14 Poemas de Agustín García Calvo

Libre te quiero

Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

Que no se despierte

Que no se despierte.
La niña que duerme a la sombra
que no se despierte;
que duerme a la sombra del árbol;
que no se despierte;
a la sombra del árbol granado
que no se despierte;
granado de ciencia del bien,
que no se despierte;
de la ciencia del bien y del mal
que no se despierte.
Que no se despierte, que siga
dormida la muerte;
que siga a la brisa del ala
la muerte dormida;
a la brisa del ala del ángel
dormida la muerte;
del ala del ángel besada
la muerte dormida;
del ángel besada en la frente
dormida la muerte;
besada en la frente del lirio
la muerte dormida;
en la frente del lirio a la sombra
dormida la muerte
que no se despierte, que siga
dormida la niña,
que no se despierte, no.

Si la madera

Si la madera

tuviera tuviera

yemas y brotes

y verde corteza

y brazos al aire,

raíces en tierra,

nunca sin embargo,

nunca, muchacho, sería un árbol

la madera.

.
Si la bandera

de flor floreciera

y por el pueblo

a abriles oliera

y de ella libaran

enjambres de abeja,

nunca sin embargo,

nunca, muchacho, será una rosa

la bandera.

.
Y aunque se vista

de domingo el domingo,

y aunque relumbre

de mil tiovivos

y risa fabrique

de juego y de vino,

nunca sin embargo,

nunca, muchacho, será tu día

el domingo.

Hueles a violetas

Porque una vez te dije
“Hueles a violetas”,
ya tengo cada año
que ir a traértelas.
¡Ay, qué condena,
que ya no sé
si son ellas tú,
si eres tú ellas!

Ya me conoce el bosque
como a sus veredas,
y su pinar de en medio,
y sus casetas.
Ánima en pena
de guardabosques
también me saluda
cuando me encuentra.

Como un sabueso ciego,
por arroyo y senda
husmeo, hasta que digo
“Huele como ella”.
Y ellas recuerdan
cuando tus ojos
de amor se enturbiaban
entre la yerba.

Amor es su costumbre,
aunque no se entienda;
y si unas se amustiaron,
otras clarean.
¡Ay, si pudiera
seguir, amor,
mascando yo flores
junto a tu oreja!

¡Viva por ti, Valorio,
aunque no lo veas,
y se haga tan espeso
como lo era!
Y si te empeñas
en morir tú,
¡allí donde caigas,
lo mismo huelas!
Isabel Escudero y Agustín G. Calvo

Un poema

Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
as rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.

El mundo que yo no viva

El mundo que yo no viva
lo pensé como cosa extraña,
como arca de maravilla.
Ay de mi vida

Allí ¿sonará la lluvia
junto al fuego las noches frías?
¿Tendrá Agosto en el río barcas?
Y tú ¿la gentil sonrisa?

¿Brillará en el papel que siembro
la negra flor de la tinta?
Ay de mi vida

¿Será posible que vengan
los amigos y que «Era» digan
«un hombre, y te quiso mucho»
y «Mucho» llorando digas?

Es el mundo que no conozco,
Atlántida sumergida.
Ay de mi vida.

Allí las palmeras echan
esmeraldas. Allí las crías
del delfín esmeraldas pacen.
Allí no hay noche ni día:
cuando ordeñan a los rebaños,
de púrpura el mar se agría,
Ay de mi vida.

Más limpio que agua de oro
es el mundo que yo no viva:
no hay naves de arar espumas
ni arado para las viñas;
el gran árbol le da su fruto
al que el nombre del fruto diga.
Ay de mi vida.

Ese mundo no es el mío:
es el tuyo: el que en tus pupilas
hundido está desde siempre
y no lo alcanza mi vista.
A ese mundo quisiera entrar,
antes que suene la hora
¡ay! de mi vida.

Chicho Sanchez Ferlosio y Amancio Prada cantan el poema de A.Garcia Calvo

Quisiera saber hacer un conjuro

Quisiera saber hacer

un conjuro de veras,

con una gotas de miel,

un chorrito de arena,

para que del fondo de tu lejanía

aquí de pronto

te aparecieras.

.
Me faltas, mi niña, tanto,

que ya palpo tu ausencia,

tus pestañitas de miel,

tu cintura de arena,

que, de tanto casi que te echo de menos,

más, más te siento

que si estuvieras.

.
Y sin embargo (ya ves),

aunque tanto te sienta,

 no sé qué falta,

que no es la cosa que era,

 que el recuerdo hambre de tu masa tiene,

y pide, el loco, que estés de veras.

.
Haré un hechizo por ti,

aunque hechizos no sepa,

con ramo de avena loca,

con dos hojas de menta,

con el humo blanco de gamona y malvas,

para olvidarte,

para que vuelvas.

Publicado en nº 303, marzo de 1985

¿Quién pintó la luna…?

