11 Poemas de José Martí

Tiene el alma del poeta 

Tiene el alma del poeta 
extrañeza singular: 
si en su paso encuentra al hombre 
el poeta da en llorar. 
Con la voz de un niño tiembla, 
es de amor, y al amor va? 
un amor que no se estrecha 
en un límite carnal. 
La corteza corrompida 
el fruto corromperá. 
Del amor de hembra no fío 
si su hoguera han de alumbrar 
El quemante sol de estío 
o el sol pálido autumnal: 
¡primavera ?primavera, 
madre de felicidad!

Yo soy un hombre sincero

Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme quiero
echar mis versos del alma.
Yo vengo de todas partes,
y hacia todas partes voy:
arte soy entre las artes,
en los montes, monte soy.
Yo sé los nombres extraños
de las yerbas y las flores,
y de mortales engaños,
y de sublimes dolores.
Yo he visto en la noche oscura
llover sobre mi cabeza
los rayos de lumbre pura
de la divina belleza.
Alas nacer vi en los hombros
de las mujeres hermosas:
y salir de los escombros,
volando las mariposas.
He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.
Rápida, como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.
Temblé una vez -en la reja,
a la entrada de la viña,-
cuando la bárbara abeja
picó en la frente a mi niña.
Gocé una vez, de tal suerte
que gocé cual nunca: cuando
la sentencia de mi muerte
leyó el alcaide llorando.
Oigo un suspiro, a través
de las tierras y la mar,
y no es un suspiro, es
que mi hijo va a despertar.
Si dicen que del joyero
tome la joya mejor,
tomo a un amigo sincero
y pongo a un lado el amor.
Yo he visto al águila herida
volar al azul sereno,
y morir en su guarida
la víbora del veneno.
Yo sé bien que cuando el mundo
cede, lívido, al descanso,
sobre el silencio profundo
murmura el arroyo manso.
Yo he puesto la mano osada,
de horror y júbilo yerta,
sobre la estrella apagada
que cayó frente a mi puerta.
Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.
Todo es hermoso y constante,
todo es música y razón,
y todo, como el diamante,
antes que luz es carbón.
Yo sé que el necio se entierra
con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
como la del camposanto.
Callo, y entiendo, y me quito
la pompa del rimador:
cuelgo de un árbol marchito
mi muceta de doctor.

                                (de Versos sencillos  1891)

Fuera del mundo

Fuera del mundo que batalla y luce 
sin recordar a su infeliz cautivo, 
a un trabajo servil sujeto vivo 
que a la muerte temprano me conduce. 

Mas hay junto a mi mesa una ventana 
por donde entra la luz; y no daría 
este rincón de la ventana mía 
¡por la mayor esplendidez humana!

Martí con su mujer Carmen Zayas y su hijo José Alfonso

Copa Con Alas

Una copa con alas: ¿quién la ha visto
antes que yo? Yo ayer la vi. Subía
con lenta majestad, como quien vierte
óleo sagrado: y a sus bordes dulces
mis regalados labios apretaba:
¡Ni una gota siquiera, ni una gota
del bálsamo perdí que hubo en tu beso!

Tu cabeza de negra cabellera
¿Te acuerdas? con mi mano requería,
porque de mí tus labios generosos
no se apartaran. Blanda como el beso
que a ti me transfundía, era la suave
atmósfera en redor: La vida entera
sentí que a mí abrazándote, ¡abrazaba!
¡Perdí el mundo de vista, y sus ruidos
y su envidiosa y bárbara batalla!
Una copa en los aires ascendía
y yo, en brazos no vistos reclinado
tras ella, asido de sus dulces bordes:
¡Por el espacio azul me remontaba!

Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista:
en rueda o riel funde el herrero el hierro:
una flor o mujer o águila o ángel
en oro o plata el joyador cincela:
¡Tú sólo, sólo tú, sabes el modo
de reducir el Universo a un beso!

