3 Poemas, un articulo y textos de Belén de Sárraga

Este blog es de poesía pero también queremos dar presencia a algunas mujeres que, aunque no escribieron poesía, o no destacaron por ser poetas, su voz como mujeres y escritoras es tan importarte en la historia que creemos deben ser incluidas.

Este es el caso de la extraordinaria Belén de Sárraga, una mujer que, como muchas otras, parece increíble que lleve años en el ostracismo mas absoluto y que no haya sido reconocida como la gran librepensadora y activista que recorrió el mundo luchando por los derechos de todas.

Una de nuestras Imprescindibles


A una monja

Dime, mujer, la de la blanca toca,

la del ropaje cual la noche, negro,

la que huyendo del mundo a los azares,

se escudó tras la reja del convento.

¿Es tal tu religión que el egoísmo

se proclama en su dogma cual precepto?

pues suspende tus rezos un instante

y escúchame, que para hablarte vengo.

¿No sabes que el trabajo es ley de vida?

¿No ves, mujer, como trabaja el pueblo

para ganar, con su sudor honrado,

el alimento que precisa el cuerpo?

¿No ves como trabajan, sin descanso,

más arriba también, allá en lo inmenso

millares de astros que en veloz carrera,

girando en incansable movimiento,

lentamente ejecutan esa eterna,

continua evolución del Universo?

¿Y eres tu sola la que en todo el orbe

tiene, a vivir sin trabajar derecho?

¿Quién te dijo, mujer, tales sofismas?

¿Quién te dijo que puede un ser terreno

infringir esa ley de la Natura,

una excepción en su favor haciendo?

Si de Dios en el nombre te lo han dicho,

de ese Dios en el nombre te mintieron;

Sin lucha no hay progreso, tú no luchas

¿y aún te figuras de virtud modelo?

Di, ¿no recuerdas cuando allá en tu aldea

tu buena madre te meció en su seno?

(La misma que hoy, anciana y achacosa,

aún llora tu abandono y tu despego)

¿No recuerdas jamás aquellos días

en que tu padre, a su trabajo atento,

marchaba con el alba y regresaba

cuando el sol se ocultaba en el otero,

en tanto que tu madre, enamorada,

cuidaba de su hogar bello y risueño?

¿Y olvidaste también sus inquietudes?

¿Y olvidaste también sus sufrimientos

el día en que tú, enferma, moribunda

respirabas sin vida y sin aliento?

Pues bien, tu madre sin rezar apenas,

sólo cual buena su misión cumpliendo,

es el ejemplo de mujer cristiana,

la ley moral que guarda sus preceptos

reasumidos en estas breves frases:

¡Inmenso amor, trabajo, sufrimiento!

Pero, ¿qué entiendes tú de estas verdades,

ni a qué evocar en ti santos recuerdos,

si ya tu corazón, el fanatismo

con su dura coraza, lo ha cubierto?

Tú crees justo vivir entre la holganza

parapetada tras el negro velo.

Sin comprender que lo que tú disfrutas

lo arrancas al sudor de todo un pueblo.

¿Y te figuras que con el ayuno,

maceraciones, súplicas y rezos,

ganas mejor la gloria, ¡desdichada!,

que al pie de su taller el rudo obrero?

Pues escúchame bien: cuando tú sepas

lo que es el puro amor sagrado y tierno,

de los hijos que velan por sus padres

su ancianidad amantes sosteniendo;

Cuando en el mundo sola, sin amparo,

hayas luchado con valor intenso

por defender de tu virtud el brillo,

contra la sed, el hambre y el deseo;

Cuando hayas sido madre y a tu hijo,

pedazo de tu alma, viendo yerto

el último estertor de su agonía

recojas en tu boca con un beso,

sintiendo que se lleva con su vida

toda la dicha que alentó tu pecho;

Cuando hayas apurado la amargura

del cáliz de la vida y su veneno

y sepas como inclinan los dolores

hacia la tierra el desgastado cuerpo,

entonces, solo entonces, no lo dudes,

engrandecida por los sufrimientos,

tendrás ganados, por derecho propio, 

los más hermosos y anhelados cielos.

