A la distancia
para Alejandro Folgarola
El ruido de pájaros proviene de una sala,
de una estancia
pues apenas se puede creer
que ya bastante música haya flotado por aquí;
los picos me muerden la médula de los huesos
y no me dejan respirar, sólo pienso:
tengo frío, tengo que dejar de explicarme el mundo
-palidez, tragos amargos, falta de aire abierto en ti
como línea melódica que va diciendo menos cosas-
¿El significado? ¿Cuál? ¿El único?
El que te vuelve ajeno,
el que hace ruido con las alas…
De: El sueño del cazador
Quien eres, qué
a Barrie Cooke, el más abstracto de los
figurativos
…En este mundo camimanos
sobre el techo del infierno,
contemplando las flores...
Issa
1. El demonio
Despliega sus alas
sin orlas
sin vuelo
al caminar
al azar
al borde de unos setos
que jamás se han percibido
olido
mucho menos
cultivado,
silvestres, casi;
al descubrir
entre su fuego,
no en aquello
que Ilusión resguarda,
que en esta vida
esta única
hay que gozar,
dejarse colmar,
bañar de júbilo
y más júbilo
hasta verlo líquido;
hay que nunca
zaherir
a quien se ama
con igual candencia,
igual flama que llama
a que esas aguas
suelten
el primer hervor
ese único.
Y es tan difícil
2. Belleza, una verdad
Y se las ingenia uno
para ubicuo ser
ante umbrales
umbras
certidumbres, reciedumbres, costumbres
abiertas
a la vista.
Por ejemplo,
el decoro, las finezas,
semejantes sutilezas
en absoluto innecesarias
cual palabras que definen
el sonido del amor,
apófisis mastoides.
hueso que vibra
en catarata
cantata
del todo desasida
desencadenada
de sí misma
desbocada
del jilguero.
Por ejemplo,
lo que el hado
en virtud de otra persona
logra en uno.
Mucho más consuelo
que el dolor
o su plural:
el incurable
alivio.
3. Marca de nacimiento
Un toque del pulgar,
la luz y la distancia solas.
Un deslizamiento de las palmas:
el universo intuido
insospechado.
Sus líneas,
senderos
de Fortuna
desprovistos
de Futuro.
Y dicen, y hablan
por los tímpanos:
un paisaje en abundancia,
un ansia de buscar
un agotamiento que, de pronto,
se asome entre colinas
y revele
ese jardín
de huella en huella.
4. Ángulo multiplicado e invisible
Acaso los sueños.
Desde un fondo
color vino,
color ebria soledad,
desde sus penas fluviales
y sus vados,
emerge un ser humano
femenino y tan mortal,
tan de antemano.
Facciones.
Rasgos propios
de las lenguas
o el color.
Ocres contra blancos,
cabelleras contra pieles,
peso de la carne
contra lo ligero
de una historia personal,
intrascendente;
acuarelas que arrasan,
lágrimas sin sal.
Y aún así,
aquella historia
querría reblandecerse
al óleo;
ser cuerpo herido
en la entretela
que rasgue y elucide
este subsuelo,
este paraíso.
“Un día más, un día menos”
Cuando en las yemas tiembla la solitaria crónica,
haber recorrido ya lo recorrible,
con ganas de presentir
el punto final del viaje
en el alivio de un día menos;
o al revés,
cuando llevo cargando el hueco
como una losa a mis espaldas,
grabado en ella un poema que no es mío,
donde se habla de un transcurso
en letras de oro y de molde:
son ellas las que oprimen,
las que aprietan,
las que escaldan,
dejan sin gusto,
despojan y se posan,
como el polvo,
cerca.
Averiguo ya por qué
no cabe sustancia suculenta
en este dolor neutro,
sin tema, sin concepto,
sin siquiera.
Entonces me resisto,
tengo cara para (sin vergüenza)
dar la cara (sin valor)
a este mundo,
y con qué cara (sin modestia)
me atrevo a desearlo.
Es ahí y así (aunque sea)
donde quiero (aunque sea)
para ofender
y para ofenderme
sobre todo
un día más.
*
Al filo de un cuchillo
que no se corta el músculo
que se propone, se impone,
se dispone a partir en dos,
a enterrarse hondo.
Sin permitirme ir
de un lado al otro,
sin presionar y sacar sangre.
Este ser que se mira
con todo y todo en el acero
que amenaza,
con rumbo a su derrumbe,
a su posteridad,
incógnito entre esferas,
incoloro entre confines,
al filo agudo del tiempo,
un mero cabello
fácil de partir
y arrojar
sin miramientos.
