10 Poemas de Amelia Biagioni

Manifiesto

Yo me resisto,

en la calle de los ahorcados,
a acatar la orden
de ser tibia y cautelosa,
de asirme a la seguridad,
de acomodarme en la costumbre,
de usar reloj y placidez,
aventura a cuerda,
palabra pálida y mortal
y ojos con límites.

Yo me resisto,
entre las muelas del fracaso,
a cumplir la ley de cansarme,
de resignarme,
de sentarme en lo fofo del mundo
mortecina de una espada lánguida,
esperando el marasmo.

Yo me resisto,
acosada por silbatos atroces,
a la fatalidad
de encerrarme y perder la llave
o de arrojarme al pozo.

Con toda la médula
levanto, llevo, soy el miedo enorme,
y avanzo,
sin causa,
cantando entre ausentes.

Acorde

Oh infierno
te agradezco
la causa perdida
la tiniebla entre los dientes
las manos de humo
y esa espalda acosándome.
Te agradezco
el crepúsculo de piedra que no cesa.
Te agradezco
que existas cuando respiro.
Porque eres el recinto
donde encuentro,
retenidos por el ojo y el fuego
los nombres y las formas
de la dicha.
Oh cielo
te he buscado sin tregua sin miedo,
te he perseguido sin piedad,
universo tras universo
hasta en la piedra virgen,
en el feliz cuchillo
y en el cuervo azul
y al fin te hallé
aquí, en el pecho del vacío.
Eres la palabra asombrosa
la que solo yo escucho
y nada más me deja oir,
la que suena y suena, y suena
y no fue ni será pronunciada.

Baile

Es el ahora circular,
giramos,
es la reunión sin tú ni yo,
creciendo.
En el centro infinito
de un jardín que se sueña
crecemos girando,
y una flor vertiginosa
abre su pulpa, su fulgor, su aliento,
su locura perfecta,
su baile,
entre las otras ardientes azucenas
cuyo número
ni el mito ni la música
han podido nombrar.
Somos un nuevo sol
con su corola de vaivenes,
con sus planetas delirantes,
ebrios de ciclos y noches de amor,
en esta temporada de universo.

Cada Día, Cada Noche
Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
y la culpa
total, indescifrable,
entera, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.

Cavante, andante

A veces
soy la sedentaria.

Arqueóloga en mí hundiéndome,
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.

Mientras me desentierro y me descifro
Y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.

Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.

Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.

Y a extremas veces
mientras sobrecavándome
descubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,

soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.

Gestalt

De mi boca brota el bramido de los soles,
Orión recién despedazado
sopla el cuerno de caza
…………………….halalí
que reverbera en astronaves y galaxias
En flecha en selva y en turbina
con ansia blanca y negra
las estirpes
……….del polvo al ángel
devorándose comulgándose
persiguen la persecución
halcón azor amor neblí radar
para alcanzarme límpidas a Mí
que soy el Cazador.

Canción de cuna para un niño muerto

Te alzaron de noche
las Siete Cabrillas.
De tu ausencia larga
mueren mis rodillas.

Te ciñen, te mecen
mis brazos vacíos.
Duérmete en el fondo
de los huesos míos.

Dejaste en mis pechos
la tierra y el mar.
Pechos de la luna
te dan de mamar.

Arrorró, lejano
nardo, niño frío,
arrorró! Te siento
llorar el rocío.

Con cuna vacía
ya estoy en el suelo.
Por tus piececillos
en mi desconsuelo.

Tus ojos -mis ojos-
se abren en las flores.
Duerme, que estoy ciega;
niño azul, no llores.

Ramo de mis venas,
esta madrugada
vuélvete a mi pecho:
¿no me ves talada?

Campo de trigo bajo cuervos

Porque hay que servir hasta el final del fuego 
            con el que siempre quise calentar al sumergido 
y la tristeza alcanza el rango 
           que ahuyenta al espíritu y enajena la mano, 
pinto con estertores. 

