12 Poemas de Anne Sexton

Joven

Hace mil puertas
cuando yo era una chiquilla solitaria
en una gran casa con cuatro
garajes y era verano
según creo recordar,
yacía por la noche sobre la hierba,
los tréboles cedían bajo mi peso,
las estrellas sabias fijas por encima de mí,
la ventana de mi madre un embudo
por el que escapaba un calor amarillo,
la ventana de mi padre, a medio cerrar,
un ojo por donde pasaban durmientes,
y las tablas de la casa,
suaves y blancas como la cera
y probablemente un millón de hojas
se mecían sobre sus extraños tallos
mientras los grillos cantaban al unísono
y yo, en mi cuerpo recién estrenado, 
que aún no era el de una mujer,
interrogaba a las estrellas
y pensaba que Dios realmente podía ver
el calor y la luz pintada,
codos, rodillas, sueños, buenas noches.

En alabanza a mi útero

En mi interior todos son un pájaro.

Estoy batiendo todas mis alas.

Querían cortarte

pero no lo harán.

Decían que estabas desmesuradamente hueco pero no lo estás.

Decían que te encontrabas mortalmente enfermo y se equivocaron.

Como colegiala cantas. No estás roto.

.

Dulce peso,

en la alabanza de la mujer que soy

y del alma de la mujer que soy

y de la creatura central y de su goce

te canto. Me atrevo a vivir.

Hola, espíritu. Hola, copa.

Detente, cúbrete. Cubierta que contiene.

Hola, tierra de los campos.

Bienvenidas sean, raíces.

.

Cada célula vive.

Hay suficientes para colmar a la nación entera.

Basta con que el populacho se apropie de estos bienes.

Cualquier persona, cualquier congregación diría de él: 

“Sería bueno que plantáramos otra vez este año

y pensáramos de antemano en la cosecha.

Un percance se había pronosticado y se ha conjurado.”

 Muchas mujeres juntas cantan a esto:

una está en la fábrica de zapatos maldiciendo la máquina,

una está en el acuario cuidando una foca,

una está, indolente, tras el volante de un Ford,

una está recibiendo el dinero en la caseta de cobro,

una está amarrando el ombligo a un becerro en Arizona,

una está a horcajadas sobre un cello en Rusia,

una está cambiando las ollas sobre la estufa en Egipto,

una está pintando color de luna las paredes de su recámara,

una está muriendo pero recuerda un desayuno,

una se tiende sobre su estera en Tailandia.

una le limpia el culo a su hijo,

una mira por la ventana del tren

en el centro de Wyoming y una está

en cualquier parte y algunas están en todas partes y todas

parecen estar cantando, aunque algunas no puedan

dar la nota.

.

Dulce peso,

en la alabanza de la mujer que soy

déjenme usar una mascada larguísima,

déjenme redoblar por las muchachas de diecinueve años,

déjenme llevar los cuencos de la ofrenda

(de ser ese mi papel).

Déjenme estudiar los tejidos cardiovasculares,

déjenme examinar la distancia angular que media entre

meteoros,

déjenme chupar los tallos de las flores

(de ser ese mi papel).

Déjenme hacer ciertas figuras tribales

(de ser ese mi papel).

Pues esto es lo que el cuerpo necesita

déjenme cantar

por la cena,

por los besos,

por el adecuado

sí.

((de Love Poems)

Hoy estoy feliz con las sabanas de la vida

Lavé las sábanas.

Tendí las sábanas y las vi

agitarse y elevarse como gaviotas.

Cuando estuvieron secas las destendí

y hundí mi cabeza en ellas.

Todo el oxígeno de la tierra en ellas.

Todos los pies de todos los bebés del mundo en ellas.

Todos los calzones de todos los ángeles del mundo en ellas.

Todos los besos mañaneros de Filadelfia en ellas.

Todos los juegos de saltar pintados sobre todas las aceras en ellas.

Todos los caballitos hechos de tela en ellas.

.

Así que esto es la felicidad,
el viajante.

Palabras

Ten cuidado con las palabras,
incluso con aquellas milagrosas.
Para las milagrosas hacemos lo mejor posible,
a veces se enjambran como insectos
y dejan no una picadura sino un beso.
Pueden ser tan buenas como los dedos.
Pueden ser tan confiables como la roca
sobre la que apoyas tu trasero.
Pero también pueden ser tanto margaritas como moratones.

Aún así, estoy enamorada de las palabras.
Son palomas que caen del techo.
Son seis naranjas sagradas posadas en mi regazo.
Son los árboles, las piernas del verano,
y el sol, su apasionado rostro.

Aún así, me fallan a menudo.
Tengo tanto de lo que quiero decir,
tantas historias, imágenes, proverbios, etc.
Pero las palabras no son lo suficientemente buenas,
las equivocadas me besan.
A veces vuelo como un águila,
pero con las alas de un gorrión.

