Frente a mi ventana cerrada pregunto al tiempo cuánto más he de vivir.
Las sombras anegan mis persianas, y apenas marca una delgada raya la claridad.
El reloj tiene titubeos de corazón enfermo.
En un gesto convulsivo se crispan mis manos sobre el papel.
Buscan el apoyo de la tierra.
Alta mar
De tanta angustia que me roe, guardo un silencio que se unifica a la entraña del océano.
En la noche cuando los hombres duermen, mis ojos haciendo triptico con el farol del palo mayor, velan
con el fervor de un lampadario ante la inmensidad del universo.
El austro sopla trayendo a los muertos cuyas sombras húmedas de sal acarician mi cabellera
desordenada. Agonizando vivo y el mar está a mis pies y el firmamento coronando mis sienes.
Belzebuth
Mi alma, celeste columna de humo, se eleva hacia
la bóveda azul.Levantados en imploración mis brazos, forman la puerta
de alabastro de un templo.
Mis ojos extáticos, fijos en el misterio, son dos lámparas
de zafiro en cuyo fondo arde el amor divino.
Una sombra pasa eclipsando mi oración, es una sombra
de oro empenachado de llamas alocadas.
Sombra hermosa que sonríe oblicua, acariciando los sedosos
bucles de larga cabellera luminosa.
Es una sombra que mira con un mirar de abismo,
en cuyo borde se abren flores rojas de pecado.
Se llama Belzebuth, me lo ha susurrado en la cavidad
de la oreja, produciéndome calor y frío.
Se han helado mis labios.
Mi corazón se ha vuelto rojo de rubí y un ardor de fragua
me quema el pecho.
Belzebuth. Ha pasado Belzebuth, desviando mi oración
azul hacia la negrura aterciopelada de su alma rebelde.
Los pilares de mis brazos se han vuelto humanos, pierden
su forma vertical, extendiéndose con temblores de pasión.
Las lámparas de mis ojos destellan fulgores verdes encendidos
de amor, culpables y queriendo ofrecerse a Dios; siguen
ansiosos la sombra de oro envuelta en el torbellino refulgente
de fuego eterno.
Belzebuth, arcángel del mal, por qué turbar el alma
que se torna a Dios, el alma que había olvidado las fantásticas
bellezas del pecado original.
Belzebuth, mi novio, mi perdición…
XV
Estoy enferma. Mi mano, ardiente, resbala
en triste desmayo sobre los libros donde me
refugio, para aturdirme y olvidar.
No trato de abrirlos, es inútil: los adivino.
¡Qué pueden decirme que sustraiga mi pensamiento
de tu recuerdo? Sólo lograrian dejar
una negra mancha de tinta en mis pupilas luminosas
de tu imagen. Mi dolor se hace agónico;
mi tristeza se despedaza como las túnicas
de los mártires desgarradas por las fieras del
circo.
Me pesan las sienes como si las oprimieran
los dedos de un coloso, y como losas funerarias
caen mis párpados.
¡Anuari, Anuari!
Las penas hacen pesada mi sangre, como
si circulara por mis venas lava fria.
Estoy enferma. A mi alrededor canta la vida,
impiadosa, cruel, en su inconsciencia de
diosa eternamente joven y alegre.
Ese desordenado bullicio me hace pensar
en la profanación de cadáveres por un saltimbanqui
ebrio.
La vibración del dolor ha destruido la orquestación
divina, que, en lirica unión con
todas mis cuerdas intimas, amenizaba las fiestas de mi alma.
Estoy tan triste, como una paloma a quien
sorprende la tormenta, sola y fuera del nido
¡Anuarí! ¡Anuarí!
Espíritu profundo, vuelve del caos.
Torna en misteriosa envoltura, huésped de mis noches glaciales.
Que tus dedos de sueño posen sobre mis párpados desvelados.
Ciérralos, Anuarí.
Veneno sublime, da muerte a mi cerebro aterrado.
