Diario reencuentro
Desde donde me vuelvo
a la pared, en medio de la noche,
desde donde estoy solo
cada noche, cautivo
bajo mi propia vigilancia, allí
me hallo según la fe que me fabrico
cada día.
Lavada está mi vida
en virtud de su asombro. Ayer, mañana,
viven juntos y fértiles, conforman
mi memoria conmigo.
Únicamente soy
mi libertad y mis palabras.
( De las Horas Muertas)
La palabra más tuya
Con una mano escribo Y con la otra abro
las páginas de un libro.
Aquí está
la palabra que busqué tantos años. ¿Merezco repetirla
impunemente ahora,
mientras leo tu nombre siemprevivo
en el piadoso mármol?
Abel Martín, Juan de Mairena, conmigo estáis oyendo
la apócrifa verdad, peregrinando por las abiertas páginas
de un libro, lejos ya
de los muros hostiles
que circundan las letras de la fe.
Latino mar liberto
de Colliure, piedra
sonora entre las impasibles violetas sepulcrales,
aquí
dejo caer sobre la tierra
calladamente
la palabra más tuya.
(De Pliegos de cordel)
Nadie
Me están llamando
¿y quién responde?
Grave y veraz, la piedra sigilosa cimenta su mutismo.
Desoye el árbol las invocaciones erráticas del viento, mientras
sus vacilantes cuencas enmudecen frente a las desbandadas de la luz.
Como un vaho gravita el anhelante oficio de estar vivo y en lo hondo
de los drenajes de la soledad
los pájaros silencian sus generaciones.
Me llamo Nadie, como Ulises.
¿Y quién responde? Nadie:
una pared vacía, una página en blanco.
(De La noche no tiene paredes)
Me hago cargo
Alrededor de las persecuciones hay siempre un subrepticio vendedor de jaculatorias. Se le conoce por la cera litúrgica que destilan sus ojos, también por una herida sin cicatrizar que ostenta en el sañudo cielo de la boca. No te acerques a él, tú que acaso confundas la dirección correcta de la huida, no te dejas tentar por esa detestable incitación a la virtud. Quien persigue al liberto ¿no es siempre el más esclavo? El vendedor imparte su enseñanza con taimado escrutinio, muda de piel como el reptil en la pedriza, sólo intenta salvar al que ya se ha rendido. Su sombra engulle consagradamente la sombra cautelar del acosado. Por lo común se hace llamar el Émulo-mayor-del-único-camino.
Aspiración a la alegría
En mi aposento, asaltado a veces
por el hosco lebrel
de la esperanza, palpando
entre mis manos su vaho turbador,
juzgo ahora
mi propia aspiración a la alegría.
¿Podrá existir (digo en la noche)
una palabra, la única
sobreviviente, donde pueda
almacenar mis sueños,
defenderlos de toda vanidad, irlos
purificando en mi interior
tiranía callada, reagruparlos
en una misma fuente igualatoria?
Pero estoy solo frente
al llamamiento del mundo: amo
su fundación, vigilo
sus mudanzas, trabajo cada día
en las contestaciones
-de mi propia experiencia, junto
mi vida en un papel.
Y las palabras,
al borde de ser dichas, próximas
ya a mi sueño, pretenden
suplantarme: soy el azar
que se traduce en vano. (Nadie
puede ser el espejo de sí mismo.)
Feliz aquél que nunca
puso nombre a su vida.
Me hago cargo
El necio se asesora de otros necios contiguos. Qué derroche de ínfulas intercambia con ellos. Siempre aprende algo más de lo que ignora, si bien recibe menos de lo poco que da. Brilla en recintos semejantes a sótanos y declama con saña insatisfecha en tertulias, parroquias, consistorios. Es lenguaraz y sandio, pero abstemio: puede aspirar sin excesiva adulación al rango de amanuense. Lo avalan los oficios que más ha practicado: la patria y la familia.
Circuito cerrado
La ignorancia, como la hoja
perdida del libro, va
de aire en aire escribiéndose,
haciéndose más libre,
casi arrancada ya
de las ramas del tiempo, hasta
caer en el dominio
del insaciable, que la toma
del polvo y la reduce
a gobierno de luz, la reincorpora
a su libro marchito, convocando
allí su propia sed enmascarada
de ambición, porque no sabe
que la sabiduría es como un cuenco
donde todo se vierte hacia nacer.