Belén Sárraga (El Republicano, 20 de abril de 1902)

 La fe ha muerto


La fe ha muerto -¿qué cosa es la fe?- una virtud
sobrenatural que nos inclina a creer todo lo que
Dios ha revelado y lo que la Iglesia nos enseña.
¡La fe! una palabra que allá en otro tiempo al hombre
hizo esclavo de negra reacción,
ahogando en su pecho la idea bendita
de afán de progreso, de noble ambición.
¡La fe! con su nombre por santa bandera
triunfante y altivos llevaron doquier,
la burla, el escarnio, la hoguera, el suplicio,
los negros sectarios del Dios de ayer.
Queriendo su vida pasar en la holganza
queriendo al trabajo sus brazos negar
hicieron que el hombre viviera ignorante
pudiendo los pueblos así dominar.
Historias y cuentos sin fin ilustraron
y uniendo dislates pudiendo fingir
fantásticos credos en donde incoherentes
lo real y lo falso pretender unir.
Hicieron divinos los mitos de oriente
los reyes paganos divinos también
fingieron infiernos con lúgubres llamas,
y un cielo, una especie de mágico edén.
Y vírgenes castas y santos benditos
y grandes milagros supieron forjar,
y cuando salvó un cuento razón
y cuando a algún cuento razón no encontraron
“misterios” -dijeron- que es a fuerza acatar.
Y en él razones creer, sin conciencia
de si es malo o bueno, de cómo y porqué,
creer sin fijarse si es cierto o fingido,
creer ciegamente, que ciega es la fe.
Y estúpidas turbas a ciegas creyeron
viviendo engañadas por negra maldad
de hipócritas seres que en nombre de Cristo
haciéndose dueños de la Humanidad.
En vano asustada de tanto sofisma
se alzó protestando la sana razón;
que ahogó sus palabras el vil despotismo
prendiendo la hoguera de la inquisición.
Cree o te condenas, -dijeron primero,
cree o te quemamos, -dijeron después,
y en el espanto lograron que el mundo
al fin se postrara besando sus pies.
Y luego de opresas así las conciencias
tan solo los que iban de vil lucro en pos
mirando lo humano por fin dominado
el oro exigiendo en nombre de Dios.
Pagóse el bautismo, pagóse la gloria,
de amar, el derecho también se pagó,
y tanto vendieron que, a cambio del oro
aún el mismo crimen, se santificó.
Sin fe no es posible la vida en el cielo
dijeron al pueblo
ten fe y salvarás; sin fe te condenas de fijo…
¡Falsarios! la fe en lo increíble no salva jamás.
La fe en lo grandioso; la fe en lo divino
la fe por lo bueno; la ciencia, el amor
por todo lo justo, por todo lo grande
justicia, progreso, virtudes, honor.
La fe en el empeño del ser que pretende
con pérfido anhelo a la luz difundir,
en el que a Natura, secretos dando,
la ciencia a laureles anhela adivinar.
La fe en ese día se guarda el mañana
de gloria y fortuna de dicha sin parar
en que los hombres, sin viles tiranos,
iguales se juzguen y sépanse amar.
Para esos anhelos, la fe y el trabajo,
no torpe se ciega, la fe que da luz,
y con noble empeño procura incesante
de ruda ignorancia rasgar el capuz.
La fe ha oprimido, la fe que un día
con loco cinismo la hoguera encendió
ya ha muerto potente, herida de razo,
en la hora bendita (…) dominó.
Y huyeron con ella los buenos sofismas,
los dioses de barro, de tela o papel,
las miles bendiciones pagadas con oro,
y de excomuniones el necio oropel.
La fe ha terminado, matóla el progreso,
que ya en los cerebros comienza a reinar;
su paso destruye la ciega ignorancia,
e intenta la noble Justicia encumbrar.
¡Volved a la nada, divinos engaños!
¡Rodad por el polvo, mentir y fingir
que allá, sobre el trono que ha alzado la ciencia,
va a dar a luz un mundo la diosa razón!

