maestro Eckhart y de Ruusbroec el Admirable.

Se conservan tres manuscritos del texto original en: el n. 70 E 5 de la Biblioteca real de La Haye, escrito en dialecto de Limburgo en 1400; el n. 15258 de la Biblioteca del Estado Viena, escrito en dialecto brabanzón en 1450; el n. 3067-3073 de la Biblioteca real de Bruselas, escrito también en dialecto brabanzón en 1350. Este último parece ser el más cercano al original de Beatriz por fecha y por lenguaje. 

Con su título, subtítulo y siete capítulos perfectamente estructurados, el tratado nos ofrece una prosa de belleza singular. Su estilo es sobrio y sus frases muy elegantes, su exposición neta y clara, su prosa es dulce y ágil, con lindas asonancias y rimas muy naturales. La autora posee una inteligencia excepcional; logra expresar magistralmente, en el plano del pensamiento y de la forma, sus experiencias místicas extraordinarias y, por lo mismo, difícilmente comunicables a otros. El tratado es muy sintético, cada palabra tiene su peso y su valor, ninguna puede ser descuidada. 

Fuente de la bio : https://www.surco.org/sites/default/files/cuadmon/disponible_no/cuadernos-monasticos-149-3048.pdf

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