Magdalena en Ginebra
Mis pies danzaban en la tierra húmeda
Los eucaliptos
iban hacia el lugar desnudo
El viento
me amaba con violencia
Los pájaros
venían cansados de lo profundo
y en mi interior
el eco de los pasos
se prolongaba
como una campana de monasterio
que suena con pereza
ignoraba que en la vida
había pesadumbre
creíame eterna
perversa
intocable
Entre surtidores
humedecía los pies en las fuentes
en parques con glorietas
Vinos y manjares
extendían mi destino
más allá de los bosques
La ironía de los lagos
diseña una vida andrajosa
Caí
conocí vidrios en el paraíso
El silencio cerró las heridas
aunque el anhelo era
un temprano despertar
hallar el rincón de una iglesia
o una extensión de césped
y dormir tranquila
aunque debajo de estas nubes
que parecen protegernos
no existe un sueño para mí.
De: Magdalena en Ginebra. Editorial La Tinta de Alcatráz, Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).(1997)

Mi ángel de la guardia
Mi ángel de la guardia
tiene una casa de tamarindo
en la recta de Martinzote.
Gabriel es mi ángel de la guardia. Vestido
de albahaca duerme en el cielo. Bebe leche
al levantarse. ¿Y quién no ha tenido un ángel
con incrustaciones de huesos? A veces, lo llamo
en la pendiente de algún río. Serenamente él me lleva
hacia su corazón. Parece una isla,
sus pestañas son largas como una hoja de cayena.
Cuando llueve se queda a mi lado. Guardo su cuerpo tibio,
en una cesta de piña que hay en la habitación.
Gabriel
bautiza mi cuerpo
a los veintinueve años
con agua de azulillo.
De: Cuira.(Caracas, 1997. Tuvo una reedición en el año 1998)

He recibido orejas y miedos
Mi padre aparece en el Cuira con el frío en los huesos, y la piel seca como hojas de topochos cuando juega a la cebada en el cielo. A nadie le preocupa ahora dónde está mi padre. Él vive en un lugar anterior a la muerte. A veces voy a su río a beber un vaso de agua o le escribo un padrenuestro. Lo lastimoso, su carne impasible al borde del verbo.
He recibido orejas y miedos.
En una tarde calurosa como ala de cuervo
he soñado mi espanto.
La tos recoge sol y tormenta
dentro de la copa de mi madre; dibuja signos y cábalas
en el cuarto vacío de mi padre.
Entonces,
por qué el adiós,
por qué las flores,
y la piel una fogata con el temor
de quien muerde el fruto del cordero.
De: Cuira.(Caracas, 1997. Tuvo una reedición en el año 1998)

Manuscrito de palo en el cielo
En algún lugar oculto entre las raíces,
mi abuela escondía sus tres arrugas verticales
que acentuaban la profundidad de sus ojos.
En algún lugar las mujeres
tienen una abeja incrustada en la laringe
y lo que sudan es miel.
Lo apurado fue la lluvia que llegó a desnudarnos a todas.
A ofrecer un cielo de madera, sin el tiempo de mirarnos por dentro.
Muchas habíamos olvidado los ojos,
o nuestras piernas en alguna vidriera.
La penitencia es llevar un obsequio, algo que parezca un regalo.
Lo mejor es apurarse, estar allí cuando enciendan las velas,
aplaudir, abrazar y desear muchos años de vida. Allá viene
el herrero, que siga de largo,
tenemos varios dulces sobre la mesa.
La vela se apaga a las cinco de la tarde, la gente regresa a su casa
con los mismos zapatos, que nadie olvide sus pies en el baño.
Lo siguiente es aprender a cuidarse uno mismo,
tratar de que los labios no se queden en la boca de otros. Por eso acá
la gente baila, pero no se atreve a besar.
Olvidaron repartir los caramelos después de la fiesta,
la idea era entregarlos,
para no sentir hambre y no comer el cordero.
Otra vez un manuscrito de palo en el cielo.
Todos arrodillados, con las manos juntas, orando.
De nuevo, las mujeres se acercan al oído,
adivinando el susurro,
quizás digan que hablamos con nuestras sombras
si nos acomodamos en las almohadas
y proyectamos los nervios más allá de la arcilla.
No espero que me canten.
Le oí decir a mi padre cuando escribía su nombre
debajo de la tierra.
Lo leído fue escrito hace mucho tiempo.
Otra vez la duda,
el olor a pescado recogiéndose.
Es cuestión
de acostarse en una estera,
desmantelar los árboles hasta las canas
y dejar que brote el amor
De. Mieles. Poesía reunida, (2005. Mención Honorífica del III Premio Nacional del Libro 2005).

