«La poesía es la conciencia más aguda del lenguaje”
M.Negroni
La proporción áurea
a cada amor le incumbe su ruina pestilente
a cada río su texto migratorio
el costo es alto la miniatura del deseo inmensa
no te quedes sin ver los cuervos del fracaso
ni el bajísimo cielo en el que ardemos
con un pie en la eternidad y otro en el barro
no instales una patria en la cabeza
escúchate avanzar retrocediendo
en la esfera más lenta sé feliz
El jardín de las delicias
érase una vez un jardín o algo parecido a un jardín donde la noche ocurría sin ser vista diríase un prólogo de flores doradas a un otoño sin escritura se sucederían los días de las niñas rojas en sus canastas había un tintero la muerte les puso pena sin despertarlas cosas raras de nunca amar así es el sur así el estilo de la ternura.
III
(petite chronique)
nunca se sabrá cómo la sombra se tragó la luz en un lugar tan pequeñito
nunca se sabe en un lugar así si no es mejor morir
no molestar a nadie menos que nadie a Dios
no exageres ¿no querías acaso ser Nadja? más o menos siempre más o menos te ordeno ser Nadja más o menos
la poesía tiene que ver con eso cómo encontrar un caracol imperfecto
cuidado la ambición te puede causar una úlcera
no es mucho no es demasiado el miedo siempre igual a sí mismo
te ordeno que te calles te ordeno que no busques sino aquello que no te alcanzaría
¿quién inventó la distancia? ¿quién dijo el otoño renacerá siempre cada vez más rojo?
nunca se supo jamás se sabrá con certeza cómo en el pecho de esa prisión avanzaban dos niños viudos dos novios huérfanos más altos que un territorio invadido
iban como quien vuelve mejor dicho volvían sin tener idea sin tener la más remota idea de la sombra
te ordeno que no tengas una úlcera sobre todo si se parece a Nadja en la prisión del sueño de Breton qué miedo
a veces no es tan malo a veces te perdonan el premio es una tumba al lado de Mamá
nos sentimos honrados ¿por qué no?
ahora que hemos vuelto con lo puesto y avanzamos por el reverso de la luz más altos que Hansel y Gretel más despavoridamente
ingratos
De, Arte y Fuga, Editorial Pre-Textos, Valencia, España, 2005.
XI
(pietà)
hay una música triste como dádiva cierta
hay lo que puede ocurrir porque ya ocurrió
excuse me—dijo la muerte ¿hablaba de mí?
¿yo señor? sí señor no señor ¿pues entonces de qué hablaba?
no sé de una batalla sin oponentes o tal vez de la extranjera eternidad que lo posee todo porque no es nada
oh Sócrates
ocho millones de historias en la ciudad desnuda y yo pensando en los caracoles
el bosque avanza la noche de este cuerpo avanza Dios lo sabe pero yo no
perdón—interrumpió el miedo ¿con quién hablo?
no estoy segura está oscuro como siempre en el poema
bah—dijo la muerte qué más da más tarde o más tarde el espacio crea el olvido o el olvido el espacio
¿eso es todo?
no no es todo es apenas el arte de la repetición infinita
yo quiero eso—dije y también esto y aquello y lo de más allá
cuidado—dijo la muerte con la ambición
¿y qué hay más allá del afuera?
un pastorcito mentiroso
¿y qué dice?
no lo que será sino lo que podría no ser
¿y eso qué es?
el corazón del reflejo de lo que fuimos sobre las olas invisibles
yo quiero eso—dije yo no sé cómo sé que lo quiero
la muerte es una especie de amor—pensó el poema
De, Arte y Fuga, Editorial Pre-Textos, Valencia, España, 2005.
XXI
(cantus firmus)
hojas amarillas en el fulgor de este otoño como espera de lunas escritas sobre el río
se busca en la estadía de lo inquieto lo que irá sin haber ido esta orfandad de cielo que nos ama y en la luz se sueña luz mansión de ser piedrita por piedrita
la música del río está en el río
de la noche a la noche no hay otra indefensión
canta la pena que vuela en el silencio que canta en los inmensos territorios de tu nada
y así traduce el cuerpo material la ineptitud de su pregunta y el dolor
está abierto el poema está despierto el centro dormido del agua
hay que inventar lo que somos —dijo el rabino de Praga
ningún oro ningún reino salvo éste que surge en el instante en que se pierde
la ausencia de la luna está en la luna
no hay más visitaciones no hay otra luz que cante en la orfandad que hermosamente somos miguita por miguita
música pensada como amarilla casa compartida
se busca así el tiempo en el no tiempo y así el otoño sueña de la noche a la noche
como un fulgor hecho de nidos como una voz que enciende el bosque o pájaro que toca sólo para Dios
De, Arte y Fuga, Editorial Pre-Textos, Valencia, España, 2005.
La noche americana
—A black pool opened up at my feet.
I dived in. It had no bottom.
—Un charco negro se abrió a mis pies.
Caí. No tenía fondo
la noche es una casa
para perder la casa
algo así
como una izquierda erótica
primero ardiente después glacial
o bien nada viene
y después está
el corazón lisiado
la brusca sangre
asíntote diríase
cuanto más cerca
más lejos
mejor hubiera sido
aclimatarse
a las diáfanas
confusiones del amor
en la jungla de asfalto
los pájaros
estudian lo imposible
la noche tiene
mil ojos
y un ojo
Monólogo interior
¿cosa busca la noche
cuando aquí prolifera
tu ausencia más palpable
y yo me quedo en vano
cada vez hacia nadie
eco de qué mármol
de qué aurora
luz de sombra de tu luz
que me naciera
o alegoría del oído
esa campana
repicando
por todo paisaje?
Fata Morgana
Venecia completamente hundida. Sólo se ven los duomos, estatuas sobre los duomos, el cobre de algún campanil. En la tarde, el agua tiene el color de los espejos falsos. Melancolía en gris, duelo a la deriva. Pasa un zapato de charol negro, enorme, de taco altísimo. Féretros envueltos en terciopelo rojo se mecen en el agua, como góndolas. Pienso; Estoy a salvo. El cementerio es esta isla amurallada. No hay nadie más que yo, e hileras de camisas con corbata (siempre en tono gris), manos que salen de la tierra, si uno levanta una de esas manos, aparece una mujer en vestido de otra época, al instante se desvanece, su expresión no es infeliz.. (Siguen los ataúdes, siguen los espejos bajo la tarde en vilo.) Una bufanda azul se agita sobre una cruz, una fecha improbable sobre un muro. Entonces aparece el ángel con una pluma en la mano y dice: -Ahora, cierra los ojos y vuelve a perder el sitio de tu extravío.