¿Quién pintó la luna
sobre los techos de pizarra?
¿Quién sembró los trigos
debajo del agua?

Tan tonto estás, almita mía,
tan tonto y tan.

Dormíase mi niña
y todos me la acariciaban,
padres solteros,
doncellas preñadas

Tan tonto estás, almita mía,
tan tonto y tan.

Donde no hay guerra parece
como si no pasara nada:
los gusanos tejen;
también las arañas.

Tan tonto estás, almita mía,
tan tonto y tan.

Si alguno llora es porque
sabe que hay lágrimas;
y cuando uno se ríe es
porque le da la gana

Tan tonto estás, almita mía,
tan tonto y tan,
mi alma.

Sereno estoy

Sereno estoy como la mar
serena.
Acude, amiga, a sollozar
tu pena.

No sepa ni diga
mi amiga carnal
que tiene el corazón
de sal.

Sereno estoy como la noche
serena:
¡Qué tiempo, amiga, qué derroche
de arena!

No espere ni quiera
mi amor la fortuna
de que en su pozo caiga
la luna.

Sereno estoy si tú lo estás
(serena).
Si yo soy bueno, tú eres más
que buena.

No esperes ni quieras,
amor; y llorar,
así como la noche
y el mar. 

Rabia ajena

Nada fuera de mí,

a excepción del enojo,

tiene un principio y un fin

determinado,

a excepción de la rabia,

que no es mía, ya lo digo, así desde el inicio,

como lo dicen en mi ciudad,

tan felices de la mañana

hasta la noche, mucho más felices, mucho más, 
que no es mía, repito, porque aun más adentro
me nacen las ganas de morir,

y después de la rabia, mucho después, o no tan después,
sobresalta pensar que volverá de nuevo
la rabia o el enojo,
desde afuera, por supuesto, 
fuera de mí, fuera de todos, vuelta a empezar, 
vuelta y más vuelta, fuera, vuelta a empezar, 
y así acaba todo.

Tú, cuya mano

Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.

Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.

Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
las rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.

Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada. 

Para ti quisiera ser

Para ti quisiera ser

como sol de noviembre,

que no quema y alumbra a las gentes.

Pero no me toques, niña,

que vivo de fiebre.

.
Quisiera ser por gracia tuya

como sol de febrero,

que da luz y recata su fuego.

Pero no te llegues, niña,

que todo lo quemo.

.
Quisiera ser para tu cuerpo

como arroyo de sierra,

que en su fondo las guijas platean.

Pero bajo grueso y turbio:

por mí no te metas.


Por ti sería el álamo

do sestea la tórtola:

¡aire, amor, que me roce las hojas!

Pero mata como enebro

-huye, niña- mi sombra.

.
Por ti no quisiera ser

ni río ni barca

ni sol ni alameda ni nada.

Pero lo soy, y devoro

cuanto me ama.

.
Entre mí y amor, hermana,

es guerra por siempre:

si me quieres, no soy el que quieres.

Huye de mí, niña, huye

al monte, a las fuentes.

Sonetos teológicos

I

Enorgullécete de tu fracaso, 

que sugiere lo limpio de la empresa: 

luz que medra en la noche, más espesa 

hace la sombra, y más durable acaso. 

  

No quiso Dios que dieras ese paso, 

y ya del solo intento bien le pesa; 

que tropezaras y cayeras, ésa 

es justicia de Dios: no le hagas caso. 

  

¿Por lo que triunfo y lo que logro, ciego, 

me nombras y me amas?: yo me niego, 

y en ese espejo no me reconozco.

  

Yo soy el acto de quebrar la esencia: 

yo soy el que no soy. Yo no conozco 

más modo de virtud que la impotencia. 

 II

Pero no cejes; porque no se sabe 

cuándo pierde el amor, dónde la tierra 

volteando camina, ni qué encierra 

mensaje del que nadie tiene clave. 

  

Pues el Libro Mayor (y eso es lo grave) 

del Debe y el Haber nunca se cierra, 

y acaso acierte el que con tino yerra; 

ni es nada el mundo hasta que el mundo acabe. 

  

Si te dicen que Dios es infinito, 

di que entonces no es; y si finito, 

que lo demuestre pués y que concluya. 

  

Pero no hay Dios ni hay Ley que a contradanza 

no se pueda bailar. Tu muerte es tuya. 

Tu no saber es toda tu esperanza.

Algo queda

¿Queda algo de lo que pasa,
                       amor? Algo queda.

De las estrellas de anoche
    que borró la mañana
huellas hay entre la yerba,
no sé qué letras de plata,
    para que tú las leas.
                             Algo de lo que pasa,
                                amor, algo queda.

La rana misma que ahora
    ha saltado a la charca,
zas, se fue, pero nos deja
onda tras onda en el agua:
    nunca sabrás la cuenta.
                         Algo, algo de lo que pasa,
                                  amor, algo queda.

