12 Poemas de Winétt de Rokha

V

No pude ser la vida
de su vida de ensueño
y me sentí amargada
por hondo desconsuelo.
 
Quise llenar su vida
y se rió el misterio…
las almas nunca llenan
una vida de ensueño…
 
No se sintieron nunca
los corazones juntos
para mirar el cielo
en la sombra de un muro…

(Lo que me dijo el silencio)

Luisa Anabalón Sanderson a los 7 años

Trenzas de humo

Porque los exaltados nubarrones
descienden en la soledad del amanecer,
y los altos tejados inyectan su veneno de hastío,
y sobrepujan
a la onda exterior y superficial del día.
 
¿De dónde han venido aquellas mariposas
tan amarillas,
a deshojar un collar de ébano
alrededor de mi garganta,
que es un lirio entre dos abismos?
 
Allá los corderos mudos,
sacrificados en el marco de la mañana;
allá los volcanes libres y los pensamientos,
los caracoles rubios besando las bocas
de las campanillas jugosas.
 
La danza inmediata de aquel viento que huele a muerte,
encuclillándose a mis pies, ahora,
palpándome las sienes con una gasa desprendida.
 
La claridad en los ojos risueños
como el advenimiento de Pentecostés.
 
Mi corazón se precipita
a la orilla de los horizontes sin medida,
deteniendo hélices,
con un puñado de ópalos en acción,
y, como si todo, absolutamente todo
ocurriera,
estoy en las fronteras del sentido habitual,
mirando cómo las piedras,
(sin que nadie las escuche pensar),
lavan su cara
con la inmovilidad del tiempo.
 
Pareciendo mi ser una hoja de platino.

(Cantoral,1936)

Niños de la U.R.S.S.

Hacia su corazón de flor, los huracanes del mundo y sus ocasos,
niño de azul entraña, dulce, encendida al sol del norte, del oriente,
proletario del mañana,
dueño del trigo, del pan, del techo alegre de palomas,
y el cielo para la ventana.
 
Siglos de siglos su silueta, temblando,
fue recogiendo el cardo negro del horror de puerta en puerta;
pero la mano florida de Lenin
trazó en la historiaun surco gigantesco
donde crece pujante el árbol de la risa.
 
Una canción feliz gira sus hélices
mientras canta llegando, de un lejano país con nombre legendario,
a anidar en mi pecho, por muchos y largos días;
yo la acaricio como a la criatura a quien designo: hija mía,
y se desborda roja hacia la mariposa del Verano.
 
Pecho de vino, pulpa de fruta, espuma, abeja y río …

(Cantoral,1936)
 

La pasionaria

Desde su ojo de santa resplandece un día embanderado,
y los apretados labios estrujan manolas y verdes congojas;
es la abuela de innumerables hijos,
y la hija de fuego de la revolución española;
por eso la saludan entre las flores.
 
Por guerrera, es como si la luna presentara su resplandor a la bala fascista;
parece que un viento de tempestad le hubiese azotado los cabellos;
y sus cansados pies atraviesan las tierras ardientes como dos naranjas de sangre.
 
No son las pasajeras del mundo,
capaces de ver uno solo de sus enormes gestos, 
porque su mano significa la verdad justa,
y su voz la única canción de la primavera;
canasta de claveles de Andalucía,
los dolores y los sueños del enigmático castellano y su cansada cabalgadura 
semejan la joya de su cuello.
 
Femenina como flor de dulce perfume, 
severa y grave como la voluntad inminente,
llena del sentido de las pequeñas cosas.
 
Su palabra y su sombra gigante atraviesan las fronteras, 
frente a frente a las pupilas de Francia;
y toda una-nación se detiene a su libre ribera;
nieta del sol
viajando entre palomas de aluminio.

(Cantoral)

Húan Li T’ou

Su forma era la de una mujer que huía, pero la de una mujer
a quien hubiesen cortado los brazos a la altura del hombro.

Porque Eglantina no tenía brazos, 
ellos, le habrían pesado demasiado; 
mientras que así: frágil, elevada,
estatua de sangre y de tiniebla
penetraba por la ventana azul del sueño.

