“Cuando vas escribiendo, es como si volaras un poco”
M.V.Atencia
Ternura
Quizás no sea ternura la palabra precisa
para este cierto modo compartido
de quedar en silencio ante lo bello exacto,
o de hablar yo muy poco y ser tú la belleza
misma, su emblema, aunque tan próxima y latiendo.
Y es también un destino unánime que vuelvan
a idéntico silencio -cuando llegue la hora
de la tregua indecible- mi palabra y tu zarpa.
La rueda
Verdad es que en el mapa figuraba distante,
que una rueda de mi maleta iba gimiendo,
y que en las bocacalles
su cansancio exponían con razón mis tacones.
Signos quizás de pérdida -de la esperanza al menos-
en la ciudad oscura,
con mi mapa y más calles de rótulos vedados. Y ese joven
que no sabría decirme sino el raído azul de su bufanda
cuando busco un cobijo, de palabras siquiera.
Andar y desandar con la ciudad ajena como albergue
no mío: dádiva y negación a un torpe rodamiento
que, de improviso, si esta es la Torre de la Pólvora,
acalla su insistencia en dar fin al viaje.
Epitafio para una muchacha
Porque te fue negado el tiempo de la dicha
tu corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico
y la tierra no supo lo firme de tu paso.
Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente
-tal se entierra a un vencido al final del combate-,
donde el agua en noviembre calará tu ternura
y el ladrido de un perro tenga voz de presagio.
Quieta tu vida toda al tacto de la muerte,
que a las semillas puede y cercena los brotes,
te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca
sabrás el estallido floral de primavera.
Rosa
En el joyero Tiffany?s se marchita una joven
rosa de Jericó.
Solo al costado mismo de la muerte comienzan
su plenitud las rosas
tras la ruptura última del quicio de la sed.
Venda
De un espeso tejido me rodea tu mundo
por todos los contornos.
Me abarcas como un pecho abierto a la ternura,
como una gran maroma que en surcos se me clava.
Has llegado a cubrirme, definitivo pájaro,
a decirme la vida a tu propia manera,
al modo más hermoso de vuelo sin tropiezo
abrazando la nube.
Podrías no contarme por uno de los tuyos,
y sin embargo sueles apretarme la sangre
llenándome los ojos de un agua sin salida
descolgada en sus fuentes.
En sombra de tus pliegues se encarna la ternura,
tal a una mano abierta que lo abarcara todo,
y olvida nomeolvides en lugares ocultos
de preciosos recuerdos.
Callada te delatas, Echada por mi frente
dejas correr el tiempo, como si fueras niña
que inaugurara sueños en la siesta más tenue
de un setiembre cualquiera.
A tientas yo te canto, erguida compañera
de la noche en lo oscuro, sintiéndome por labios,
por ojos y por dedos tu inundación callada
que de arriba descienden.
Godiva en blue jeans
Cuando sobrepasemos la raya que separa
la tarde de la noche, pondremos un caballo
a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva,
puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela…
No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso.
Sólo lo cierto cuenta.
Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve
de la mañana), blusa del “Long Play” y el cesto
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado,
repartiré en la casa amor y pan y fruta.
Sazón
Ya está todo en sazón. Me siento hecha,
me conozco mujer y clavo al suelo
profunda la raíz, y tiendo en vuelo
la rama, cierta en ti, de su cosecha.
¡Cómo crece la rama y qué derecha!
Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo
de vivir y vivir: tender al cielo,
erguida en vertical, como la flecha
que se lanza a la nube. Tan erguida
que tu voz se ha aprendido la destreza
de abrirla sonriente y florecida.
Me remueve tu voz. Por ella siento
que la rama combada se endereza
y el fruto de mi voz se crece al viento.
Suceso
¿Quién desvía tu vuelo y me desea ahora?
Estaba yo ocupándome de la compra, el teléfono,
la ropa de los niños, y se me quedó fija
en un punto brillante del quinqué la mirada
cuando tú prorrumpiste -si a tu ventana llega…-,
con un ronco zureo y súbito aletazo.
Reposa tu fatiga un momento en la casa
mientras hierve en colores la pluma de tu cuello,
y echa luego a volar y vuelve con los tuyos
al trigo de los muelles y al agua de los parques,
donde a tu desolada pareja, por tu ausencia,
el celo le contrae la encendida pupila.
Llegué cuando una luz muriente declinaba
Llegué cuando una luz muriente declinaba.
Emprendieron el vuelo los flamencos dejando
el lugar en su roja belleza insostenible.
Luego expuse mi cuerpo al aire. Descendía
hasta la orilla un suelo de dragones dormidos
entre plantas que crecen por mi recuerdo sólo.
.
Levanté con los dedos el cristal de las aguas,
contemplé su silencio y me adentré en mí misma.
Casa de los baños
En dañados espejos un azogue de muerte
revoca el esplendor morado de los lirios.
¿Podréis reconoceros bajo el palio sin techo
de las aguas hediondas? Ocho columnas cercan
la majestad del baño, mientras corroe el óxido
el metal de los grifos, deja su mancha roja
sobre la porcelana o se aquieta en el mármol
de una tina sarcófago a ras de las baldosas.
El reloj ha perdido sus agujas, y un tiempo
de Luchino Visconti impone su vigencia
a los sucios colchones que en el desván se apilan
y a la vida que vuelve a cruzar estas puertas.
María Victoria Atencia (Málaga, España, 28 de noviembre de 1931). Poeta.
Vivió la guerra y la posguerra; estudio en el colegio de La Asuncion y el de La Sagrada Familia en Málaga, posteriormente estudia piano y Armonía en el Conservatorio. A los diecinueve años conoce a Rafael León, y por sugerencia del mismo se entrega de lleno a la poesía. Se casan cinco años después y tienen cuatro hijos. En 1971 obtiene el título de piloto de aviación (ejercicio al que renunciará tras el sucesivo fallecimiento de sus padres). A los veintidós años comenzó a escribir y había publicado ya un breve cuaderno de poemas en prosa.
Nunca ha concurrido a premios literarios pero posee el Premio Andalucía de la Crítica, el Nacional de la Crítica, el Luis de Góngora de las Letras Andaluzas , el VII Premio García Lorca y ha sido la primera poeta española galardonada en 2014 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Entre su obra destacan títulos como Arte y parte,(1961), El coleccionista, , El hueco, Cañada de los ingleses, Marta & María,(1976), Compás binario,(1984),Paulina o el libro de las aguas,(1984),De la llama que arde,(1988), La pared contigua (1989) ,El Puente,(1992),Las contemplaciones,(1997),El hueco (2003).
Los quince años de silencio que median entre ‘Arte y parte’ (1961) y ‘Marta & María’ (1976) hacen que su nombre suela omitirse en las nóminas de la generación que cronológicamente le corresponde (la ‘2ª de Posguerra’) y que reaparezca en los índices de la generación poética siguiente (la de los ‘Novísimos’) a la que realmente pertenecen sus nuevos y ya asentados modos de expresión. Traducciones de la obra de María Victoria aparecen publicadas en francés, portugués, gallego, inglés, italiano, lituano, checo, búlgaro, rumano, polaco, sueco, árabe, hebreo, flamenco y latín.
Actualmente es académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y consejera del Centro Andaluz de las Letras de la Junta de Andalucía , del Centro Cultural Generación del 27 y de la Fundación María Zambrano.
Enlaces de interés :
http://mvatencia.com/biograf.html