Al aire, apenas decirla,
    se voló la palabra:
eco y eco de ella ruedan
sin fin perdiéndose tras las
    nubes y las estrellas.
                          Algo, amor, de lo que pasa,
                                           algo queda.

Y del amor que en tus labios
    una vez palpitara
eco y onda y clara seña
laten y alientan y granan
    donde ni tú lo sepas.
                           Algo queda de lo que pasa
                              amor, amor, algo queda.
              

Agustín García Calvo (Zamora, España, 15 de octubre de 1926-Zamora, 1 de noviembre de 2012)?. Filólogo, lingüista, poeta, dramaturgo, pensador radical y maestro de varias generaciones de descreídos y rebeldes.

Realizó estudios de Filología Clásica en la Universidad de Salamanca, se doctoró en Madrid a los 22 años con una tesis titulada “Prosodia y métrica antiguas”.

En 1951 ejerció como profesor catedrático de instituto. En 1953 ocupó una cátedra de lenguas clásicas en Sevilla y en 1964 en Madrid, en la Universidad Complutense (UCM), hasta que la dictadura franquista lo separó de la cátedra madrileña.

En 1965 apoyó la revuelta estudiantil y fue expulsado de la universidad por decreto del régimen . En 1969, para evitar la cárcel, cruzó la frontera y se instaló en el Barrio Latino de París.

En París fue profesor en la Universidad de Lille y en el Collège de France. También trabajó como traductor para la editorial Ruedo Ibérico. En la capital francesa coordinó una tertulia política en el café “La boule d’or” del Barrio Latino.

En 1976 regresó a España y fue restablecido en su cátedra en Madrid, en la que permaneció hasta su jubilación en 1992. Desde ese año y hasta su muerte, siguió alentando la «guerra contra la Realidad» en la Tertulia Política del Ateneo de Madrid. Al contrario de tantos otros, nunca dejó de mantenerse fiel al espíritu rebelde de los años sesenta.

Como filólogo hizo importantes contribuciones a la lingüística general, la prehistórica o indoeuropea, la grecolatina y la del espofcont (“español oficial contemporáneo”). Su teoría general sobre el lenguaje aparece desarrollada en la trilogía formada por Del lenguajeDe la construcción y Del aparato y en los artículos recopilados en el volumen Hablando de lo que habla. Estudios de lenguajea (Premio Nacional de Ensayo de 1990). En 2009 se publicó su trilogía Elementos gramaticales, concebida como libro de texto para iniciar en la gramática a adolescentes.

También editó varias series de artículos y colaboraciones periodísticas que recogen diversos ataques contra aspectos de la sociedad actual, tales como Contra la FamiliaContra la ParejaContra la PazContra la DemocraciaAnálisis de la Sociedad del BienestarNoticias desde abajo y Que no, que no.

Sus obras más destacadas en el ámbito del pensamiento son :

 Lecturas presocráticas I y II, Razón común (Edición crítica, ordenación, traducción y comentario de los restos del libro de Heráclito)Contra el TiempoDe Dios y Contra la Realidad.

Como poeta, publicó:

Al burro muerto… (Zamora: Lucina, 1998).
Bebela (Zamora: Lucina, 1987; 2ª ed 2001).
Canciones y soliloquios (Zamora: Lucina, 1982; 2.ª ed. 1993).
Del tren (83 notas o canciones) (Zamora: Lucina, 1981).
Libro de conjuros (Zamora: Lucina, 1979; 2ªed 1981; 3ª ed 1991; 4ª ed. 2000).
Más canciones y soliloquios (Zamora: Lucina, 1988).
Ramo de romances y baladas (Zamora: Lucina, 1991).
Relato de amor (Zamora: Lucina, 1980; 2.ª ed. 1982; 3ªed. 1989; 4ª ed.1993).
Sermón de ser y no ser, (Madrid: Visor, 1ª edición, 1972, 2ª, 1973, 3ª, 1977; Zamora: Lucina, 4ª edición, 1980, 5ª, 1984, 6ª, 1988, 7ª, 1995).
Valorio 42 veces (Zamora: Lucina, 1986).
Uno o dos en 23 sitios y más (Zamora: Lucina, 2003).22
4 canciones de amor perdido y el cínife (Logroño: Ediciones del 4 de agosto de 2006).23
Suma del vuelo de los hombres (Zamora: Lucina, 2008).
Cantar de las dos torres (Zamora: Lucina, 2008).
Y más aún canciones y otros juegos (Zamora: Lucina, 2008).

También es autor de piezas dramáticas como IsmenaRey de una hora y Baraja del rey don Pedro.

Premios:

Premio Nacional de Ensayo en 1990, el Premio Nacional de Literatura Dramática en 1999 y el Premio Nacional al conjunto de la obra de un traductor en 2006.

Enlaces de interés :

https://www.editoriallucina.es/index.html

https://bauldetrompetillas.es

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