12 Poemas de Konstantinos Kavafis, Κωνσταντίνος Καβάφης

Monotonía

A un día monótono, después
le sigue otro monótono, inmutable. Pasarán
las mismas cosas, que suceden otra vez.
Momentos similares nos encuentran y se van.

Un nuevo mes trae el mes que ha transcurrido.
Se puede fácilmente adivinar qué nos espera:
igual que ayer será, lo mismo de aburrido.
Y así el mañana es como si mañana ya no fuera.

Un viejo

En la sala interior del ruidoso café 
un viejo esta sentado, inclinado sobre una mesa; 
un periódico frente a él, y ninguna compañía a su lado.

Y en el desdén de su edad miserable, 
medita sobre lo poco que disfrutó los años 
en que tenía fuerza, el arte de la palabra, y buen aspecto.

Sabe que ha envejecido mucho; está consciente de ello, lo ve,
y sin embargo el tiempo en que fue joven parece 
ayer. Cuán breve el tiempo, cuán breve el tiempo.

Y piensa en cómo la Sabiduría lo engaño; 
y cómo él siempre confió en ella –¡que tontería! – 
la mentirosa que decía, “Mañana. Tienes mucho tiempo.”

Recuerda impulsos que contuvo; y cuánta 
alegría sacrificó. Cada oportunidad perdida 
se burla ahora de su prudencia insensata.

…Pero con tanto pensar y recordar 
el viejo devana. Y empieza a dormitar 
inclinado sobre la mesa del café.

En lo posible

Y si no puedes disponer tu vida como quieres
esto procura al menos conseguir
en lo posible: no vayas a ensuciarla
al frecuente contacto con el mundo,
con charlas y negocios por doquiera.

No vayas a ensuciarla traslandándola,
rondando sin cesar y exponiéndola
a la vulgar locura cotidiana
de tanta relación y compañía
hasta que se convierta en una extraña intrusa.

Recuerda, cuerpo…

Recuerda, cuerpo, no tan solo cuánto te han amado
no solamente las camas en las que te acostaste,
sino también tantos deseos que por ti
hacían destellar tanto los ojos,
y que temblaban en la voz —y algún
obstáculo casual los anuló.
Ahora que todo ya al pasado pertenece,
parece como si a aquellos deseos
te hubiera entregado —qué destellos,
recuerda, en los ojos que te miraban;
como temblaban en la voz, por ti, recuerda, cuerpo.

Uno de sus dioses

Cuando alguno de ellos pasaba por el ágora
de Seleucia, hacia la hora en que anochece,
en la figura de un joven esbelto de perfecta belleza,
con la alegría de la incorruptibilidad en los ojos,
con sus cabellos negros perfumados,
los transeúntes lo miraban
y el uno preguntaba al otro si le conocía,
y si era un griego de Siria o un extranjero. Pero algunos
que con más atención observaban,
comprendían y se apartaban;
y mientras se perdía bajo los pórticos,
entre las sombras y las luces del crepúsculo,
dirigiéndose al barrio que solo de noche
vive, entre orgías y vicios,
y toda suerte de embriaguez y de lujuria,
se preguntaban pensativos cuál de Ellos podría ser,
y para qué sospechoso placer
habría descendido a las calles de Seleucia
desde las Excelsas, Venerandas Mansiones.

Oh amigos, cuando yo estuve enamorado

Oh amigos, cuando yo estuve enamorado

– hace ya tantos años –

no vivía en el mismo mundo

que el resto de los mortales.

Vivía en la lírica fantasía,
y aunque consciente de su engaño,

me daba felicidad,

era un sueño cálido y encantador.

Mis ojos se detenían en mi amada
y el amor hacía aún más bello su rostro;

su palacio

era para mí.

Y el barato percal

que la vestía,

te juro que para mí

era más que la seda.

Dos brazaletes de bisutería

adornaban sus brazos;

pero yo los veía como joyas

de la más alta calidad.

Su cabeza lucía

flores cogidas en las montañas,

mas ¿qué otro tocado

hubiera sido más bello adorno a mis ojos?

Siempre fueron nuestros paseos

felices por ir juntos,

claras sendas sin espinos

– si los había, la tierra los ocultaba.

Ni los mejores oradores ni los hombres más sabios

podrían ahora persuadirme

tanto como el más leve gesto suyo

entonces.

Oh amigos, cuando yo estuve enamorado

– hace ya tantos años-

no vivía en el mismo mundo

que el resto de los mortales.

La ciudad

Dijiste: «Marcharé a otra tierra, marcharé a otro mar.
Habrá de hallarse en algún sitio una ciudad mejor.
Mas cada intento mío está condenado al error;
sepulto —como muerto— el corazón.
Cómo podría permanecer mi mente en esta tierra baldía. 
Dondequiera que mire, que vuelva mis ojos,
solo veo las ruinas de mi vida,
y tantos años que pasé y perdí en este lugar».

