11 Poemas de Elizabeth Schön 

“Los poetas son los oidores sutiles de la tierra, del hombre, del cielo y los infiernos”

Elizabeth Schön 

Te gustaba oler el jengibre

la hierbabuena

paladear el sabor claro del horizonte.

Si te acercabas a las raíces

buscabas aquélla que de alguna manera

te podía indicar el rumbo

de la nube que no pudiste poseer.

Y mecías las hierbas

que ya nadie recuerda

y permanecías junto a ellas

por largo tiempo

llevándote entre la lengua

el grano blanco que durante días

había nutrido las aguas de los ríos

con los atardeceres y el sol.

Incesante aparecer (1977)

Sin nada en lo visible

No instala puertas,
peces, vendavales.
Se le dice flor
y ¿ puede poseer algún otro nombre ?
Porque del brote parte el rayo,
del rayo la serpiente
y de la serpiente
lo salobre de la brisa.
La flor de donde emerge
si no la atrapamos en lo visible
ni en lo invisible:
abundancia de alas
no alas de las aves
ni de la razón.

En lo invisible
lo entrañable que expone fuera la voz,
la palabra.
Y la escritura es un hilo alto,
largo, denso, translúcido,
que traspasa desde lo oculto,
sonoro de la vida,
hasta el tiempo de la memoria
donde de vez en cuando algo yace
y cae quizá para la flor
que igual al olvido es inaprensible

Anochecer del barco
en el aroma de la flor
y su visible nube
de oveja que amanece:
suerte del día
para el que ama.
Caja de sol.

El amor arriba,
se expande
entre el peregrino de los andurriales
y el golpeado por los aires brillantes.

La flor, el barco y el alma (1995)

Le dije: —¿Hay algo más fuerte que una roca?—. El abuelo, sin necesidad de hablar, hizo que mirara la luz de la luna y viera las aguas y el espacio íntegro, con los astros y las constelaciones titilando. Entonces le pregunté qué era la fuerza; sólo me respondió: —Mira—. Y vi el mundo, el cielo y todo cuanto en la playa yacía y también miré la sombra de mi cuerpo que, junto con la del abuelo, se extendía en la arena para internarse en las aguas y desaparecer en el fondo pedregoso de erizos y corales.

El abuelo, la cesta y el mar (1965)

Mi aroma de lumbre:

armario

grifo

buril

hace imposible

que los rayos no dejen de encontrarme.

Los caminos no concluyen

están en el primer saludo

y el primer paso con el que se va.

 Mi aroma de lumbre (1971)

Foto de Alfredo Cortina, Moma.

Hablo

¿quién me responde?

¿el río?

¿el manantial?

No sé

ambos poseen su don

su misión de no oponerse

a la fertilidad giratoria

de sus entrañas.

Cada ser habla

y la frase brota

con la libre naturalidad

de la primera hiedra

crecida sobre la tierra.

La palabra

pequeña nube

pequeña embarcación

recorre los extremos

del cielo, de la tierra

llevando consigo

aquella primera y única ofrenda

de la que nacieron astro

césped

pupila, sol.

 La cisterna insondable (1971)

Foto de Alfredo Cortina

La calle, el mendigo, la soledad
El hombre en su reinado
de descuentos y asaltos
En la avenida
el saludo se borra
por el recio afán de la obsesión
La gente se dispersa
se pierde sin llevarse
la armadura efectiva del “Buenos días”
Mas ahí
En quieto y atrayente oleaje
la contorsión de la mazorca
el alarde directo de la competencia
el regadío húmedo de lo campestre
y su movimiento hacia fuera
muy poco hacia adentro
Un bolso de geranios
grises de vendaval
hace sombra sobre el cemento
no carga cuento alguno de la niñez
es apenas un azul opaco
para la lejanía de los árboles
La mujer
los ojos sobre las toronjas
dicen que aún hay fe
en las aldeas de los ríos
junto al sol, allí
para la llegada de la paz
entre los hombres que siguen
hacia lo lejano, diferente, otro
El disparo
su rostro de rencor
su frente de alerta y punzón
ha herido la azucena blanca de los enlaces
el niño, el anciano, el adolescente
buscan la planicie curva de los mares
y el alma siempre dentro
en pequeño caracol
aguarda huellas, propósitos, decisiones
Lejos, los nidos cálidos de los cables
reciben lentamente
el cargamento múltiple de la ciudad

Foto de Alfredo Cortina

El amanecer

entre las siluetas de los lechos que empujan

y el río que no huye

Al relámpago lo respalda tu sombra

tu dolor, tu cuerpo de río brillante árbol

aun las heridas

que tapiaron los azahares íntimos, lúcidos

del sol amante

 Del río hondo aquí (2000)

Foto de Alfredo Cortina,1955

Si la chispa está en la chispa
es porque la chispa
no cesa de existir
y por eso está la muerte
entre la chispa del fuego
y las aguas de las orillas.
Chispa de la chispa
en la otra chispa
despertando en la caída
y el advenimiento
de la traspasable llama del aire.

