12 Poemas de Ana Rossetti

Cierta secta feminista se da consejos prematrimoniales


                                   «…Trabajada despiadadamente por un autómata
                                  que cree que el cumplimiento de un cruel deber es
                                                                                              un asunto de honor.»
                                                                                                   Andrea de Nerciat

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Démonos prisa desvalijándonos
destruyendo el botín de nuestros cuerpos.
Al enemigo percibo respirar tras el muro,
la codicia se yergue entre sus piernas.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
No deis pródigamente a la espada,
oh viril fortuna, el inviolado himen.
Que la grieta, en el blanco ariete
de nuestras manos, pierda su angostura.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Ya extendieron las sábanas
y la felpa absorbente está dispuesta.
para que los floretes nos derriben
y las piernas empapen de amapolas.
Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Antes que el vencedor la ciudadela
profane, y desvele su recato
para saquear del templo los tesoros,
es preferible siempre entregarla a las llamas.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Expolio singular: enfebrecidas
en nuestro beneficio arrebatemos
la propia dote. Que el triunfador altivo
no obtenga el masculino privilegio.

Y besémonos, bellas vírgenes, besémonos.
Con la secreta fuente humedecida
en el licor de Venus,
anticipémonos,
de placer mojadas, a Príapo.
y con la sed de nuestros cuerpos, embriaguémonos.

Y besémonos, bellas vírgénes, besémonos.
Rasgando el azahar, gocémonos, gocémonos
del premio que celaban nuestros muslos.
El falo, presto a traspasarnos
encontrará, donde creyó virtud, burdel.

De «Los devaneos de Erato» 1980

Si recordaras, amor mío

Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte…
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.

Los ojos de la noche

Terminando el rosario a nuestros dormitorios
subiremos donde el ángel maligno,
que quiere atormentarnos, nos espera.
La espalda en la pared, cuidando que las ropas
no escondan nuestros ojos mucho tiempo,
la fragante franela nos ha vestido al fin.
Y sabemos, tras el vuelo fruncido
del tibio cubrecama, quién se oculta.
Al mínimo ruido en el contiguo cuarto
irrumpiremos, entre las tenues sábanas
de cruda muselina, anhelantes,
buscándonos.
Y nos sorprenderán
e irremisiblemente seremos castigados,
devueltos al horror de las alcobas.
Pero, abrázame ahora. Febriles confortémonos
que el miedo vendrá, en breve, dispuesto a aniquilarnos.

A Sebastián,virgen

«Él era barbilampiño, de un puro color de oro 

capaz de hacer llorar de amor a una nube sin agua» 

Ben Rasiq

Temblábanle los pulsos al arquero divino,

sus ojos fornicaban por tu espalda,

inviolada urna, virgen siempre virgen.

Fatigados los dardos, de sangre te empurpuran

pero, jamás, ninguno te inseminará el vientre.

Puras ingles, sudor que precede al espasmo,

el fruto que se injerta y os anuda

solamente conserva la maternal noticia

del beso ritual caído en el embozo.

Cuerpo entreabierto, carne desgranada.

Recojo con mi lengua los rubíes,

perro manso que bebe en tus heridas.

Hermoso maniatado, si Eros de ti

se desenamorara,

su intencionado dardo pudiera desflorarte.

De Los devaneos de Erato, 1980

Mayo

«Terribilis est locus iste…»

Génesis, 28,17

No era el miedo un pájaro aterrado
entre oscuras paredes,
ni el nocturno chirriar de la madera,
ni la luna, de pronto, en el armario hundiéndose,
ni el viento agazapado en las cortinas.
Era el miedo un vértigo exquisito
ante el altar purísimo de mayo
y olía a madreselvas y alhelíes.
Era un mantel de almidonado hilo
con ángeles tañendo entre vainicas.
Era mi madre abriendo su libro de prodigios
con resuelto fervor
y era su voz tan clara como un trozo de espejo
clavándose en la tarde:
«Cuenta Alfonso María de Ligorio…».
Sobresaltado el ánimo, del relato pendientes,
hasta de respirar nos reprimíamos.
Las rodillas contra la firme estera se estriaban.
Sancionada por la muda aquiescencia
de la celeste imagen —con la túnica suelta
de un azul desvaído, tan ondulada y dura
como el mar la melena
y esos hermosos ojos de extrema dulzura—
la lectura, abrumándonos,
sus turbios vericuetos desplegaba.
Nunca Poe, ni Bécquer, ni el mismo Lovecraft
pudieron compararse a la voz de mi madre
describiendo piadosa y minuciosamente
castigos ejemplares y olores deliciosos.




