10 Poemas de Laura García del Castaño

“Amar donde valga la pena morir. Y escribir hasta que la muerte no valga la pena”

L.G.del Castaño

dicen que el miedo habla de noche

Dicen que el miedo habla de noche

que si lo escuchas

le crecen alas,

y se convierte en el pájaro de la inquietud

.

Dicen que el pájaro de la inquietud

canta a los muertos

que si lo alimentas

pide por ellos

les habla en su idioma

.

Él te ofrece su perdón, su rostro,

un huesito para gastar a escondidas

te exige más semillas.

Y vos,

que no tenés más aliento que la fábula del poema

su dolor, sus contracciones

que no recobras nada de la vida

tras el sueño,

qué haces?

Salís a buscarle pan, resurrecciones

algún alpiste

Con ramitas de tu culpa le sueldas una jaula

para que no escape

.

Crees en él como en un dios

el señor que pastorea en tus entierros

y come de tu insomnio.

.

Le basta con que de vez en cuando

le converses,

le hagas escuchar de tus desgracias,

le subas el volumen por las noches.

.

Porque el miedo canta de noche

con el idioma de los muertos

y vos

lazarillo envuelto en la gloria de su amo

por algo,

por algo le entiendes.

casa de poetas

¿Ves la saliva de ese dios?

esa es tu lava

¿Siempre dispuesta a hundirse?

esa es tu casa

aunque te cuelgue de la rama más flaca

y te deje así, retorciéndote

bajo la sombra del mundo

abriéndote como un leño

por el hacha dulce de sus gestos

esa es la furia y su mala manera de cruzar

nuestro destino

eso que se hunde a plena luz del día

eso que camina frente al paso de los trenes

la humareda que avanza hacia el panal

la miel dulce e indigesta

dispuesta a manchar tu tarea y tu sonrisa

Todo lo que ignoramos de esa casa

siempre estuvo aquí

fue nuestra ropa y nuestros jabones

fue nuestro engaño

y lo que no derribaste por temor o idiotez

al final 

se liberó de su dificultad

se acomodó para traicionarte

Somos presas de una música compuesta

por depredadores

animales que penden de un mal dios

Sonrisas manchadas por la miel del engaño

cabeza y  postura erguida ante el engaño

Somos ramas flacas donde se enrosca una serpiente,

narcótica serpiente de la fatalidad

Casa que se hunde

Humareda que avanza 

Saliva de un dios

que gotea sobre el mar

somos malas maneras de cruzar y derramarse

entrañas jóvenes abiertas por el hacha del poema

¿ves la saliva de ese dios? 

Esa es tu lava

¿Siempre dispuesta a hundirse?

Esa es tu casa

y lo que se libera de su dificultad

y se acomoda para traicionarte

La serpiente dispuesta

a estrangular nuestro destino.

lo desprevenido

No es la explosión ni a quién elige

es lo desprevenido

Una pareja da vuelta el colchón como una canoa

Una niña busca la fibra bajo el sillón

Una anciana ovilla su lana frente al fuego

Cae la bomba

Frivolidades que nos ven pasar 
y anhelan
ese fresco torrente de la sangre

La serpiente que se desentierra en los otros 

ansiando el jugoso rencor de nuestros dedos

La pericia está en lo desprevenido

No es el calibre del arma

No es  la postura del tirador

nisiquiera es el entusiasmo por el fuego

Es soltar inesperadamente

Ganar en profundidad y no en impacto

Dominar esa arteria mayor

asumir que va a desangrarse

Te despierta la arena que un camión descarga

Mermas el fuego al té

Llega el mensaje

a la altura de tu corazón

que no estuve a la altura de tu corazón
que soy un alma oscura marchitándose
que mi nombre es largo y pretencioso
que tus labios no venían cansados ni sedientos
apenas si fui tu primera constelación
el segundo pecho que has bebido, un oscuro marcapaso
que no pudimos concebirnos, fecundarnos
que este amor ha sido armado, intencional
el nudo en tu pelo rojo
lo desnucado, lo torcido
que desteñí tu camisa
rayé el disco del adagio
que no te mostré el mar
con la rama de espantar los perros
que todo lo que escribo
es animal, salvaje y velocísimo
y que vos te lo has montado
en mi cara 
para huir

Escribir como si se tuviera
una piel de vidrio, un espejo al fondo
pelo y sangre de la herida
sufrimiento animal
o escribir
como si no se tuviera nada
Lo que late y no para vivir
Así de estéril
como un párpado que acaricia un ojo que no ve
como si apenas hubiera
una mera puntería
para darle a cosas
que no caerán en este mundo

