8 Poemas de Miguel Ángel Asturias

El Amor

¡Ah, suave afán, cabal e inútil pena,

clima de una piel tibia como un trino,

en secreto misterio la cadena

forjando está con sólo ser divino!

Astral tonicidad de sus recreos,

preciosa soledad de sus combates,

en linterna de alarma sus deseos

quemando está de campos a penates.

Eternidad de pétalo de rosa,

silencio azul de álamo que aroma,

manjar de sombra con calor de esposa,

fruto prohibido que en el polen yerra,

tejiendo está con alas de paloma,

el vestido de novia de la Tierra.

Tecún-Umán

Tecún-Umán, el de las torres verdes,
el de las altas torres verdes, verdes,
el de las torres verdes, verdes, verdes,
y en fila india indios, indios, indios
incontables como cien mil zompopos:
diez mil de flecha en pie de nube, mil
de honda en pie de chopo, siete mil
cerbateneros y mil filos de hacha
en cada cumbre ala de mariposa
caída en hormiguero de guerreros.
Tecún-Umán, el de las plumas verdes,
el de las largas plumas verdes, verdes,
el de las plumas verdes, verdes, verdes,
verdes, verdes, Quetzal de varios frentes
y movibles alas en la batalla,
en el aporreo de las mazorcas
de hombres de maíz que se desgranan
picoteados por pájaros de fuego,
en red de muerte entre las piedras sueltas.
Quetzalumán, el de las alas verdes
y larga cola verde, verde, verde,
verdes flechas verdes desde las torres
verdes, tatuado de tatuajes verdes.
Tecún-Umán, el de los atabales,
ruido tributario de la tempestad
en seco de los tamborones, cuero
de tamborón medio ternero, cuero
de tamborón que lleva cuero, cuero
adentro, cuero en medio, cuero afuera,
cuero de tamborón, bón, bón, borón, bón,
bón, bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón,
bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón, bón,
pepitoria de trueno que golpea
con pepitas gigantes en el hueso
del eco que desdobla el teponastle,
teponpón, teponpón, teponastle,
teponpón, teponpón, teponastle,
tepón, teponpón, tepón, teponpón,
teponpón, teponpón, teponpón...
Quetzalumán, el de las tunas verdes,
el de las altas tunas verdes, verdes,
el de las tunas verdes, verdes, verdes.
Las astas de las lanzas con metales
preciosos de victoria de relámpago
y los penachos despenicados
entre los estandartes de las tunas
y el desmoronamiento de la tierra
nublada y los lagos que apedrean
con el tún de sus tumbos sin espuma.
Tún, munición de guerra de Tecún
que llama, clama, junta, saca hombres
de la tierra para guerrear el baile
de la guerra que es el baile del tún.
Tún, tambor de guerra de Tecún,
ciego por dentro como el nido túnel
del colibrí gigante, del Quetzal,
el colibrí gigante de Tecún.
Quetzal, imán del sol, Tecún, imán
del tún, Quetzaltecún, sol y tún, tún-
bo del lago, tún-bo del monte, tún-
bo del verde, tún-bo del cielo, tún,
tún, tún, tún-bo del verde corazón
del tún, palpitación de la primavera,
en la primera primavera tún-bo
de flores que bañó la tierra viva.
¡Abuelo de ambidiestros! ¡Mano grande
para cubrirse el pecho con tlascalas
y españoles, fieras con cara humana!
¡Varón de Galibal y Señorío
de Quetzales en el patrimonio
testicular del cuenco de la honda,
y barba de pájaros goteantes
hasta la última generación
de jefes pintados con achiote rojo
y pelo de frijol enredador
en penachos de águilas cautivas!
¡Jefe de valentías y murallas
de tribus de piedra brava y clanes
de volcanes con brazos! Fuego y lava.
¿Quien se explica los volcanes sin brazos?
¡Raza de tempestad envuelta en plumas
de Quetzal, rojas, verdes, amarillas!
¡Quetzalumán, la serpiente coral
tiñe de miel de guerra el Sequijel
el desangrarse el Arbol del Augurio,
en el augurio de la sangre en lluvia,
a la altura de los cerros quetzales
y frente al Gavilán de Extremadura!
¡Tecún-Umán!
Silencio en rama...
Máscara de la noche agujereada...
Tortilla de ceniza y plumas muertas
en los agarraderos de la sombra,
más alla de la tiniebla, en la tiniebla
y bajo la tiniebla sin curación.
El Gavilán de Extremadura, uñas,
armadura y longinada lanza...
¿A quién llamar sin agua en las pupilas?
En las orejas de los caracoles sin viento
a quién llamar... a quién llamar...
¡Tecún-Umán! ¡Quetzalumán!
No se corta su aliento porque sigue en las llamas
Una ciudad en armas en su sangre
sigue, una ciudad con armadura
de campanas en lugar de tún, dueña
de semilla de libertad en alas
del colibrí gigante, del quetzal,
semilla dulce al perforar la lengua
en que ahora le llaman ¡Capitan!
¡Ya no es el tún! ¡Ya no es Tecún!
¡Ahora es el tán-tán de las campanas,
Capitán!
M.Angel Asturias y su madre

Ulises

Intimo amigo del ensueño, Ulises
volvía a su destino de neblina,
un como regresar de otros países
a su país. Por ser de sal marina.
Su corazón surcó la mar meñique
y el gran mar del olvido por afán,
calafateando amores en el dique
de la sed que traía. Sed, imán.