Quédate sobre mi fosa sonriendo enigmático.
Sonrisas de ultratumba, sombra y luz, sonrisa tremenda que me ha aniquilado.
¡Espíritu profundo, vuelve del caos!
Se han muerto todas mis flores, sólo queda para tu hambre la sangrienta herida de mi corazón partido.
Anuarí, Anuarí. ¡Sucumbo en el torbellino de los astros locos que se precipitan!
¡Vuelve del caos!
Autodefinición
Soy Teresa Wilms Montt
y aunque nací cien años antes que tú,
mi vida no fue tan distinta a la tuya.
Yo también tuve el privilegio de ser mujer.
Es difícil ser mujer en este mundo.
Tú lo sabes mejor que nadie.
Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida.
Destilé mujer.
Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.
Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada,
por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú
sin embargo te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt,
y no soy apta para señoritas.
No tienes, alma, jardín. He pasado pálida de sufrimiento por entre tus flores, y ellas no tuvieron para mí
una lágrima.
Continuaron erguidas, plenas de sol, flirteando con el aire; y las palmeras, en su actitud hierática,
siguieron batiéndose como brazos lánguidos en momentos de amor.
El césped, donde rodaron mis desesperaciones, no perdió su calma de terciopelo.
No tienes, alma, jardín. Me has visto desmayar de dolor y tus pájaros entonaron el más alegre de sus
gorjeos y unieron sus piquitos embriagados de pasión.
No tienes, alma, jardín…
Inquietudes Sentimentales
XXXIV
Me alejo ….
Mi único desconsuelo es no poder llevar con mis propias manos flores a la tumba avara que te guarda.
Ante de irme estamparé un beso en tu frente rígida. Será como un sello de piedra sobre otra piedra.
Me voy huyendo de mí, de mi cobardía y de mis inquietudes.
No puedo morir de dolor y es más fuerte que la misma muerte la tortura moral que revoluciona mi
cerebro,
Me voy como aerolito que desprendido de una estrella se precipita en los espacios trágicos de la
sangre.
Me voy, para aprender en otras penas a sufrir las mías con más entereza. Me voy, Anuarí, y te juro que
hasta este momento he aguardado la resurrección.
He espiado tu sueño creyéndolo leve, y huyo ahora que lo sé de mármol, Anuari.
No me importa el mundo ni la mediocre balanza que pesa mis actos; pocas son las almas que han
amado, gozado y sufrido como yo.
Anuarí. Hasta pronto. Desde aquí mis pensamientos irán a ofrecerse a ti cruzando los mares; desde aquí
vigilaré tus restos con el más inmenso y fervoroso recuerdo.
Pronto nos encontraremos, amor mío.
Mi cabeza es un abismo de dolor donde mis pensamientos ruedan, sin detenerse, como ágiles piedras.
Trato de meditar y mis cogitaciones se ahogan y ruedan como cuentas oscuras en el despeñadero de la
nada.
Sólo existe una verdad tan grande como el sol: la muerte.
Me siento mal fisicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el honor de tomar su
vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella me abandone.
Vida, sonriendo de tu tristeza me duermo y de tus celos de madre adoptiva. En
tus ojos profundos ha rebrillado inconfundible la iniciación de mi ser astral.
Sólo una vez más se filtrará mi espiritu por tus alambiques de arcilla. Vida,
fuiste regia, en el rudo hueco de tu seno me abrigaste como al mar y, como a
él tempestades me diste y belleza.
Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de
lo que en el mundo habia.
Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido.