Los ejércitos del hambre

Miradles, allá van, son los atletas

de la vida, que ostentan por escudo

del ingenio las grandes concepciones,

del arte el ideal noble y fecundo;

Son los hijos queridos del trabajo,

son las almas templadas en el rudo

luchas de la existencia, son los brazos

que conmueven viriles los profundos

ámbitos de la tierra, los cerebros

que arrancan a la ciencia los ocultos

secretos del destino, los que luchan

para implantar de la verdad el triunfo;

Son, en suma, la fuerza creadora

palanca universal que mueve el mundo.

y no obstante, ¡miradles!, sólo harapos

Cubren sus carnes; en su pie desnudo

La fatiga marcó huellas de sangre,

sus brazos vigorosos y robustos

se doblan al cansancio, y en su boca

de amoratados labios, surge el mudo

gesto de la impotencia y de la rabia,

tras la sonrisa del esclavo, oculto.

¡Grandes vencidos por la ley injusta!

Mal aherrojados al presente impuro,

pugnan, en vano, por romper airados

de horrible esclavitud el fuerte yugo.

¿Qué piden? Sólo pan, sólo el sustento

que dio Natura a cuanto vida tuvo.

Lo que no le falta al pájaro en el bosque,

ni en su tallo a la flor, ni al diminuto

gusano que en la tierra culebrea,

ni aun a la fuera en el breñal inculto.

¡Pan, sólo piden pan, y no lo encuentran!

Y son sus gritos, ecos moribundos

que llegan a perderse entre la orgía

con que el infame proclamó su triunfo.

.

¡Pasee indignación por los espacios!

llegue hasta el pecho del esclavo mudo

y desate su lengua y a sus brazos

dé ese vigor y soberano impulso

capaz de derrumbar, ciego, pujante,

de la injusticia al señoril escudo;

Ponga en sus manos arma vengadora,

señale en la cumbre a sus verdugos…

Ordene los ejércitos del hambre,

los de ardiente mirada y ceño adusto,

los que sienten el peso de la vida,

los que miran sus hijos moribundos

mientras oyen los gritos de la orgía

que el vicio y el placer celebran juntos.

¡Avance la avalancha de harapientos,

la masa de explotados, que en confuso

tropel se apresta a conquistar valiente

un porvenir dignificado y justo!

Mientras al veros ríe el miserable

juzgando su poder firme y seguro,

la Europa pensadora, vuestro paso

contempla con afán y a vuestro impulso

se siente renacer con nueva vida

y funda si esperanza en vuestro triunfo.

¡Marchad, marchad!, atletas del progreso,

eternos redentores, los fecundos

mártires del trabajo, los rebeldes

ante la infamia y el poder injusto.

¡Marchad, marchad!, allá lejos, aun lejos

os brinda la esperanza en lo futuro,

entre amores, consuelos y alegrías

la vida del derecho noble y justo.

¡Marchad, marchad los hijos del progreso;

Sea huracán vuestro potente impulso;

Y que arrasen los vientos populares

de indignación, el carcomido, inculto

edificio social que con la sangre

del paria, alzó su criminal influjo.

¡Marchad, marchad, ejércitos del hambre!

Seguid andando hacia el mañana, el triunfo

allá os aguarda, gleba del pasado,

esclavos del ayer, hoy moribundos

y hambrientos proletarios. ¡Adelante!

¡Vuestra es la redención, vuestro es el mundo!

Belén Sárraga (El Republicano, 22 de junio de 1902)

Belén de Sárraga, a la derecha, entrevistada por la periodista Andiano en 1932 para el diario Crónica de Barcelona

Respuesta de Belén de Sárraga desde las páginas de El Liberal al conferencista italiano Enrique Ferri, quien en una conferencia en Montevideo declaro que “la mujer es inferior física e intelectualmente al hombre”.

