Nadie te va a abrir la puerta. Sigue golpeando. Insiste. Al otro lado se oye música. No. Es la campanilla del teléfono. Te equivocas. Es un ruido de máquinas, un jadeo eléctrico, chirridos, latigazos. No. Es música. No. Alguien llora muy despacio. No. Es un alarido agudo, una enorme, altísima lengua que lame el cielo pálido y vacío. No. Es un incendio. Todas las riquezas, todas las miserias, todos los hombres, todas las cosas desaparecen en esa melodía ardiente. Tú estás solo, al otro lado. No te quieren dejar entrar. Busca, rebusca, trepa, chilla. Es inútil. Sé el gusanito transparente, enroscado, insignificante. Con tus ojillos mortales dale la vuelta a la manzana, mide con tu vientre turbio y caliente su inexpugnable redondez. Tú, gusanito, gusaboca, gusaoído, dueño de la muerte y de la vida. No puedes entrar. Dicen. * Tal vez en primavera. Deja que pase esta sucia estación de hollín y lágrimas hipócritas. Hazte fuerte. Guarda miga sobre miga. Haz una fortaleza de toda la corrupción y el dolor. Llegado el tiempo tendrás alas y un rabo fuerte de toro o de elefante para liquidar todas las dudas, todas las moscas, todas las desgracias. Baja del árbol. Mírate en el agua. Aprende a odiarte como a ti mismo. Eres tú. Rudo, pelado, primero en cuatro patas, luego en dos, después en ninguna. Arrástrate hasta el muro, escucha la música entre las piedrecitas. Llámalas siglos, huesos, cebollas. Da lo mismo. Las palabras, los nombres, no tienen importancia. Escucha la música. Sólo la música. * A lo mejor eres tú mismo el tren que pita y se mete bajo tierra rumbo al infierno o la estrella de chatarra que te lleva frente a otro muro lleno de espejos y de gestos, endiablados gestos sin dueño y tú tras ellos, solo, feliz propietario de una boca escarlata que muge. Pega el oído a la tierra que insiste en levantarse y respirar. Acaríciala como si fuera carne, piel humana capaz de conmoverte, capaz de rechazarte. Acepta la espera que no siempre hay lugar en el caos. Acepta la puerta cerrada, el muro cada vez más alto, el saltito, la imagen que te saca la lengua. No te trepes sobre los hombros de los fantasmas que es ridículo caerse de trasero with music in your soul. * Porque ya no eres un ángel sino un hombre solo sobre dos pies cansados sobre esta tierra que gira y es terriblemente joven todas las mañanas. Porque sólo tú sabes que hay música, jadeos, incendios, máquinas que escupen verdades y mentiras a los cuatro vientos, vientos que te empujan al otro lado, a tu hueco en el vacío, a la informe felicidad del ojo ciego, del oído sordo, de la muda lengua, del muñón angélico. Porque tú gusano, ave, simio, viajero, lo único que no sabes es morir ni creer en la muerte, ni aceptar que eres tú mismo tu vientre turbio y caliente, tu lengua colorada, tus lágrimas y esa música loca que se escapa de tu oreja desgarrada. BLANCA VARELA |
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