«Está en nuestras manos poder penetrar el alma de las cosas, mientras permanecemos abrazados a un mundo bello y frágil»
Dionisia García
Habrá Lilas
Tiemblo al pensar que, algún día, ya no veré las lilas de los huertos y no oleré la tierra en caricia que esponja ni cruzaré palabras en mañanas de sol o niebla, hermosas e incitantes. He visto a mis amigos; he sentido deseos de besarlos, de poseer su aliento, porque más tarde no habrá besos de ahora. No me gusta creer que las lilas perderán su existencia tras los velos de la noche. Han de existir, porque también ignoro si, en alguna parte o cerca, hay presencias que no palpo y fueron siempre. El vaho en los espejos, 1976

Monólogo inédito
Sólo con nueve meses, tan lejano y tan cerca. La hermosura festiva entre mis brazos. Sin hablar, ¿qué más puedes? Un secreto detrás de tu mirada, que saber no es posible. Miguel, yo bien quisiera penetrar el misterio de tus ojos marrones; saber que mis caricias no son vanas. Esta tarde de junio estamos solos. Con nosotros el mar que no comprendes. Detenerte quisiera, que no avances. Retener tu inocencia, las luces que declinan; el instante feliz junto a la playa. Mas el tiempo no escucha y pasa inexorable. Cuando ya tus pupilas dejen caer el velo y surjas en los años de tu espacio ignorado, ya no estaré contigo, ni existirá esta tarde. (El árbol)

Búsqueda de unas huellas
Guardaba huecos vanos una parte del tronco, aquella más cercana al humo de la tierra. El hombre a su cuidado quiso ver las carencias como propio reflejo de su ya larga vida. Detenido en el huerto, con éstas y otras cosas, un rayo de sol fuerte abrillantaba el árbol, y se sintió orgulloso por su trabajo fiel. A la felicidad se unían aflicciones de orfandades y ausencias con los ecos del luto. Llegó el luciente mayo, y este hombre de Dios cogería su hato para partir muy lejos. No era buen viajero. Odiaba las esperas, el danzar en el aire... Y los padecimientos que conllevan los viajes, hasta los más gozosos. Pero quería ver de dónde su progenie para entenderse más siendo distinto. Pidieron su apellido y datos personales; el don de la paciencia como bien necesario (cuando se sale al mundo que es también de los otros). Y le reconocieron por su mirada glauca, por cuanto los isleños tienen de fulgurante. Al llegar a buen puerto, al cielo daba gracias en la tierra tan viva, que besó con respeto. Y disfrutó con júbilo su hallada identidad. También vio un Caravaggio en San Giovanni. ¿Qué más puede pedir un mal viajero? Malta, 1993 (El árbol)

Mensaje
De repente, esta tarde, agosto dos mil nueve, aparece en la mesa un pequeño papel, sólo con dos palabras y letra inconfundible. Hace más de una década que nos dejó su autora, y ahora este papel tan inocente sobre una mesa con un orden distinto, y no en el domicilio donde ella convivía. Un vuelco de recuerdos recibo en este instante de la mujer sufriente que quiso ser amada. Nos cuidó en aquel tiempo a cambio de ternura, de susurros y afectos, con besos repetidos. Perdonó nuestros gestos y reproches. Quiso viajar a los lugares santos. Seguro que por fin lo ha visto todo, y su corazón bueno nos alienta. Quizá sea un regalo este papel, un aviso prudente, inesperado, acerca de nosotros y nuestras pobres vidas. (Señales)

Sol de la viña
Sobre la viña el sol espejea en los pámpanos. Este apreciado bien surge deprisa, más que la oculta luz, tan deseada. Temo que vuelva el tiempo de marchitas apuestas, y lucho por salvar el cansado entusiasmo para seguir serena hacia el lugar que llama en lo secreto. Crece el tiempo, casi llega a la boca. Quiero permanecer donde fui siempre; ahondar en la pasión capaz de mitigar las desventuras. Que los claros alivien las insistentes sombras, y un beso, de señal, mi frente roce para saber, al fin, como el sol de la viña, dar luces al verdor, y agradecer el gesto. Aun a oscuras, 2001

Instantánea
Del brazo de mi padre por la avenida airosa en busca del amigo, que al fin vimos. Era marzo con sol y se acercó un fotógrafo dispuesto a detener aquella escena. Nuestros abrigos largos, la sonrisa; el gozo elemental de la existencia marcado para siempre en blanco y negro. Presidía la puerta de Alcalá, con sus rosas y grises en la piedra, rodeada de atmósfera inocente. Han transcurrido más de treinta años y atravieso el lugar en automóvil; al paso, las arcadas de piedra ennegrecidas, su insolente esplendor ajeno a la premura. Voy a ver al amigo, anciano y solo. Es primavera inquieta, sin fotógrafo, y mi padre no está. (Lugares de paso)