Encendido esparcimiento (1981)

Elizabeth y Alfredo Cortina

Rompe y hallarás

lo que va entre los aires

hacia donde la copa ofrenda

y la mujer se tiende junto al pozo

con la nube dentro

para escuchar el río nuestro

del propio sonido interno:

rastro de la tierra

en el camino del árbol inarrancable

y la abertura del relámpago.

Arbol del oscuro acercamiento(1992)

Elsa Gramcko, Ida Gramcko y Elizabeth Schön

Digo mar

resplandecen las rodelas

se alargan los alcores

mas sólo he pronunciado

aquella voz primaria

traslúcida

vibrante

con la que el hombre

se unió a la tierra y a los cielos.

Foto de Alfredo Cortina

Esa sangre latiendo
sin otra cercanía que la del viento.
Ese rostro contra los espacios
serenamente deshojándose hacia dentro
donde la huella no cede.
iAh de su irrompible resignación!
La piedra permanece
para que lo frágil se sostenga.

Ropaje de ceniza (1993)

La poesía lo invade a uno, la cara, los ojos, las manos, la vista, todo lo invade porque sino, no llega, lo que llega es un viento, y la poesía nunca es viento, es firmeza cuando es viento ¡qué va! La poesía viene de una fuerza interior, lo bello es que ese centro lo tiene uno pero vive a través de la poesía, el autor sale corriendo busca un papel y escribe y puede hacer hasta un libro, así comienza el trabajo.”

Elizabeth Schön

Elizabeth Schön (Caracas, 30 de noviembre de 1921 – Caracas, 15 de mayo de 2007) . Poeta, dramaturga y ensayista, una de las voces más vanguardistas y potentes de la poesía venezolana del siglo XX. Hija de Miguel Antonio Schön y María Luisa Ibarra del Fino. Con 20 años se casa con el profesional de radio y televisión, actor de teatro, fotógrafo, publicista, e inventor Alfredo Cortina (1903-88). En el año 1953 publicó su primer libro y colaboró con el diario El Nacional.

Fue la primera mujer en utilizar el poema en prosa en la poesía venezolana, en 1953, cuando publica su primer libro y lo hace antes del redescubrimiento de la obra de José Antonio Ramos Sucre que ocurrió a partir de los años 60. Asi mismo, combinó en un mismo texto el verso y la prosa, y fue pionera en la ruptura de los géneros lo que fue una de las causas por la cual la crítica ignoró durante mucho tiempo su obra vanguardista e inclasificable. Premio Nacional de Literatura (1994).

Obra poética:

La gruta venidera (1953)
En el allá disparado desde ningún comienzo (1962)
El abuelo, la cesta y el mar (1965)
La cisterna insondable (1971)
Mi aroma de lumbre (1972)
Casi un país (1972)
Es oír la vertiente (1973)
Incesante aparecer (1977)
Encendido esparcimiento (1981)
Del antiguo labrador (1983)
Concavidad de horizontes (1986)
Árbol del oscuro acercamiento (1992)
Ropaje de ceniza (1993)
Aun el que no llega (1993)
Campo de resurrección (1994)
La flor, el barco, el alma (1995)
La espada (1998)
Antología poética (1998)
Del río hondo aquí (2000)
Ráfagas del establo (2002)
Las coronas secretas de los cielos (2004)
Visiones extraordinarias (2006)
Luz oval (2007)

Obra de dramaturgia:

Intervalo (1957)
La mudanza (1962)
La pensión (1964)
La aldea (1967)
Lo importante es que nos miramos (1967)
Al unísono (1968)
La nube y el limpiabotas (1970)
Melisa y el yo (1973)

Ensayo: La granja bella de la casa (2003)

Premios:

Segundo Premio del Ateneo de Caracas (1956, por Intervalo),Premio de la Universidad del Zulia (1967, por La aldea),Premio Municipal de Poesía (1971), Orden al Mérito en el Trabajo, Primera clase 1987 y el Premio Nacional de Literatura (1994). Fue homenajeada en la décima edición de la Semana Internacional de la Poesía de Caracas, en julio de 2003.)

Artículos de interés :

ENTREVISTA A ELIZABETH SCHÖN



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