Siguiendo un fuego
ahora si puede decirse ahora para esto que siempre está pasando y vino y encenderá la luz detrás de cuál imagen vos contra un paisaje cada vez en su temblor eternamente mi ciudad que todavía no se supo y sin embargo estoy tocando a ese camino que me abrís encandilada como una oscuridad en otra oscuridad.
se espera
que un pájaro sediento
reniegue
de la abstracción del canto
que el corazón dé un salto
y de pronto sepa
estrictamente
nada
que algún dolor encuentre
formulación ninguna
tiempo hace que no hace
más que un vacío atronador
el mundo sin su mundo
en franjas de infinito
y es tanto
tan poquísimamente
lo que el pájaro escrito
sabe traducir
tan muda
su líquida visión
atada a la prosodia
se espera siempre
lo que no puede
esperarse
se va de medio cielo
a gracia plena
……….a plena plaza humana
y allí se busca
corregir los discursos
del anhelo y la falta
se espera que el círculo
coincida con el centro
y el centro
con los intervalos
que las piedras se afilen
con cada fracaso
que las notas del pájaro
hagan de la herida
herida necesaria
De Oratorio (2021)
conversa el río con la piedra la piedra con la orilla y la orilla consigo misma
pero nosotros nunca llegamos al concierto del mundo
no somos ni habremos sido más que una mezcla de barca y bruma
nosotros hacemos ruido en cada nacimiento
alumbramos la muerte con cada muerte
con tal delicadeza no conversamos con nadie que hasta se nos escapa el viaje al oro de la transparencia
no entendemos que el río no conduce a las aguas sino al revés
que en su rítmica estela la consciencia es prosodia en la luz de un labio
a la espera de algo arrojamos al siglo nuestra voz inútil
las palabras caen piedras autistas a ningún tiempo
De Oratorio. Vaso Roto(2021)
De la docta ignorancia
Algo similar se propuso hace más de diez siglos el poeta provenzal Guillaume d’ Aquitaine, cuando dijo: Haré un verso de absolutamente nada.
Esa ha sido siempre la ambición del poema: hablar de nada.
Es decir, ser la voz de la cosa ausente, la acústica del alma para oír, no lo que dicen las palabras sino aquello –vinculado al origen, la escisión, la finitud— que siempre se sustrae a las redes del lenguaje. Quien escribe entiende, como nadie, que las palabras son insuficientes, a menudo tramposas, incluso nocivas. Por eso, se para ante ellas con recelo. Desconfía del pacto utilitario, comunicativo u ornamental que proponen. Lucha contra ellas, a pesar de tener plena consciencia de que no existe, como advirtió el poeta vietnamita Ocean Vuong, una lengua para salirse de la lengua.
Toda escritura que se precie reflexiona, tarde o temprano, sobre la inadecuación entre lenguaje y mundo.
En algunos casos, la operación es más visible, aparece en los ensayos que acompañan a la obra del autor o autora (pienso en Octavio Paz, Marina Tsvetáieva, y más cerca de nosotros, en Mario Montalbetti o Tamara Kamenszain).
En otros, la poesía piensa adentro de la poesía misma.
Un verso del poeta español Aníbal Núñez dice con sencillez brutal:
“Para ser río, al río le sobra el nombre”.
Y otro, de José Ángel Valente:
“Las palabras crean espacios agujereados, cráteres, vacíos. Eso es el poema.”
Yo agregaría que esos huecos, fisuras, agujeros son puertas, modos extremos de abrirse al mundo.
También son avanzadas contra la doxa, la frase hecha y el espíritu mayoritario, que siempre embalsaman la vida, impidiendo a las criaturas el contacto con su propia inadecuación.
Como el deseo, la poesía es díscola por naturaleza.
No se deja encuadrar, gobernar, restringir.
Se niega a la madurez.
Hace que estalle la diferencia en el centro mismo de lo homogéneo.
Entre la ley y el desacato, elige siempre el desacato.
Quizá esto explique por qué es tan difícil, de leer y de escribir.
En ella, todo se trastoca: la emoción piensa, la sintaxis se emociona, la obsesión se hace forma, la forma defiende la soledad en que estamos, y el silencio alcanza el difícil estatuto de la palabra muda.
Néstor Sánchez, uno de los narradores argentinos que más admiro,
propuso y practicó una insularidad radical que alcanzó su punto álgido cuando vivió de homeless en Manhattan, buscando que la calle fuera la puntuación de la vida, que su yo no solo fuera otro, sino mejor, ninguno. La postura de Sánchez es extrema. No sólo la expresión fácil le parecía inmoral, abogaba por una escritura sin personajes ni historias evidentes, contraria al testimonio, el consenso, la miseria informativa.
La expresión del dolor está siempre afuera de su anécdota, decía.
Por eso, tal vez, abominaba de la exigencia de representar.
Le interesaba lo incomunicable, no el confort de la inocencia estética.
La memoria que está afuera del tiempo, no la indigencia del yo chiquito.
La voz, no el aparato discursivo.
Una voz articulada con el vacío de sentido y con la dimensión de lo sagrado, que surgen en la exploración de aquello que ignoramos.
La prosa no debería ser, escribió, más que una excusa para llegar a la poesía.
María Negroni. (Rosario, Argentina, 17 de julio de 1951). Poeta, ensayista, novelista, traductora. Es Doctora por la Universidad de Columbia, PhD en Literatura Latinoamericana. Ha residido muchos años en Nueva York dedicándose a la enseñanza y a la escritura. Ha recibido las Beca Guggenheim, Fundación Octavio Paz, New York Foundation for the Arts y Civitella Ranieri. Y ha sido reconocida con el Konex de Platino por su obra poética, entre otras distinciones. Es creadora y directora de la Maestría de Escritura Creativa en la UNTREF. Ha traducido a poetas como Elizabeth Bishop, Sylvia Plath o Valentine Penrose.
Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, sueco y portugués.
Obra poética publicada:
De tanto desolar (1985)
La jaula bajo el trapo (1991)
Islandia (1994) en su versión en inglés, Premio al Mejor Libro de Poesía en Traducción del año del PEN American Center (Nueva York, 2002)
El viaje de la noche (1994)
La ineptitud (2002)
Arte y fuga (2004)
Cantar la nada (2011)
Elegía Joseph Cornell (2013)
Interludio en Berlín (2014)
Archivo Dickinson (2018)
Exilium (Vaso Roto Ediciones, 2016)
Oratorio (Vaso Roto Ediciones, 2021)
Novelas :
El sueño de Úrsula (1998)
La anunciación (2007)
El corazón del daño (2021) (Ed. Random House)
Ensayo:
Ciudad gótica. Bajo la Luna Nueva, (1994)
Museo negro(1999)
El testigo lúcido: la obra de sombra de Alejandra Pizarnik.( 2003)
Galería fantástica. (2008), Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI, México 2008)
Pequeño Mundo Ilustrado(Caja Negra, 2011)
El arte del error (Vaso Roto, 2016)
Objeto Satie (Caja Negra, 2018)
Archivo Dickinson (La Bestia Equilátera, 2018)
Tradujo, entre otros, a:
Louise Labé (Sonetos, Lumen, 1998); Valentine Penrose (Hierba a la luna y otros poemas, Ediciones Angria, 1995); Georges Bataille (Lo arcangélico, Fundarte, 1995); H.D. (Helena en Egipto, Ediciones Angria, 1994), Charles Simic (Totemismo y otros poemas, Alción, 2000), Bernard Noël (Contra-muerte y otros poemas, Alción, 2005) y la antología de mujeres poetas norteamericanas La pasión del exilio, Bajo la luna, (2007).