Pero intento tener cuidado
y de ser suave con ellas.
Las palabras y los huevos deben ser tratados con cuidado.
Una vez rotos,
son cosas imposibles de reparar.

Los bombarderos

Nosotros somos América.
Somos los que rellenan los ataúdes.
Somos los tenderos de la muerte.
Los envolvemos como si fuesen coliflores
La bomba se abre como una caja de zapatos.
¿Y el niño?
El niño decididamente no bosteza.
¿Y la mujer?
La mujer lava su corazón.
Se lo han arrancado
y se lo han quemado 
y como último acto
lo enjuaga en el río.
Este es el mercado de la muerte.
¿Dónde están tus méritos,
América?

De esas

He salido al mundo, una bruja poseída, 
rondando el aire negro, más valiente por ello; 
soñando el mal, he sobrevolado 
las casas planas, de luz en luz: 
pobre solitaria, con mis doce dedos, enajenada. 
Una mujer así no es una mujer, lo sé. 
Yo he sido de ésas.
He encontrado las cuevas tibias del bosque, 
las he llenado de sartenes, tallas, estantes, 
de armarios, sedas, de incontables bienes;
he preparado la cena para los gusanos y los elfos: 
llorando, aullando, ordenando lo que estaba mal. 
A una mujer así no se la comprende. 
Yo he sido de ésas.
He viajado contigo, carretero, saludando
con los brazos desnudos a los pueblos que dejábamos atrás, 
aprendiéndome las últimas rutas de la claridad, superviviente 
allí donde tus llamas aún muerden mis muslos 
y crujen mis costillas bajo la presión de tu carreta.
Una mujer así no se avergüenza de morir. 
Yo he sido de ésas.

Cigarrillos, whisky y mujeres salvajes

Quizá nací de rodillas,
Nací tosiendo en el largo invierno,
Nací esperando el beso de la misericordia,
Nací con una pasión por la rapidez
Y aún así, al ir progresando las cosas,
Aprendí temprano sobre la estocada
O sacarla, el vapor del enema.
A los dos o tres aprendí a no arrodillarme,
A no esperar, a plantar mis fuegos bajo tierra
Donde a nadie más que las muñecas, perfectas y terribles,
Se puede susurrar y dejar morir.

Ahora que he escrito tantas palabras,
Y dejado tantos amores, para tantos,
Y he sido completamente lo que siempre fui –
Una mujer de excesos, de celos y codicia,
El esfuerzo me parece inútil.
¿Acaso no me miro al espejo,
Estos días,
Y veo una rata borracha voltear la vista?
¿Acaso no siento un hambre tan aguda
Que preferiría morir antes
Que mirarla a la cara?
Me arrodillo nuevamente,
En caso de que la misericordia llegue
En el último minuto.

Descalza

Amarme sin zapatos
significa amar mis piernas largas y bronceadas,
queridas mías, buenas como cucharas;
y mis pies, estos dos chicos
que se escaparon a jugar desnudos. Intrincados nudos,
mis dedos. Libres ya de sujeción.
Y todavía más, miren las uñas y
cada una de las diez etapas, tubérculo a tubérculo.
Vehementes y alocados, todos ellos, este cerdito
fue al mercado y este otro se
quedó. Largas piernas bronceadas, y largos y bronceados dedos.
Más arriba, cariño, la mujer
confiesa sus secretos, pequeñas casas
y pequeñas lenguas que te lo cuentan todo.

No hay nadie más que tú y yo
en esta casa de la península.
El mar lleva un cencerro en el ombligo
y yo soy tu sirvienta descalza
por una semana entera. ¿Quieres un poco de salame?
No. ¿Quieres un whisky, a lo mejor?
Tampoco. Tú no eres de beber. Tú
me bebes a mí. Las gaviotas persiguen a los peces
gritando como chicos de tres años.
Las olas son narcóticas, me llaman
Yo soy, yo soy, yo soy
toda la noche. Descalza
te camino por la espalda.
A la mañana corro por la cabaña,
de una puerta a otra, jugando a perseguirnos.
Ahora me agarras por los tobillos.
Ahora vas trepando por mis piernas
hasta que atraviesas la marca de mi anhelo.

A mi amante, quien regresa a su esposa

Allí está toda ella.

Cuidadosamente fundida para ti

y forjada de tu niñez,

forjada de tus cien antiguallas favoritas.

.

Ha estado allí desde siempre, querido.

Es, además, exquisita.

Juego pirotécnico en las aburridas medianías de febrero

y tan real como una olla de hierro fundido.

.

Enfrentémoslo, he sido momentánea.

Un lujo. Una lancha rojo encendido en la bahía.