Lugares nuevos no hallarás, no hallarás otros mares.
La ciudad irá tras de ti. Vagaras por las mismas
calles, y en los mismos barrios envejecerás,
se te verá en estas casas acabarte.
Y siempre llegarás a esta ciudad. No hay otra
—no esperes— no hay barco ya, ni senda para ti.
Lo mismo que tu vida la perdiste aquí,
en esta esquina, la perdiste en todos los lugares.

De la escuela del célebre filósofo

Fue discípulo de Amonio Saccas por dos años;
pero se aburrió de la filosofía y de Saccas.
Después entró a la política.
Pero la abandonó. Eparcos era necio;
y los que le rodeaban, unos estúpidos solemnes de apariencia grave:
el griego que hablaban los pobres, tres veces bárbaro.
La Iglesia atrajo un poco
su curiosidad: como para bautizarse
y hacerse Cristiano. Mas, pronto
cambió su opinión. Se malquistaría seguramente
con sus padres, abiertamente gentiles;
y le cortarían -cosa horrible-
en forma inmediata sus generosas mensualidades.
Con todo había que hacer algo. Se volvió asiduo
de las casas de corrupción de Alejandría,
y de todo refugio secreto de perdición.
La suerte le pareció en esto favorable:
le había dado una figura en extremo agraciada.
Y él gozaba ese don divino.
A lo menos por diez años todavía
su hermosura habría de durar. Después –
quizás iría de nuevo donde Saccas.
Y si en el intervalo el viejo hubiera muerto,
iría donde otro filósofo o sofista:
siempre se encuentra alguno apropiado.
O por último, es posible que volviera a la política
-recordando de manera digna de elogio
sus tradiciones familiares,
los deberes para con la patria y otras cosas rimbombantes parecidas.

Sacerdote del Serapión

A mi buen padre anciano,
que me amó siempre igual;
a mi buen padre anciano que murió anteayer,
poco antes de anochecer, estoy llorando.
Jesucristo, los mandamientos
de tu iglesia santísima observar
en cada acción mía, en cada palabra,
en cada pensamiento, es mi esfuerzo
cotidiano. Y a los que te niegan
los rechazo.- Pero ahora me lamento:
gimo, Cristo mío, por mi padre
a pesar de que era -horrible decirlo-
sacerdote en el muy maldito Serapion

Lo oculto

Por cuanto hice y por cuanto dije
que no traten de encontrar quién era yo.
Un obstáculo se alzaba y transformaba
mis acciones y mi modo de vivir.
Un obstáculo se alzaba y me detenía
muchas veces cuando iba a hablar.
Mis acciones más inobservadas
y mis escritos más ocultos
-sólo por allí me entenderán-
Mas acaso no vale la pena gastar
tanta atención y tanto esfuerzo para conocerme.
Más tarde -en la sociedad más perfecta-
algún otro, hécho como yo,
ciertamente surgirá y actuará libremente.

Esperando a los bárbaros

¿Qué esperamos agrupados en el foro?

Hoy llegan los bárbaros.

¿Por qué inactivo está el Senado

e inmóviles los senadores no legislan?

Porque hoy llegan los bárbaros.

¿Qué leyes votarán los senadores?

Cuando los bárbaros lleguen darán la ley.

¿Por qué nuestro emperador dejó su lecho al alba,

y en la puerta mayor espera ahora sentado

en su alto trono, coronado y solemne?

Porque hoy llegan los bárbaros.

Nuestro emperador aguarda para recibir

a su jefe. Al que hará entrega

de un largo pergamino. En él

escritas hay muchas dignidades y títulos.

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores visten

sus rojas togas, de finos brocados;

y lucen brazaletes de amatistas,

y refulgentes anillos de esmeraldas espléndidas?

¿Por qué ostentan bastones maravillosamente cincelados

en oro y plata, signos de su poder?

Porque hoy llegan los bárbaros;

y todas esas cosas deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores

a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia?

Porque hoy llegan los bárbaros

que odian la retórica y los largos discursos.

¿Por qué de pronto esa inquietud

y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.)

¿Por qué vacía la multitud calles y plazas,

y sombría regresa a sus moradas?

Porque la noche cae y no llegan los bárbaros.

Y gente venida desde la frontera

afirma que ya no hay bárbaros.

¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?

Quizá ellos fueran una solución después de todo.

Ιθάκη

Σα βγεις στον πηγαιμό για την Ιθάκη,
να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος,
γεμάτος περιπέτειες, γεμάτος γνώσεις.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον θυμωμένο Ποσειδώνα μη φοβάσαι,
τέτοια στον δρόμο σου ποτέ σου δεν θα βρεις,
αν μεν’ η σκέψις σου υψηλή, αν εκλεκτή
συγκίνησις το πνεύμα και το σώμα σου αγγίζει.
Τους Λαιστρυγόνας και τους Κύκλωπας,
τον άγριο Ποσειδώνα δεν θα συναντήσεις,
αν δεν τους κουβανείς μες στην ψυχή σου,
αν η ψυχή σου δεν τους στήνει εμπρός σου.