Meditación Y Canto
Mientras seas, conmemora los días,
préndelos en varillas titilantes,
amparado abanico entre tus manos.
El transcurrir ligado a sus historias,
y, desde los registros de recuerdo,
podrás rememorar con impaciencia
cualquier atardecer sobre nosotros.
Es el rastro cuanto nos sobrevive
y unge carne de amar en falso sueño.
Las caricias, ay, las manos, y el beso
de aquella madrugada junto al álamo:
todo quedó grabado sobre el lienzo,
armonía con cintas de paisaje
en tímido desdén amanecido
hasta llenar el vaso de los ojos.
Mientras no sucumbimos, cumple al cielo,
prepara los manteles para el ágape,
reza conmigo el canto apasionado
a tanto pormenor que Dios ofrece.
Mnemosine, Adonais, Rialp, Madrid, 1981.

Fluía el pensamiento mensajero
Te has entregado ya, y yo necesitaba tu presencia, la imagen, tu hombro de pastor, y la alborada leve de los días postreros. Sin tu regreso, mi vida habrá perdido su último eslabón, la primigenia voz, leal y compañera, ofrendada, durante tantos años, desde una tierra fértil, conmovida de amor y mansedumbre. Bien indecible, fugaz, en la última huída, donde fluía el pensamiento mensajero: invocaste, quisiste ser ausencia protectora, con la bandada blanca de palomas que ornó tu transcurrir entre nosotros. Acudiré veloz; la soledad me llama a buscar el silencio, a recoger el haz engrandecido que dejó tu palabra: aviso sosegado, jugoso labio, puntual en los comienzos de mis sendas, donde acudías desde tu escaso libro, para enseñarme a ser entre las cosas. Ha declinado ya parte de mi existencia. Es ahora cuando el dolor fustiga un cuerpo lacerado, rendido, sin inquietud de alas que impulsen a gozar la tarde de los trigos, desde el recuerdo de tus ojos antiguos, y la letra del himno nunca finalizado, letra de bienvenida, cuando el aire invadía la suprema ganancia de, un poco más, a los pulmones secos, en el manso final, carente de temores. No lloraré tu noche. Pródigamente acudes a mitigar el llanto; y llegas como brisa alentadora, sin consentir que acampe en el oscuro estadio de las tierras marchitas. Voz perpetua, 1982

Shakespeare no tuvo bicicleta
Fue peatón de amores en Stratford, Shakespeare no tuvo bicicleta; levantó remolinos de tierra en ardiente alegría hasta cubrir distancias y llegar a la casa de Ana Hathaway, que esperaba, y ofrecía el abrazo a su fiel peregrino. Ahora, los muchachos, los amantes de Stratford, van buscando en la ruta, pero ya no hay señales: fueron borradas por tantas bicicletas que sólo el aire guarda intactos los recuerdos, palpitaciones vivas del corazón de un joven. Antífonas, 1978

El árbol paraíso
El árbol paraíso nos albergaba entre el huerto y la casa. Sus cenicientas hojas parecían tocar la media luna, el firmamento, tan a la mano entonces, y vivas las estrellas a nuestros ojos de niños pueblerinos, acercados a la naturaleza. Recuerdo los atardeceres bajo el árbol y su aroma, donde un día me anunciaron la entrega del arca con los vestidos de mi madre, a quien no conocí. Interludio, 1987

Pasión de un dia necesario
En las horas se agolpa la tristeza por el tiempo pasado, por la vida que pude yo acrecer en incansable lucha. Son estas las batallas de pasado y presente, sin que posible sea remediar lo ya ido... Fuerte mi corazón agrede y sueña, impulsa el despertar a la alegría, a la pasión de un día necesario, en otro mundo que ahora me recibe, al que amo y temo, y me desasosiega, en el que bebo sorbo a sorbo, por si no hubiera más. Diario abierto, 1989

XXXVIII Aquella casa con ventanas y estores, habitaciones húmedas, y ropas con olor a membrillo, nos recogía en la madrugada, tras la fiesta con baile y aguardiente, donde resplandecían nuestros cuerpos, sumisos a la danza, convidados por unas horas, alegres al descubrir la vida, girando, en movimiento. Sin palabras. Sólo el brillo de los ojos al expresar la dicha, apenas sosegada, y ya perdida en los regresos de la alta noche, cuando mudos y a oscuras buscábamos las llaves, y nos tendíamos en la cama mudada, en sus frías sábanas, hasta que el despertar mutilaba los sueños. Las palabras lo saben,1993