Distinciones :
VII Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro / Fundación Centro de Poesía José Hierro (2023)con su libro ‘Utilidad de las estrellas’.
Finalista en el Premio Fundación Medifé Filba 2022 por su novela El corazón del daño.
Fondation Jan Michalski – Residency for Writers, Ginebra 2022.
Premios municipales: 1er premio en la categoría Ensayo por La noche tiene mil ojos. y Premio único categoría Poesía por Archivo Dickinson.
Fundación Bogliasco, Génova 2020.
Directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes 2019-2020.
Cité Internacionale Des Arts. París, 2018.
Premio de poesía del Fondo Nacional de las Artes por Archivo Dickinson. Argentina, 2016.
Premio KONEX de Platino en Poesía, 2014.
Primer Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI. México, 2009.
Writers Residence American Academy in Rome. Roma, 2008.
Oh tú, que protector del genio hispano elevas la abatida lira mía, desde el obscuro seno, do el velo del olvido la cubría, hasta el supremo asiento, que previene la fama a la divina poesía; ti consagraré tan dulce empleo; a ti que amas el arte imitadora, de la música hermana, y del alma sensible encantadora.
Seguid mi canto, de placer henchidas, cítaras de la Iberia; Amira, alzando el humillado acento, preconiza la ciencia de Helicona; y esparce por el viento los resonantes metros de la Hesperia. Si de la antigüedad el heroísmo de los tiempo alcanza el raudo vuelo, y las puras virtudes celestiales fueron a par del mundo eternizadas, por vosotros, Poetas inmortales, nuestra edad llegaron; de los siglos las inmensas tinieblas arrostrando, de anonadar al hombre con su fama a la huesa arrancáis el triste fuero.
Tal es el arte del divino Homero. De Homero, que en el templo venturoso de las musas sentado, su nombre llevará de gente en gente, ornada de laurel la heroica frente. Él enseñó la senda de la gloria al sublime Virgilio, y en pos de ellos el Taso se coronó en la cumbre del Parnaso.
¡Oh! felices vosotros, genios de imitación, que de su ejemplo osáis seguir la huella, vencedora; vuestra lira sonora ensalza, la virtud, destruye el vicio; y si cantáis los males, que a la tierra trajo la horrible guerra, que adula el corazón del hombre fiero; detestando las iras del combate, su mano arroja el homicida acero, odiando la victoria, que de sangre manchara su memoria.
De Melpomene augusta los furores la Grecia nos presenta, embellecidos por sus sabios autores; ellos de pompa y majestad vestidos los héroes de su edad eternizaron; del ciego fatalismo el duro imperio a los futuros tiempos demostraron, y abominando el crimen, dieron la compasión a la inocencia, y el sangriento terror a la violencia.
Émulas de su triunfo las naciones sus felices talentos dedicaron a mover los sensibles corazones. En vano tantos siglos de ignorancia opusieron su espacio tenebroso a tan noble anhelar; al fin hollaron los genios de la Italia su barbarie, y los hijos del Támesis undoso, rivales de la España, emprendieron también igual hazaña; Corneille la atrevida mente alzando al trágico coturno, de tantos los desvelos superando, al gran Racine demostró la senda del trono de la regia Melpomene, el que Voltaire y Crebillon ornaron, y en la margen del Sena lo fijaron. La lírica corona Euterpe ofrece sin competencia al tierno Metastasio; a Horacio dio Polimnia las sentencias de la pura moral filosofía; y tú, Erato, tus versos amorosos a Ovidio y a Catulo. A Propercio y Tibulo, hasta que Gésner con suave canto en metros armoniosos, retrata de natura el rico manto, y su numen sencillo presta a los prados nuevo ser y brillo.
El Siglo de Oro de la España llega, y las sagradas musas a porfía a los hijos del Tajo concedieron su inspiración feliz; ellos volaron al teatro español, que embellecieron con sus divinas gracias florecientes, abriendo la carrera, que después imitó la Europa entera.
También al bello sexo le fue dado a la gloria aspirar; celebra Atenas a la dulce Corina; y de Safo inmortal el nuevo metro dejó de su pasión el fin terrible a la posteridad eternizado; que el mérito fue siempre desgraciado.
Tú, tierna musa, de la Galia encanto, sensible Deshoulieres, guiando el coro de festivas zagalas y pastores, a Gésner imitando, de la inocencia cantas los amores; Apolo el don de ciencia, tan divina; a ti concede, a Safo y a Corina.
Eterna gloria a sus felices nombres mi lira cantará; y arrebatada en noble emulación sus huellas sigo, admirando sus genios inmortales. ¡Oh feliz elección, grato consuelo de mis inmensos males! ¡Oh lira bien hadada! De tu armonía el atrevido vuelo resuena en la morada, donde tu protector la mente inclina a elevar de tu numen las tareas; y como de la fuente cristalina los humildes raudales aspiran a llegar al Océano, cayendo de los montes despeñada, girando por el llano, corriendo entre colinas desiguales, las rocas evitando apresurada, hasta que en la cascada del soberbio torrente impetuoso sus aguas junta, el curso facilita, y al ancho mar con él se precipita: así mis versos por tu sabio amparo la envidia vencen, y el temor desprecian.
Mi genio aspira a verse colocado en el glorioso templo de la fama; tu noble busto en él será adornado por las virtudes, y en el duro bronce, que le sirva de basa, el justo elogio que te consagro, se verá esculpido, siendo a tu imagen de este modo unida la memoria de Amira agradecida.
La noche: Canto en verso suelto a la memoria de la señora condesa del Carpio
Tinieblas gratas de la obscura noche, a un corazón sensible, que desea vivir para pensar, vuestro silencio la calma anuncia; las veloces sombras, cayendo de los montes a los valles, cubren la tierra; el pardo jilguerillo los últimos cantares repitiendo, al nido vuela, y el pastor conduce al redil su rebaño numeroso.
