11 Poemas de Santa Teresa de Jesús

Nada te turbe

Nada te turbe;

nada te espante;

Todo se pasa;

Dios no se muda;

la pacïencia

todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene,

nada le falta.

Sólo Dios basta.

¡Oh hermosura que excedéis!

¡Oh hermosura que excedéis

a todas las hermosuras!

Sin herir dolor hacéis,

y sin dolor deshacéis,

el amor de las criaturas.

Oh ñudo que así juntáis

dos cosas tan desiguales,

no sé por qué os desatáis,

Pues atado fuerza dais

a tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser

con el Ser que no se acaba;

sin acabar acabáis,

sin tener que amar amáis,

engrandecéis nuestra nada.

Retrato de Teresa pintado por Fray Juan de la Miseria,1576. Es el único que le hicieron en vida. Se conserva en el Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Sevilla. 

Vivo sin vivir en mí

Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.

Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

Alma, buscarte has de mí

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en mí.

Que yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres,
a mí buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a mí,
bastará sólo llamarme,
que a ti iré sin tardarme
y a mí buscarme has en ti.

Abrazadas a la cruz

Caminemos para el cielo,

monjas del Carmelo.

 Abracemos bien la Cruz

y sigamos a Jesús,

que es nuestro camino y luz,

lleno de todo consuelo, 

monjas del Carmelo.

.

Si guardáis más que los ojos

la profesión de tres votos,

libraros de mil enojos,

de tristeza y desconsuelo,

monjas del Carmelo.

.

Al voto de la obediencia,

aunque es de muy alta ciencia,

jamás se le hace ofensa

sino cuando hay resistencia.

De ésta os libre Dios del cielo,

 monjas del Carmelo.

.

El voto de castidad

con gran cuidado guardad.

A solo Dios desead,

y en El mismo os encerrad,

sin mirar cosa del suelo,

 monjas del Carmelo.

.

El que llaman de pobreza,

si se guarda con pureza,

está lleno de riqueza

y abre las puertas del cielo, 

monjas del Carmelo.

.

Y si bien así lo hacemos,

los contrarios venceremos

y a la fin descansaremos

con el que hizo tierra y cielo, 

monjas del Carmelo.

El capítulo 29 del libro, que recoge todos los manuscritos de la Santa. (Foto: Fundación de Valladolid)

Para una profesión

Todos los que militáis

debajo desta bandera,

ya no durmáis, no durmáis,

pues que no hay paz en la tierra.

.

 Si como capitán fuerte

quiso nuestro Dios morir,

comencémosle a seguir

pues que le dimos la muerte.

Oh qué venturosa suerte

se le siguió desta guerra;

ya no durmáis, no durmáis,

pues Dios falta de la tierra.

.

Con grande contentamiento

se ofrece a morir en cruz,

por darnos a todos luz

con su grande sufrimiento.

¡Oh, glorioso vencimiento!

¡Oh, dichosa aquesta guerra!

Ya no durmáis, no durmáis,

pues Dios falta de la tierra.

.

No haya ningún cobarde,

aventuremos la vida,

pues no hay quien mejor la guarde

que el que la da por perdida.

Pues Jesús es nuestra guía,

y el premio de aquesta guerra

ya no durmáis, no durmáis,

porque no hay paz en la tierra.

.

 Ofrezcámonos de veras

a morir por Cristo todas,

y en las celestiales bodas,

estaremos placenteras.

Sigamos estas banderas:

pues Cristo va en delantera,

no hay que temer, no durmáis,

pues que no hay paz en la tierra.

Vuestra soy, para Vos nací

Vuestra soy, para Vos nací,

¿qué mandáis hacer de mí?

.

 Soberana Majestad,

eterna sabiduría,

bondad buena al alma mía;

Dios alteza, un ser, bondad,

la gran vileza mirad

que hoy os canta amor así: 

.

¿qué mandáis hacer de mí? 

.

Vuestra soy, pues me criastes,

vuestra, pues me redimistes,

vuestra, pues que me sufristes,

vuestra pues que me llamastes,

vuestra porque me esperastes,

vuestra, pues no me perdí: 

.

¿qué mandáis hacer de mí?

.

¿Qué mandáis, pues, buen Señor,

que haga tan vil criado?

¿Cuál oficio le habéis dado

a este esclavo pecador?

Veisme aquí, mi dulce Amor,

amor dulce, veisme aquí:

.