Los muertos están libres y están sueltos
                                                               como animales
Los muertos están despiertos
                                              y no son domesticados
Tienen la vitalidad del niño perfecto y asesino
Tienen la saliva dulce del que vio al otro lado
y se relame
del que ha padecido la plenitud del ausente
y ha vuelto
Tienen la juventud del anciano
que moja su cama con sangre infantil
El muerto de hace una hora
está muerto hace siglos para él
El tiempo de los muertos tiene densidad
de un puente subfluvial que nunca avanza
el silencio subterráneo del embarazo y del ahogo
Los muertos quieren volver
No están domesticados con la palabra vegetariano
Están despiertos y golpean las puertas
del que les prometió un paseo por el bosque
un poco de vino de la tierra amarga
en la copa más honda
Son inmunes y están locos
no es sueño ni ambición lo que los mueve
Están desordenados e insomnes
Tienen hambre y frío
Quieren vivir.

Es libre el animal que no está domesticado
domesticado como la foto que se cree su engaño
como el bonsái que no espera dar sombra
Es libre el animal y es libre tu mano
que alza esa piedra y golpea
a quien no ha podido liquidar con palabras
Es libre todo lo que brilla por su ausencia
Es libre esa mujer del fin del mundo
Es débil la voluntad del hombre y está domesticada
para regar plantas, desatar nudos, envolver regalos
Con esa misma ración el poeta soñaría
                                               la mitad de su vida
desandaría la mitad de su muerte
Es danza lo que inventamos frente al espejo
Es doméstica la hospitalidad del mundo
Es realidad el aliento triste del sueño que te ignora
porque es libre de soñar donde no has vivido
y es libre de no despertar
Es dueño
Es duelo lo que tiene pulso y no sabe andar
lo que tiene llave y no olvida
Es poeta lo que el mundo ve
el resto de algo que se quema*
Es medio lo que monta al animal de toda maravilla
Es partitura lo que interpretas a escondidas
                                               de la música
Es real la niña espléndida que apagué con arena
Todo ha sido desandar
y no ser domesticada.

la corrección

En los fondos de la casa, a plena luz del día

pende una mujer sola 
y sin remedio

Como el animal desobediente al que corregiste la osadía

Como un panal vacío ya sin miel ni moradores

Como la planta que arrancaste por ruda por incierta

pende en lo alto junto a tu fracaso

tu objeto preciado con dos vueltas de odio

Qué harás ahora que no puedes elegirle otra muerte?

Qué harás ahora que tu hambre se serena?

Si está creciendo en otro lugar 
y ya no puedes cercarla?

Si es agua de un río que separas

y aún así  trasluce su destreza:

el impetuoso caudal, el olor de las bestias que la habitan,

su precipitado encanto?

Una mujer pende sin remedio 

y atrae al mundo que aún muerta la traiciona:

convida el espanto que sigue al cinismo

ejerce también su lenta torsión

Una mujer muerta

es una lámpara

Nos quema, nos delata, nos orbita

Pende de un puño

del brazo firme que estira el captor

Y está sin morir

porque lo hizo de pura confiada 
porque esta espantada de su anterior vida

maldiciendo en el final su entrega

esperando que alguien de nosotros vea

más que el peso de un cuerpo
impasible en lo alto con dos vueltas de odio

el curso del agua

“La luz ya había muerto entre nosotros”

M. Teresa Andruetto

No tenemos una foto nuestra – dijiste – 

Entonces recordé esa frase 
que del amante nunca existen fotos.

Del amante se tiene, quizás, una pequeña muerte 

evaporándose al sol de las tres de la tarde.

Querías una foto, la única ventana posible

Una foto con el peso de una piedra

que pudiera explicar, porque lejos de allí eramos otros

Una foto para desviar el curso del agua

que valga el tiempo de una guerra.

Luego terminamos, 

como terminan los amantes

Vos te entregás a todo aquel que quiera llevarse un pedazo – sentenciaste

y tenías razón.

Ahora soy una mujer muda, inmóvil, como una foto, como la piedra

que a mitad de la noche cambia el curso del agua.

Y vos, seguís siendo el reflejo del sol que huye de un cuadro

a las tres de la tarde.

El cuadro que esperaba veinticuatro horas 

por ese brevísimo flagelo

Así es el amante, 

el disparo de una cámara de fotos llevándose 

toda la luz de una ceguera.