Alba arrodillada y misteriosa
sobre mármoles negros o blancos o confusos
emitía sonidos guturales y lentos
en lentitud de sombra y pensamientos que no se revelan.

¡Cómo era en esos momentos simples 
un ovillo traslúcido, esponjado, 
desenrollándose hasta las estrellas!

El altar con sus oros y sus encajes,
la copa de sangre detenida en el viento mañanero
desde donde volaba un espíritu celeste en forma de deseo:
el ovillo se estremecía, atrapaba algo dulce, 
algo que corría por sus venas animadas 
dentro del cuadro pálido de su cuerpo
sin gravitación y sin cadenas.

Hora de adoración y de fuga, después
Eglantina cruzaba erguida y sonámbula 
el ámbito frío,
arrodillada de nuevo, inclinada,
sus labios resecos y temblorosos besaban la tierra.

La calle con su cielo, su agua y su vaivén
era una continuación prolongándose cuadras y cuadras. 

A su paso alguien decía: ¿de dónde vienes?
ella sonríe: ¿acaso lo sé?,
las gentes movían la cabeza de Norte a Sur
y se volvían para mirarla una vez más.

Ventana tan pequeña la de su cuarto 
pero llena de un techo y un poste del teléfono;
¡cómo daba brincos menudos de golondrina! 
tan pronto ardía sobre el árido tejado oscuro 
como se azotaba frágil
contra el solitario guardián de la noche
y las palabras emigrantes.

Dos golpes a la puerta y Eglantina asustada 
se arropaba con la claridad espantosa del día.

El arco iris había cruzado el mundo, 
los ecos absortos de la montaña amortajada 
enviaban su mensaje oportuno
envuelto en magia y muda leyenda 
con autorización municipal.

Se elevaba sobre la mesita de noche
un jarro de leche de aurora y un pan moreno,
a veces unas uvas negras, redondas, como mundos diminutos 
donde se copiaba la pupila del gato o el reverso de la medalla 
que ahorcaba su garganta pura.

Los largos días sin complicaciones:
linos bordados,
cebollas y lechugas, nueces y betarragas, 
botellas estrelladas de líquidos estallantes, 
maniobras de gentes automáticas
que decían SÍ, que decían NO, cubriéndose
de una estúpida, escalofriante costumbre en la mirada.

Anocheciendo una instancia acumulada de angustia, 
un clima oscuro contra la muerte,
se deslizaban desde los planos falsos del día.

Eglantina encendía lirios y que son cirios
y apagaba cirios que son lirios.

Aparecía de pronto el fantasma de gris contorno
y mirada sin ojos;
en los dedos anillos y símbolos
-verde zumo de algas y locura-.

El sonoro plumaje de algún gallo despierto 
por tejados abrumados de estrellas,
hormigas voladoras con su rojo esqueleto
prendido al paracaídas flamante de sus alas.

Negro y amarillo terror la auscultaba,
ella naufragaba en tierras o aguas fosforescentes,
de espaldas como las hojas de las palmeras ansiosas del desierto.

Deshojando el calendario de los días
-felicidad o dolor-
era un arpegio que se trepaba
por los ángulos agudos del tiempo.

El espejo entregaba su figura:
primero los ojos, pero… ¿eran esos sus ojos? 
después las piernas -espirales de humo- 
pero… ¿eran esas, acaso, sus piernas?
Aquellas piernas luminosas dividiendo la sombra, 
pesadas como la aurora que ilumina un cadáver.

Siete velos cubrían a Eglantina y sus senos floridos 
sin copa o mano desbordaba hacia abajo.

Lo oscuro profundo, lo imperativo, 
el demonio enrollado en la seda de sus venas,
en el temblor de sus cabellos negros olor a trueno,
a cascada imprudente, a jazmín pisoteado
a la luz de la luna, la hacían castañetear los dientes.

Si hubiese tenido brazos
habría encendido las lenguas de fuego que caían sobre su lecho, 
pero no los tenía,
ni aun para esta hora de lucha y terror invencible.

¡Ah! si a intervalos aquella estrella distante 
con su ojo único viniera a encenderla!

Recordaba, sin saber por qué,
su sombrerito de terciopelo verde con ala de cisne joven, 
su cinturón con hebilla de caucho,
su vestido con vuelos y esas botas altas
esas que tenían treinta botones que nadie había de contar.