Aguja de marear entre quimeras
y Sirenas, la ruta presentida
por la carne y el alma ya extranjeras.
Su esposa lo esperaba y son felices
en la leyenda, pero no en la vida,
porque volvió sin regresar Ulises.

Asturias junto a su amigo Carlos Mérida, en París. (Foto: FHMAA)

Habla el Gran Lengua

Ceñimos las diademas del fuego,
las diademas del hombre,
para defender nuestra heredad,
el patrio elemento terrenal
sin tráfago de dueños;
tenemos las llaves del futuro
donde comienza el tiempo
y el cielo que atraviesa
el caminante de las sandalias de oro.
 
Vestimos nuestro plumaje, orlamos
nuestros pechos de acolchado silencio
con la flor heroica, candente,
y empezamos a batallar en las montañas,
en los campos,
en la ordenación de los telares,
de las palabras conjugadas con rocío,
de las herramientas bañadas de sudor,
de los candelarios de turquesa y jade,
petrificados en las escalinatas de los vertederos
de silencio lunar.
Tuvimos la mañana en el pecho.
Los ojos de las mujeres de senos en yunta
vieron amanecer entre criaturas
y amamantó a los hijos la leche tributaria
del bien y la alegría.
Tuvimos la mañana en las manos.
Tuvimos la mañana en la frente.
Y nadie avanzó allá de las pestañas del mar,
espumosas, salobres,
y nadie alteró el ritmo de su paso.
Las cabezas movíanse en redor de los cuellos,
al inclinarse para la reverencia, alzarse para andar
erguidas o volverse de un lado a otro: ¿Cuántas cabezas?
 
La selva las contaba. Cuantas cabezas firmes
en los cuellos, en los hombros, el tórax,
las piernas, las pantorrillas, los tobillos
y el lenguaje de los dedos de los pies
de la raza que sosegó caminos.
Una gran asamblea.
Agua nacida de las rocas, los ojos en las caras.
Grandes o pequeñas gotas de agua, las pupilas,
en las caras de piel lisa, fresca,
pulida por el viento, húmedo lunar.
Veían. Hablaban. Inexistentes y existentes.
Su presencia era el hablar y el callar.
Las manos en balanzas de antebrazos con brazaletes
que pesaban el dicho del sabio,
daban alas a la elocuencia del vidente
y se abrían y cerraban, como hojas de adormidera
en los antebrazos dolidos del extático,
quietud que rompió el Gran Lengua,
al que seguían las luciérnagas
entre la luz y el sueño, las joyas, el colibrí,
la pelambre graciosa de la mazorca de maíz verde,
la cárcel de los tatuajes
y las pieles de venadas que lo hacían distante.

Retrato de abuelos

Recuerdo que en los días rosados de mi infancia,

la abuela…(¿de quién son los abuelos?, ¿de los niños?),

solía por las noches, cuando la tibia instancia

parecía una caja de dulces de la luna,

contar historias viejas. Hoy ya no sé ninguna.

Abriendo lentamente los cofres de mi abuelo,

me daba a que besara la hoja de su espada.

Guardaba ha muchos años un relojón de plata,

una bandera blanca y azul color de cielo,

la estrella de una espuela y un lazo de corbata.

Conservo esos recuerdos que me legó de un hombre

y tengo en las reliquias de mis antepasados

la historia de mi casa, la gloria de mi nombre,

y guardo en esos cofres que siempre están abiertos

el retrato de bodas de mis abuelos muertos.

Claridad lunar

Te eternizas, claridad lunar,

en las calles de Antigua, meditada

por los viejos aleros del solar

de Pedro de Betancur y más aseada

que el agua torcaz en el palomar

de los arroyos, y como en Granada,

te eternizas, claridad lunar,

en esta ciudad de agua destilada.

Olvido en polvo que se torna espejo,

llanto para lavar las armaduras

resonantes del eco en cada ruina;

te eternizas como las quemaduras

del amor que nos deja en el pellejo

un camino de sed que no camina.

Soledad frente al mar

Hablo de soledad y se acorola

dentro de mí el corazón que es solo,

pues todo corazón siempre está solo

en esta soledad de ola tras ola…

Hablo de amor y surge, caracola

del mar, mi compañera en soledades;

los amores son grandes soledades

y junto a mí y frente al mar, qué solos.