Yo en tanto en esta margen solitaria, por donde el Tajo sus raudales lleva, la bóveda contemplo, en que los astros con invariable giro, de los tiempos miden las estaciones y las horas.
El sueño huye de mí, y el genio vela; natura me convida, y elevada a la vista de tantas maravillas, mi acento vuela a par de mi deseo.
No cantaré de amor el poderío, sus penas, su despecho, ni su engaño; ni tampoco poéticas ficciones: no el húmedo Orión, ni de las Ursas ni de Ariadna la corona hermosa; sino del Ser supremo la grandeza, del orbe origen: cuanto me circunda, de su potente diestra son milagros.
Por entre nubes la triforme diosa en su brillante carro se presenta; su incierta luz las sombras de los bosques en las ondas del Tajo me retrata; y del lago las aguas cristalinas, semejantes a un fiel y claro espejo, reflejan de los cielos la hermosura: esa esfera celeste innumerables antorchas iluminan; pero el astro, que preside a la noche, los eclipsa; ameniza la tierra, y de las nieblas su esplendor libra la región del aire.
¡Oh noche!, reinas ya en el hemisferio; reinas: tiendes tu velo silencioso, y nuevo encanto mis sentidos gozan al contemplar tu pompa: tú me inspiras dulce melancolía. ¡Cuánto admiro esta tranquilidad del universo; este vasto reposo, que las aves nocturnas interrumpen! Oh natura, patrimonio del hombre, ¡qué orgulloso vive él sin conocerte! Yo no intento penetrar tus arcanos. ¿Quién sería tan atrevido, que elevar su mente osara a tus secretos, siempre en vano?
Humillada a la vista del prodigio de tu existencia exclamo: Eterna gloria al soberano Ser, que de la nada te produjo a su voz, la tierra llena está de su poder; el océano besa humilde los límites, que el dedo de Dios le señaló: los huracanes, la tempestad horrible, el rayo ardiente sus leyes obedecen, y en el cielo el sol brillante por su augusta mano clavado alumbra al mundo: en tanto giran en torno de él los orbes refulgentes; con su calor benéfico la tierra prodiga al hombre sus preciosos dones.
Eternos no serán: pues sumergido el ingrato, mortal en sus placeres, con delitos termina la carrera de su vida fugaz. ¡Ay!, todo, todo nace para morir: llegará el día, en que, hundido en la nada el universo la justicia de Dios tiemble el malvado: el caos volverá; la infausta, trompa sonará en los sepulcros, y a sus ecos alzará el criminal del frío polvo la frente descarnada; en ella impresa de su condenación la seña horrible por el santo decreto irá grabada.
No así el mortal, que la virtud siguiendo vivió en el mundo para dar alivio a la doliente humanidad; él llega sin temblar ante el trono de un Dios justo, y allí recibe la inmortal corona que eternamente lo hace venturoso.
Y tú, alma bella de mi dulce amiga, tú, que existías para ser amparo de la infelicidad, ¡con cuánta gloria habrá premiado tu piedad el cielo! De alegría mi mente arrebatada tu benéfica imagen me presenta en esta soledad: te ven mis ojos, cual otro tiempo en tu mansión solías, cercada de infinitos miserables su indigencia aliviar con larga mano. ¡Ah! Perdieron en ti todo su auxilio; y la ilusión de tu adorada sombra huye de mí, cual vagarosa nube, al eco de sus gritos lamentables.
En tu sepulcro sus gemidos oigo, mezclados con inmensas bendiciones, que a tu memoria sin cesar tributan. Y yo ¿qué diré en tanto? Yo que tuve en ti una amiga fiel, una defensa contra mi adversidad. ¿Pintaré acaso tu admirable talento, el noble fuego de tu imaginación, las gracias todas, que en tus acciones sin cesar brillaban, aquel carácter franco y generoso, que arrastraba hacia ti los corazones; o tu genio inmortal, que de las artes protegió noblemente las tareas?
No: que en vano será. Tú, en la memoria de cuantos disfrutaron las delicias de tu dulce amistad, vivirás siempre. Mi voz en vano cantará tu elogio, cuando la gratitud de los mortales publica tu virtud; y por modelo te presenta a la vista de los hombres, que a la indigencia niegan el socorro.
Así, mi acento solamente puede a sus ecos unirse, y de la parca lamentar el rigor: su rabia impía nos privó con un golpe anticipado de todas tus virtudes: ya en la tumba en paz descansas, y mi llanto inútil no puedes ver, ni escuchas mis sollozos.
¡Ay! Ya no existes; pero el premio gozas de tu beneficencia. Si las almas en la inmortalidad a unirse vuelven, ¡Oh dulce, amiga!, cesan mis lamentos, y el canto dejo; pues la noche fría también expira al despuntar el día.
La campaña de Portugal: oda al Excmo. Señor Príncipe de la Paz
A Manuel Godoy
¿A quién aprestas, sanguinario Marte, el carro del terror? ¿A quién, Belona, tus armas invencibles destinando, previenes la corona de laurel inmortal? ¿Será que hollando los enemigos del hispano suelo sus guerreros convoque a la campaña, y que el clarín belígero sonando, el héroe de la España, para domar al Luso belicoso, marche a su frente impávido y brioso?
¡Ay! Sí será. La patria desolada su nombre implora, en su valor confía: Lusitania, Albión, en odio ardiendo la insultan a porfía; él vuela a su socorro combatiendo por su antiguo esplendor; hijos del Tajo, seguid su curso; sus orillas vean la afrenta y la venganza compitiendo; porque testigos sean de que el héroe español jamás consiente de su patria el agravio impunemente.
Sonó la trompa, y a su ronco estruendo la tierra gime, y ruge el océano: su antorcha horrible la discordia enciende; y al nombre soberano del heroico Borbón, que Esperia entiende apellidar por ti, noble caudillo, las huestes valerosas sus hogares dejan en soledad. Ya el campo emprende hazañas militares; y al viento los pendones desplegando, tú vas su marcha y su valor guiando.
A tu ademán guerrero, al ver tu espada defender los castillos y leones, Lusitania, temblando estremecida, teme que los corones sobre su antiguo trono; enfurecida invoca de sus hijos los aceros en vano en su favor; en vano implora sus soberbios guerreros; aterrados los ve, y huye oprimida, encubriendo las quinas con su manto, a esconder su dolor bañada en llanto.
Ya el español ejército penetra, los enemigos campos; la victoria volando en ellos, al valor ofrece la palma de la gloria. Si tan ilustre premio pertenece (Dijo el caudillo) al vencedor brioso, nuestro será, españoles; peleamos por la patria abatida; ella perece; a defenderla vamos; demos reposo a la afligida tierra, y la paz arranquemos a la guerra.
