11 Poemas de François Villon

Balada a su Dama

Introducción a esta balada:

a mi adorada Rosa
ni mi corazón ni mi panza
dejo. A ella más le gustaría
otra cosa, aunque no le falta.
¿Qué? Una bolsa grande de seda
llena de escudos, honda y ancha,
mas que me cuelguen de una soga
si en ella pongo escudos o lanza.

que ya le entran, sin mí, bastantes…
Esto me tiene sin cuidado,
no me entristecen esas cosas,
ya no tengo caliente el pájaro.
Este dejo a los herederos
de aquel Michaut, que era apodado
“Buena leche”. Rogad por su alma.
En Saint-Satur está enterrado.

Sin embargo, para cumplir
con Amor, antes que con ella
ya que nunca quiso otorgarme
de esperanza ni una moneda,
(no sé si ha sido tan rebelde
con otros, y esto me atormenta;
mas yo ¡Santa María! Sólo
burlas obtuve de esa fiera)

le envío esta balada, todos
terminando en erre sus versos.
¿Pero quién llevársela debe?
Pues Perrenet de la Barre, pienso,
a quien pido que si en su ronda
ve a la Señora de mis sueños
que de este modo la salude:
“¡Puta de mierda! ¡Al fin te encuentro!”

&&&&&

Falsa beldad que me costáis tan caro,
Ruda en verdad, hipócrita dulzura,
Amor muy duro de roer y avaro,
Nombraros puedo, muerte ya es segura,
Cobarde flor que pincha con delicia,
Orgullo loco que se afirma ahorcando
Y ojos helados. ¿No podrá Justicia
a un pobre socorrer que están matando?

Mejor que yo buscara hubiese sido
Algún jardín de amor en otro lado,
Rival no hubiera esa mujer tenido;
Tengo que huir ahora, y humillado.
¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Que me ayude alguna!
Si hay que morir , he de morir peleando.
Quiera Piedad, que me faltó en la cuna,
a un pobre socorrer que están matando.

Ya vendrá el día en que se encuentre seca,
mustia y ajada vuestra flor fragante.
Y aunque mi risa ahí parezca mueca,
mi risa en la vejez será triunfante.
Viejo seré, vos fea y con arrugas.
¡Bebed ahora que.el arroyo es blando!
Ya se helará, y no pueden las verrugas
a un pobre socorrer que están matando.

Príncipe del Amor, excelso amante,
a quien no quiero andar importunando:
sabed que debe un buen señor, no obstante,
a un pobre socorrer que están matando.

Traducción de Rubén Abel Reches

Balada de las damas de antaño

Decidme en qué comarca, decidme en dónde
encontrar a Flora, la beldad romana;
dónde Archipiada de la luz se esconde
y Thaís que fuera la su prima hermana;
Eco condenada a repetir, lejana,
el cantar del agua, del monte el ruido,
que tan bella fue cuando lo quiso el hado;
mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?

Decid dónde Heloísa está, la tan juiciosa,
por quien fue castrado y enclaustrado luego
Abelardo el Sabio en Saint-Denis famosa:
pagó con tal pena su imprudente fuego.
¿Dónde aquella reina está, asimismo agrego,
quien a Buridán, que la hubo poseído,
quiso que arrojaran al Sena embolsado?
Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?

La reina Blanca como flor de lis
que con falsa voz de sirena cantaba,
Berta la del gran pie, Beatriz, Alís,
Haremburgis que en todo el Maine reinaba,
y la lorenesa Juana, buena y brava,
que en Rouen quemara el Inglés forajido,
Virgen soberana ¿dónde se han guardado?
Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?

No buscaréis, Príncipe, año ni semana
un oculto sitio al que hayan escapado
sin que mi estribillo cante en vuestro oído:
“Mas las mismas nieves del año pasado
¿adónde se han ido?”