 ¿qué mandáis hacer de mí? 

.

Veis aquí mi corazón,

yo le pongo en vuestra palma,

mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición;

dulce Esposo y redención,

pues por vuestra me ofrecí:

.

 ¿qué mandáis hacer de mí? 

.

Dadme muerte, dadme vida:

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad,

dadme guerra o paz crecida,

flaqueza o fuerza cumplida,

que a todo digo que sí:

.

¿qué mandáis hacer de mí?

.

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme infierno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo,

pues del todo me rendí:

.

¿qué mandáis hacer de mí? 

.

Si queréis, dadme oración,

si no, dadme sequedad,

si abundancia y devoción,

y si no esterilidad.

Soberana Majestad,

sólo hallo paz aquí:

.

¿qué mandáis hacer de mi? 

.

Dadme, pues, sabiduría,

o por amor, ignorancia;

dadme años de abundancia,

o de hambre y carestía;

dad tiniebla o claro día,

revolvedme aquí o allí:

.

¿qué mandáis hacer de mí? 

.

Si queréis que esté holgando,

quiero por amor holgar.

Si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando.

Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?

Decid, dulce Amor, decid:

.

¿qué mandáis hacer de mí? 

.

Dadme Calvario o Tabor,

desierto o tierra abundosa;

sea Job en el dolor,

o Juan que al pecho reposa;

sea viña fructuosa

o estéril, si cumple así:

.

¿qué mandáis hacer de mí?

.

 Sea José puesto en cadenas,

o de Egipto adelantado,

o David sufriendo penas,

o ya David encumbrado;

sea Jonás anegado,

o libertado de allí:

.

¿qué mandáis hacer de mí?

.

 Esté callando o hablando,

haga fruto o no le haga,

muéstreme la ley mi llaga,

goce de Evangelio blando;

esté penando o gozando,

sólo vos en mí vivid:

.

¿qué mandáis hacer de mí?

.

Vuestra soy, para vos nací,

¿qué mandáis hacer de mí?

Dichoso el corazón enamorado

Dichoso el corazón enamorado

que en sólo Dios ha puesto el pensamiento,

por Él renuncia todo lo criado,

y en Él halla su gloria y su contento.

Aún de sí mismo vive descuidado,

porque en su Dios está todo su intento,

y así alegre pasa y muy gozoso

las ondas de este mar tempestuoso.

Caminemos para el cielo

La pobreza es el camino
el mismo por donde vino
nuestro Emperador al suelo,
hijos del Carmelo.

Caminemos, caminemos,
Caminemos para el cielo
Hijos del Carmelo
Caminemos caminemos
para el cielo

No dejar de nos amar
nuestro Dios y nos llamar,
sigámosle sin recelo,
hijos del Carmelo.

Vámonos a enriquecer
a donde nunca ha de haber
pobreza ni desconsuelo,
hijos del Carmelo.

Hermanos, si así lo hacemos
los contrarios venceremos
y a la fin descansaremos
con el que hizo tierra y cielo,
hijos del Carmelo.

Véante mis ojos

Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.


              Vea quien quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere,
veré mil jardines:
flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.


              No quiero contento
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
a quien esto siente;
sólo me sustente
tu amor y deseo,
véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

Fragmento de una carta autógrafa de Santa Teresa de Jesús conservada en la Catedral de Valencia, España

Sobre aquellas palabras «dilectus meus mihi»

Ya toda me entregué y di,

y de tal suerte he trocado,

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado.

.

 Cuando el dulce Cazador

me tiró y dejó rendida,

en los brazos del amor

mi alma quedó caída,

y cobrando nueva vida

de tal manera he trocado, 

que es mi Amado para mí,

y yo soy para mi Amado. 

.

Hirióme con una flecha

enherbolada de amor,

y mi alma quedó hecha

una con su Criador;

ya yo no quiero otro amor,

pues a mi Dios me he entregado, 

y mi Amado es para mí,

y yo soy para mi amado.

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, Teresa de Avila, Santa Teresa de Jesús (Gotarrendura o Ávila, 28 de marzo de 1515?-Alba de Tormes, 4/15 de octubre de 1582). Poeta, mística y escritora. Fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzas —rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo-.  Fue beatificada en 1614 (a poco más de treinta años de su muerte), canonizada en 1622. En 1970 fué la primera mujer nombrada Doctora De la Iglesia católica, después de casi 2000 años de historia.