RECORDATORIOS I Hoy viene a la memoria la ancianidad doblada junto al fuego, prendida la mirada en la llama ondulante que inquieta zigzaguea. Yo no tenía historia para advertir entonces el perfil aquilino de mi abuela. Ella era a mi lado la cierta referencia. Me hablaba de la luna, del estrellado cielo, de los hombres que mueren en la guerra. Las dos junto a la lumbre oyendo el crepitar de las cepas resecas, en un cuadro feliz a esas edades. Todo fue en el comienzo, sin letras que juntar ni abecedarios. Era su nombre abuela, y me bastaba. Si el pan entre las manos, ella decía pan, y después lo dejaba en mis manos pequeñas. Poderosa sabía de las horas, según la raya justa marcada en el alero. Me abrigaba en el lecho con su cuerpo anchuroso de manteca; y despertaba el día con palmadas, dejando que la luz invadiera la estancia, que yo aprendiera a ver tanta armonía desde tan poca cosa. II Mi abuela no fue una dama gris en las alturas, sino mujer de negro con rostro de alegría, sabiendo de este mundo por su mismo trasiego. Estuvo en las infancias, salvadora del miedo y de la guerra. Viajes a sus historias de fantasmas fingidos y linajes oscuros. Luchó por ahuyentar presagios y tristezas. Nunca pudo soñar que yo viajara un día a Capadocia, o, emocionada, viera una virgen de Giotto. Se fue cuando no estaba. En el patio encalado anunciaba su flor el jazminero. El engaño de los días, 2006

Sombra
Al regresar prefiero traer lo más lejano, aquello que llegando ilumina los sueños, y descubro que soy de otro tiempo la sombra. Fueron días pausados y dichosos porque nada en el cielo es pasajero, y yo miraba entonces el techo de los campos, los turnos de la luna que ahora traigo aquí, tratando de hacer luz en diferente espacio con las cosas que son de tan dulce memoria. Hoy vuelvo a los lugares y evoco las palabras, el sentir jubiloso y la hermosura. La vida que ya fue dará lustre a los restos, disfrazados de ayer, simuladores, sin querer aceptar las cuentas adelante e ignorando qué hacer con la viviente sombra que apuesta su razón a este poema, a la ciudad que habita, a unos pocos amigos, y al amparo sereno de quien con ella vive. Porque todo es distinto, y ya distante el vigor de los cuerpos con su brío, y esa luna feliz que nos amaba. En el declive somos la sospecha para aquellos que son un sueño y se resisten a ver en nuestra sombra la futura evidencia. El engaño de los días, 2006

Dionisia García (Fuente-Álamo,Albacete, España 1929).Poeta, escritora y critica literaria Licenciada en Filología Románica en la Universidad de Murcia. Es miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (Málaga) desde 1991. En el año 2000 la Universidad de Murcia creó el Premio de Poesía Dionisia García.
En una etapa juvenil, participó en representaciones teatrales y, posteriormente, en teatro hablado. Su interés por la literatura, por la poesía, pronto se hizo visible: Rubén Darío y Becquer, Rosalía de Castro, Machado, y los clásicos griegos y latinos en su recorrido de aprendizaje. Siempre ha sido ecléctica en sus lecturas, alternando lo antiguo con lo nuevo.
Los comienzos de escritura en la juventud no fueron valorados por la autora, que quiso demorar la salida de sus escritos. En un tiempo, compaginó su acercamiento a la música con la escritura. Consideró que completaba su interés por el arte.
Dionisia García irrumpió en el mundo de la publicación con el poemario El vaho en los espejos (1976). A partir de esa primera entrega, fueron apareciendo con regularidad nuevos libros: Antífonas (1978), Mnemosine (1981), Voz perpetua (1982), Interludio (De las palabras y los días) (1987), Diario abierto (1989) y Las palabras lo saben (1993), recogidos todos ellos en Tiempos de cantar (Poesía 1976-1993) (1995), Lugares de paso (1999), Aun a oscuras (2001) , El engaño de los días (2006), Señales,( Ed. Renacimiento,2012), La apuesta ,Premio Barcarola, Nausícaä, (Albacete 2016), Atardece Despacio, Antología, (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2017) ,Mientras dure la Luz ( Renacimiento, 2021), Clamor en la memoria,( Renacimiento, 2022).
Dionisia también ha publicado libros de relatos como Antiguo Y Mate (Relatos), Ed. Regional de Murcia, 1985 e Imaginaciones Y Olvidos (Relatos), Huerga Y Fierro, Madrid, 1997, entre otros.
Ha sido coeditora de Begar Ediciones, que publicó libros de María Zambrano, Jorge Guillén, José Ángel Valente, Jaime Siles, José María Álvarez y Juan Gil-Albert, entre otros. También, cofundadora de la revista de poesía Tránsito, que recogió a los poetas del 27 y a generaciones posteriores, con interesantes monográficos, entre ellos de poesía gallega, andaluza y murciana. Fueron cinco años de dedicación y trabajo (1979-1983).
En 2023 recibió el Premio de la Crítica en lengua castellana en la modalidad de poesía por su libro Clamor en la memoria.
Enlaces de interés :
https://dionisiagarcia.com/index.php?option=com_content&view=featured&Itemid=101
https://www.laopiniondemurcia.es/cultura/2021/05/25/dionisia-garcia-escribe-vida-vive-52212437.html
https://www.laverdad.es/ababol/literatura/dionisia-garcia-poeta-20180122002638-ntvo.html