Super Flumina Babylonis
Aquella impávida, bellísima harapienta que merodeaba por el mercado de Sanlúcar, tenía que ser sin duda la última portadora aborigen del talismán. Pues nunca podría ser aherrojada quien tan humildemente iba ofreciendo la irreductible magnificencia de su vida. Fermentaban despacio los zumos tórridos de las frutas y un dulce amago de miseria envolvía los ambulantes puestos de la plaza. Pero ella atravesaba incólume la densidad de los desper- dicios: nada la hacía tan sobreviviente como el contacto con lo perecedero. Junto a la edénica antigüedad del gran río, era la más joven desterrada del mundo. Tenía la piel como superpuesta a las acongojantes marcas de la ma- numisa y llevaba en la boca el surco predatorio de quien naciera extramuros de la justicia. Parecía escapar hacia ninguna parte, como buscando esa otra forma de extravío que la conduciría al punto de partida. También junto al gran río, lloraba la harapienta por un perdido reino.
Didáctica
Si miras un reloj y esperas impasible a que pase un minuto,
comprenderás al fin en qué consiste
la eternidad.
Detente, caminante,
escucha
esos latidos perentorios, ese inconmensurable
desplazamiento de tu corazón
que deja por momentos un gran foso vacío
entre lo efímero y lo permanente.
El instante que pasa ocupa todo el tiempo.
No hay final ni principio:
sólo el todo y la nada equidistando.
Negocios contiguos
Abstemios y locuaces viven juntos
en la casa de la infelicidad.
Allí reciben con asiduo encono
a gentes ambidextras, adiestradas
en los arduos oficios
de la majadería y en los siempre viscosos
preceptos de los bienpensantes.
A chorros
vociferan, declaman,
abominan del rango de infractores, gustan
del sonsonete atroz de las tertulias,
consisten en ser sólo lo que son:
el eco triste de otros tristes ecos.
Escrito está en los márgenesde libros y botellas:
los necios se asesoran de otros necios contiguos.
Bienaventurado los insumisos
Ni la justicia con sus manos ciegas,
ni la bondad de ojos efímeros,
ni la obediencia entre algodones sucios,
ni el rencor que atenúa
la desesperación de los cautivos,
ni las armas que arrecian por doquier,
podrán ya mitigar esas lerdas proclamas
con que pretenden seducirnos
aquellos que blasonan de honorables.
Quienquiera que merezca el rango de insumiso
descree de esa historia y esas leyes.
El poder de los otros
nada sino desdén suscita en él.
Ha aprendido a vivir al borde de la vida.
José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, España,11 de noviembre de 1926- Madrid 9 de mayo de 2021) Poeta, ensayista, novelista, productor discográfico; Premio Cervantes de 2012.Integrante de la generación de los 50.
Publicó su primer poemario, Las adivinaciones, en 1952, tras haber obtenido con él un accésit del Premio Adonáis. Dos años antes había ganado el Platero de poesía. Fue profesor universitario en Bogotá. En la capital colombiana escribió su primera novela —Dos días de septiembre, galardonada en 1961 con el Premio Biblioteca Breve y publicada al año siguiente. Al regresar de Colombia intensificó el interés por la literatura como método de lucha antifranquista.
En abril de 2009 publicó La noche no tiene paredes, compuesto por 103 poemas, donde hace una reivindicación de la incertidumbre porque, en sus propias palabras, «el que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil»
Tras la publicación de Entreguerras (2012), libro formado por un solo poema de casi 3.000 versos, declaró: «ya no voy a escribir nada»,pero continuo escribiendo y en 2015 publicó Desaprendizajes .
En 2004 le otorgaron el Premio Reina Sofia de Poesia Iberoamericana.
El 29 de noviembre de 2012 fue galardonado con el Premio Cervantes.
Obra poética:
- Las adivinaciones (1952)
- Memorias de poco tiempo (1954)
- Anteo (1956)
- Las horas muertas (1959)
- Pliegos de cordel (1963)
- Descrédito del héroe (1977)
- Laberinto de Fortuna (1984)
- Diario de Argónida (1997)
- Manual de infractores (2005)
- La noche no tiene paredes (2009)
- Entreguerras (2012),autobiografia en verso
- Desaprendizajes (2015)
Enlaces de interés :
Entrada actualiza el 10 de mayo de 2021 debido al fallecimiento de Caballero Bonald.
¡Vuela alto Poeta!
Deja una respuesta