Años perdidos con sus colgajos de hojalata maldita, 
años AMARILLOS Y NEGROS, contrapesándose, 
estremeciéndose desde el Oriente y su sabiduría.

Esa noche, igual a otras noches,
cayeron los siete velos del cuerpo desnudo de Eglantina.

Había un rumor de silencio, 
de navajas ocultas,
había un largo oscuro color de sangre envejecida, 
sangre que se extendía hasta los guardapolvos.

Las arañas tejieron un sudario. 

Y un pie de mármol
quedó fijado entre mantas ardientes.

 (Oniromancia)

Madres contra el fascismo

La tempestad es negra, el viento es negro,
el huracán fascista desgaja las puertas, madres de América;
son los tigres de la jungla,
las serpientes arrastrándose entre ciudades floridas, 
es una lágrima azul de ardida pólvora.
 
Pongamos los fusiles en el hombro de nuestros hombres,
defendamos los hijos acaecidos como rosas rojas o amapolas,
defendamos el pan y la leche para sus vidas sin defensa.
 
Ya se ha enrojecido el diamante de nuestro pecho
y el azahar de las entrañas,
por eso llevamos en el cristal del espíritu un puñal escondido.
 
En los trigales de la democracia
arde el copihue del heroísmo y el estruendo victorioso de los tambores americanos, 
levantémonos junto a la epopeya de las multitudes
mezcladas al clamor de los hambrientos de libertad,
frente a la presencia traidora del fascio.
 
Llamemos a las puertas de las casas 
temblando en las calles como naranjos mojados
como huertas inundadas de miedo en la oscuridad.
 
Habremos abrazado la tierra, 
madres del mundo,
madres del trópico, del Sur, de la pampa sonora,
con el anillo sin medida de nuestra desesperación.

 (Oniromancia)

Arrullo, sin querer, en mi regazo…

Arrullo, sin querer, en mi regazo, un agudo silencio devorador
en torno a la cadencia que suministran los míos lienzos viajeros sobre una superficie de
                                                                                                                       / cristal. 
He aquí, Pablo de Rokha, el monólogo enroscado al desolado cáliz-delirante
de la incomprensible, amarga y misteriosa infancia de América y sus cangrejos dorados.
Desdoblado por cobalto de amaneceres sin rumbo y céfiros,
o rústico calado de oro y plata por himno y por cabeza contemporánea,
granítico añil local que evoca delirios, noticia, análisis, leyenda,
de lo quedado atrás: plumaje, ladrillo, y soledad inevitable.
Emoción de metal entre metales del Titicaca-silabario
ídolo de doble y triple dentadura planetaria, panteísta, banderola, contumaz, 
abyecta de mirlos como trompos subjetivos.
Ni rama, ni pez, ni brizna, ni sien de olvido, herida. 
Amalgama de caracoles adheridos a la perspectiva infinita,
ajadas serranías, cavernas, abruptos peñascales, rebelión, melancolía
y lechuzas sentadas, piojos, miasmas, monos y enormes vientos.

Montaña del espíritu

Con una libertad que gime, 
adherida al reino de coral
donde los cetáceos dan manzanas, 
perdí mi camafeo negro
y el azúcar de las pestañas.
  
Todo está en éxtasis, dormido, 
el mito semejante y extraño
con una igual fragancia entre las ruinas.
  
Remeda mi emoción de juncos líquidos
el terciopelo sin piedad del horizonte.
  
Son infinitos los dolores ilustres
que parten el aspecto exterior de mi suerte,
e innumerables los ecos 
de los charcos divinos.
  
Pero mi canción recoge
el diapasón de la sombra que canta.
  
Bella urraca del cielo, 
voy, (celeste), encuadernando
mi imagen de azahares confundida.
  
Existo para descifrar un alfabeto disperso, 
agrupado de odios explayados
sobre la multiplicidad de los abrojos.
  