Traducción de Rubén Abel Reches

(El cantautor francés Georges Brassens puso música a esta balada)

Balada de los señores de antaño

¿Dónde está Calixto Tercero,
que papa fue por cuatro años,
último muerto de ese nombre?
¿Y el muy gracioso Borbón Carlos,
Arturo, el duque de Bretaña,
Alfonso en Aragón reinando
y Carlos Séptimo triunfante?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

¿Y el rey de Escocia, que tenía
una mejilla -se ha contado-
color sangre desde la frente
hasta debajo de los labios?
¿Y el valeroso rey de España
cuyo nombre se me ha olvidado?
¿Y el muy famoso rey de Chipre?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

Renuncio a hablar de glorias idas:
el mundo es sólo un sueño vano.
Nadie triunfa sobre la muerte,
no la detienen los palacios.
Una pregunta aun formulo:
aquel rey de Bohemia, Lazlo
¿dónde está, dónde está su abuelo?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

¿Dónde el conde delfín de Auvernia?
¿Dónde el astuto y buen Bernaldo?
¿Dónde el difunto Juan Primero?
Mas ¿dónde el bravo Carlomagno?

Balada en vieja lengua francesa

Porque también el Santo Padre,
con amito * y alba cubierto,
ceñido con estolas santas
con las que coge por el cuello
al diablo que maldad rezuma,
muere igual que se muere un lego:
una brisa suave lo arranca:
seres son que se lleva el viento.

Y también de Constantinopla
el Señor de dorado yelmo,
o de Francia el Rey generoso
que sembró iglesias y conventos
en honor a Dios, y que ha sido
el más glorioso de los nuestros,
si en su tiempo los adoraron
seres son que se lleva el viento.

Y asimismo el Delfín de Vienne
y Grenoble, el prudente, el fiero,
o de Dijon, Salins y Dole
el Señor y su hijo heredero,
o su gente misma, sus cortes,
pese a todo lo que engulleron,
sus escuderos, sus heraldos,
seres son que se lleva el viento.

Van los príncipes a la muerte
como el clérigo y como el siervo,
y así se enfaden o entristezcan
seres son que se lleva el viento.

Traducción de Rubén Abel Reches

Lamentos de la Bella Armera

Creo estar las quejas oyendo
de la que fue la Bella Armera;
ella querría aún ser joven…
Parece hablar de esta manera:
-¿Por qué tan pronto me venciste,
vejez cruel y traicionera?
-¿Qué me ata que no me hundo el hierro
que esfumaría mis miserias?

Me arrancaste lo que Belleza
me otorgara para que reine
sobre clérigos y esclesiásticos,
sobre señores y burgueses.
No había entonces hombre muy cuerdo
que sus bienes no me cediese
con tal que lo único le diera
que de la puta nunca obtienen.

¡Y a cuántos hombres lo negué
-¡era entonces tan poco sabia!-
por un muchacho más que astuto
a quien encadené mi alma!
Disimulaba con los otros;
¡a él, Dios mío, cuánto lo amaba!
Y me zurraba sin embargo
y me quería por mi plata.

Mas por mucho que me golpeara
yo nunca lo dejé de amar,
y aunque me hubiese dado azotes
el dolor me hacía olvidar
con sólo reclamarme un beso.
Ese demonio, ese truhán
me abrazaba y … ¿Qué guardo de esto?
Vergüenza y pecado, no más.

Hace treinta años que está muerto
y yo, vieja, canosa, sigo.
Cuando me acuerdo de otros tiempos
y desnuda cuando me miro
y me veo tan diferente
(¡qué horrenda soy! ¡qué bella he sido!)
encogida, marchita, flaca,
me tengo rabia porque vivo.

¿Qué se hicieron mi lisa frente,
mis cejas y cabellos rubios,
mis ojos de mirar travieso
con que atrapaba a los más duros,
esa nariz recta y mi rostro,
mi rostro que ahora en vano busco,
mis orejas blancas y firmes
y mis labios de un rojo puro?

¿Mis hermosos pequeños hombros,
largos brazos y manos finas,
pezones chicos y caderas
altas y sólidas, propicias
para batallas de amor largas
y, sobre todo, eso que hacía
dichoso al hombre entre mis muslos
bajo el jardín que lo escondía?

La frente ajada, blanco el pelo,
apagados los ojos que ayer
lanzaban rientes miradas
al pecho del noble y del burgués,
la nariz corva y las orejas
colgando velludas y también
del rostro huídos los colores
-si labios tiene, no se ven-

¡en eso para la belleza
humana! Manos contraídas,
brazos cortos, varias jorobas
entre los hombros distribuidas,
resecas están ya las tetas,
asco da eso que daba dicha
y los muslos amoratados
antes que muslos son salchichas.