Dentro del solo Ser 
bajo el largo presentimento azul 
quiero trazar largo camino doble
                                                       el rojo azar 
quiero lanzarlo así fluyendo entre canciones verdes 
     quiero extender 
                           inmenso ardor reinando y resonando 
el salmo el oro victorioso de la vida. 

De pronto el viento es anatema 
se retuerce la soledad 
acomenten los turbios 
surge infinito de la médula 
                               lo negro 
                               se abalanza traidor perverso…



Despavorido 
el amarillo enorme puja oblicuo arrancándose. 
Lo negro abierto en alas viles 
                  ronda al candente espanto
                              sube crece estermina cielo 
huye el camino cárdeno 
            huye al revés su doble aullido verde 
                          huye el espacio la salida la razón 
no puedo detener los cuervos…

El amor

Solitario a quien palpo,
dios de mi soledad,
ven a tientas,
no hay nadie en la tierra,
nadie más,
y no tengo nombre.

Vengo de lo absoluto de tus fábulas,
cuido tu azar y tu silencio,
y he visto en tu espalda
el rostro que buscas cruzando visiones.

Con todo el amor y la vida
yo te conozco,
solitario, muchedumbre,
y te pregunto
quién eres.

Hombre mío sin bordes,
ven entero,
ven hasta la muerte
y no más, no hasta la tristeza,
ven a tientas,
y desde adentro fórmame
guitarra sin fin,
y lo que arranques,
mi hondo sonido de la especie,
arrójalo con júbilo
a la sombra constante,
amor mío, elemento,
a la tiniebla original arrójame,
así, contigo.

Post Morten

Me miran con fijeza ya desierta
mis ojos, desde el cuerpo casi frío.
Acaba de arrojarme el pecho mío
cerrándose después como una puerta.
Sin embargo estoy viva, más despierta
que un filo, sin error, sin desvarío.
Qué espantoso llegar a este sombrío
descubrimiento. He muerto y no estoy muerta.
Quiero llorar con llanto y ya no puedo.
Lo que dudé era cierto: Estoy probando
que se acaba la sangre y no la vida.
Nunca podré morirme. Tengo miedo.
¿Quién con eternidad me está nombrando
e infinito se acerca? Estoy perdida.

Amelia Biagioni (Gálvez, Argentina, 4 de abril de 1916 – Buenos Aires, 20 de noviembre de 2000).Tras recibirse de profesora en Letras en Rosario, se dedicó a la docencia secundaria. Publicó su primer poema en 1947; y en 1954 vio la luz el primero de sus libros, «Sonata de soledad».Con ese libro bajo el brazo se trasladó a Buenos Aires donde siguió trabajando como docente. Se jubiló siendo vicerrectora de un colegio de San Telmo. Su radicación definitiva en dicha ciudad fue posible, en parte, gracias a la colaboración de Jorge Luis Borges, de Vicente Barbieri, de Conrado Nalé Roxlo y de Manuel Mujica Láinez, entre otros destacados escritores. De 1957 data el segundo de sus libros, «La llave», al que le siguieron «El humo» (1967), «Las cacerías» (1976), «Estaciones de Van Gogh» (1984) y «Región de fugas» (1995). Muchos de sus poemas fueron publicados, en su momento, por prestigiosos diarios y revistas nacionales y del extranjero; y fueron traducidos al francés, al italiano y al inglés. 

Enlaces de interés :

https://webs.ucm.es/info/especulo/numero23/biagioni.html

https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&ved=2ahUKEwisrLz_wOn3AhVK0YUKHff6AUcQFnoECEgQAQ&url=https%3A%2F%2Fdialnet.unirioja.es%2Fdescarga%2Farticulo%2F5819159.pdf&usg=AOvVaw0_P4QU99e7wKCsJtldz00H

Una de poetas: Cristina Piña sobre Amelia Biagioni

https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2009/12/05/arteyletras/ARTE-01.html

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