Arrodillada
Arrodillada
creyéndome álamo desnudo
y con el peso del cielo.
Un charco de junio
busca mi rostro,
se burla igual que los muertos
de mis manos.
Una soledad larga y cercana
como una luz de mayo
es mi adiós.
Estoy sola con mis voces,
con los gestos que viven de lo añorado,
en este barro que me hace feliz.
De. Mieles. Poesía reunida, (2005. Mención Honorífica del III Premio Nacional del Libro 2005).

El perejil en ayuno
Hay que despertar a la tierra.
Quitarle el lunar de los ojos,
para que los muertos
no se mezclen con ella.
Camino despacio.
Lentísima
sobre la arena
que lleva a la Hacienda Las Marías.
Da sed
Orar en esta calle.
Puedo oler el musgo,
las raíces podridas.
Tengo las pestañas quietas.
Permanezco
con el cuidado de no tropezar
las tumbas,
ni las hierbas,
en este andar silencioso,
como si estuviera listando piedras
o sembrando tubérculos.
El aire está pleno de huecos;
y los parásitos limpian
para que mi cuerpo
regrese sobrio a la vida.
De: Amentia. Caracas, 1999

Para quedarse callada
a las mujeres que están en cautiverio
Hemos tejido la piel a fuerza de llanto
Apenas oyen el canto del búho
el agua sobra y el hambre también
Las muchachas corren de un lado a otro
temen a la voz de los soldados
¡Son tan jóvenes!
algunas perdieron a sus madres
otras fueron apartadas de sus muñecas
y de su pedacito de tierra
La advertencia no fue oída
Ellas no quisieron esconderse
cuando pasaron los camiones
Pobres inocentes mostraron su olor
a jazmín y canela recién molida
Los hombres se fueron acercando
todo les parecía muy dulce ante tanto resentimiento
Una voz murmuraba al final del día
que las niñas fueron llevadas a un campamento
en la lejanía de un valle
«Le cambiaron los nombres
Tatuaron un número en sus pezones»
El resguardo recoge lo ido
Se oyeron disparos ruidos alaridos
El viento movía la arena de un lado a otro
Todos perdieron el rostro entre tanta polvareda
No se sabe si fue en la mañana o en la noche
(el tiempo se puso del lado de la sombra)
cuando a la niña de trece años
le pintaron los labios cortaron sus cabellos
la sentaron en una esquinita del cuarto
De En el jardín de Kori. Caracas, 2015

Fata morgana
a Chefi Borzacchini
Dejamos caer la madrugada
Nace una anciana de cabellos blancos
Todos salen a la calle a celebrar
¿Es un espejismo el alumbramiento?
Las mujeres vuelan apilonadas
desde Japón Uganda México Ecuador Nigeria
quieren amamantar a la anciana
Doloroso misterio parir hijos aves y espejismos
Es difícil ser una buena madre si el agua nos falta
¿Dónde está la que parió en la madrugada?
Ella tiene las manos dentro de un saco de maíz
Muestra sus manos llenas de risas
¿Qué hacemos con el maíz y con la risa?
Cae la anciana recién nacida en el suelo
se arrastra con el vientre abultado
lleva un ataúd sobre su espalda
¿Cómo ha logrado confundirnos?
De lejos parece un árbol de papaya de grandes pechos
de cerca un buitre que arquea sus cejas
¡Fata Morgana! dirán algunos
¿Es un espejismo el alumbramiento?
Aroma de jazmín Vientos de tierra
El barro alivia el deseo
La anciana cierra los ojos
Pide al cielo se apiade de tanto dolor
De En el jardín de Kori. Caracas, 2015

Los zamuros llevan los mensajes
La comida es una ofrenda
para evitar la guerra
aquietar la sed de los sabios
y de aquellos que al triturar el yo
lo agigantan
La comida no es una ironía y nunca lo ha sido
Los zamuros lo saben
Cada bocado recuerda nuestro rostro de niño
Por un grano de arroz emergemos de la tierra
y por otro volvemos a ella
De En el jardín de Kori. Caracas, 2015

