Virtud suprema
Si yo fuera hombre,
se codearían riendo,
al verme
como un viejo alce
doblada la frente por el peso
y la ramazón
de la cornamenta que
—aunque invisible—
todos miran, puesta por ti,
en mi cabeza.
Pero como soy mujer,
precisamente,
la misma ven y loan
unánimes,
en admirativo coro,
como diadema esplendorosa
o aureola de santa.
Virtud suprema, pues,
que lleva al cielo
a la mujer,
aquello mismo que,
al hombre,
sume en infiernos
de burlas y vergüenzas.
Biologia es destino
a Freud
Porque mi cerebro pesa
unos gramos menos
y mis músculos no alcanzan
la potencia
de los récords masculinos
dicen:
que biología es destino
(destino al servicio)
porque mis glándulas
me condenan
a desangrarme cada luna
y el olor y el color
de mi sangre recuerdan
mi poca angélica naturaleza
dice:
que biología es destino
(destino inferiorizante)
porque me falta
un protuberante sexo
entre las piernas,
que me libere del compromiso
de pasos lentos
y abultado vientre
tras un fugaz orgasmo,
dicen:
que biología es destino
(destino a pañal, escoba y cocina).
Porque la historia registra
miles de nombres masculinos
y muy pocos de mujeres
que vencieran las flamígeras espadas
de los arcángeles misóginos
de la fama,
dicen:
que biología es destino
(destino a la ignorancia)
Y con tantas evidencias,
deberemos enorgullecernos
cuando nos elogian magnánimos
en los discursos oficiales
diciendo:
detrás de cada gran hombre
hay siempre una gran mujer
y se olviden
—astutos y olímpicos—
de añadir
el calificativo justo
de: frustrada.
(en Antología poética de Luz Méndez Vega, Ayer y Hoy, 2006)
Ser o Tener
Pienso.
Respiro.
Me muevo.
Como.
Y duermo.
Hago el amor
(Léase fornico).
Insulto.
Sonrío.
A veces lloro
O doy un suspiro.
Conduzco mi automóvil.
Subo y bajo
el ascensor de mi piso.
Trabajo.
El cartero me trae
correspondencia
con mi nombre y apellidos.
Firmo cheques.
Me compro un pantalón
o un vestido.
Voy al cine o al teatro.
Bailo y río.
Doy conferencias.
Escribo.
De cuando en cuando
sale mi retrato
en las hojas de los diarios.
Hablo y me responden.
Me insultan.
¡Hasta me tratan con respeto!
Y me adjetivan
un título universitario
o artístico.
Pero… yo,
¿Soy yo?
O tengo simplemente cosas
como este nombre y apellidos
y este cuerpo
que día a día
hago saltar de la cama
—a las ocho en punto—
lavo,
perfumo,
visto
y
le doy cuerda…
(de Eva sin Dios, Editorial Marroquín Hermanas, Guatemala, 1979)
Autoretrato
Despojada del nombre
de mi sangre,
por el de otra que suplanta
la raíz auténtica
de mis vísceras,
con la voz y el voto nulos
para los grandes designios,
fui sacada de la historia
por las estadísticas.
Metida a la fuerza
en molde inferiorizante,
con los pies doblados
para evitar la fuga
y las manos atadas
frente a la justicia,
así nací, así crecí,
y así
puedo morir,
por el miedo tremendo
a echarme a nadar
en contra
de la feroz corriente.
Beatus Ille
Dichoso aquel
que en otro tiempo
encontraba:
la casa limpia,
la ropa planchada,
la mesa puesta,
los niños durmiendo,
y la mujer
a sus órdenes.
Así dirán,
mañana,
los hombres de hoy
cuando recuerden
estos días
de oficio sin sexo
que por siglos
eludieron,
calificándolos, astutos,
de ‘femeninos’.
Y… es muy natural
que así se lamenten
como añoran hoy
quienes evocan
los felices tiempos
de un ayer de esclavos
sin sindicatos ni leyes
y sin derechos humanos.
Tiempos iguales
a los que hoy corren
tras las cerradas puertas
de nuestra intimidad,
como trabajadoras
de doble jornada
sin descanso y sin salario;
desterradas sexuales
de los altos sillones
del poder y la fama.
(de Helénicas, Artemis y Edinter, 1998)
La huella
Mañana
olvidaremos
nuestros nombres
y nuestros rostros.
Olvidaremos
el tremendo
ancestral deseo
que ha hecho arder
y resplandecer
nuestros cuerpos
como soles febriles
en la sombra.
Olvidaremos
esta historia
de dulces días
y tibios atardeceres
en los que ha sido
sutil atadura
hasta el silencio.
Ineludiblemente
se perderán nuestras fechas
entre ajenos calendarios.
El recuerdo de paisajes
y recodos íntimos
se confundirá
entre nuevas geografías
de rostros y de nombres
nunca antes pronunciados.
Mañana,
amaremos otras veces y otras.
Mis manos repetirán
sobre otras cabezas
el mismo gesto tierno
con que hoy
acaricio tus cabellos.
Tu boca repetirá
en otros labios
el inédito beso
que puso en los míos
el poderoso olvido
borrará,
y borrará implacablemente.
Hasta el recuerdo se perderá
náufrago sin rescate
en el fondo del tiempo.
Y, sin embargo
cada otra vez,
que tú y yo
amemos
esa pequeña
inexplicable tristeza
de algo que falta
será la invisible huella
de estos días intensos.
Incomprendido llanto
Silenciosa volví, ayer,
a mi cocina,
y, preocupada vigilando
los guisos, vi
sobre el vapor que coronaba
la tapadera humeante
de una olla,
reflejarse mi vida:
fugaz y sin huellas,
y comprendí de pronto
¡muy claramente!
la causa inconsciente
de mi incomprendido llanto.
Instintivo
Esta voraz y dulce
fiera que me habita
y se resiste al desalojo
que silencio y oculto
en lo más profundo
de mí misma
que encadeno
en lo oscuro y cerrado
de la carne,
sin poderla ignorar,
porque aúlla
y muerde dentro
–inquieta y vital–
cuando se enfebrece
instintiva, bajo el sol,
o entre las olas,
o cuando
la fresca dulzura
de una fruta,
la hace sentir,
sobre mi boca,
una suave mordida,
o el temblor de un beso
de inesperados labios.
Luz Méndez de la Vega (Retalhuleu, Guatemala, 2 de septiembre de 1919 – Ciudad de Guatemala, 8 de marzo de 2012) Poeta, escritora, periodista, actriz, dramaturga, investigadora y docente universitaria, además de activista por los derechos de la mujer. Fue nombrada miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española y realizó investigaciones para rescatar la obra de escritoras de Guatemala. Fue la primera mujer a la que se le otorgó el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias.
Algunas de sus obras publicadas :
Eva sin Dios (1979), Tríptico (1981), De las palabras y la sombra (1984), Las voces silenciadas (1985), Toque de queda (1999), Helénicas (1998), Poetisas desmitificadoras guatemaltecas(1984), La amada y perseguida Sor Juana Inés de Maldonado y Paz (2002), los ensayos El Señor Presidente y Tirano Banderas y La poesía de Eugenio Montale, y la obra de teatro Tres rostros de mujer en soledad (1991).
Deja un comentario