Mi pelo elevándose como humo por la ventanilla del coche.

Almeja fuera de temporada.

.

Ella es más que eso. Es tu tener que tener,

ha cultivado tu crecimiento práctico y tropical.

No es un experimento. Es toda armonía.

Cuida de los remos y de las horquillas de los remos del

bote,

puso flores silvestres sobre la ventana, en el desayuno,

se sienta tras su rueda de alfarera a mediodía,

ha sacado adelante tres niños bajo la luna,

tres querubines pintados por Miguel Ángel,

.

y lo ha hecho con las piernas bien abiertas

en los terribles meses en capilla.

Si volteas hacia arriba, allí reposan tus hijos

como delicados globos contra el techo.

.

También los ha cargado por el pasillo

tras la cena, la cabeza reclinada hacia ella,

dos piernas protestando —de persona a persona—

 la cara sonrojada por la canción y su pequeño sueño.

.

Te regreso tu corazón.

Te doy permiso—

.

para el detonador dentro de ella, palpitando

furioso entre la mugre, para la perra que es

y el entierro de su herida

—para el entierro de su herida viva, roja, pequeña—

.

para la llama pálida que flamea bajo sus costillas,

para el marinero ebrio que aguarda en su pulso izquierdo,

para la rodilla de madre, las medias,

las ligas, para la llamada

.

—curiosa llamada

cuando horadas entre brazos y pechos

y desatas la cinta naranja de su pelo

y respondes a la llamada, curiosa llamada.

.

Es tan singular y tan desnuda.

Es la suma de ti y de tus sueños.

Súbela como a un monumento, paso a paso.

Es sólida.

.

Yo, en cambio, soy una acuarela.

Me deslavo.

Nadando al desnudo

En el sudoeste de Capri 
encontramos una pequeña gruta desconocida 
donde no había nadie y 
la penetramos completamente 
y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda 
su soledad. 

Todo lo que hay de pez en nosotros 
escapó por un minuto. 
A los peces reales no les importó. 
No perturbamos su vida personal. 
Nos deslizamos tranquilamente sobre ellos 
y debajo de ellos, soltando 
burbujas de aire, pequeños 
globos blancos que ascendían 
hasta el sol junto al bote 
donde el botero italiano dormía 
con el sombrero sobre la cara. 

Un agua tan clara que se podía 
leer un libro a través de ella. 
Un agua tan viva y tan densa que se podía 
flotar apoyando el codo en ella. 
Me tendí allí como en un diván. 
Me tendí allí como si fuera 
la Odalisca roja de Matisse. 
El agua era mi extraña flor. 
Hay que imaginarse una mujer 
sin toga ni faja 
tendida sobre un sofá profundo 
como una tumba. 

Las paredes de esa gruta 
eran de todos los azules y 
dijiste: “¡Mira! Tus ojos son color mar. ¡Mira! Tus ojos 
son color cielo”. Y mis ojos se cerraron como si sintieran 
una súbita vergüenza

La adicta

Traficante de sueño,
traficante de muerte,
con cápsulas en las palmas cada noche,
ocho a la vez, provenientes de dulces frascos
farmacéuticas
hago arreglos para el pequeño viaje.
Soy la reina de esta condición.
Soy una experta haciendo el viaje
y ahora dicen que soy una adicta.
Ahora me preguntan por qué.
¡POR QUÉ!

¡Es que acaso no saben que prometí morir!
Estoy conservando la práctica
Estoy simplemente manteniéndome en forma.
Las pastillas son como una madre, pero mejor,
de todos los colores y tan buenas como caramelos agrios.
Estoy a dieta de muerte.

Si, lo admito
Se ha convertido en una especie de hábito—
aspirar ocho a la vez, golpeando el ojo,
llevada lejos por las rosas, las naranjas,
las verdes y las blancas buenasnoches.
Me estoy convirtiendo en una especie de mezcla
química.
¡Eso es!

Mi provisión
de pastillas
tiene que durar por años y años.
Me gustan más de lo que me gusto.
Es una especie de matrimonio.
Es una especie de guerra donde siembro bombas
dentro de mí misma

Sí.
Intento
matarme en pequeñas cantidades,
una ocupación inocua.
La verdad, estoy obsesionada con ello.
Pero recuerda que no hago demasiado ruido
y, francamente, nadie ha tenido que arrastrarme
y no me quedo ahí parada en mi mortaja.
Soy un pequeño botón de oro¹ en mi camisón amarillo
comiéndome mis ocho hogazas en fila
y en cierto orden, como en
la imposición de manos
o el sacramento negro.

Es una ceremonia
pero como cualquier otro deporte
está llena de reglas.
Es como un partido de tenis musical
en el que mi boca sigue atrapando la pelota.
Luego me acuesto en mi altar
elevado por ocho besos químicos.