Cese, señora, el duelo

Cese, señora, el duelo en vuestro canto, 
¿qué fuera nuestra vida sin enojos? 
¡vivir es padecer! ¡sufrir es santo! 
¿cómo fueran tan bellos vuestros ojos 
si alguna vez no los mojara el llanto? 

Romped las cuerdas del amargo duelo. 
Quien sufre como vos sufrís, señora: 
es más que una mujer, algo del cielo, 
que de él huyó y entre nosotros mora.

Hijo del alma

Tú flotas sobre todo, 
Hijo del alma! 
de la revuelta noche 
las oleadas, 
en mi seno desnudo 
déjante el alba; 
y del día la espuma 
turbia y amarga, 
de la noche revueltas 
te echan las aguas. 
Guardancillo magnánimo, 
la no cerrada 
puerta de mi hondo espíritu 
amante guardas; 
y si en la sombra ocultas 
búscanme avaras, 
de mi calma celosas, 
mis penas varias,
en el umbral oscuro 
fiero te alzas, 
y les cierran el paso 
tus alas blancas! 
Ondas de luz y flores 
trae la mañana, 
y tú en las luminosas 
ondas cabalgas. 
No es, no, la luz del día 
la que me llama, 
sino tus manecitas 
en mi almohada. 
Me hablan de que estás lejos: 
¡locuras me hablan! 
ellos tienen tu sombra; 
¡yo tengo tu alma! 
esas son cosas nuevas, 
mías y extrañas. 
Yo sé que tus dos ojos 
allá en lejanas 
tierras relampaguean,
y en las doradas 
olas de aire que baten 
mi frente pálida, 
pudiera con mi mano, 
cual si haz segara 
de estrellas, segar haces 
de tus miradas! 
¡Tú flotas sobre todo, 
Hijo del alma!

El alma trémula y sola 

El alma trémula y sola 
padece al anochecer: 
hay baile; vamos a ver 
la bailarina española. 

Han hecho bien en quitar 
el banderón de la acera; 
porque si está la bandera, 
no sé, yo no puedo entrar. 

Ya llega la bailarina: 
soberbia y pálida llega; 
¿cómo dicen que es gallega? 
pues dicen mal: es divina. 

Lleva un sombrero torero 
y una capa carmesí: 
¡lo mismo que un alelí 
que se pusiera un sombrero! 

Se ve, de paso, la ceja, 
ceja de mora traidora: 
y la mirada, de mora: 
y como nieve la oreja. 

Preludian, bajan la luz, 
y sale en bata y mantón, 
la virgen de la Asunción 
bailando un baile andaluz. 

Alza, retando, la frente; 
crúzase al hombro la manta: 
en arco el brazo levanta: 
mueve despacio el pie ardiente. 

Repica con los tacones 
el tablado zalamera, 
como si la tabla fuera 
tablado de corazones. 

Y va el convite creciendo 
en las llamas de los ojos, 
y el manto de flecos rojos 
se va en el aire meciendo. 

Súbito, de un salto arranca: 
húrtase, se quiebra, gira: 
abre en dos la cachemira, 
ofrece la bata blanca. 

El cuerpo cede y ondea; 
la boca abierta provoca; 
es una rosa la boca; 
lentamente taconea. 

Recoge, de un débil giro, 
el manto de flecos rojos: 
se va, cerrando los ojos, 
se va, como en un suspiro… 

Baila muy bien la española, 
es blanco y rojo el mantón: 
¡vuelve, fosca, a un rincón 
el alma trémula y sola!