Y vos te llevaste todo, 

menos esta foto,

que hoy sujeta, la única ventana abierta

para desviar el curso del sol.

tenemos dificultad con las palabras

Despertamos sin conexión
Despertamos sin hambre

Se piensa una clave

Se pone cosas insuficientes al resguardo

Se polarizan los vidrios de un auto

Se etiqueta un muerto en domingo

El taxista repite que dios obra de formas misteriosas

Cargamos el tórax de un becerro

Desmontamos la cruz para un evangelista

Juzgamos al deudo por el volumen del habla
por el color de sus prendas
Buscamos un pariente online

Buscamos un pariente entre las habitaciones de un geriátrico

Esperamos que el llegue el día

Esperamos cambiar nuestro plumaje

El taxista repite que dios obra de formas misteriosas

Hay muertos en talleres clandestinos

Muertos pidiendo cáscaras de nuestra música

Muertos sólo llamadas de emergencia

Hombres entubados vagan de un mundo a otro mundo

Hombres gatillan en la televisión

Granizo rompe los cristales

El taxista repite que dios obra de formas misteriosas
Lenguas áridas masturban su herida
Lenguas áridas esperan su traducción

pueblos dormidos esperan bajo su volcán despierto

dispositivos encandilan a las bestias
Dispositivos borran y almacenan la existencia
Relojes resisten la falla del tiempo

uñas rotas arañan lo trivial

El taxista repite que dios obra de formas misteriosas
Nos abrimos frente a la cámara

Nos abrimos de cuajo

nos abrimos paso entre los hielos de una memoria frigorífica
Para tocar un rostro editado en movimiento
Un rostro de vidrio templado
Para tocar un rostro iluminado falsamente
el taxista repite que dios obra de formas misteriosas
Un adolescente respira de su popper
Una mujer respira su tabaco electrónico

Un anciano respira de una sopa sin aliento

Se pinta una habitación color durazno
Se cambia el wallpaper y el sonido de tu enfermedad

Se permuta el gato el loro y lo doméstico

y el taxista repite que dios obra de formas misteriosas
Se barre la calvicie de unas flores

Se pone en cuarentena las germinaciones del corazon
Se activan los antivirus de la noche
Se pasa de nivel 

se presta una vida para pasar de nivel

Se compra un nivel con tarjeta de crédito

El amor confecciona su telaraña nocturna

Una vidriera luce sus bellos accesorios

Sangra el óxido de nuestra pequeña jaula

El planeta regente se enfria

algo crece en la prisión del sueño
cerramos sesión
bajamos del taxi
Estamos de alta, estamos online,
estamos de viaje
Estamos cargados en el sistema
Estamos en silencio

Tenemos dificultad con las palabras

En el correo la mujer que vende sobres es ciega

sus ojos son pisadas de un animal

que huyó hace tiempo

Me reconoce cada vez que llego

Esta mañana me dijo

vos sos la chica que escribe poemas

a quién le enviarás hoy?

Me dio un sobre pequeño donde calza justo un libro

aunque en su mirada no calce una sola visión

Sus ojos son blancos como la espalda de un dios

íntimo con ella

que se rehúsa a mirarnos

de ellos no cae agua nieve

caen esquirlas de un volcán

que trama en las profundidades

Estos son tus poemas? preguntó

tomó el libro pero no como un libro

sino como si tomara un cráneo, un ramo, una espada

algo frágil y feroz, distante a nosotros

Abrió en la página treinta y con sus dedos recorrió los versos

de derecha a izquierda como si desandara un viaje

Se frenó en la palabra ciervo

la acarició una y otra vez

como si hubiese decidido domesticarla

Su índice se superpuso a la palabra

que ya no se vio

como si el ciervo hubiera entrado en ella

como si nunca se hubiese ido

como si sus patas firmes en un nuevo territorio

hubiesen borrado por un instante

las anteriores pisadas.

predestinación

Vi reflejado en el ojo de la bala,

el centro de la liebre.

También vi en la copa del árbol

la cabeza del relámpago.

He visto desde siempre, pequeños retratos de lo que parte

Sangre en la piel del que lastima

Muerte en lo que no ha vivido

Pero nada ha sido 

como ver crecer en tus manos

cada noche 
mi último instante

Laura Garcia del Castaño (Córdoba, Argentina, 17 de octubre de 1979). Poeta, empleada en una funeraria. Toca el piano y escribe desde la adolescencia. Ha publicado ocho libros de poesía.

Libros publicados:

El grito (ed. de autor, 2004), La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto del mudo, 2014 y reeditada en Caleta Olivia, 2017), Los demonios del mar (Ed. del Dock, 2015) y Sangre del día (Añosluz editora, 2018).

Enlaces de interés :

https://lapalabrasembrada.blogspot.com

https://www.vallejoandcompany.com/cada-lugar-tiene-su-propio-cielo-y-su-propio-infierno-entrevista-a-laura-garcia-del-castano/

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