María Teresa de las Mercedes Wilms Montt ((Viña del Mar, Chile, 8 de septiembre de 1893 – París,Francia, 24 de diciembre de 1921). Poeta. Juan Ramón Jimenez la definió como : «La mística del amor y del dolor»
Su padres procedían de la alta burguesía, Federico Guillermo Willms, descendía de la realeza prusiana y la madre, Luz Victoria Montt y Montt, era bisnieta del presidente de la República chilena Manuel Montt. El matrimonio tuvo seis hijas educadas como correspondía a su clase social y época a cargo de institutrices que las prepararon para ser unas señoritas cultas para la búsqueda de un marido apropiado. Sin embargo, Teresa ya desde pequeña, se manifestó contraria a los valores y enseñanzas de su clase, que poco acomodaban a su espíritu libre y creativo.
Creció entre clases de idiomas, lujos y elegantes banquetes, donde pronto quedo evidente su carisma y talento en el piano, el canto y, especialmente, las letras. En una de las fiestas celebrada en el palacio de su padre en el verano de 1910, conoció al joven Gustavo Balmaceda Valdés y a pesar de la oposición de ambas familias, Teresa -con diecisiete años de edad y contra la voluntad de sus padres- contrajo matrimonio con Gustavo, ocho años mayor y de cuya relación nacieron dos hijas. El marido celoso y las inquietudes intelectuales de Teresa pronto hacen que su relación sea muy difícil. La familia se traslada a Iquique donde publica por primera vez bajo el seudónimo de Tebac y se inclina hacia los ideales anarquistas y feministas. Su marido contrario a los intereses de Teresa y llevado por sus celos la envía de regreso con su familia y poco después la acusa de adulterio, la recluyen en un convento que también es psiquiátrico y le quitan la custodia de sus hijas, quienes quedan a cargo de sus abuelos paternos.
En 1916 y tras un intento de suicidio logra escapar ayudada por el poeta Vicente Huidobro, amigo de la infancia, y se instala en Buenos Aires. Alli se relaciona con Borges, Victoria Ocampo y otros intelectuales, colabora en publicaciones como la revista Nosotros y publica sus primeros libros Inquietudes sentimentales y Los tres cantos(1917).
En 1918 y tras una corta estancia en N.York ,se traslada a Madrid donde se relaciona con intelectuales como Ramon Gomez de la Serna y Valle Inclán, y donde publica otras dos obras, ampliamente reconocidas por la crítica literaria española: En la Quietud del Mármol y Anuarí , poemario dedicado a su enamorado Horacio Ramos Mejía, con quien vive un intenso enamoramiento y que decide suicidarse en presencia de Teresa cortándose las venas.
En 1919 regresa a Buenos Aires y publica su quinto libro, Cuentos para hombres que todavía son niños. Luego continua viaje por Europa, visitando Londres y París, pero manteniendo siempre residencia en Madrid.
En 1920, después de cinco años, se reencuentra con sus hijas en París que han viajado con sus abuelos a vivir un tiempo; pero los abuelos, tutores de sus hijas, regresan a Chile con las niñas, y Teresa llena de desesperación entra en una crisis profunda y decide suicidarse con una gran dosis de Veronal; tras una agonía de dos días , fallece en el hospital el 24 de diciembre de 1921. Tenía 28 años.
En las últimas páginas de su diario, escribió: «Morir, después de haber sentido todo y no ser nada…».
La tumba de Teresa Wilms Montt se encuentra en París, a pocos metros de la tumba de Oscar Wilde.
Juan Ramón Jimenez la definió como : «La mística del amor y del dolor»
Vicente Huidobro dijo de Teresa:
“ Teresa Wilms es la mujer más grande que ha producido la América. Perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de educación, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia.
A veces cree uno encontrar otra mujer casi tan hermosa como ella, pero resulta que le falta el alma, el temple de alma de Teresa, que sólo aquellos que la vieron sufrir pueden comprender” (…).
Enlaces de interés :
https://poetryalquimia.org/2018/09/08/teresa-wilms-montt-visual/
http://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/MC0011348.pdf
http://opac.pucv.cl/pucv_txt/txt-0000/UCB0470_01.pdf
https://letraslibres.com/revista/teresa-wilms-montt-no-apta-para-senoritas/
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