Hija de Beatriz de Ahumada, perteneciente a una noble familia abulense, y de Alonso Sánchez de Cepeda, hijodalgo a fuero de España, cuyo padre era  de origen judío converso. Eran 3 hermanas y 9 hermanos. Dos de ellos nacidos del primer matrimonio de su padre con Catalina del Peso, quien falleció en 1507 a causa de la peste.

Teresa, desde sus primeros años, mostró una imaginación vehemente y apasionada. Su padre, hombre piadoso y aficionado a la lectura, tenía algunos romanceros, libros de poesía religiosa y diversos tratados de formación católica . Estas lecturas y las prácticas piadosas comenzaron a despertar el corazón y la inteligencia de la pequeña Teresa que era una voraz lectora ya desde los seis años. Asi mismo era amante de los libros de caballerías y de las vidas de santos. A los 6 años llegó a iniciar una fuga -frustrada por su tío- con su hermano Rodrigo para convertirse en mártir en tierra de moros.

Teresa deja escrita esta semblanza :

 “Era mi padre aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos éstos”, y de su madre declara: “Con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme, de edad —a mi parecer— de seis o siete años”. 

Toda su vida y su evolución espiritual se pueden seguir a través de sus obras de carácter autobiográfico, entre las que figuran algunas de sus obras mayores: La vida (escrito entre 1562 y 1565), las Relaciones espirituales, el Libro de las fundaciones (iniciado en 1573 y publicado en 1610) y sus cerca de quinientas Cartas

La Vida abarca desde su infancia hasta la fundación del primer convento reformado de San José de Ávila, en 1562. En 1531, Teresa perdió a su madre. Se le abrió un gran vacío afectivo. Después de una temporada de devaneos mundanos, Alonso recogió a su hija en el Convento de monjas Agustinas Santa María de Gracia, como doncella. Pero al año siguiente tuvo que volver a su casa aquejada de una grave enfermedad, posiblemente acentuada por su rechazo a la vida” monjil “. En María de Briceño, maestra de novicias y de las doncellas, encontró la joven Teresa a “la amiga de más edad”, la confidente de sus intimidades, que le quitó “algo de la gran enemistad que tenía con ser monja”. En su alma empezó a surgir “la verdad de cuando niña”. Confiesa:

A cabo de este tiempo […] ya tenía más amistad de ser monja”. 

Determinada a tomar el hábito carmelita contra la voluntad de su padre, en 1535 huyó de su casa para dirigirse al convento de la Encarnación. Vistió el hábito al año siguiente, y en 1537 hizo su profesión. 

Por entonces empezó para ella una época de angustia y enfermedad, que se prolongaría hasta 1542. Tras entrar al convento su estado de salud empeoró. Padeció desmayos, una cardiopatía no definida y otras molestias. Así pasó el primer año. Los médicos de Ávila eran incapaces de curar a Teresa y hablaron a su padre Alonso Sánchez de una curandera que obraba prodigios en Becedas (provincia de Avila).En otoño de 1538 inician el viaje, se quedan unos meses en la casa de campo de su hermana María de Cepeda, en Castellanos de la Cañada. Finalmente en abril de 1539 reanudan el viaje y pasara tres meses recibiendo los tratamientos de la curandera. Ante la poca efectividad de los mismos, a mediados de julio de 1539, su padre la llevó de nuevo a Ávila. Teresa es sometida de nuevo a los cuidados de los médicos, que seguían sin saber cómo tratarla. El 15 de agosto de 1539 sufrió un ataque repentino y violento —que ella llamó «parajismo», es decir, paroxismo— de su enfermedad, una serie de convulsiones seguidas de pérdida de conocimiento. Le dieron la extremaunción y luego pensaron que estaba muerta. Pusieron un espejo junto a su boca y no había rastro de vaho. Le pusieron cera en los ojos para evitar que, tras la muerte, estos permanecieran entreabiertos. La envolvieron en un sudario y pusieron un crespón fúnebre en la puerta de la casa. Oficiaron una misa de difuntos en su honor, probablemente en el convento de frailes carmelitas de San Pablo de la Moraleja, donde su tío, Lorenzo de Cepeda, era sacerdote. También cavaron su tumba. Su padre decidió esperar varios días antes de enterrarla. Un par de días después, cuando su hermano Lorenzo estaba junto al lecho de Teresa, esta recuperó el conocimiento. Le quitaron la cera de sus ojos. Se había tratado de un coma profundo  que duró cuatro días.