Así juntas nos lamentamos
algunas pobres viejas tontas
sentadas sobre nuestras grupas
y acurrucadas en la sombra
junto a un fuego de pajas malas
que se apaga al viento que sopla.
¡Y en un tiempo fuimos tan bellas!
Así habrá de pasarle a todas.

Traducción de Rubén Abel Reches

Balada de la Bella Armera a las jóvenes cortesanas

Pensad pues, tú, bella Guantera
que mi alumna solías ser
y tú, Blanca la Zapatera,
que a vivir debéis aprender.
Tomad a izquierda y a derecha
-hombre que pase, Dios lo puso-
que a la vieja se la desecha
como moneda fuera de uso .

Y tú, bellísima Fiambrera
que danzando quitas el sueño,
y Guillerma la Tapicera:
¡los caprichos haced del dueño!
Pronto este tiempo se irá lejos,
feas seréis como un lechuzo,
no serviréis ni a curas viejos,
como moneda fuera de uso.

Tu, Juanita la Sombrerera:
que ningún amor te detenga;
tú, Catalina la Bolsera:
no desprecies a aquel que venga;
pues aunque yo, por recordarme,
les sonrío a veces y azuzo
sé que nadie vendrá a tomarme,
como moneda fuera de uso.

Sabed, muchachas, que si estallo
en tan triste llanto y profuso
es que quien me requiera no hallo,
como moneda fuera de uso.

Balada de los ahorcados

Hermanos, los humanos que aún seguís con vida,
no tengáis con nosotros el corazón muy duro,
pues si queréis mostrar piedad con estos pobres,
Dios no lo olvidará y os podrá ser clemente.
Vednos aquí colgados a cinco o seis que somos,
ved aquí nuestros cuerpos que tanto hemos mimado:
nuestra carne está ya devorada y podrida,
y nosotros, los huesos, nos hacemos ceniza.
Nadie de nuestro mal debería burlarse:
más bien, rodad a Dios que nos absuelva a todos.

Si hermanos os llamamos, no debéis ofenderos
ni mostrarnos desdén, aunque fuimos matados
por obra de justicia. Antes bien, ya sabéis
que todos los humanos no saben comportarse.
Disculpadnos a todos, pues ya estamos presentes
ante el buen Jesucristo, el hijo de María
que no nos sea negada a ninguno su gracia
y quiera preservarnos del fuego del infierno.
Ya estamos todos muertos, que nadie nos maldiga:
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.
La lluvia ya nos tiene mojados y lavados
y el sol nos ha secado y nos ha ennegrecido;
las urracas, los cuervos nos sacaron los ojos
y arrancaron los pelos de cejas y de barbas.
Nunca, en ningún momento, podemos estar quietos:
hacia un lado, hacia el otro, según varía el viento;
a su antojo nos mueve, sin parar un momento,
por las aves picados, lo mismo que dedales.
Así pues, no queráis veros como nos vemos,
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.

Señor Jesús, que a todos nos tienes en tus manos,
evita que caigamos en poder del infierno:
no creo que tengamos mucho que hacer en él.
Hermanos, yo os lo juro, en esto no hago burlas;
más bien, rogad a Dios que nos absuelva a todos.

Balada de las mujeres de Paris

Célebres son por lo dicharacheras
las sicilianas y las venecianas,
Amor las usa como mensajeras
ahora igual que en épocas ancianas.
Mas tomad a lombardas, genovesas
y saboyanas -no habla un aprendiz-,
a romanas o bien a piamontesas:
las de más salero son las de París.

Dicen que tienen las napolitanas
cátedras de garbo y de sutil hablar,
que las alemanas y las prusianas
son grandes maestras en el parlotear;
mas por más que citen a las egipcianas,
a los picos de oro de cualquier país,
a las españolas o a las catalanas:
las de más salero son las de París.