“Ondas opacas”
La mirada
de la sombra
fija.
La mirada
fija
de la sombra.
Clavada en la barrera,
toda pupila.
Ni rastros de silueta,
contornos, guiños.
Espacio del que nunca
se ha surgido,
oscuro huerto
de surcos tan
bien delineados,
a perfecta distancia
unos de otros.
Curvilíneos, ondulantes,
como si a caricias amorosas
estuvieran respondiendo.
Dardo puesto
en la sombra.
Ése eres para mí.
Roncabas.
Yo sufría los estragos,
deliraba.
Tu yo, mi tú,
inapresable saltamontes,
dueño, amo y señor del mismo huerto,
de aquí para allá, mutando, emigrando
de osario a manantial,
pernoctando manzano,
amaneciendo durazno,
vagabundeando;
a ratos, útero; a ratos, vestigio:
será que perdió el juicio,
será el sereno.
De vuelto a la vigilia,
por los lagrimales te salían cocodrilos,
caimanes, lagartos de distintas clases,
iguanas, lagartijas, cuijas.
Bajo el doblez de las sábanas,
en el frescor de sabanas,
víboras, serpientes, culebras,
que acababan de llegar por sus atajos.
La sombra mía, mientras tanto,
continuaba su conversación con lo demás.
Y tú, alerta.
Soy un portón de hojas abatibles.
Acércate. Pasa por mí.
Terminará tu sufrimiento.
Te volverás planta trepadora,
abeto enorme, siempreviva ideal,
todo natural, divino.
Y aquí viene lo mejor:
tu dialogar será de nueva especie.
¿Mal color que denota falta de salud?
¿Engaño que connota mala intención?
Despídete de los diccionarios,
únete a los invisibles
a quienes no interesa
el qué dirán,
los perplejos,
asistentes espontáneos e ignorantes,
ganadores de embrollos,
brújulas, rifles de juguete,
amor libre, palabras necias,
lo extramuros,
lo baldío.
Sombra, ánima a hurtadillas,
cada vez que se disipa
la niebla de una duda.
Sombra de sombra.
Tibuchina
Violáceo viaje
a una matriz
al descubierto.
Dedos vegetales
que se estiran ululando
identidad:
sí,
son los míos,
los que tocan las membranas
más delicadas del ojo
por dentro.
Han dejado ahí un residuo dactilar,
un estanque de círculos
irrepetibles.
Algo avanzó por los arroyos,
los hilos de agua
de mis nervios,
una manera táctil de silbar,
de llamarle a alguien por su nombre
aterciopelado
cubriendo de emociones
su rugoso tronco
sin que,
serpentina,
se enrede,
se enrosque,
se encienda
su fragilidad.
Mas los cielos no se abrieron ni voz atronadora
hizo estremecer tejidos interiores aún más tiernos,
meninges
tan susceptibles, tan finitas
tan proclives al aumento,
tan sensibles al misterio.
Tan inflamables y estallables.
Tan puertas de par en par
a la sensualidad de un pensamiento
capaz de darle un vuelco a las entrañas.
Que en ese su instante de tranquilidad,
cuando Equilibrio las sorprende
inermes,
pueden recibir la campanada
que las recorra de punta a punta,
enviar el sonido hasta la campanilla
y un sustantivo llenar,
ahora sí,
la boca de verdad.
Un por fuera
prolongándose sin cielo:
tibuchina
que avisa, sosiega,
se clava y penetra,
eje a colores,
gracia en brote.
Sólo tú sabías el nombre
y lo dijiste:
los pistilos,
memoria
en las papilas,
desprotegidas éstas
de la descarga
del sabor.
Simple y llana flor silvestre
que alguna vez imaginé,
cuyos pétalos entorné
como a las hojas
de una puerta,
como a mis párpados,
y luego conocí en persona,
echada en el pasto algún domingo,
a los diez años de edad.
Y parecía
dirigirme la palabra.
Agua
1
Ha comenzado a nevar.
Copos, agua que hiere
de golpe.
Se posan candentes
sobre mis temores.
No resbalan.
Se han clavado como espinas
de una corona de oro.
Como raíces.
2
Cuántos pies han pasado por aquí
sin hollar gozo y contemplación,
un mismo tiempo:
Cuesta arriba,
alcancé a ver los despojos del narciso.