(Poema inspirado en la bailarina española La Bella Otero a quien Martí vio actuar en el teatro Eden Musée de Nueva York)

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda…

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores…

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!…

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

                                            (de Versos sencillos 1891)

Odio la máscara y vicio

Odio la máscara y vicio
del corredor de mi hotel:
me vuelvo al manso bullicio
de mi monte de laurel.
Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar:
el arroyo de la sierra
me complace más que el mar.
Denle al vano el oro tierno
que arde y brilla en el crisol:
a mí denme el bosque eterno
cuando rompe en él el sol.
Yo he visto el oro hecho tierra
barbullendo en la redoma:
prefiero estar en la sierra
cuando vuela una paloma.
Busca el obispo de españa
pilares para su altar;
¡en mi templo, en la montaña,
el álamo es el pilar!
y la alfombra es puro helecho,
y los muros abedul,
y la luz viene del techo,
del techo de cielo azul.
El obispo, por la noche,
sale, despacio, a cantar:
monta, callado, en su coche,
que es la piña de un pinar.
Las jacas de su carroza
son dos pájaros azules:
y canta el aire y retoza,
y cantan los abedules.
Duermo en mi cama de roca
mi sueño dulce y profundo:
roza una abeja mi boca
y crece en mi cuerpo el mundo.
Brillan las grandes molduras
al fuego de la mañana,
que tiñe las colgaduras
de rosa, violeta y grana.
El clarín, solo en el monte,
canta al primer arrebol:
la gasa del horizonte
prende, de un aliento, el sol.
¡Díganle al obispo ciego,
al viejo obispo de españa
que venga, que venga luego,
a mi templo, a la montaña!

La poesía es sagrada

La poesía es sagrada. Nadie
de otro la tome, sino en sí. Ni nadie
como a esclava infeliz que el llanto enjuga
para acudir a su inclemente dueña,
la llame a voluntad: que vendrá entonces
pálida y sin amor, como una esclava.
Con desmayadas manos el cabello
peinará a su señora: en alta torre,
como pieza de gran repostería,
le apresará las trenzas; o con viles
rizados cubrirá la noble frente
por donde el alma su honradez enseña;
o lo atará mejor, mostrando el cuello,
sin otro adorno, en un discreto nudo.
¡Mas mientras la infeliz peina a la dama,
su triste corazón, cual ave roja
de alas heridas, estará temblando
lejos ¡ay! en el pecho de su amante,
como en invierno un pájaro en su nido!
maldiga Dios a dueños y tiranos
que hacen andar los cuerpos sin ventura
por do no pueden ir los corazones!

Odio el mar

Odio el mar, sólo hermoso cuando gime 
del barco domador bajo la hendente 
quilla, y como fantástico demonio, 
de un manto negro colosal tapado, 
encórvase a los vientos de la noche 
ante el sublime vencedor que pasa
y a la luz de los astros, encerrada 
en globos de cristales, sobre el puente 
vuelve un hombre impasible la hoja a un libro.

Odio el mar vasto y llano, igual y frío 
no cual la selva hojosa echa sus ramas 
como sus brazos, a apretar al triste 
que herido viene de los hombres duros 
y del bien de la vida desconfía; 
no cual honrado luchador, en suelo 
firme y pecho seguro, al hombre aguarda 
sino en traidora arena y movediza, 
cual serpiente letal. También los mares, 
el sol también, también Naturaleza 
para mover al hombre a las virtudes, 
franca ha de ser, y ha de vivir honrada. 
Sin palmeras, sin flores, me parece 
siempre una tenebrosa alma desierta. 

Que yo voy muerto, es claro: a nadie importa 
y ni siquiera a mí: pero por bella, 
Ígnea, varia, inmortal, amo la vida. 

Lo que me duele no es vivir: me duele 
vivir sin hacer bien. Mis penas amo, 
mis penas, mis escudos de nobleza. 
no a la próvida vida haré culpable 
de mi propio infortunio, ni el ajeno 
goce envenenaré con mis dolores. 
Buena es la tierra, la existencia es santa. 
Y en el mismo dolor, razones nuevas 
se hallan para vivir, y goce sumo, 
claro como una aurora y penetrante. 
Mueran de un tiempo y de una vez los necios 
que porque el llanto de sus ojos surge 
más grande y más hermoso que los mares. 