Cesó; y la paz, que en el Olimpo habita, de la mísera Europa desterrada, sus votos oye, y al Eterno implora en favor de su espada. De morir o triunfar llega la hora; llega, y tú marchas, lidias, y vencido el furor de Olivencia y Portoalegre, en sola una batalla destructora, Campomayor rendido, apenas vio empezarse la campaña, cuando el triunfo cantó la madre España.
Así, cuando del cielo la hermosura el hórrido nublado va empañando, y el rayo anuncia el pavoroso trueno, al orbe amenazando, suele romper su ennegrecido seno del puro norte el soplo impetuoso, y lanzándolo al sud, brilla sereno el sol majestuoso, reflejando su luz los horizontes del hondo valle a los soberbios montes.
No más horror ni sangre (la Paz clama desde la esfera al héroe victorioso) yo desciendo a la tierra a coronarte con el ramo dichoso de la oliva pacífica; si Marte sus armas te cedió, yo te destino recompensa más digna de tu pecho. Quien mi nombre te dio, también va a darte, de la envidia en despecho, el honor de gozar de la victoria, y al lado tuyo disfrutar la gloria.
Dijo; y desciende, y el furor destierra del campo vencedor; ve los guerreros aclamar sus augustos Soberanos, que llegan placenteros a celebrar la paz, de gozo ufanos. Salve una y veces mil, paz deseada; salve una y veces mil, héroe dichoso, que vuelves el descanso a los humanos; tú logras animoso que den fin a la guerra y sus horrores la paz, y tus Monarcas vencedores.
Y ¿qué, después de tan feliz conquista, será negado a ti? Por todas partes tu nombre sonará; benigno el cielo de las divinas artes vuelve a la España el plácido consuelo. Paz y salud repiten los ancianos, los jóvenes, las tímidas doncellas; paz y salud al oprimido suelo mi voz canta con ellas y alborozado el genio que me inspira, acentos de placer presta a mi lira.
Y ¿a quién mejor que a ti la musa hispana deberá celebrar, pues generoso proteges de las artes las tareas; pues tu influjo piadoso en su prosperidad benigno empleas? Yo a tu valor la dulce poesía reverente consagro; ella te ofrece la gloria de tu patria, que deseas, y en su canto aparece de tu campaña el triunfo, que en la historia hará inmortal tu nombre y mi memoria.
El Delirio
En elogio de la representación de la opereta intitulada «El Delirio», ejecutada en el Coliseo del Príncipe: oda
Almas sensibles, escuchad mi canto. Para vosotras mi olvidada lira vuelve a sonar no más; bañada en llanto, en llanto de ternura, la mágica pintura del Delirio os presenta; oíd mi acento, que a vosotras no más dará contento.
Si de la admiración arrebatada de Marte asolador canté el estruendo, y los héroes siguiendo, vi de su carro el giro pavoroso con sangre señalado, y de funestas lágrimas regado; hoy, que del vicio el vergonzoso fruto movió mi corazón con sus horrores, responderá mi voz a sus clamores.
Amaneció de luz y gloria lleno el venturoso día, que ansió mi corazón; las bellas artes combaten la maldad; naturaleza para su triunfo el genio les ofrezco de un actor singular; por todas partes la compasión con el terror volaron, cuando el Delirio en él representaron.
Mirad su frenesí: ¿cuál es la causa de ese horrible furor, con que se agita? El juego que os incita, el juego que su mente ha trastornado, y al hombre virtuoso ha degradado. ¡Ay! Yo gemí con él; y mis suspiros y los de un pueblo con los suyos fueron: ¡Ay! Yo lloré con él; pero mi llanto las lágrimas de todos confundieron: ¡ah!, malvados, temblad llenos de espanto, oyendo sus lamentos doloridos; temblad, cuando lo veis romper la tierra por pagar el engaño; ella algún día os negará el sustento; y si cavando osáis buscarle en su abundoso seno, del corvo hierro el golpe rechazando, lanzará de su centro horribles gritos, que dirán: no mantengo los delitos.
Lejos de este espectáculo, vosotras gentes endurecidas; lejos de aquí el tumulto en que engreídas corréis tras los placeres bulliciosas, entre el vano aparato sin sentido. El rostro ni el vestido de este sublime actor, ni la armonía, que arrebata pintando sus pasiones, moverá vuestra helada fantasía; Él habla a los sensibles corazones. Los que con él en su aflicción gimieron, también en sus consuelos se gozaron, cuando al Delirio vieron la calma suceder. Vuelve piadosa la cándida virtud: ved el semblante de esa esposa constante, que con voz angustiada y melodiosa, extendiendo sus brazos; la razón le devuelve en dulces lazos. La amistad, que la sigue, con la tierna piedad de un aldeano, y el alborozo ufano de la sencilla gente forman, poniendo fin a su martirio, el patético cuadro del Delirio.
Música y poesía encantadoras, genios de imitación, abrid el templo de la inmortalidad, y en su recinto coronad al actor, que despreciando el negro vicio, y la ignorancia hollando, logró la admiración de nuestra España: porque tan bello ejemplo quede a los siglos en el sacro templo.
La vanidad de los placeres: Oda
Oigo del mundo el eco lisonjero sonar gozoso en torno de mi mente, y la insensata gente veo correr en vano sin poder halagar ningún sentido: ¿será, que la fortuna a los mortales jamás otorgue algún placer cumplido; o que el fastidio siga a las pasiones, que no pueden saciar sus corazones?
Genio, que inspiras sin cesar mi canto, yo me abandono a ti; guía mi acento; vuela en pos del contento que el hombre te presenta en su grandeza, cuando engañado su vivir fatiga, y sus tesoros por gozar prodiga.
Jamás el espectáculo pomposo vio del sol al nacer, ni sus oídos el canto de las aves melodioso gozaron, cuando el orbe se ilumina; sumido en ocio, de velar cansado, la noche se avecina cuando el lecho dejando lentamente, torna de los placeres al bullicio, con que el mundo le encubre el precipicio.
Piensa que puede amar, y ser amado; y los deleites del amor siguiendo, un instante engañado vivió de su ilusión encantadora; pero nunca gozó: desconfianzas, ingratitud, traiciones le atormentan; celos devoradores le acosan sin cesar con sus furores; y si en la variedad busca delicias, el interés le vende sus caricias.
El lujo le previene los banquetes que la gula inventó; soberbio en ellos adula su deseo caprichoso con viandas exquisitas: naturaleza de su seno hermoso, los dones le presenta, que cultiva bañado de sudor el desvalido, allí desvanecido, de falaces amigos rodeado, con extraños licores lisonjea su apetito estragado, hasta que en el desorden ya beodo pierde con la razón el placer todo.