Qué entrega es esta
con dos rosas, dos naranjas,
dos verdes, dos blancas buenasnoches.
Fee-fi-fo-fum,
Ahora estoy tomada.
Ahora estoy adormecida.

Deseando morir

Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.
Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.
Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.
En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo, 
he aceptado su destreza, su magia.
De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.
No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.
Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías,
y a pesar de todo ella me espera, año tras año, 
para reparar delicadamente una vieja herida, 
para liberar mi aliento de su dañina prisión.
Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
Dejando el pan que confundieron con un beso
Dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado
Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.

 “Muerte, / necesito mi pequeña adicción a ti, / necesito esa vocecita que, / hasta cuando asciendo desde el mar, / toda una mujer, completa, / dice mátame, mátame”

(de Cartas para el Doctor)

.

 Anne Gray Harvey-Anne Sexton (Newton, Massachusetts, 9 de noviembre de 1928- Weston, Massachusetts ,4 de octubre de 1974) fue una poeta estadounidense, reconocida por su poesía confesional.Becada para escribir sus libros, profesora titular en la Universidad de Boston, ganadora del Pulitzer de poesía en 1967 y luego jurado del prestigioso premio.

 Fue la menor de tres hermanas en el seno de una familia de clase alta. Decidió abandonar sus estudios cuando contrajo matrimonio en 1948 con Alfred Muller Sexton II, conocido por el pseudónimo «Kayo». Vivieron juntos hasta su divorcio en 1973, y tuvieron dos hijas, Linda Gray (1953), que más tarde se haría novelista, y Joyce Sexton (1955).

Tras el parto de la primera hija, Anne fue diagnosticada con depresión postparto y hospitalizada en un psiquiátrico; entró así en contacto por primera vez con una enfermedad que la acompañó toda la vida. Después del nacimiento de su segunda hija, sufrió otra crisis y fue hospitalizada de nuevo; sus hijas fueron enviadas a vivir con sus abuelos paternos. Ese mismo año, en su cumpleaños intentó suicidarse. Fué su medico quien la animó a escribir y en 1957 se inscribió en un taller de poesía y comenzó a escribir para combatir sus pensamientos depresivos. Tras acudir a varios talleres de poesía, en los cuales conoció a Sylvia Plath, a la que le unió una gran amistad, identificación mutua, e incluso rivalidad, y a la también poeta Maxine Kumin, con quien escribió varios libros infantiles, sus textos se publicaron en medios de prestigio y fue adquiriendo reconocimiento hasta convertirse en una de las mejores poetas de su país.

Su primer libro,To Bedlam and Part Way Back , fue publicado en 1960. El libro ganó atención inmediata debido a la naturaleza intensamente personal e implacablemente honesta y autorreveladora de los poemas que registran su crisis nerviosa y su recuperación. Su segundo libro de poemas, All My Pretty Ones(1962), continuó en la línea de una autoexploración intransigente. Live or Die (1966), intenso poemario sobre la enfermedad emocional ganó un Pulitzer .

Anne Sexton convirtió su vida en materia poética. Fue pionera en la lírica confesional , género surgido en Estados Unidos ligado al movimiento Beat de mediados de los 50 ,que se caracterizó por la expresión de la propia experiencia y la psicología como una autoexposición dolorosa, abarcando temas tabú como las relaciones sexuales o las enfermedades mentales al acercase al psicoanálisis. Anne abrió así el camino para otras escritoras que admiraban su exposición cruda de la intimidad y un tratamiento de temas considerados tabú, para la escritura en general y para una mujer en particular, como el aborto o la sexualidad. La sinceridad vital que caracteriza su obra pone al descubierto pasión y dolor. «Poemas y solo poemas me han salvado la vida», decía, aunque finalmente no fuesen suficiente para evitar que se quitara la vida.

El 4 de octubre de 1974, se puso el abrigo de piel que había heredado de su madre, se bebió dos vodkas y con un tercero en la mano entró en el garaje de su casa, encendió el motor y la radio de su Cougar rojo y se quitó la vida. Tenía 46 años.

Peter Gabriel le escribió en 1986 una canción. Mercy Street.


Poemarios:

To Bedlam and Part Way Back (1960), All My Pretty Ones (1962), Live or Die (1966) – Premio Pulitzer de poesía en 1967, Love Poems (1969), Transformations (1971), The Book of Folly (1972), The Death Notebooks (1974), The Awful Rowing Towards God (1975, póstumo), 45 Mercy Street (1976, póstumo), Words for Dr. Y. (1978, póstumo).

Artículos de interés:

https://loscuadernosdevieco.blog/2017/08/26/carta-de-anne-sexton-a-su-hija-linda/

http://lagigantadigital.es/anne-sexton/

http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/anne-sexton-109.pdf

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