Mercadería tristemente arrinconada, 
en mi barco de vela azul y oro,
la poesía me defiende de mí misma, 
ahora, cuando como sarmiento de Julio
quemado en lo amarillo profundo, 
te entrego un corazón adolescente.
… … … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … … …
  
Elevé mi cabeza cargada y sigilosa, 
cabeza de gaviota solitaria
tendida sobre esmeriladas corolas de ausencia.
  
He desnudado la montaña
fantasmal finesecular y fría,
he acariciado los líricos romances de Chile
y su copa derramada en vano.
  
Catalogué páginas de leyenda, 
ensarté sarcófagos
en la punta del universo 
enfrentando la criatura y el paisaje.
  
Del Norte es, dicen los soñadores 
cuando mi modulación cae escueta y cantarina; 
es sureña, afirman, cuando los espinos
y los copihues reverberan en mi frente corsaria.
  
He desentrañado el país y sus arterias,
por eso piensan los gitanos:
trae piedrecillas, escamas saladas, 
aroma en las axilas de azabache 
azaleas en el morral.
  
Y sólo una visión de lunas y murciélagos
se quiebra en mis pupilas minerales,
mientras mis manos enrojecen
por la costumbre azul de las máscaras.
… … … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … … …
… … … … … … … … … … … … … … … … … …

Café, delito agri-dulce y escarlata

Café, delito agri-dulce y escarlata, coraje, examen, sigilo,
pequeño nudo y reto contagioso y desafiante olfato, opio, sardinas, 
sobre sofocadas bocas, malignas, de azafrán y tortilla flaca.
Las palmeras chasquean, villanas, su látigo y sus ardillas,
tiemblo ante el capricho del acontecer venidero, como resurgiendo despavorida,
y sigo las curvas de las ninfas sencillas, de ámbar, dúctiles,
ensimismadas, envolviéndose, evaporadas, litúrgicas,
en sedas puras que rasgan en descomunal secreto su balbuceo abrasado. 
Sedimentos reminiscentes y olorosos a eucalipto mojado
densificándose para el aterrizaje mañanero y sus estadios
y tú, Pablo, en la espiral única conmigo;
Whitman, de Rokha, Maiakovsky, toda la fronda social florida fructificada. 
Acuarium lacerado de belleza salvaje, diáfano, retablo
que soterra y escarba espectros temporales
en la barriga de un racimo de uvas en tortura, agobiadas, 
soleadas y envejecidas al rescoldo monstruoso del prejuicio.

Canción de Títeres

La campanilla iluminó la luz y el milagro salió de entre bastidores;
en la platea se reía la calva de un cuello de goma;
las plumas de un sombrero se bañaban en las ampolletas, como nidos de pájaros
                                                                                                             /muertos,
y tú, mi niño, cómo hacías entrechocar hilos de plata entre tus dientes.
 
Del corazón del firmamento pintado,
una mariposa de campo, controlada por el parpadeo nacional de sus alas, 
vino hasta el borde de mis uñas rojas y allí depositó un huevo de sueño.
 
Aun el ventrílocuo hacía estallar su hechicería 
cuando la sala vacía y desvencijada, en soledad, bañándose, 
hacía la cuenta de su sombra,
como el atardecer, cuando se mira en la pupila perpendicular de los ríos.

Carton de Matisse

Mi corazón mediterráneo
no interrumpe la melena gris del muelle,
mi ansiedad absorbe, delirante,
la aurora medicinal del viento.

…….Corona la herradura de la bahía
la esquila milenaria de las nubes;
las olas borrachas de inmensidad,
cantan destrenzadas.

…….Como la gaviota del barco muerto,
salgo de lo azul y prolongo
la palabra blanca en la arena.

…….Mi rostro de canción no se entiende,
y mi tiempo está abrazado
de caminos en circunferencia,
como una impiedad poseída del espíritu celeste.

(Suma y Destino)

Retrato de Winétt titulado “Mi Madre,” por Lukó de Rokha.

El sueño de las algas

En mi abanico de coral están pintadas las rutas perdidas del mar, 
en mi abanico de coral.

Los recuerdos que duermen en los cajones de caoba,
peinan sus cabellos de algas submarinas con una peineta de humo, 
grabada por un duende amarillo
que fue poniendo, en cada diente, un beso de la aurora.

Luminosa está la arena y los pies desnudos de la luna la aumentan dulcemente.