Envilecido entonces, degradado del nombre racional corre aturdido del circo al espectáculo sangriento, en él, igual a las sañudas fieras, del hombre perseguidas, tranquilo goza el bárbaro contento de ver los inocentes animales rabiando de perecer; y si la suerte no protege los diestros lidiadores también sin susto ve llegar su muerte.
Si asiste del teatro a las delicias, sólo es por vanidad; su entendimiento desconoce del arte los encantos: el vano lucimiento ocupa su atención; no las pasiones que ve representar; no las desgracias, ni el castigo, que alcanza el vicio impío, su corazón movieron, de sentimientos y virtud vacío.
Alguna vez de estruendo venatorio seguido al campo sale; y en el placer de muerte embebecido las libres aves su rigor destruye; que el privilegio de volar no vale contra el ronco estallido de la pólvora atroz; ni el manso ciervo, ni la tímida liebre, ni el veloz gamo su vivir libraron; todos perecen: ¡ay!, cuando se aleja, rastros de sangre por el valle deja.
Corre luego al festín; el atractivo de la danza le ofrece sus deleites; allí en tropel festivo los mortales alegres se abandonan: quien, en vueltas acá y allá girando, en sus brazos conduce la doncella; quien, rápido saltando, del bello sexo la pasión excita; quien, por danzar se agita, y a los espectadores atropella: los ojos se deleitan, los oídos; y el tacto encanta los demás sentidos.
En vano este delirio pasajero su languidez desvela, mas poderoso objeto necesita, para gozar placer; al juego vuela, al juego destructor; en él consume su tiempo y su riqueza: en sus falaces suertes pierde el oro, que socorrer pudiera cien familias, deja entre las manos de un malvado, lo que aliviar debiera al desdichado.
Si honoríficos puestos solicita, ¡cuánto a su orgullo que sufrir le espera! La brillante carrera de los premios emprende, sin merecer ninguno; en ella ansioso teme desaires, humillado ruega, lisonjea, importuna, y si acaso concede la fortuna a su anhelar la injusta recompensa, llega la senectud, y en pos la muerte se presenta, seguida del atormentador remordimiento, de dolencia y terror; en vano entonces remedios busca, por alivio clama; el sepulcro lo llama; baja a su seno, y su memoria en tanto de nadie logra compasión ni llanto.
¿Y qué placer gozó? Todos huyeron fugaces, del destino a la inconstancia; todos en aflicción se convirtieron cuando llegó su fin. ¿Acaso existe algún placer durable cual la vida? ¿Acaso el mundo los consuelos niega de recordar la dicha, aunque perdida?
No, débiles mortales; la sagrada virtud en nuestros males brilla, como la luz en las tinieblas; ella conforta el corazón humano contra la adversidad; y el poderoso, que al triste socorrió con larga mano, consigue venturoso el supremo placer de hacer felices: este es solo el deleite duradero hasta el instante de vivir postrero.
Descripción filosófica del Real Sitio de San Ildefonso: oda a don Manuel de Quintana
Gracias una y mil veces doy al cielo de hallarme en soledad; aquí, alma mía, respira libremente: ¿en tan odioso suelo, quién puede apetecer la compañía? La maliciosa envanecida gente, que corre diligente, llena de orgullo, de ambición henchida, de vil adulación acompañada, y de negro interés prostituida, es de mí detestada.
¡Oh Quintana! Tú sabes que abomino estas falaces pompas del destino. Sabia, fecunda y fiel naturaleza gime en estos jardines suntuosos por el arte oprimida; destruye su belleza en formas y dibujos monstruosos; al vano gusto del capricho unida, imagen abatida de la virtud sagrada, llora en vano.
¡Con cuánto más placer en las orillas del claro Gualmedina, el verde llano vi poblar de ovejillas, en giros mil acá, y allá saltando con sus tiernos hijuelos retozando! Por blanco mármol y dorados bronces las cristalinas aguas arrojadas suspendieron mis ojos; miré en torno, y entonces las gratas ilusiones disipadas doblaron el pesar y los enojos.
Vi los tristes despojos del hombre en sus grandezas engreído; vi aquellos poderosos altaneros el obsequio gozar, no merecido de corazones fieros; y pretender que logre el egoísmo el premio que se debe al heroísmo.
Si por el lado opuesto descendiendo busco del prado la naciente grama, oh elevada colina, que el gusto complaciendo, sirva a mis miembros de mullida cama; luego en tropel confuso se avecina la gente, que destina este lugar sencillo a su recreo. Vienen con aparato bullicioso a gozar la hermosura del paseo; y con desvelo ansioso mujeres bellas en orgullo iguales, principios ciertos de perpetuos males.
Ni aun el sagrado templo está seguro de abrigar la maldad en su recinto; allí el lujo brillante no es homenaje puro, no es tributo de un Dios; a fin distinto la vanidad del hombre penetrante, en su orgullo constante, hizo servir la pompa y la grandeza: el Ser supremo olvida temerario al tiempo, que le ofrece su riqueza; pero el destino vario doblega al triste cual ligera caña, y en el soberbio corta su guadaña.
Yo vi desde mi albergue al alto monte coronar el nublado ennegrecido; vi, que el celeste fuego alumbra el horizonte: lejano el trueno penetro mi oído; los ecos resonaron con el ruego; mas luego, amigo, luego que convertida en lluvia la tormenta, el huracán en doble remolino arrebató el peligro, que lamenta el mísero vecino, todo volvió a su ser, que la malicia pronto del cielo olvida la justicia.
Quintana, vuela; sólo tú pudieras animar mis ideas confundidas, llenarme de contento; las horas placenteras de tu agradable genio ya perdidas a mi vida prestaran nuevo aliento: tú, con sublime acento volvieras el verdor al mustio prado; sensible y sabio, de amistad movido mi placer renovaras con tu agrado; mi ser fortalecido con tu amistoso trato viviría; y mi voz contra el vicio elevaría.
En los días de un amigo de la autora
Por llegar a la cumbre del Parnaso eminente, dejaba alegre mi apacible choza, antes que por las puertas del oriente la brillante carroza de la rosada aurora fuese de la de Febo precursora.
A celebrar los días felices de Sabino al templo de las musas me acercaba, cuando escuché sonar eco divino, que el Pindo alborozaba, y en confusa armonía el nombre de Sabino repetía.
Apresuro mis pasos, y, donde Apolo estaba, vi el coro de los dioses congregado, que a mi feliz amigo festejaba con el himno sagrado, que él mismo componía, por aumentar la gloria de su día.
Neptuno sin tridente, Minerva sin la egide, sin su lanza Belona, y Marte, fiero sin la sangrienta espada, con que mide la suerte del guerrero, cantaban el destino, que inspiraba la lira de Sabino:
Júpiter sin el rayo, que aterra a los mortales, al lado de Mercurio y de Diana dejaba las moradas celestiales; mientras Venus ufana de ser la más hermosa hizo a Juno quedar más envidiosa.