 Belén de Sárraga le responde :  “¿Lo ha demostrado? No. Él nos habla de la mujer actual, que no es la mujer natural, sino un ente deformado física y moralmente por la sociedad en la que vive. ¿Puede un enfermo servir de sujeto para un estudio analítico de toda una raza? (…) Negar lo que es la mujer por lo que es hoy es tan ilógico como negar las alegrías de la naturaleza contemplándola en un día sin sol. Si bien él reconoce el matriarcado, dice que aquí se reconoce la inferioridad de la mujer ya que se dejó esclavizar. Yo recuerdo por un momento que este sabio es socialista, es el anatematizador de tronos y el defensor del proletariado y recordando esto le pregunto. Si en los tiempos primitivos (…) todas eran libres, sin reyes, sin señores; ¿no es sino prueba o inferioridad natural orgánica de los pueblos en que haya descendido hasta la esclavitud…? (…) Ferri cree y no puede creer en la eterna postergación de las clases populares. No puede considerar superiores a los bandidos de todas las épocas (…) Si no acepta como convencido socialista estas caídas de los pueblos y de las generaciones sino como incidente en la larga marcha de la humanidad hacia su fin de libertad, de igualdad y de justicia, ¿por qué lo hace argumento contra la mujer que igual que el proletariado ha sido postergada en un lapso de vida tomando de ello base para negar (…) su rehabilitación en el futuro? (…) En diferentes artes y profesiones las mujeres han destacado a pesar de la resistencia de una muralla de convencionalismos (…) Verdad que han tenido que romper con todo, huir de la familia, dejar que el mundo las proclamase locas, que la buena sociedad las consideráse inhabilitadas para vivir en su seno (…) y sin embargo, han escalado en honrosos puestos y han llegado a la cumbre de la ciencia y del heroísmo. ¿Cómo puede decirse de estas que no poseen, como el hombre, voluntad y resistencia? Vencer una deficiencia intelectual es mucho más fácil que dominar el egoísmo instintivo que nos lleva a desear la consideración de nuestros semejantes”.

En su libro A través de un continente. El clericalismo en América” su crítica a la colonización de América, por ejemplo, y a la participación de la Iglesia, es despiadada:

“La época de su descubrimiento fue también la del absolutismo y la teocracia europeos. La feroz edad media con sus monjes-soldados y sus condes salteadores (…) y sus obispos de horca y cuchillo (…) y sus mujeres supersticiosas y sus señoríos bárbaros” (…).
“Y afirmó (Europa) su moral prodigando los hijos bastardos, no pudo dar al siglo xv, en su agonía, si no una ética invertida, un derecho de fuerza y un criterio supersticioso”.
“Y los hijos de aquellos que, en pos de Colón, marcharon hacia las nuevas tierras, ansiosos del vellocino de oro, no llevaron como bagaje para la obra civilizadora, sino aquello que su época les daba: una audacia guerrera, ayuna de cultura, y una fe religiosa desprovista de sentido moral”.
“Ella (la Iglesia) no toleraba la civilización sino a trueque de ser católica; y el trono español, siervo incondicional del papado por cuyos intereses sacrificó los de la Península, fue a imponer a las tribus, por el hierro y el fuego, la cultura católica. ¿Era esta moralmente superior a la indígena? Veamos: Las tribus guerreaban entre sí por un pedazo de tierra; los católicos peleaban, hasta despedazarse, por la elección de un papa, por la reliquia de un santo, por dirimir si era un rey o un pontífice quien debía investir a un obispo. En la punta de sus lanzas colocaban los indios vencedores las cabezas de los vencidos; los católicos franceses, cortaban la cabeza a Coligny y lo noticiaban al Papa, que con tal motivo hacía fiestas y acuñaba medallas. Al conocer la matanza de hugonotes, hecha por los católicos la noche de San Bartolomé, el papa Gregorio XIII, ordenó festejos en Roma e hizo acuñar una medalla con su busto en un lado y en el otro un ángel exterminador” (…) con una triunfal inscripción. “Los llamados cristianos, se han despedazado entre sí lo menos cristianamente posible”.
“Ciertamente fueron culpas del tiempo, pero fueron. Negarlo sería obscurecer la verdad. Fue, en efecto, la época quien dictó esos horrores, pero esa época perteneció por entero a una doctrina. La iglesia romana la formó, presidió sus instituciones, inspiró sus sentimientos, gobernó su justicia y dirigió su moral. No se movió el brazo de un hombre sin que su confesor lo permitiera. No se dio una pragmática real en disconformidad con el papado. ¿A quién cabe, por tanto, la responsabilidad del delito, sino a la institución que poseía la conciencia del individuo y pudiendo glorificarla, por la piedad, prefirió indignificarla, por las crueldades?”
“Roma, con sus turbas de frailes, dirigió la conquista. Necesitaba riquezas y a las tribus americanas se arrancaron; necesitaba siervos, y la catequización, por la violencia, se las dio. España, súbdita espiritual suya, veló por sus intereses en América; y por eso, si no dio a los aborígenes una cultura de que ella carecía, les legó, en cambio, dos enfermedades endémicas: la tiranía política y la mentira religiosa”.
“No se trataba de moralizar ni de catequizar, sino de someter. Para esto era más conveniente utilizar los fanatismos que destruirlos. América pagaría, más tarde, muy caros estos fanatismos, al aplicarlos a su política, pero en cambio la iglesia, debía, con ellos, asegurar su triunfo”.