La risa del río
El río inicia su danza después de la risa
Justo antes de que llegue la tristeza a los ojos
Tanto que pensamos Mar abierto
Todo destella
Tú me abrazas fuerte en el fuego
—Vamos poco a poco
Tú lo has dicho Yo lo dije
Los dos reímos
Miramos el bucare
Nuestras bocas recogen las semillas
Tú seduces con tus miedos
Me obligas a cerrar mi voz
—Ven que te abrazo —Piensas
—Ya estoy adentro —Repites una y otra vez
La cosecha de la tierra
está por salir
Te dejo temblando con olor a limón
Amén a todo
De: Canción gótica, Caracas (2017)

Cielo inacabado
Un paño blanco
se extiende o se enrolla según aparezca el deseo
El cielo justo a mi lado
Figura transparente
Cuenta despacito los dedos de mis pies
Oigo tu respiración
El desgaste de las fieras del bosque
desborda mi voz mis manos mi rostro húmedo
Un cielo inacabado viene por nosotros dos
Pinta los cuerpos de bronce
Nos deja brillantes con pudor a mirarnos
Lo inacabado del cielo
el deseo de amarte
y no amar al mismo tiempo
está cuando nos miramos a los ojos y llueve
Llueve toda la noche sin darnos tiempo a cubrirnos
Con derecho sólo a sentir frío
El agua tal vez nos ayude a terminar
el pedazo de cielo que falta
De: Canción gótica, Caracas (2017)

Carmen Verde Arocha/foto-Guadalupe-lopc
Carmen Verde Arocha (Caracas, Venezuela, 11 mayo de 1967). Poeta, investigadora, ensayista y docente. Perteneciente a la generación poética de los 90. Es considerada como una de las poetas contemporáneas más importantes de Venezuela.
Carmen vivió buena parte de su infancia y de su etapa juvenil en Guaicoco, estado de Miranda. Su amor por la escritura comenzó desde la primaria, cuando fabulaba y escribía cuentos.
Se licenció en Letras en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB en 1992). De ahí creció su pasión por la lectura, la literatura y la poesía. Ese mismo año se publicaba su ensayo El quejido trágico en Herrera Luque (Editorial Pomaire, Caracas, 1992). Sin embargo, su vocación de poeta surgió cuando trabajaba en La Casa de la Poesía Pérez Bonalde, donde trabajó como gerente y productora.
Fue miembro fundador del grupo Eclepsidra y es directora de la editorial del mismo nombre desde su creación en 1994.
En 1993, fue seleccionada entre 150 jóvenes postulados de diferentes países latinoamericanos para participar en el Foro Joven Internacional de Literatura y Compromiso, realizado por el Centro Eurolatinoamericano de Juventud (CEULAJ) y el Ministerio de Asuntos Sociales de España. Ha sido gerente y productora de la Casa de la Poesía Pérez Bonalde desde 1991 hasta 2003. Actualmente es profesora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica «Andrés Bello» (UCAB), del Instituto de Creatividad y Comunicación (ICREA) y la Universidad Metropolitana. Diseñó y facilita los talleres de Coordinación Editorial: Cómo editar y publicar un libro, en el ICREA, en la Fundación Herrera Luque y en la Academia Plus Ultra, ubicada en Panamá.
En 1999 recibió el Premio anual de poesía Arístides Rojas de la Contraloría General de la República por Amentia. En 2005, recibió la Mención Honorífica del III Premio Nacional del Libro con Mieles.
Publicaciones en poesía: Magdalena en Ginebra (1997), Cuira (1997), Amentia (1999), Mieles (2003), Mieles. Poesía reunida (2005), En el jardín de Kori (2015), Canción gótica (2017), Magdalena en Ginebra, la concubina y otras voces de fuego (Poesía reunida, 2022).
En ensayo: Empresas editoriales venezolanas, apogeo y ocaso (1958-1998). Notas de historia cultural (2024); Cómo editar y publicar un libro. El dilema del autor (2013); El quejido trágico en Herrera Luque (1992). En entrevistas: Rafael Arráiz Lucca: de la vocación al compromiso. Diálogo con Carmen Verde Arocha (2019); y Al tanto de sí mismo: conversaciones con Alfredo Chacón (2021).
Su poesía ha sido publicada en diversas antologías y revistas electrónicas y en papel publicadas en España, Italia, Austria, Francia, Chile, Colombia, Brasil, México, Estados Unidos y Venezuela. Su obra ha sido objeto de estudios académicos venezolanos y de otros países.
Enlaces de interés:
https://eldiario.com/2020/12/01/carmen-verde-arocha-seguimos-apostando-por-el-libro
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