11 Poemas de Claribel Alegría

Autorretrato

Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas 
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.

Carta a un desterrado

Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estas. 
No vuelvas, Odiseo 
te suplico.

Tu discreta Penélope

Claribel y su esposo Darwin J. Flakoll

La mariposa

Ya la ceiba no existe 
derrumbaron mi ceiba 
se hicieron añicos los espejos 
eché a secar mi Río 
y se escondió la luna. 
Estoy vacía de deseos 
mi espada 
en su estuche de satén. 
¿Por qué ahora 
por qué 
busca seducirme 
la poesía? 
Entró por la ventana 
y se posó en mi mano 
la miré con nostalgia 
se entreabrieron mis labios 
y con un leve soplo 
la alejé.

Lamentación de Ariadna

No te pierdas, Teseo
vuelve a mí.
La playa está desierta
tengo los pies sangrientos
de correr en tu busca
¿será que me engañaste
dejándome dormida en esta isla?
Perdóname, Teseo
¿Recuerdas nuestro encuentro?
amor eterno me juraste
y yo te di el ovillo
y volviste a la luz
después de haber destruido
al minotauro.
¿Te secuestró algún dios
sintiéndose celoso?
No me inspiran temor
ni Poseidón
ni Zeus
es de fuego mi ira
y se alzará
desde estas aguas
hasta el cielo.
Vuelve,
vuelve, Teseo
no te pierdas
en los laberintos
de la muerte
anda suelto
el ovillo de mi amor
atrápalo, Teseo
vuelve a mí
soy tu tierra
tu luna
tu destino.
Clava en mí tus raíces.

Quiero entrar a la muerte

Quiero entrar a la muerte

con los ojos abiertos

abiertos los oídos

sin máscaras

sin miedo

sabiendo y no sabiendo

enfrentarme serena

a otras voces

a otros aires

a otros cauces

olvidar mis recuerdos

desprenderme

nacer de nuevo

intacta

Poema

¿Qué fue de ese poema

que no pude atrapar

el que pasó rengueando

frente a mí

con las alitas rotas?

Ars poética

Yo,

poeta de oficio,

condenada tantas veces

a ser cuervo

jamás me cambiaría

por la Venus de Milo:

mientras reina en el Louvre

y se muere de tedio

y junta polvo

yo descubro el sol

todos los días

y entre valles

volcanes

y despojos de guerra

avizoro la tierra prometida.

Claribel Alegría recibe el XXVI Premio Reina Sofía de Poesía entregado por la Reina Sofía (2018)

Vuelo interrumpido

Soñé que era un ala 
desperté 
con el tirón 
de mis raíces.

Rito incumplido

  A mi madre

Dicen que la muerte es solitaria
que nos morimos solos
aunque estemos rodeados de aquellos que nos aman
pero tú me llamaste
y yo no estuve:
no te cerré los ojos
no te besé la frente
no te ayudé a pasar
al otro lado
estuve lejos
lejos de ti que me alumbraste
me nutriste
educaste mis alas.
No cumplí con el rito
estuve lejos
lejos
y ese es el sollozo que me arrebata en olas
en cúpulas
en grutas
y no puede salir
y me persigue en sueños
y me ahoga.
Perdóname/libérame
necesito aullar
batir tambores
un golpe en la cerviz
un estallido
para arrancar de cuajo este sollozo
y no invocarte más
en desolados
versos.


Soy espejo

Brilla el agua 
en mi piel 
y no la siento 
corre a chorros el agua 
por mi espalda 
no la siento 
me froto con la toalla 
me pellizco en un brazo 
no me siento 
comienzo a vestirme 
a tropezones 
de los rincones brotan 
relámpagos de gritos 
ojos desorbitados 
ratas que corren 
dientes 
aún no siento nada 
me extravío en las calles: 
niños con caras sucias 
pidiéndome limosna 
muchachas prostitutas 
que no tienen quince años 
todo es llaga en las calles 
tanques que se aproximan 
bayonetas alzadas 
cuerpos que caen 
llanto 
por fin siento mi brazo 
dejé de ser fantasma 
me duele 
luego existo 
vuelvo a mirar la escena: 
muchachos que corren 
desangrados 
mujeres con pánico 
en el rostro 
esta vez duele menos 
me pellizco de nuevo y ya no siento nada 
simplemente reflejo 
lo que pasa a mi lado 
los tanques 
no son tanques 
ni los gritos 
son gritos 
soy un espejo plano 
en que nada penetra 
mi superficie 
es dura 
es brillante 
es pulida 
me convertí en espejo 
y estoy descarnada 
apenas si conservo 
una memoria vaga 
del dolor. 