Asi real Teresa ese episodio de su vida :

Teresa de Jesús, Vida 6,1

Esa experiencia le dejó secuelas de por vida. Padeció continuamente catarros, migrañas, fiebre, con dolores de la garganta, el hígado, el estómago, los riñones y el corazón. Su brazo izquierdo sufrirá una parálisis parcial. Durante veinte años tendrá vómitos todas las mañanas. A finales de agosto de 1539 pide que la lleven de nuevo al convento, donde permaneció en cama tres años.

Durante estos años confiesa que aprendió a confiar ilimitadamente en Dios y que empezó a practicar el método de oración llamado «recogimiento», expuesto por Francisco de Osuna en su Tercer abecedario espiritual.

En 1542 logró retomar la vida conventual. La vida en el convento no era rigurosa en lo que respectaba a apartarse del mundo. La habitación de Teresa era bastante grande, se dividía en dos plantas comunicadas por una escalera de madera. La planta superior era su dormitorio y abajo estaba lo que ella llamaba su oratorio. A veces hospedaba a algunos familiares que venían a visitarla durante estancias que, en ocasiones, eran prolongadas. Las monjas podían salir del convento con permiso de la superiora y pasaban temporadas con familiares o personas vinculadas a la orden. La misma Teresa salió del convento durante una temporada para ir a cuidar de su padre, que estaba gravemente enfermo, y que falleció el 24 de diciembre de 1543. Tras la muerte de su padre su hermana Juana, que tenía solo 15 años, se alojó con ella un tiempo.

En la Cuaresma de 1554 Teresa leyó las Confesiones de san Agustín de Hipona, lo que influyó mucho en su espiritualidad.En 1555 tomó la decisión de llevar una vida espiritual más estricta. En 1555 una recaída en su enfermedad la llevó a pasar un tiempo en casa de una pariente, Mencía del Águila.Aquel año conoció a Guiomar de Ulloa, hija del capitán Pedro de Ulloa, de 28 años. Tras la muerte de su marido se volvió muy religiosa le ofreció a Teresa quedarse en su casa y se quedó allí tres años, hasta 1558.

Después de ese tiempo y recuperadas las fuerzas,Teresa comenzó a vislumbrar una forma diferente de vida conventual que se acercase mas a la forma de vida sencilla y contemplativa y decidió instruir a un grupo de religiosas de la Encarnación en la vida de oración y a planear la reforma de la orden carmelitana para devolverle el antiguo rigor, mitigado en 1432 por el papa Eugenio IV. 

Empezó entonces a ser favorecida con visiones «imaginarias» e «intelectuales», visiones que habrían de sucederse a lo largo de su vida y que determinaron sus crisis para averiguar si aquello era «espíritu de Dios» o del «demonio».

Cuando la gente se enteró del proyecto fundacional de la madre Teresa, surgió una oposición fuerte.

En este período complicado de su itinerario espiritual —de 1559 a 1562—, período de “visiones y censuras”, embrollado más todavía por los inicios de su obra fundacional, la madre Teresa acudía con mayores ansias a los “letrados”, sabiendo que de la confrontación entre experiencia y doctrina debería salir la verdad. Ella no pretende ser “letrada”, sino sólo que los teólogos disciernan el carácter de sus experiencias y actividades espirituales.

Así se comprende que la madre fundadora busca el amparo de los mejores teólogos ante aquella hostil barahúnda contra el proyecto fundacional, tanto de parte de sus hermanas monjas como de toda la ciudad. Teresa acudió a Pedro Ibáñez, dominico, “el mayor letrado que entonces había en Ávila”. A éste, el proyecto fundacional “se le asentó ser muy en servicio de Dios y que no había de dejar de hacerse”; además, “dijo la manera y traza que se había de tener…”, y “que quien lo contradijese fuese a él, que él respondería”.

Animadas por el apoyo del dominico, Teresa y sus amigas empezaron a poner por obra sus planes.

Cuando ya estaban ultimando la compra de una casa, el provincial, Ángel de Salazar, revocó la licencia de fundar; “le pareció recio ponerse contra todos”. Ante tales perspectivas, Teresa acudió de nuevo al teólogo, Pedro Ibáñez. Este redactó un valiente Dictamen en favor del buen espíritu de la madre Teresa.