No son muy brillantes ni las bretonas
ni las picardas ni las lorenesas
ni las de Toulouse ni las gasconas
ni las ginebrinas ni las inglesas:
sólo del Petit-Pont dos pescaderas
cerrarles podrían el pico en un tris
(¿nombré ya bastantes glorias extranjeras?):
las de más salero son las de París.

Príncipe: las parleras parisinas
con su donaire adornan la flor de lis.
Por más que se hable de las florentinas
las de más salero son las de París.

Balada de las contradicciones

Yo muero de sed junto a la fuente

Ardo como el fuego y tirito

En mi país me hallo en tierra extraña

Junto al brasero ardo en escalofrío

Desnudo cual gusano, visto como presidente

Río en llanto y espero desesperanzado

Mi confort se torna en triste aflicción

Me regocijo sin placer ninguno

Potentado soy sin fuerza ni poder

Bienamado y por todos desechado

Lo seguro nada es salvo lo incierto

Lo oscuro, nada salvo lo más evidente

La duda no cabe, salvo en lo más cierto

Por ciencia tengo al súbito azar

Gano todo y sigo de perdedor

Con la aurora digo: ¡Dios les dé buenas noches!

Tumbado, tengo gran pavor a caer

Tengo con qué y ando sin blanca

Espero fortuna y no hay de quien heredar

Bienamado y por todos desechado

De nada me cuido, aunque mi empeño pongo todo

En adquirir bienes que ni siquiera ambiciono

Quien mejor me habla es quien más me hiere

Y quien con más verdad, quien más me miente

Mi amigo es aquel que me hace entender

Que un cisne blanco es un cuervo negro

Quien más me daña es quien más me ayuda

Mentira, verdad, ambas son hoy una

Todo recuerdo y nada comprendo

Bienamado y por todos desechado

Príncipe clemente, quizá quiera saber

Lo mucho que sé sin juicio ni saber

Parcial soy mas común a toda ley

¿Qué más sé? ¿Qué? Mi fianza recobrar

Bienamado y por todos desechado

Epistola a sus amigos

Tened piedad de mí, tened piedad
por lo menos vosotros, mis amigos.
No en fiesta estoy, sino en cautividad,
en esta fosa donde sin testigos
me atormenta Fortuna con grilletes.
Acróbatas, juglares, brincadores,
muchachos y muchachas, mozalbetes
punzantes como abeja entre las flores,
gargueros que hermoseáis toda canción:
¿olvidaréis aquí al pobre.Villon?

Cantores que cantáis sin regla alguna,
en cuanto hacéis y en cuanto habláis jocosos,
vagantes que dormís bajo la luna,
si algo aturdidos, siempre espirituosos.
No tardéis más que cerca está su muerte
¡oh, rimadores de rondeles ciento!
¿Puchero le daréis a un cuerpo inerte?
Aquí no entran relámpagos ni viento
y en esta fosa late un corazón.
¿Olvidaréis aquí al pobl:e Villon?

Venid a ver su lamentable traza,
Nobles a los que el diezmo es exceptuado,
a quienes rey ni emperador emplaza
y sólo dependéis del Dios amado.
Domingo y martes a ayunar lo obligan
y como de un rastrillo son sus dientes.
Después de un duro pan que le desmigan,
vierte en sus tripas aguas malolientes,
siempre soñando con algún capón
¿Olvidaréis aquí el pobre Villon?

Príncipes que he nombrado, muchachitos,
obtened de mí gracias reales
y en cesta alzadme dando alegres gritos,
que los cerdos -y son sólo animales-
adonde gruñe uno va el montón,
¿olvidaréis aquí al pobre Villon?

Epitafio

Estas estrofas preceden al “Epitafio”:

mando sea en Sainte Avoie
y sólo allí mi sepultura;
y para ser visto por todos,
sino en carne y hueso, en pintura,
de cuerpo entero me retraten
con tinta si la costa es mucha.
Como el techo puede caerse
les advierto: no quiero tumba.

quiero en torno a mi fosa
lo que sigue -no agregar nada-
que sea escrito en letras grandes,
y si acaso pinceles faltan
que el yeso nadie descascare
pues con carbón tan sólo alcanza.
Seré así recordado al menos
cual simpático tarambana.