Odio el mar, muerto enorme, triste muerto 
de torpes y glotonas criaturas 
odiosas habitado: se parecen 
a los ojos del pez que de harto expira 
los del gañán de amor que en brazos tiembla 
de la horrible mujer libidinosa.
Vilo, y lo dije, algunos son cobardes, 
y lo que ven y lo que sienten callan,
Yo no, si hallo un infame al paso mío, 
dígole en lengua clara: ahí va un infame, 
y no, como hace el mar, escondo el pecho. 
Ni mi sagrado verso nimio guardo 
para tejer rosarios a las damas 
y máscaras de honor a los ladrones.
Odio el mar, que sin cólera soporta 
sobre su lomo complaciente, el buque 
que entre música y flor trae a un tirano.

José Martí Pérez (La Habana, Cuba, 28 de enero de 1853-Dos Ríos, 19 de mayo de 1895). Poeta, ensayista, periodista, filósofo y político revolucionario; fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra de Independencia de Cuba, durante la que murió en combate. Martí es considerado un Héroe nacional de Cuba.

Su madre era Leonor Pérez Cabrera, de Santa Cruz de Tenerife, Canarias, España y su padre Mariano Martí, de Valencia (España).
En 1866 matricula en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Ingresa también en la clase de Dibujo Elemental en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana.
Cuando cumplía 15 años, estalló en Cuba la “Guerra de los 10 años”. Poco después, su soneto “10 de Octubre”, en favor de la independencia, circulaba clandestinamente entre los estudiantes. En 1865  ingresó a la Escuela Superior Municipal y, posteriormente, al Colegio de San Carlos. Siendo aún muy joven se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos y, tras el inicio de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), comenzó su actividad revolucionaria: primero, publicó la gacetilla El Diablo Cojuelo y, poco después, la revista La Patria Libre, en la que publicó su poema dramático “Abdala”. Como sus escritos fueron considerados sediciosos (en ellos llamó traidor a un compañero de estudios que se había alistado como voluntario en el Ejército de España), en 1869 se le condenó a prisión con trabajos forzados por seis años. El destierro a España fue el resultado de la conmutación de la pena y, de tal manera, tuvo la oportunidad de estudiar Derecho y Filosofía y Letras en las universidades de Madrid y Zaragoza.

En febrero de 1875 llegó a México cuando tenía 22 años, procedente del exilio impuesto en España y acusado de apostasía y desafección al régimen colonialista español. Lo esperaban sus padres y hermanos, los cuales vivían con penurias económicas, acogidos por la familia de Manuel Mercado, quien se convertiría en su amigo y confidente. Durante su estancia en México desarrolló su pensamiento político y su vocación literaria realizando colaboraciones en La Revista Universal de Política, Literatura y Comercio, en El Socialista, órgano del Gran Círculo Obrero de México y, al final de su estancia en el país, publicó varios trabajos en el periódico político El Federalista, donde criticó la dictadura porfirista y alertó de una invasión de los Estados Unidos por la insurrección de Porfirio Díaz. En abril de 1877 partió a Guatemala. En diciembre de 1877 regresó a México a casa de Mercado, se casó con su novia Carmen Zayas Bazán, la hija de un abogado cubano, y regresó al país centroamericano. Vivió en Honduras y retornó, amnistiado, a Cuba en 1878 sin poder ejercer la abogacía ni la docencia por órdenes de los colonialistas. En Cuba nace su único hijo, José Francisco, el 22 de noviembre de 1878.

Deportado de nuevo por las autoridades cubanas, temerosas ante su pasado revolucionario, se afincó en Nueva York con su familia, donde permanecería, salvo breves intervalos, unos 15 años y se dedicó por completo a la actividad política y literaria. Empeñó su inteligencia y voluntad en la preparación de un levantamiento definitivo contra una España cada vez más debilitada y sujeta al creciente y avasallador dominio económico estadounidense. El 26 de noviembre de 1891, en el Liceo Cubano de Tampa, pronunció uno de sus más importantes discursos: “…yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. En 1892 redactó las Bases y los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el 14 de marzo de ese mismo año fundó el periódico Patria como órgano oficial del partido. Asimismo, desde los Estados Unidos envió artículos y crónicas a diversos medios impresos de otros países, como La Opinión Nacional, de Caracas, Venezuela; La Nación, de Buenos Aires, Argentina, y El Partido Liberal, de México.

