Sylvia Plath visual

Laura Freixas presenta esta excelente conferencia sobre Sylvia Plath dentro del ciclo ‘Ellas y ellas’.



Sylvia Plath forma parte de esa larga lista de autores que escribieron sobre la muerte. Y después se quitaron la vida. Sus poemas están llenos de belleza y de dolor. Pero esta carta, dirigida a su madre, va en contra de esa tendencia.… Leer más

11 Poemas de Sylvia Plath

“Amo la libertad. Deploro las restricciones y las limitaciones. Yo soy poderosa”

Silvia Plaht

Tres Mujeres

Primera voz

Soy lenta como la Tierra. Soy muy paciente,
cumplo mi ciclo, soles y estrellas
me miran con atención.
El celo de la luna es más personal:
Pasa y vuelve a pasar, luminosa como una enfermera.… Leer más

11 Poemas de Sara Teasdale

No soy tuya

No soy tuya, no me pierdo en ti,
Nunca me pierdo, aunque mi alma ansía
Perderme como la llama en el mediodía,
Perderme como la nieve en el mar.
Tú me amas, y aún te veo
Como un espíritu hermoso y brillante,
Sin embargo soy yo quien inconstante
Anhela perderse como una luz en la luz.… Leer más

9 Poemas de Robert Frost 

El camino

Dos caminos se separaban en un bosque amarillo
y, lamentando no poder recorrer ambos
al ser un único viajero, me detuve durante un tiempo
para contemplar el primero esforzando la vista
hasta el punto en que se doblaba sobre la maleza;
tomé después el otro, juzgándolo igualmente atractivo,
pero dueño de un más poderoso reclamo:
su manto de hierba intacta y sus ansias de ser recorrido;
aunque a ese respecto, el acto del tránsito en sí
los había ocupado a ambos en la misma medida,
y los dos yacían igualmente aquella mañana
cubiertos de hojas no pisadas, hojas sin mancillar.… Leer más

12 Poemas de Anne Sexton

Joven

Hace mil puertas
cuando yo era una chiquilla solitaria
en una gran casa con cuatro
garajes y era verano
según creo recordar,
yacía por la noche sobre la hierba,
los tréboles cedían bajo mi peso,
las estrellas sabias fijas por encima de mí,
la ventana de mi madre un embudo
por el que escapaba un calor amarillo,
la ventana de mi padre, a medio cerrar,
un ojo por donde pasaban durmientes,
y las tablas de la casa,
suaves y blancas como la cera
y probablemente un millón de hojas
se mecían sobre sus extraños tallos
mientras los grillos cantaban al unísono
y yo, en mi cuerpo recién estrenado, 
que aún no era el de una mujer,
interrogaba a las estrellas
y pensaba que Dios realmente podía ver
el calor y la luz pintada,
codos, rodillas, sueños, buenas noches.… Leer más

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