En tanto vi a las musas brillantes y festivas, que a los alegres genios repartieron sacros ramos de palmas y de olivas. En pos de esto pusieron en la cima del monte verde asiento, que admira el horizonte.
Sabino conducido por la fama y la gloria: Sin orgullo sentose. Arrebatada yo entonces de su dicha, hice memoria de mi lira olvidada, y esperé que algún día su silla se igualase con la mía.
“Anima, caro amigo, (le dije) con tu ejemplo los versos de mi numen atrevido; porque la fama en su glorioso templo librarlos pueda del obscuro olvido; y a pesar de los hados siempre serán tus días celebrados.”
Risueño se levanta, y antes de responderme, por aliviar mis infinitos males, quiso de gracia algún presente hacerme; y los puros cristales de la castalia fuente amistoso señala y complaciente.
Amira, dijo, llega; bebe el agua que inspira el amor celestial de las virtudes; si alguna vez tu corazón suspira, en seguirlas no dudes; si su fuego lo inflama, tu canto gozará de inmortal fama.
Yo bebí, y en mi seno sentí, que poseído mi dócil corazón de ardores puros, los afanes de amor daba al olvido; y en los tiempos futuros de la sabia natura señalara este día mi ventura.
Ya había de las horas el celo cuidadoso en el délfico carro los caballos uncido para el curso vagaroso El dios a sujetallos subió sobre su asiento y luego hollaron la región del viento.
Yo volví con Sabino gozosa a mi morada, y del licor de Baco prevenida, rebosando la taza colorada, le dije enternecida:
“El resto de este día a tu amistad consagre mi alegría.”
A Licio: silva moral
Deja, Licio, que el necio maldiciente, de la envidia inflamado, con lenguaje insolente descubra su rencor: nunca el malvado miró la dicha ajena con semblante sereno; y la maledicencia es el veneno, mísero fruto de su infame pena.
Tu ancianidad dichosa siempre amó la virtud; tú has procurado en tu feliz estado sofocar de la envidia maliciosa la ponzoñosa lengua, que al hombre honrado quiere poner mengua.
Tu noble empeño es vano: son del necio perpetuas, compañeras la envidia y la malicia: así el orgullo insano acompaña las almas altaneras, y sus virtudes vicia:
sírvales de castigo a su delito vivir abominados, y aun de sus semejantes detestados: si en la pobre morada, donde habito, sus voces penetraron, compasión y desprecio sólo hallaron.
Sale de la montaña el agua pura, y lleva su corriente por el prado; bebe de ella el ganado; y el animal inmundo antes procura, que beber, enturbiarla, y en sus hediondas cerdas empaparla.
Después el pasajero en busca del cristal llega cansado, y aunque desanimado mira turbio su curso lisonjero, bebe, y se satisface buscando la corriente donde nace.
Así el hombre sensato de la envidia el rumor sabio desprecia; y aunque sienta el infame desacato, perdón concede a la malicia necia, y compasivo dice:
¡Oh cuánto es infelice el mortal, que ocupado en la mordaz censura, de sí mismo olvidado, mira el ajeno bien con amargura!
Bien sabes, Licio tú, cuánto granjea un corazón sensible y bondadoso, que su piedad recrea viendo a su semejante más dichoso: y aunque sin más riqueza, que este don que le dio naturaleza, por sí solo es amado, feliz en cualquier clase y respetado.
Por esta prenda la amistad sencilla, el placer, los amores, a tu mansión llevaron sus favores; y a tu vista se humilla temblando el envidioso, respetando tu asilo venturoso.
Con insensible vuelo va la tierra girando en torno al día; y aunque la niebla y hielo empañen de la esfera la alegría, nosotros no dudamos, que siempre alumbra el sol cual deseamos.
Compadécete, pues, del envidioso, que mira despechado sus rayos fecundar el monte y prado; y siempre generoso, si mi amistad aprecias, no merezcan tu enojo almas tan necias.
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María RosaAntonia de Gálvez y Ramírez de Velasco, también conocida como María Rosa Gálvez de Cabrera (Málaga, España, 14 de agosto de 1768 – Madrid, España, 2 de octubre de 1806). Poeta, dramaturga y traductora. Aunque su obra ha permanecido silencia dos siglos, actualmente es considerada la escritora más destacada del siglo XVIII.
Era hija adoptiva en el hogar de los Gálvez de Macharaviaya (Málaga), una ilustre e influyente familia andaluza de políticos y militares. Los antepasados de los Gálvez fueron unos hidalgos vascos que llegaron a Andalucía en 1240 acompañando a Fernando III el Santo, y se asentaron en dicha región en un solar que les otorgó el monarca, el Solar de los Postigos. En 1492 Antón de Gálvez se destacó en la Reconquista de Granada y recibió de los Reyes Católicos el privilegio de poseer un asiento y banco privativo en la iglesia parroquial donde estableciere su residencia. La ilustre familia consiguió reunir en apenas tres décadas (1769-1790) a dos Virreyes de Nueva España (Matías y Bernardo de Gálvez, tío y primo de María Rosa respectivamente), a un Ministro de Indias (José de Gálvez, tío de la autora), y a un Asesor de la Casa Real y Ministro del Consejo de Guerra (Miguel de Gálvez, hermano también de su padre).
Antonio de Gálvez y Mariana Ramírez de Velasco contrajeron matrimonio el 4 de octubre de 1751 en la iglesia de San Jacinto. Desde su casamiento el matrimonio residió en Málaga. Su situación económica era sumamente acomodada, como lo ilustran las relaciones sobre el personal de servicio, los muebles y las alhajas detalladas en los dos últimos testamentos que otorgaron de mancomún; y parte de su fortuna la dedicaron a obras de caridad y religiosas: la fundación de las escuelas de Primeras Letras en Macharaviaya y la construcción del Noviciado de los Franciscanos en Cádiz en 1783, la reconstrucción de la iglesia de Macharaviaya en 1785 (costearon el altar de San Antonio), y la fundación de una ermita bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario en 1790 (Madoz X:517).
La vida pública de Antonio que lo mantenía alejado del hogar durante largos períodos y su temperamento violento deben haber influido en el carácter de Mariana, una mujer muy simple y analfabeta, quien ante la imposibilidad de tener hijos propios volcó sus frustradas aspiraciones maternales en la crianza y educación de varios sobrinos pobres y de una niña que adoptó años más tarde, la futura Maria Rosa.