Diotima a su muy aplicado discípulo

«El placer es el mejor de los cumplidos.»
Coco Chanel

El más encantador instante de la tarde
tras el anaranjado visillo primorosa.
Y en la mesita el té
y un ramillete, desmayadas rosas,
y en la otomana de rayada seda,
extendida la falda, asomando mi pie
provocativo, aguardo a que tú avecines
a mi cuello, descendiendo la mirada
por el oscuro embudo de mi escote,
ahuecado a propósito. Sonrójome
y tus dedos inician meditadas cautelas
por mi falda; demoran en los profundos túneles
del plisado y recorren las rizadas estrellas
del guipur. Apresúrate, ven, recibe estos pétalos
de rosas, pétalos como muslos
de impolutas vestales, velados. Que mi boca
rebose en sus sedosos trozos, tersos y densos
cual labios asomados a mis dientes
exigiendo el mordisco. Amordázate,
el jadeo de tu alto puñal, y sea tu beso
heraldo de las flores. Apresúrate,
desanuda las cintas, comprueba la pendiente
durísima del prieto seno, míralo, tócalo
y en sus tiesos pináculos derrama tu saliva
mientras siento, en mis piernas, tu amenaza.

Yesterday

Es tan adorable introducirme

en su lecho, y que mi mano viajera

descanse, entre sus piernas, descuidada,

y al desenvainar la columna tersa

su cimera encarnada y jugosa

tendrá el sabor de las fresas, picante

presenciar la inesperada expresión

de su anatomía que no sabe usar,

mostrarle el sonrosado engarce

al indeciso dedo, mientras en pérfidas

y precisas dosis se le administra audacia.

Es adorable pervertir

a un muchacho, extraerle del vientre

virginal esa rugiente ternura

tan parecida al estertor final

de un agonizante, que es imposible

no irlo matando mientras eyacula.

Invitatorio

No hay cortejo comparable para ti,
alma melancólica, a esta multitud
de ecos silenciados, galería monótona
que la quietud repite y obstinada refleja
sus trastornados ritmos.
Y la muerte está ahí, en el espejo
que divulga las voces de las aguas,
en esa luna inerte donde la menta asoma
tiritando, mientras que entre los dientes
las culebras son besos, y en la inmóvil tristeza,
el frío, de sus parques, traza la geometría.
Y el tinte de tu rostro se hace pálido y verde.
Pero si alguna vez quieres sobrepasar,
desgarrar la cruel lámina y clavar el gladiolo
en la caverna húmeda del espejo,
te arrastraré a la danza delirante
que en un instante alberga mil figuras distintas,
podré decirte cómo derrochar la belleza
en la noche magnífica, incendiándola,
a usar los diccionarios como libros de música,
orquesta fugitiva para esta insurrección,
esta brillante fiesta que en tu obsequio preparo.
Pues sentir es el prodigio único
que me alerta y preocupa, y la audacia,
como un tenaz diamante rasgando las ventanas,
la joya y homenaje que prefiero.
Llámame pues si rompes esa fronda sombría
del espejo, si has llegado al final
hasta el papel de plata, de repente arañado,
si tu rostro al cristal desampara
y con agudo estruendo se desprende.
No siempre hay que creer lo que el espejo dice.
Tu rostro verdadero puede ser cualquier máscara.

Where Is My Man

Nunca te tengo tanto como cuando te busco
sabiendo de antemano que no puedo encontrarte.
Sólo entonces consiento estar enamorada.
Sólo entonces me pierdo en la esmaltada jungla
de coches o tiovivos, cafés abarrotados,
lunas de escaparates, laberintos de parques
o de espejos, pues corro tras de todo
lo que se te parece.
De continuo te acecho.
El alquitrán derrite su azabache,
es la calle movible taracea
de camisas y niquis, sus colores comparo
con el azul celeste o el verde malaquita
que por tu pecho yo desabrochaba.
Deliciosa congoja si creo reconocerte
me hace desfallecer: toda mi piel nombrándote,
toda mi piel alerta, pendiente de mis ojos.
Indaga mi pupila, todo atisbo comprueba,
todo indicio que me conduzca a ti,
que te introduzca al ámbito donde sólo tu imagen
prevalece y te coincida y funda,
te acerque, te inaugure y para siempre estés.

Gracias te sean dadas

Porque desbrozas tu belleza incesante 
y la pones al alcance de los labios. 
Porque asignas un nombre a cada sentimiento, 
para que actúe su furia, su arrebato o su delicadeza. 
Porque quitas las cortezas al dolor 
y nos instruyes con sus entrañas conmovedoras. 
Porque nos haces vibrar como la noche rebosando de
insectos 
o nos sosiegas como el día en las horas doradas de la siesta. 
Porque desbaratas todo lo aprendido 
para que se revelen los enigmas. 
Porque los movimientos más imperceptibles 
son vehementes certezas. 
Porque desovillando los laberintos del silencio 
conduces hasta lo más hondo del corazón 
lo más hondo de los corazones de los poetas. 
Porque en ellos encontramos hermanos en la celebración 
y refugio para los ardientes aguaceros de las lágrimas. 
Porque jamás te impusiste, porque invitaste siempre, 
porque nunca castigas si te olvidan o no te reconocen, 
porque con sabia paciencia alisas los manteles, 
vigilas el vino y aguardas a que un día, se haga festín de ti. 
Por todo ello, gracias te sean dadas, 
Poesía, señora nuestra.