Con el decidido apoyo del teólogo dominico, se comenzó a preparar la fundación: enviaron por los despachos a Roma y compraron una casa. Por fin, su ideal de reforma de la orden se concretó el 24 de agosto 1562, con la fundación del Monasterio de San José en Ávila. “Estuve yo —dice la madre fundadora— a darles el hábito a las cuatro jóvenes candidatas— y otras dos monjas de nuestra misma casa”, El maestro Gaspar Daza, en nombre del obispo, ofició y admitió a las cuatro primeras novicias, con las ceremonias del ordinario de la Orden, al hábito y Regla primitiva de Nuestra Señora del Monte Carmelo.

Se inicia entonces una nueva etapa en su vida, en la que la dedicación a la contemplación y la oración es compartida con una actividad extraordinaria para conseguir el triunfo de la reforma carmelitana. Redactó las Constituciones (1563), que fueron aprobadas en 1565 por Pío IV, y que se basan en los siguientes puntos:

Vida de oración en la celda, ayuno y abstinencia de carne, renuncia de rentas y propiedades (comunales o particulares) y práctica del silencio. 

Desde 1567 hasta su muerte, la madre Teresa da comienzo a sus “andanzas” fundacionales; recorrió miles de kilómetros para fundar quince conventos…

Fundó el Carmelo de Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Duruelo, religiosos (1568), Toledo (1569), Pastrana, religiosos y religiosas (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas (1575), Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria y Burgos.

En 1568 se erigió en Duruelo el primer convento reformado masculino, gracias a la colaboración de fray Juan (San Juan de la Cruz )y del padre Antonio de Heredia. Al iniciar la reforma de los frailes —“los contemplativos”—, la madre Teresa se presenta como fundadora en la ejecución del proyecto. El 10 de agosto de 1568 se repetía el encuentro del año anterior en Medina, donde fray Juan, por mediación de la madre Teresa, decidió su participación activa en el movimiento contemplativo carmelitano. Ahora la comunión espiritual se intensifica en la fundación de las descalzas en Río de Olmos (Valladolid), adonde fray Juan acompañó a la madre fundadora. Ella le hizo de su propia mano el hábito de descalzo de “sayal pardo” con el que partió el 9 de agosto de 1568 para estrenar vida en Duruelo junto con fray Antonio de Jesús (Heredia).

Fray Juan de la Cruz y la madre fundadora volvieron a encontrarse a primeros de 1571 en la fundación de Alba de Tormes . En la primavera de 1572 se abre el período más largo de convivencia de ambos en el mismo lugar. La madre Teresa había sido nombrada priora del Monasterio de la Encarnación por el visitador apostólico, Pedro Fernández, y, habiendo tomado posesión el 14 de octubre de 1571, logró persuadir al mismo visitador apostólico que nombrase a fray Juan de la Cruz como confesor-vicario de la Encarnación. Durante los años de Ávila (1572- 1577) la comunión se intensifica. La autoridad espiritual de fray Juan aumenta, así como su aportación en el intercambio de ideas y experiencia. Sin embargo, surgen rumores contra los viajes y actividades fundadoras de la madre Teresa de monjas descalzas y religiosos descalzos. A estos rumores se agregan las reticencias del nuncio Ormaneto. Crece la desconfianza por las fundaciones de descalzas y descalzos en Andalucía en el ánimo de su gran patrocinador el prior general Rubeo y del capítulo general, celebrado en Piacenza (1575), que oficiosamente intima a la madre fundadora al cese de sus viajes y la reclusión claustral. Ella regresa a Castilla, a Toledo y luego a su Carmelo de Ávila, para poner el Convento de San José bajo la jurisdicción de la Orden. Desde Toledo, donde llegó el 23 de junio de 1574, se quedó para presenciar los momentos dramáticos que se iban a desatar contra los descalzos. Los propios descalzos traicionaban al padre Gracián con informes detestables.  Las calumnias contra los descalzos no cesaron, especialmente propagadas por Miguel de la Columna y Baltasar de Jesús, desertores de la reforma. A éstos y otros carmelitas “calzados” no les gustaba una mujer que parecía aleccionarles con la recuperación de la regla primitiva del Carmelo; para quitársela de en medio, nada mejor que acusarla de alumbrada o farsante, o ambas cosas. Fueron sus superiores, no los inquisidores, los que ya en 1575 le prohíben fundar más conventos y la obligan a retirarse a un monasterio; las órdenes, de hecho, vienen del padre Juan Bautista Rossi, prior general del Carmelo. Llegados a este extremo, Teresa decidió presentarse ante el Rey, que aceptó encargarse del asunto. Para reforzar su posición, las cincuenta y cinco monjas de la Encarnación, en Ávila, la eligieron priora, a pesar de las censuras del padre Valdemoro (octubre de 1577), que las amenaza con la excomunión.