Letanías del desterrado

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
contemplar cielos que no son nuestros,
vivir con gente que no es la nuestra,
cantar canciones que no son nuestras,
reír con risa que no es la nuestra,
estrechar manos que no son nuestras,
llorar con llanto que no es el nuestro,
tener amores que no son nuestros,
probar comida que no es la nuestra,
rezar a dioses que no son nuestros,
oír un nombre que no es el nuestro,
pensar en cosas que no son nuestras,
usar moneda que no es la nuestra,
sentir caminos que no son nuestros…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tenerlo todo como prestado,
besar a niños que no son nuestros,
hacerse a fuego que no es el nuestro,
oír campanas que no son nuestras,
poner la cara que no es la nuestra,
llorar por muertos que no son nuestros,
vivir la vida que no es la nuestra,
jugar a juegos que no son nuestros,
dormir en cama que no es la nuestra,
subir a torres que no son nuestras,
leer noticias, menos las nuestras,
sufrir por todos y por lo nuestro,
oír que llueve con otra lluvia
y beber agua que no es la nuestra…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
no tener sombra, sino equipaje,
brindar en fiestas que no son nuestras
compartir lecho que no es el nuestro,
lecho y «pan nuestro» que no es el nuestro,
contar historias que no son nuestras,
cambiar de casas que no son nuestras,
hacer trabajos que no son nuestros,
andar ciudades que no la nuestra
y en hospitales que no son nuestros
cura de males que tienen cura,
alivio al menos, que no del nuestro,
que sólo sana con el regreso…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tal vez mañana, mañana o nunca..
El tiempo falso de los relojes
no cuenta el tiempo, cuenta la ausencia,
envejecerse cumpliendo años
que no son años sino descuentos
del almanaque que no es el nuestro,
morir en tierra que no es la nuestra,
oír que lloran sin ser los nuestros,
que otra bandera, que no es la nuestra,
cubre maderas que no son nuestras,
ataúd nuestro que no es el nuestro,
flores y cruces que no son nuestras,
dormir en tumba que no es la nuestra,
mezclarse a huesos que no son nuestros,
que al fin de cuentas, hombre sin patria
hombre sin nombre, hombre sin hombre…

Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
tenerlo todo como prestado,

no tener sombra sino equipaje,
tal vez mañana, mañana o nunca…

Miguel Ángel Asturias Rosales (Ciudad de Guatemala,Guatemala,19 de octubre de 1899-9 de junio de 1974, Madrid, España. Poeta, narrador, dramaturgo, periodista y diplomático ganador del Premio Nobel de Literatura en 1967. Sus escritos combinan la mística de los Mayas con un impulso épico hacia la protesta social. Contribuyó al desarrollo de la literatura latinoamericana, influyó de forma importante en la cultura occidental y a la vez, llamó la atención sobre la importancia de las culturas indígenas.

Se graduó de Abogado y Notario en la Universidad de San Carlos de Guatemala. En su juventud, participó en la lucha contra la dictadura del presidente Manuel Estrada Cabrera, hasta su derrocamiento en 1920. Estudió antropología y mitología indígena en Paris donde estuvo vinculado con el movimiento surrealista y el realismo mágico y fue un precursor del boom de la literatura latinoamericana. Su primera gran obra, “Leyendas de Guatemala” de 1930, es una descripción de la vida y la cultura maya, antes de la llegada de los españoles. También de esta época es su traducción del Popol Vuh. Desde 1946, se integró a la carrera diplomática, sin dejar de escribir durante su servicio en varios países de América Central, del Sur y Europa.

A causa de su fuerte oposición a la dictadura existente en su país, vivió en el exilio gran parte de su vida.

Considerado uno de los mayores exponentes de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Precursor de la renovación de las técnicas narrativas y del realismo mágico que contribuyó al “Boom” en la literatura hispanoamericana de los años 60.

Su obra, se considera que ha influido en la producción literaria de escritores como Juan Rulfo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato o Julio Cortázar; y por anticipar en su tratamiento de lo fantástico el realismo mágico, que tendría su realización más emblemática en “Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez. Asturias, siempre consideró que Gabo basó esa obra en otra de Honoré de Balzac, “La búsqueda del Absoluto”, en algunas partes al punto del plagio.

Entre sus obras destacan “El Señor Presidente” de 1946; “Hombres de maíz”, de 1949, considerada su obra maestra. Otras novelas “Viento Fuerte”, de 1950; “El papa verde”, de 1954; y “Los ojos de los Enterrados”, publicada en 1960, coincidente con el inicio del conflicto armado interno del país.

Obtuvo entre otros: El Premio Lenin de la Paz de la Unión Soviética, en 1966 y el Premio Nobel de Literatura en 1967.
Murió en Madrid , el 9 de junio de 1974, y está enterrado en el cementerio de Père Lachaise en Paris.

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4 thoughts on “8 Poemas de Miguel Ángel Asturias

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    1. Gracias Roberto Morales por el comentario y por seguir esta pagina.
      Realmente siempre es un placer leer al gran Miguel Angel Asturias, premio Nobel y un referente para muchos escritores que vinieron después.

      ¡Un saludo afectuoso!

    1. Muchas gracias a ti Karloti por tu comentario y por seguir esta página.¡Grande Miguel Angel Asturias!Premio Nobel de Literatura 1967.

      ¡Ya no es el tún! ¡Ya no es Tecún!
      ¡Ahora es el tán-tán de las campanas,
      Capitán!

      Abrazo afectuoso

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