Ven conmigo

Ven conmigo 
subamos al volcán 
para llegar al cráter 
hay que romper la niebla 
allí adentro 
en el cráter 
burbujea la historia: 
Atlacatl 
Alvarado 
Morazán 
y Martí 
y todo ese gran pueblo 
que hoy apuesta. 
Desciende por las nubes 
hacia el juego de verdes 
que cintila: 
los amantes 
la ceiba 
el cafetal 
mira los zopilotes 
esperando el festín. 
«Yo estuve mucho rato 
en el chorro del río.»
explica la mujer 
«un niño de cinco años 
me pedía salir. 
Cuando llegó el ejército 
haciendo la barbarie 
nosotros tratamos de arrancar. 
Fue el catorce de mayo 
cuando empezamos a correr. 
Tres hijos me mataron 
en la huida 
al hombre mío 
se lo llevaron amarrado.»
Por ellos llora la mujer 
llora en silencio 
con su hijo menor 
entre los brazos. 
«Cuando llegaron los soldados 
yo me hacía la muerta 
tenía miedo que mi cipote 
empezara a llorar 
y lo mataran.»
Consuela en susurros 
a su niño 
lo arrulla con su llanto 
arranca hojas de un árbol 
y le dice: 
«mira hacia el sol 
por esta hoja» 
y el niño sonríe 
y ella se cubre el rostro de hojas 
para que él no llore 
para que vea el mundo 
a través de las hojas y no llore 
mientras pasan los guardias 
rastreando. 
Cayó herida 
entre dos peñas 
junto al río Sumpul 
allí quedó botada 
con el niño que quiere 
salir del agua 
y con el suyo. 
Las hormigas le suben 
por las piernas 
se tapa las piernas 
con más hojas 
y su niño sonríe 
y el otro callado 
la contempla 
ha visto a los guardias 
y no se atreve a hablar 
a preguntar. 
La mujer junto al río esperaba la muerte 
no la vieron los guardias 
y pasaron de largo 
los niños no lloraron 
fue la Virgen del Carmen 
se repite en silencio 
un zopilote arriba 
hace círculos lentos 
lo mira la mujer 
y lo miran los niños 
el zopilote baja 
y no los ve 
es la Virgen del Carmen 
repite la mujer 
el zopilote vuela 
frente a ellos 
con su carga de cohetes y los niños lo miran 
y sonríen 
da dos vueltas 
y empieza a subir 
me ha salvado la Virgen 
exclama la mujer 
y se cubre la herida 
con más hojas 
se ha vuelto transparente 
se confunde su cuerpo con la tierra 
y las hojas 
es la tierra 
es el agua 
es el planeta 
la madre tierra 
húmeda 
rezumando ternura 
la madre tierra herida 
mira esa grieta honda 
que se le abre 
la herida está sangrando 
lanza lava el volcán 
una lava rabiosa 
amasada con sangre 
se ha convertido en lava 
nuestra historia 
en pueblo incandescente 
que se confunde con la tierra 
en guerrilleros invisibles 
que bajan en cascadas 
transparentes 
los guardias 
no los ven 
ni los ven los pilotos 
que calculan los muertos 
ni el estratega yanqui 
que confía en sus zopilotes 
artillados 
ni los cinco cadáveres 
de lentes ahumados 
que gobiernan. 
Son ciegos a la lava 
al pueblo incandescente 
a los guerrilleros disfrazados 
de ancianos centinelas 
y de niños correo 
de responsables de tugurios 
de seguridad 
de curas conductores 
de cuadros clandestinos 
de pordioseros sucios 
sentados en las gradas 
de la iglesia 
que vigilan la guardia. 
La mujer de Sumpul 
está allí con sus niños 
uno duerme en sus brazos 
y el otro camina. 
Cuénteme lo que vio 
le dice el periodista. 
«Yo estuve mucho rato 
en el chorro del río.»

Claribel Alegria Vides (Estelí, Nicaragua, 12 de mayo de 1924 – 25 de enero de 2018, Managua, Nicaragua). Poeta , narradora, ensayista y traductora  . Ha sido asociada a la llamada Generación Comprometida (a la que también pertenecieron Roque Dalton y Ernesto Cardenal, entre otros ) por su obra de corte político.

Cuando tenía nueve meses, la familia de Alegría se mudó a Santa Ana en el oeste de El Salvador.

A los 19 años se traslada a estudiar a Estados Unidos en la universidad George Washington University  donde cursa Filosofía y Letras.

En 1947, se casó con Darwin J. Flakoll, Tuvieron tres hijas y un hijo, con quienes vivieron en México, Santiago de Chile (donde recibieron sendas becas de la estadounidense Fundación Catherwood, 1954), Buenos Aires, Montevideo, París, Palma de Mallorca y Nicaragua.


En 1948, Claribel Alegría publicó su primer libro de poesía; Anillo de Silencio, que fué editado por Juan Ramón Jiménez.

Claribel Alegría publicó más de una veintena de libros a lo largo de su vida, que fueron desde traducciones de autores anglosajones hasta ensayos, novelas y libros históricos.

Casi la mitad de los escritos de la poeta nicaragüense han sido traducidos a más de catorce idiomas, entre las cuales destacan: Flores del Volcán (1982), El retén (1983), Álbum familiar (1984), No me agarran viva y Luisa en el país de la realidad (1987), Cenizas de Izalco (1989), Fugas(1993), Somoza: expediente cerrado (1996).


Su obra, centrada en la realidad de su tiempo y en su compromiso político y social, ha sido premiada ampliamente con galardones como el Casa de las Américas de Poesía o con numerosos doctorados Honoris Causa alrededor del mundo, entre muchos otros reconocimientos. En 2017 ha sido galardonada con el Premio Reina Sofía de Poesía.

Enlaces de interés:

Claribel Alegría: “El amor es lo principal de la vida”

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