En 1894 Martí y sus partidarios comenzaron a preparar un alzamiento en Cuba que daría lugar a la Guerra de Independencia (1895-1898). Su culminación sería la emancipación de la isla. Martí se desempeñó como delegado del Partido Revolucionario Cubano para conseguir auxilios materiales y políticos mostrando grandes virtudes diplomáticas. Con este cargo regresó por última vez a México el 18 de julio de 1894 para recaudar fondos en función de su labor independentista a favor de Cuba. Después viajó a Montecristi, República Dominicana, donde se reunió con el general Máximo Gómez, veterano de la independencia de la Isla. El 25 de marzo de 1895 firmaron el Manifiesto de Montecristi, un programa que recogía la estrategia para la nueva guerra. Una poderosa rebelión tomó cuerpo cuando Martí y Gómez desembarcaron en la costa cubana en abril de 1895 y se reunieron con Antonio Maceo, instituyendo la República en Armas en los términos de la Constitución aprobada en Camagüey por la asamblea celebrada en el mismo año. Martí era jefe civil de la insurrección y Gómez el jefe militar.

Martí no sólo es reconocido por representar un papel decisivo en la emancipación de Cuba, sino que también dejó un amplio legado literario que se componía de poemas y ensayos, mismos que lo llevaron a ser uno de los precursores del modernismo, un movimiento literario hispanoamericano cuyas repercusiones fueron importantísimas para sentar las nuevas bases de una poética que cambió para siempre la literatura en lengua castellana y otras.

Un día antes de morir, el 18 de mayo, escribió una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado reafirmando sus ideas y siendo consciente del precio que pagaría por ellas: “… ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.” ( la llegada al campamento del General Bartolomé Masó, con sus fuerzas, le hizo interrumpir esta carta que luego no pudo terminar).

Martí murió en combate el 19 de mayo de 1895, atravesado a balazos en su primera carga contra soldados del colonialismo español. La caída de Martí, en combate contra el colonialismo español, fue una pérdida irreparable para el desarrollo de la revolución , cuya victoria fue frustrada por la intervención de Estados Unidos, tal como él había alertado el día antes de morir.

José Martí es considerado junto a Bolívar, San Martín y Miranda uno de los principales protagonistas del proceso independentista de Hispanoamérica.

 José Martí fue uno de los más grandes poetas hispanoamericanos y la figura más destacada de la etapa de transición al Modernismo, que en América supuso la llegada de nuevos ideales artísticos. Como poeta se le conoce por Versos libres (1878-1882, publicados póstumamente en 1913); Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; y Versos sencillos (1891), un poemario decididamente modernista en el que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular.
La obra poética de Martí ha sido una fuente de inspiración para poetas posteriores y es recordado a día de hoy como una de las figuras indelebles de la poesía latinoamericana de finales de 1800.

Su única novela, Amistad funesta, también llamada Lucía Jérez y firmada con el pseudónimo de Adelaida Ral, fue publicada por entregas en el diario “El Latino-Americano” entre mayo y septiembre de 1885.  Entre sus obras dramáticas destacan Abdala (1869), drama simbólico en un acto y en octosílabos, La Adúltera (1873) y Amor con amor se paga (1875), también en verso y estrenado en México.

Enlaces de interes :

http://uvsfajardo.sld.cu/sites/uvsfajardo.sld.cu/files/carta_de_marti_a_manuel_mercado.pdf

https://www.juventudrebelde.cu/columnas/lecturas/2010-03-06/como-murio-jose-marti-ii

https://www.diariolasamericas.com/opinion/como-murio-jose-marti-n4249362

https://www.granma.cu/hoy-en-la-historia/2021-05-17/jose-marti-antes-y-despues-de-su-gloriosa-caida-en-combate-17-05-2021-22-05-18

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