La reserva con la que el matrimonio Gálvez trató siempre el asunto de los orígenes de María Rosa, que pasó los primeros años de su vida en la casa de expósitos de Ronda, apunta a que podría haber sido hija natural de su padre adoptivo, Antonio de Gálvez y Gallardo. En el certificado de adopción consta que en ese tiempo la joven tenía dieciocho años y era vecina de Málaga, y que respondía al nombre de María Antonia Rosalía de Gálvez. No se indica la fecha o lugar de nacimiento, y sólo se informa que los Gálvez se hicieron cargo de su crianza y educación desde su infancia (información que vuelve a ser repetida en el tercer testamento de los Gálvez, la escritura de concordia de los herederos y el testamento de Mariana). La fecha del certificado de adopción permite inferir que MRG nació entre la segunda mitad del 68 y la primera del 69.
Aunque apenas tenemos datos sobre sus años de formación es muy probable que María Rosa de Gálvez recibió una educación esmerada lo que unido a su inagotable voluntad de trabajo la convertirá en una gran escritora.
En 1789 se casa con José de Cabrera y Ramírez, también de ilustre familia, aunque de menor patrimonio. Se instalan en Málaga, donde José de Cabrera, que había abandonado el ejército tras el enlace, se dedica a la administración de los bienes recibidos por su esposa como dote matrimonial y heredados tras la muerte del padre de esta en 1792. María Rosa de Gálvez, que aún no ha publicado nada aunque ya ha comenzado a escribir sus poesías líricas, se enfrenta en Málaga a diversos litigios, tanto económicos –a causa de las numerosas deudas de juego contraídas por su marido, que van mermando el patrimonio familiar- como conyugales, pues las constantes ausencias de José de Cabrera y las desavenencias de la pareja conducen a repetidas rupturas, reconciliaciones y demandas ante los Tribunales. En estos años fallece también la única hija del matrimonio, nacida en 1793, y la autora se desplaza temporalmente a Madrid (1800)para seguir de cerca algunos de los pleitos en los que los Cabrera se encuentran enfrascados. En el Madrid de Carlos IV, María Rosa de Gálvez se introduce en la alta sociedad cortesana a través de familiares (su prima, Condesa de Castro-Terreño y Marquesa de la Sonora, ya vivía en la capital) y amistades (como la de María Rita de Barrenechea, condesa del Carpio), y entabla una relación fluida con Manuel Godoy, conocido como el Príncipe de la Paz, que la distingue con prebendas y ayudas destinadas a aligerar el coste económico de la publicación de sus obras o a sortear la censura previa a la representación de las mismas.
En 1796, poco después de una reconciliación matrimonial y huyendo posiblemente de las deudas contraídas en Málaga por José de Cabrera, la pareja se traslada a Puerto Real (Cádiz), donde conserva diversas propiedades. En 1803 José de Cabrera obtiene, por mediación de Godoy, un puesto en la legación española en los Estados Unidos, y su marcha al extranjero sella la separación definitiva del matrimonio, que no se reunirá nunca más. El final del episodio americano de Cabrera resulta notablemente accidentado, ya que apenas dos años después de su llegada es encarcelado y finalmente expulsado del país en 1805 por falsificación de la firma del embajador español para el cobro de cheques bancarios.
Maria Rosa sufrió grandes penurias económicas los últimos años de su vida y falleció prematuramente, el 2 de Octubre de 1806 en Madrid, siendo enterrada en la iglesia de San Sebastián. Tenía 38 años.
La obra literaria de Maria Rosa se compone de poesía lírica (doce odas, una silva, una elegía, un romance heroico y una octava real); seis tragedias, dos piezas trágicas menores, cinco comedias originales y otras cuatro traducidas del francés.
Obra poética : La mayor parte de sus poemas aparecieron en el primer tomo de sus Obras Poéticas, en 1804, y probablemente –no están fechados- fueron compuestos entre 1795 y 1801. Entre ellos encontramos poemas de circunstancias, dedicados a exaltar acontecimientos patrióticos (La campaña de Portugal, Las campañas de Buonaparte en Italia,) odas filosóficas impregnadas de sensualismo panteísta (Descripción filosófica del Real Sitio de San Ildefonso, En los días de un amigo de la autora, La noche) e incluso composiciones en la línea del reformismo moral ilustrado (La vanidad de los placeres, La beneficencia). Sus tres últimos poemas, Viaje al Teyde(1805), En elogio de las fumigaciones de Morvó (1806) y En elogio de la marina española (1806) se publican por separado, los dos primeros en sendas revistas (Variedades de ciencias, literatura y artes y Memorial Literario) y el último como suelto en la Imprenta de Repullés.
María Rosa de Gálvez destacó como dramaturga en una época hostil a las mujeres con aspiraciones dramáticas. Debemos destacar su versatilidad a la hora de participar en diferentes géneros como la comedia de costumbres o la comedia sentimental, e incluso otros menos habituales aún en la pluma de una mujer de su época , como la tragedia bíblica, la de inspiración histórica o el drama, y en todos ellos se esfuerza con especial interés en tratar de compaginar el canon neoclásico con una temática que gira de forma casi monográfica en torno a la experiencia femenina en general y más particularmente a la posición de las mujeres en los inicios del siglo XIX.
María Rosa de Gálvez consigue que algunas de sus obras sean representadas con cierta fortuna en los teatros más renombrados de la capital.
El 3 de agosto de 1801 se estrenan en el Teatro del Príncipe sus primeras obras, la tragedia Alí-Bek y la comedia Un loco hace ciento, en septiembre de ese año se pone en escena en el Teatro de Cruz su obra Catalina o la bella labradora, versión de la obra del mismo título de Amélie-Julie Candeille, y en noviembre se estrena en este coliseo su drama original Safo. Las tres primeras se imprimen ese mismo año y se recogen en el volumen quinto del Teatro Nuevo Español.
En agosto de 1802 y en mayo de 1803 se estrenan, respectivamente, las traducciones de Gálvez de la comedia La intriga epistolar de Fabre d’Églantine y de la opereta Bion (con libreto de Hoffman y música de Méhul).
En 1806 se representa en los Caños del Peral su última traducción del francés, la comedia de Étienne titulada La dama colérica o novia impaciente.
La obra de María Rosa de Gálvez ha tardado doscientos años en ser rescatada. A Rosa Gálvez se la descalificó sin leerla porque vivió sola e independiente y triunfó en el teatro. La autora se rebeló contra los modelos patriarcales que imperaban en su época. Sus personajes femeninos son fuertes, independientes, luchan por la libertad e incluso eligen el suicidio antes que el sometimiento. Es pionera en tratar el tema del antiesclavismo en España a través de Zinda por su condena de la esclavitud.
En España la Fundación José Manuel Lara, dentro de la colección clásicos andaluces, en colaboración con el Instituto Municipal del Libro de Málaga ha publicado Holocaustos a Minerva (2013) sobre la figura y la obra de la escritora Mª Rosa de Gálvez. Una edición que ha preparado la poeta Aurora Luque.