Los confesores de la Encarnación, fray Juan de la Cruz y Germán de San Matías, eran apresados, golpeados y encarcelados por los del “paño”, y fray Juan de la Cruz había desaparecido, sin saber dónde se hallaba, y era en Toledo. El nuevo nuncio, Felipe Sega, mostrábase hostil a los descalzos. Hubo desbandada y pánico y creció la presión para someter a los descalzos bajo la autoridad de los calzados. En Castilla convocaba ” a capitulo” el provincial, Ángel de Salazar, cumpliendo las órdenes de Piacenza, a los descalzos para el 12 de mayo de 1576, pero tan a punto que cuando ellos llegaron, ya se estaban redactando las conclusiones y las actas, muy contrarias a cuanto los descalzos podían aprobar

Los amigos que tenían los descalzos en España emprendieron su defensa; el nuncio fue advertido de que debía informarse mejor de sus vidas. Se buscó una fórmula airosa para liberar a los descalzos del yugo de los provinciales calzados, y les nombraron vicario general padre Ángel de Salazar, que luego colmó de atenciones al padre Gracián, llevándolo consigo y siguiendo sus dictámenes de gobierno. Al mismo tiempo, negociaron en Roma el breve de separación de descalzos. El 22 de junio se despachó el breve de separación de los descalzos. Se convocó un capítulo para el 3 de marzo de 1581, en Alcalá. Iban a redactarse las Constituciones definitivas, y la madre fundadora envió numerosos memoriales. Salió elegido primer provincial, aunque por leve mayoría, el padre Gracián.

Teresa tornó a recorrer sus conventos y reanudó sus viajes fundacionales en febrero de 1580 (Villanueva de la Jara), Palencia (1580), Soria (1581) y Burgos (1582). El padre Gracián estaba dominado por el nuncio, por la Corte y por muchos de sus descalzos, que preferían seguir la diplomacia dura del Rey contra cualquier intromisión extranjera. Ni la madre Teresa pudo conseguir que Gracián tuviese ciertas atenciones con el general Rubeo, que sintió naturalmente lesionados sus derechos.

En medio de tales circunstancias críticas, Teresa escribió libros de inefable serenidad: la Visita de descalzas, parte de Las Fundaciones, el desenfadado Vejamen y su obra maestra, Las Moradas del Castillo Interior. En su tratado místico, el progreso espiritual es el “itinerario del sujeto hacia su centro”.

Teresa regresó el 6 de julio de Burgos a Ávila, con ánimos de esperar allí los despachos para fundar en Madrid. Regresó por los Conventos de Palencia, Valladolid y Medina, mas esta vez no en viaje triunfal, sino en retirada tristísima. En Valladolid fue despedida con malos modales por su sobrina y priora María Bautista. En Medina le salió al encuentro fray Antonio de Jesús, y le ordenó ir derecha a Alba de Tormes, a petición de la duquesa, porque su nuera, iba a dar a luz, y ambas querían consolarse con la santa. Salió de Medina el 19 de septiembre, sin provisiones de camino, porque la priora, Alberta Bautista, también enojada, no la quiso despedir. También sintió mucho que el padre Gracián, “su querido hijo”, la dejaba sola en estas horas.

 Cuando llegó a Alba de Tormes (20 de septiembre), su estado empeoró.

El día 1 de octubre la acostaron; no se levantaría más. El día 3 le fue administrado el Viático:

“Por fin muero hija de la Iglesia”.

Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila, murió en brazos de Ana de Jesús la noche del 4 de octubre de 1582.

En 1604 se inició el proceso de canonización de Teresa. En 1614, el 24 de abril, Pablo V la proclamó beata. En 1622, el 12 de marzo, Gregorio XV la canonizó juntamente con los santos Isidro, Ignacio, Francisco Javier y Felipe Neri. En 1626, las Cortes Españolas la nombraron Capitana de los Reinos de España y copatrona de España, pero los partidarios de Santiago Apóstol lograron revocar el acuerdo. También fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Salamanca.