&&&&&

Yace y duerme en este desván
-con sus flechas lo mató Amor-
un estudiante simple y pobre
que llamaban François Villon.
Nunca tuvo un palmo de tierra.
Sabido es que todo lo dio:
su mesa, su pan, su panera.
Rezad así, cual él pidió:

Versículo o rondel

Dad reposo eterno a este hombre
y eterna claridad, Señor.
Ni un perejil jamás fue suyo
ni saciado se relamió.

Lo afeitaron hasta las cejas
como un nabo que en la olla dio.
Dadle reposo eterno, Dios.

El Rigor lo mandó al exilio
y en el culo lo pateó
mientras él sollozaba: “¡Apelo!”
que no es muy ingeniosa voz.
Dadle reposo eterno, Dios.

(Traducción de Rubén Abel Reches)

François Villon– François de Montcorbier o François de Loges, (Paris,Francia, 1 de abril de 1431-?) Ha sido considerado el primer poeta maldito de la literatura. Hijo de una familia muy pobre, quedó huérfano al poco tiempo de nacer, entrando en una institución de beneficencia. Allí conocería a su protector y padre adoptivo: el capellán y profesor de Derecho Canónico Guillaume de Villon, de quien tomó su apellido. Guillaume se esmeró en dar una educación a François , y aunque al joven no le interesaba especialmente el estudio, logró obtener el título de maestro en artes en la prestigiosa universidad de La Sorbona.

En el año 1455, durante una disputa callejera dio muerte a Philippe Sermoise, un cura, con quien se peleó por una mujer; fue encarcelado pero su padre adoptivo le consiguió una “carta de remisión” con la cual tendría libertad provisional a cambio de la promesa de no delinquir más. Comenzó así una vida itinerante de picaresca, malviviendo gracias a su habilidad como juglar y poeta de la calle. Cambiando baladas por alimentos y vino y jergón, vagó por Angers, Bourges, por Blois, donde le hospedó el gran señor Charles d’Orleans, cuyo principal capricho era organizar concursos poéticos y hospedar a los participantes en su château. En tales combates líricos en los que participaba el anfitrión, también poeta, François brilló por su ingenio, su estilo y su maestría del metro y de la rima, lo que le granjeó celos y antipatías entre sus contrincantes y alguno le acuso al obispo de fechorías anteriores. Desde entonces ingresó varias veces en prisión, acusado de robo y violencia. Pero la suerte parecía acompañarle, pues en más de una ocasión se conmutó la pena por otra más suave, o logró beneficiarse de generosos indultos. En uno de sus encarcelamientos, en la prisión de Meung-sur-Loire escribió Pequeño Testamento, autobiografía de 2.023 versos, seguida cinco años después por Gran Testamento

La última noticia que se tiene sobre él data del año 1462, cuando estando condenado a la horca se le conmutó por unos años de exilio. No se sabe si esta benevolencia se debió a su fama como poeta o a las amistades de su padre.

La fecha de su muerte es desconocida.

Los juicios críticos sobre su obra tardaron largo tiempo. En el siglo XVI fue apenas descubierto, pero el editor Clemént Marot, en 1532, imprimió todo el corpus al considerar que “no sólo renovó la poesía de su tiempo, sino que dio una nueva vida a temas heredados de la cultura medieval y los animó con su propia y original personalidad. A contrapié del ideal cortés, invirtió los valores admitidos, oficiales, y celebró a las gentes destinadas al patíbulo, ofició a las descripciones burlescas y a las bromas subidas de tono, y multiplicó el lenguaje. Esa combinación confirió a sus escritos y baladas una sinceridad singular, feroz, y casi sin antecedentes en su tiempo”. El poeta húngaro György Faludy readapto sus baladas en los años treinta del siglo XX.

La historia de François Villon ha sido llevada al cine en varias ocasiones la primera vez en 1927 con el título de The Beloved Rogue (El vagabundo poeta) posteriormente en 1930 el director Ernest Lubitsch y Ludwig Berger realizaron el musical The Vagabond King; en 1938, Frank Lloyd dirigió If I were King, donde François Villon, es una especie de Robin Hood, y en 1945 se estrenó la titulada François Villon dirigida por André Tranchè.

Enlaces de interés :

http://www.elortiba.org/old/villon.html

https://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=villon-francois

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