Να εύχεσαι νάναι μακρύς ο δρόμος.
Πολλά τα καλοκαιρινά πρωϊά να είναι
που με τι ευχαρίστησι, με τι χαρά
θα μπαίνεις σε λιμένας πρωτοειδωμένους,
να σταματήσεις σ’ εμπορεία Φοινικικά,
και τες καλές πραγμάτειες ν’ αποκτήσεις,
σεντέφια και κοράλλια, κεχριμπάρια κ’ έβενους,
και ηδονικά μυρωδικά κάθε λογής,
όσο μπορείς πιο άφθονα ηδονικά μυρωδικά,
σε πόλεις Αιγυπτιακές πολλές να πας,
να μάθεις και να μάθεις απ’ τους σπουδασμένους.

Πάντα στον νου σου νάχεις την Ιθάκη.
Το φθάσιμον εκεί ειν’ ο προορισμός σου.
Αλλά μη βιάζεις το ταξείδι διόλου.
Καλλίτερα χρόνια πολλά να διαρκέσει
και γέρος πια ν’ αράξεις στο νησί,
πλούσιος με όσα κέρδισες στο δρόμο,
μη προσδοκώντας πλούτη να σε δώσει η Ιθάκη.

Η Ιθάκη σ’έδωσε τ’ ωραίο ταξείδι.
Χωρίς αυτήν δεν θάβγαινες στον δρόμο.
Άλλα δεν έχει να σε δώσει πια.

Κι αν πτωχική την βρεις, η Ιθάκη δε σε γέλασε.
Έτσι σοφός που έγινες, με τόση πείρα,
ήδη θα το κατάλαβες οι Ιθάκες τι σημαίνουν.

Κωνσταντίνος Π. Καβάφης

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con placer y alegría!-
a puertos nunca antes vistos .
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido con cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Asi, sabio como te has vuelto, y en experiencias rico,
entenderás ya, qué significan las Ítacas.

Κωνσταντίνος Πέτρου Καβάφης , Konstantinos Petrou Kavafis. (Alejandría, Egipto; 29 de abril de 1863 – 29 de abril de 1933)Poeta, considerado uno de los poetas griegos mas importante del siglo XX.

Hijo de Juan Kavafis, comerciante, y de Cariclea Fotiadis, que procedía de una familia noble de Constantinopla. La familia era dueña de la empresa «Cavafy & Co.», con oficinas en Manchester, Liverpool y Londres. Tras el fallecimiento de su padre, cuando el poeta tenia siete años, la familia se trasladó a Inglaterra, donde seguían parte de sus negocios, y permanecieron en Liverpool y Londres desde 1872 a 1878. Allí Kavafis inició sus estudios y aprendió la lengua inglesa. La mala gestión del negocio familiar llevó a la empresa a la quiebra, y Cariclea y sus hijos tuvieron que regresar a Alejandría. En 1882 se trasladan a Constantinopla huyendo de los disturbios en su país que acabaron en ocupación encubierta por parte de los ingleses. En 1885 volvieron de nuevo a Alejandría, donde Kavafis vivió casi el resto de su vida. Trabajó como funcionario de la Tercera Sección de Riegos del Ministerio de Obras Públicas egipcio (donde permanecería treinta años. Kavafis se sentía mayormente griego, heredero de su historia y cultura, por ello parece que cambió su nacionalidad inglesa que tenía gracias a su padre, quien la había obtenido hacia 1850, por la nacionalidad griega.

 En 1886 publica sus primeros poemas pero, por deseo propio, nunca llegó a publicar un libro con sus poemas. Únicamente, mandó imprimir dos libretos con algunos de sus textos. Uno, en 1904, conteniendo 12 poemas, y un segundo, en 1910, en el que ampliaba el número a 27. Él mismo se encargaba de distribuir dichos libretos sólo a quien consideraba que podía entender su obra y de vez en cuando imprimía hojas sueltas con alguno de sus poemas, que luego distribuía a quién pensaba que era digno de leerlos.

Su obra no apareció publicada en griego hasta 1935 (edición que contenía los 154 poemas canónicos del autor, es decir, aquellos que él personalmente había decidido que se publicasen); aunque decenas de estos y algunos otros que decidió finalmente rechazar habían aparecido ya en diversas revistas de literatura tanto egipcias como griegas. Esos mismos poemas se publican traducidos por primera vez en inglés en 1951. La obra de Kavafis empezó a conocerse fuera de su país  a través de las referencias del estudio de Edward Morgan Forster quien divulgó en Europa su poesía. Posteriormente Marguerite Yourcenar tradujo a Kavafis al francés.

 Kavafis también escribió una novela corta fantástica, A la luz del día, traducida al español en 2007.

Su poema Ítaca se ha convertido casi en un rezo, himno, alegato, universal.

Enlaces de interés :

https://cosmoversus.com/konstantino-kavafis-un-poeta-entre-grecia-y-egipto/

https://byzantion.uchile.cl/index.php/RBNH/article/view/55497/59063

https://addi.ehu.es/bitstream/handle/10810/47824/TFG_Iturbe.pdf?sequence=3

https://www.paginadepoesia.com.ar/escritos_pdf/cavafis_100.pdf

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