Todo era azul.
Alenté:
no el avance, ni la cima helada
ni la calidez del cielo.
Sólo el oleaje
sin celda o libertad,
sólo el oleaje.
3
Tu población de fuego
me vio volver,
sus seres en constante movimiento,
su mensaje.
Todo se sentía disuelto
en una capa densa,
el mar aquel.
Noté que comenzaba a replegarse.
Alargué el brazo.
Mis dedos anhelaban mojarse apenas,
como en una pila antigua,
bautismal.
4. Mar abierto
Ese mar hizo de mí
una madreperla consagrada,
una vasija llena de algo que se va
o simplemente se evapora
a ritmo propio.
Flor aguamarina,
olorosa a sal
y húmedos abrazos
entre una vida y otra,
sin orillas.
5. Mar adentro
Te vi a lo lejos, desde muy lejos,
pero no yacías en la barca,
el horizonte.
Caminabas, escondiendo
algún destino.
Tu expresión
me era inconfundible.
Tu manto de azafrán,
una urna viva.
Creí que me llamabas.
Pasé los dedos por tu piel
deseando guardarla
en la memoria.
Entre la niebla,
tus párpados temblaron
al sentirme.
Y yo también.
La rosa de los mundos giró
hasta secarse.
Ni una lágrima en sus pliegues.
En su centro fresco,
tu ojo espeluznante,
lleno, por primera vez,
de una ternura incontenible.
Acababas de morir,
aurora,
en la noche
de mi cuerpo
Me he enamorado, señora
De las cosas buenas,
dulces higos en la lengua
nutridos por amarga leche
desde el tronco.
De los reflejos de un cristal
en otro,
de la ternura de los viejos
que no se han arrepentido.
Del canto ritual,
de la repetición de un ritmo
que marca el paso de los hombres.
Del trigo, del pan,
de la plegaria que se eleva
sin motivo.
De la chispa en los ojos
deslumbrados,
suave manera de multiplicar la vida.
Del color,
lanza que no hiere.
Del surco abierto
y la brasa oculta en la semilla.
De: Un cristal en otro
Vapor, humo, vapor humano
No sé si sabré. No sé si llegará el día
de interpretar la transparencia.
Cuándo (o si) atravesé la puerta falsa,
al escuchar o leer por primera vez
eso que por y en la boca fue
al pensar, al recordar,
al saber de memoria;
la carne una, la sangre otra
que circula invisible
en vocablo cristalino,
replicándose, repitiéndose:
se desprende júbilo,
se desploma tormento.
1. CAPÍTULO UBICUO, DE JUNCOS Y CAÑAS
En los orígenes, se deslizó
íntegra la historia
por la lengua y la garganta
hasta quedar pintada
en misivas anónimas
halladas luego sin querer:
en o entre páginas delgadas,
papel calca (que revela el Verbo),
papel de arroz (ni cerca ni lejos),
papel Biblia,
nombres y hombres
fuera de quicio
unidos y flotando
por mares rojos (montañas inversas de rubí)
que al tacto se abren
de par en par (como las tapas de aquel libro)
para que un pueblo entero llegue a la otra orilla.
Sin olvidar a nadie, sin dejar a nadie atrás.
Mundo de arte mayor de un autor imaginario.
A sus espaldas, el oleaje va en aumento
mientras murmuran las espumas:
no hay nada que temer, no hay nada.
Y revienta, gritando frases marinas.
2. VERSÍCULO SINIESTRO, REDES DE ALGAS
En la curva de la empuñadura,
una famélica cabeza de serpiente.
El guía posa la palma encima,
las sinuosas líneas de la vida;
se distingue al conocerlas,
al mirarlas se descubre
en un mar negro,
artículo de muerte,
Mare Nostrum.
3. NO TE VAYAS
Soñé contigo, conmigo.
Nos revolcábamos en un césped
de agua, profundamente felices.
Mirando sin pupila, sin tímpano escuchando.
Nada podía prendernos fuego porque
todo venía en llamas…
a punto
de arder de amor
bajo las olas.
Se disparaban los matices.
Turquesa, verde esmeralda,
oro naranja y plata derretida.
En las puntas de los nervios
un infierno febril y duradero.
4. ENCLAUSTRADOS EN EL MUNDO
Y en aquella solitaria habitación,
frente al espejo, todo lo que has dicho,
lo que te ha hecho ser quien eres
en tan grandiosa, única ocasión
de brillo personal y colectivo,
chispa,
aquella con que quemaste mariposas
al captar el rayo del sol con una lupa.