Las palabras del mar suben con la marea;
algas, peñón, gaviotas, faro, barcos, espumas y olas, 
soberanas, femeninas e infinitas olas!

EL SUEÑO DE LAS ALGAS, guarda un secreto 
escrito en siete perlas color de cuento azul,
cuando las mujeres entran desnudas a la seda del océano

(Oniromancia)

Luisa Anabalón Sanderson,Winétt de Rokha,(Santiago de Chile ,Chile, 7 de julio, 1894 – Santiago,Chile, 7 de agosto, 1951). Fue hija del general de ejército Indalecio Anabalón y Urzúa, y de Luisa Sanderson Mardones, condesa de Valle Umbroso. Tuvo un hermano, el jurista Carlos Anabalón Sanderson, quien llegó a ser presidente de la Corte Suprema.

Desde muy pequeña Winétt mostró grandes aptitudes artísticas, por ello sus padres la proporcionaron clases de piano con apenas tres años y llegó a ser una gran intérprete. Figura importante en su vida fue su abuelo materno, Domingo ,hombre políglota y gramático, traductor de Safo y Ovidio y de quien aprendió el amor por la cultura griega. Gran lectora y excelente estudiante, con 19 años le envía sus poemas bajo su seudónimo de entonces,(Juana Inés De la Cruz) al poeta Pablo de Roka (Carlos Díaz Loyola) quien se siente atraído por ella y viaja de Talca a Santiago para conocerla.

El 25 de octubre de 1916 se casaron, tuvieron 9 hijos de los cuales 2 murieron de pequeños, y vivieron juntos 36 años, hasta la muerte de ella en 1951.

Luisa Anabalon, Juana Inés de la Cruz, Marcel Duval Montenegro, Federico Larrañaga y después de casada Winétt de Rokha, son los nombres con los que publicó su obra poética que se inicia con la publicación de textos en las revistas Zig-Zag (donde escribe algunos versos dedicados a San Francisco de Asís), y Numen, bajo el nombre de L. Anabalón Sanderson. Posteriormente, en 1915, firmando con el seudónimo de Juana Inés de la Cruz, presentó sus dos primeros libros: Horas de sol, y Lo que me dijo el silencio. Le siguen: Formas del sueño (1927), Cantoral (1936),que incluye el poemario anterior; Oniromancia (1943), El valle pierde su atmósfera (1949), poemario publicado primero como parte de Arenga sobre el arte junto con Pablo de Rokha, y Suma y destino (1951). Este volumen contiene su obra poética anterior e incluye el poemario póstumo, Los sellos arcanos. En forma póstuma se publica Antología, también de poemas y Mundo de figuras, que contiene teatro, novela, ensayo, cuentos y artículos polémicos, ambos libros publicados en 1953.

En 1944, el presidente Ríos nombró a Pablo de Rokha como embajador cultural de Chile en América y el matrimonio inició una gira cultural , en la que recorrieron 19 países del continente, entre ellos, Perú, Venezuela, Colombia, México y Estados Unidos. Este viaje itinerante fue “casi una campaña poética-política, pues el objetivo central del recorrido tuvo que ver, tanto con la literatura como con el compromiso social.

A su regreso a Chile, en 1949, Winétt de Rokha se encontraba gravemente enferma y el 7 de agosto de 1951 falleció a causa de un cáncer.

Winétt de Rokha, injustamente olvidada por la crítica y relegada a un segundo plano, fue mucho más que la esposa y la musa de Pablo de Rokha. Construyó una obra amplia, que acogió formas tan diversas como “el soneto tradicional” o la prosa poética. Asi mismo tuvo una vida política activa y fue secretaria de redacción, difusora y colaboradora de la revista Multitud (1939-1965),con textos y poemas de marcado sello político y social. La omisión de la escritura de Winétt de Rokha, no se debió solo a la desvalorización de la obra de mujeres, sobre todo durante los años de la dictadura y transición democrática chilena, se debió sobre todo a que sus textos eran revolucionarios y antifascistas.

Páginas interés :

http://www.winett.uchile.cl/galeria/68.html

http://derokha.blogspot.com/2009/07/winett-de-rokha-bastante-mas-que-la.html

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