Con fecha 18 de septiembre de 1965, por el breve Lumen Hispaniae, Pablo VI la declaró patrona de los escritores católicos de España. El 27 de septiembre de 1970, el mismo Pablo VI la proclamó Doctora de la Iglesia Católica, título que por primera vez en la historia se otorgaba a una mujer.

Obras de Teresa :

Para ayudar a sus religiosas a la realización de su ideal de vida religiosa compuso Camino de perfección (escrito entre 1562 y 1564 y publicado en 1583), Conceptos del amor de Dios y Las moradas o Castillo interior (1578). Además de las obras citadas, dejó escritas las siguientes: Meditaciones sobre los cantares, Exclamaciones, Vida de Santa Teresa de Jesús (1562-1565) escrita por ella misma y cuyos originales se encuentran en la biblioteca del Monasterio de El Escorial; Libro de las relacionesLibro de las fundaciones (1573-1582); Libro de las constituciones (1563); Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de religiosas; Exclamaciones del alma a su DiosMeditaciones sobre los cantaresVisita de descalzasAvisosOrdenanzas de una cofradíaApuntacionesDesafío espiritual y Vejamen. También escribió santa Teresa escritos breves y escritos sueltos y otras muchas obras atribuidas; también 409 Cartas, publicadas en distintos epistolarios y unas treinta poesías.

Muchas de estas obras han sido traducidas a casi todos los idiomas.

Reliquias, traslados y fama póstuma :

Fue tanta la admiración que despertó la figura de la santa abulense en sus días, que Felipe II se preocupó de poner a buen recaudo sus manuscritos, depositándolos en la biblioteca de El Escorial. Por su parte, la ex-emperatriz María de Austria, hermana del rey, lee la Vida e inmediatamente quiere verla impresa; el inquisidor general Quiroga no se opone y la más alta autoridad de España, el Consejo Real, le encarga a fray Luis de León que se encargue de la edición del libro, junto con el Camino de perfección y las Moradas del alma. También por encargo de la emperatriz, el Agustino empieza a redactar una Vida, muerte, virtudes y milagros de la santa madre Teresa de Jesús; una obra que no se terminó y no vio la luz impresa hasta 1883, aunque sí circuló manuscrita. Muy pronto aparecerán biografías; las dos primeras, de 1590, con el mismo título, Vida de la madre Teresa de Jesús, de dos jesuitas: Pedro de Ribadeneyra y Francisco de Ribera; a las que siguieron la del jerónimo Diego de Yepes, en 1606; en 1609, en Roma, aparece en latín un Compendium vitae B. Theresiae Virginis a Jesu, de un tal Juan de Jesús María; el padre Jerónimo Gracián, amigo de la santa, publica en Bruselas, 1611, una Declamación en que se trata de la perfecta vida y virtudes heroicas de la B. Madre Theresa de Jesús y de las fundaciones de sus monasterios. Por no citar más que las biografías inmediatamente posteriores a su muerte.

Nueve meses después de su muerte, abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo estaba entero y los vestidos podridos. Antes de devolver el cuerpo al cofre de enterramiento le diseccionaron una mano que envolvieron en una toquilla y la llevaron a Ávila. De esa mano cortó el padre Gracián el dedo meñique y, según su propio relato, lo mantuvo con él hasta que fue hecho prisionero por los turcos. Lo rescató a cambio de unas sortijas y 20 reales de la época. Reunido el capítulo de los descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a Ávila y ser custodiado en el convento de san José. Se hizo el traslado un sábado de noviembre de 1585, casi en secreto. Las monjas del convento de Alba de Tormes pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró del traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El cuerpo volvió de nuevo a Alba de Tormes; su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación de esta ciudad salmantina. Exhumado el 25 de noviembre de 1585, quedó allí un brazo y se llevó el resto del cuerpo a Ávila; pero el cadáver, por mandato del Papa, fue devuelto al pueblo de Alba, donde fue hallado incorrupto (1586). Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata.

Enlaces de interés :

https://books.google.es/books?id=6PM_SRnwSaMC&pg=PA1&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false

https://www.cervantesvirtual.com/portales/santa_teresa_de_jesus/autora_biografia_2/#reliquias

https://dbe.rah.es/biografias/8619/santa-teresa-de-jesus

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/teresa_dejesus.htm

https://www.santateresadejesus.com/wp-content/uploads/Poes%C3%ADas-PDF.pdf

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