De golpe recordaste los colores del diseño,
la belleza consumiéndose despacio,
su ígneo ser danzando por los aires.
Sin ilusión de cambios,
sin fe, sin fénix.
____________
Muerto mar, que en vapor humano se disuelve
id est, esto es,
idéntico a
ser para no ser.
_____________
No solamente recibí explicaciones: con lujo de detalles
se me mostró la entraña etimológica, las partículas,
las vísceras de la palabra justa, amén de sus contiguos
grabados, para que no cupieran sombras ni dudas:
Moisés, transmitiéndole a “la gente” el mensaje: al llegar
a buen puerto, hay que quemar la ofrenda; Abraham, más
adelante, obedeciendo la consigna, colocándola sobre el
tabernáculo, frotando luego las dos piedras y… Entraban
en escena toda suerte de víctimas propiciatorias, de
mirada tierna, seres antes vivos desangrados, su hermosa
lana manchada, la oscura lengua de fuera, listos para
la transformación de la materia, para volverse humo en
ascenso… Ésa era la palabra, el holos caustos: eso, quemarlo
todo. Al salir y al ponerse el sol. Diariamente. Hasta el final
de los tiempos, es decir, hasta nunca. Y mientras escuchaba
semejante admonición, el sueño se iba haciendo realidad.
Ser para No ser.
No ser para Ser.
El ánima sola, encadenada, en una imagen
voluptuosamente vulgar. El fuego la encarcela, mientras
ella, desnuda, lanza una plegaria, un ruego a las alturas.
Pura López Colomé (Ciudad de México, 6 de noviembre de 1952. Ensayista, poeta y traductora. Estudió el Doctorado en Lengua y Literatura Hispánicas e Hispanoamericanas en la FFyL de la UNAM. Es considerada una de las poetas fundamentales de la poesía mexicana actual.
A los doce años, fallece su madre, y es enviada a un internado católico de monjas benedictinas en Dakota del Sur, Estados Unidos. La biblioteca del colegio y el apoyo de una monja contribuyeron a que Pura se interesara por la lectura y la poesía y comenzó a escribir sus primeros poemas y a realizar sus primeras traducciones de autores como Emily Dickinson y William Butler Yeats. De regreso a México estudió hasta Doctorarse en Lengua y Literatura Hispánicas e Hispanoamericanas en la FFyL de la UNAM y continuó su carrera como poeta, traductora y ensayista .
Ha colaborado para Casa del Tiempo, El Nacional, La Cultura en México, Revista de Bellas Artes, Revista Mexicana de Literatura, Revista Universidad de México, Sábado, Letras Libres y Nexos. Becaria del CME, 1982.
Traductora de Rilke, Breyten Breytenbach, Samuel Beckett, Bertolt Brecht, Ernest Mandel, William Carlos Williams, Philip Larkin y Seamus Heaney.
Premios :
Premio Nacional Alfonso Reyes de ensayo (1977) por Diálogo socrático en Alfonso Reyes. Premio Nacional de Traducción de Poesía (1992) por Isla de las estaciones, de Seamus Heaney. Premio Xavier Villaurrutia (2007) (con Elsa Cross) por Santo y seña. Premio Linda Gaboriau otorgado por el Centro para las Artes de Banff en Canadá. Premio Bellas Artes de Trayectoria Literaria Inés Arredondo (2019).
Algunas de sus publicaciones poéticas son :
El sueño del cazador (1985), Un cristal en otro (1989), Aurora (1994), Intemperie (1997), Éter es (1999), Tragaluz de noche (2003), Santo y seña (2007), Reliquia (2008), Una y fugaz (2010), Lieder (2012),Poemas reunidos (1985-2012)(2013), Borrosa Imago Mundi (2021).
Parte de su obra también se encuentra en antologías como Asamblea de poetas jóvenes de México (Siglo XXI, 1980), Poetas de una generación : 1950–1959 (Premià/UNAM, 1988), Mujeres poetas de México : antología poética (1940-1965) (Atemporia, 2008), y Poesía soy yo : poetas en español del siglo XX (1886-1960) (Madrid, España, Visor, 2016), entre otras.
Enlaces de interés :
https://lasantacritica.com/barahunda/pura-lopez-colome-toda-la-poesia/
https://archive.org/details/podcast_en-voz-de-pura-lopez-colome_el-dia-que-no_1000351827458
Deja un comentario