De: Llenar tu nombre (2008)

Invención de la Santa Cruz

Sí, sobre este madero, el alongado cuerpo
desprovisto, por fin
del intenso heliotropo, casi lirio,
se alzaría.
Camelias carmesíes bajo los pies heridos,
el sudario de lino
dilatándose en torno a las breves caderas
flotando en el cobalto de la tarde.
Escánciase la muerte
por el vientre de pétalo, lame el cuello,
sofoca las agudas biznagas del olivo
que aún en el pelo quedan.
Cual surgida de un ánfora la carne resplandece.
Agostada la seda membrana de la boca,
jadeos anegando la garganta
de minúsculas perlas,
temblorosas linternas bajo violetas párpados,
consúmase en su muerte la hermosura.
Que no puedan cálices recamados
ofrecer a mi sed tu sangre milagrosa,
que no retenga tu rostro mi pañuelo,
que tu cuerpo no vea
desprovisto al fin del heliotropo,
que el transido costado no me abata de amor…
Pues demasiado sé que estás muerto,
que estás muerto.
Qué derramado múrice por sus manos,
de qué liso marfil se eligieron los muslos,
decidme, sus últimas palabras cuáles fueron.
A la santa madera interpelo incesante,
salmodiando vanamente conjuro:
que te hayas muerto.
Que sombra de patíbulos
alfombren los umbrales de la casa de Aries.
Que cada primavera
apaciente mortajas de alhelíes.
Que si estos largos clavos,
taladrando redomas de amaranto,
poseyeron tus manos y tus pies
yo los tome ?vacíense mis besos,
mis caricias se tiñan?.
Que, femeninamente,
ricos nudos de orfebre los enlacen
y me hagan una diadema.

Aclaración

La poesía dice: tú o yo. Pero no habla de ti o de mí. 
Dice tú o yo, pero es tú y yo y él y ella 
y todos y cada uno de nosotros, 
pues en cada pronombre hay una suma. 
Multitud de identidades se comprenden 
en la aparente y apaciguadora singularidad. 
La poesía dice yo, tú, él, ella… 
y a todos y a cada uno de nosotros nos designa 
borrando los contornos de las almas. 
Todos y cada uno 
somos incluidos y explicados. 
Todos somos a la vez ella, él, tú y yo.

De: Llenar tu nombre (2008)

Ana María Bueno de la Peña, Ana Rossetti (San Fernando, Cádiz, España,15 de mayo de 1950). Poeta, dramaturga y novelista.

Ha obtenido varios premios importantes como el Gules en 1980, La sonrisa vertical de la novela erótica
en 1991, y Rey Juan Carlos en 1985 por su obra «Devocionario».  Fue distinguida con la Medalla de Plata
de la Junta de Andalucía. 


Obra poética:

«Los devaneos de Erato» (1980), «Dióscuros» (1982), «Indicios vehementes» (1985), Devocionario(1985, galardonada con el Premio Internacional de Poesía Rey Juan Carlos I), «La nota del blues«(1996), «Apuntes de ciudades»(1990),  «Virgo potens» (1994), «Punto umbrío» (1995), «La nota de blues» (1996), «Llenar tu nombre»(2008),  Deudas contraídas (2016), El libro de las ciudades (Siruela, 2021).

En narrativa se destacan:

Plumas de España (1988), «Prendas íntimas» (1989), «Hasta mañana, Elena» (1990), «Alevosías» (1991), obra que recibió el premio La Sonrisa Vertical de Novela Erótica; «Mentiras de papel» (1994), «Una mano de santos» (1997), «El antagonista» (1999), «El aprendizaje personal» (2001) y «El botón de oro» (2003).

Literatura juvenil :

En 1997: «Un baúl lleno de momias», «Un baúl lleno de dinosaurios», «Un baúl lleno de lluvia» y «Un baúl lleno de piratas».
En 1999, publicó: «El club de las chicas Robinson» y «Las aventuras de Viela Calamares».
En el año 2000: «Viela, Enriqueto y su secreto» y el 2001: «Álex, Luisito y el osito y un montón de huevos fritos».

En teatro : En 1993 estrenó El secreto enamorado, ópera en un acto con música de Manuel Balboa. Ha hecho versiones de los clásicos españoles para el Centro Andaluz de Teatro y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En 2003 forma el grupo Transtextuales, realizando la serie de performances, Los Miércoles de Crimen,para el Centro de Arte Moderno.

Enlaces de interés :

https://temblorpoesia.com/ana-rossetti-libro-poetica-libro-universo-sentido


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