Con respecto al uso político que hizo Constantino -patrocinador del Concilio de Nicea- del cristianismo, para cohesionar internamente un imperio en decadencia, y lo que esto significó como legado para Europa, dice:

“Y así el cristianismo sin divinidades antropomorfas, sin altares idólatras ni sacerdotes consagrados, pudo, en tres siglos de existencia, crear un tesoro de espiritualismo legado a subsiguientes siglos. Aprovechando aquel inagotable tesoro, que debía sustentar las almas en las terribles luchas que agitaran más tarde la Europa, pudo restablecerse el sacerdocio; pudo instaurarse el papado y nacer, por el ayuntamiento egoísta del imperio y la iglesia, ese engendro monstruoso que se llama el catolicismo romano”.
“(…) Y cuando en las épocas bárbaras que acompañaron a la formación de las nacionalidades europeas, el poético evangelio cristiano se transformaba en el dogma duro y despiadado que expiaba en la confesión, maldecía en la encíclica y quemaba en la plaza pública”.
“Por tal motivo, Europa ha llegado hasta nuestros días llevando sobre sí el tosco fardo de sus tradiciones religiosas. Sacrificada políticamente a las ambiciones de las dinastías; agotada económicamente por los desenfrenos del cetro y la tiara; anulada intelectualmente durante un lapso de siglos, en que la amenaza del santo oficio detuvo los vuelos del pensamiento, ella se asió a la fe, como último refugio de sus ilusiones, y la mantuvo a despecho de la realidad científica”.


Sobre los Jesuitas y su accionar evangelizador y la postura del clero en los movimientos de emancipación, señala que en las misiones jesuíticas se les enseñaba a los indios “el catecismo y la agricultura, ambas cosas muy útiles para seguir enriqueciendo aquel «Campo de Dios». Los moralizaban también; he aquí como: La santificación de las fiestas se hacía aprendiendo el manejo de las armas de fuego. Una fábrica de cañones llegó a tener allí la Compañía, con la cual y por unas reales cédulas expedidas por Felipe IV dispusieron las misiones de un verdadero ejército. Tal fue el resultado de las misiones. En ellas no se civilizó, se explotó al indio atrayéndole con espejismos de bondad y sugestionándole con ceremomonias religiosas que él tomaba por cosas sobrenaturales. Cuando expulsados los jesuítas, la sugestión faltó; los indios volvieron a su vida salvaje llevando a ella las artes guerreras aprendidas en las misiones. Si antes solo sabían matar con su arco, ahora mataban con el arcabuz y el cañón”.
“El sacerdocio, salvo excepciones, puso todo su empeño en detener el movimiento emancipador”.
La Iglesia “no podía sino ser enemiga de todo aquello que tendiere a abolir la servidumbre dictada por voluntad papal. En las luchas por su independencia, los pueblos americanos, que contaron con las simpatías del liberalismo europeo, tuvieron en el sacerdote un enconado adversario. Las prédicas contra los rebeldes a la legítima soberanía de Fernando VII, se alzaron en todos los templos; las excomuniones contra los insurgentes se lanzaron desde todos los púlpitos. El misterio del claustro sirvió entonces para fraguar contrarrevoluciones; la rejilla confesional facilitó el espionaje”.

Sárraga en su texto vuelve una y otra vez al tema del sometimiento de la mujer:

“La valiosa y codiciada presa que llegó al cristianismo atraída por el encanto de su espiritualidad, cayó más tarde, impelida por desdenes sociales, en las garras del fetichismo católico; y menos venturosa que el hombre, a cuya evolución intelectual concurrieron, las aventuras de su vida de lucha, ella, prisionera del preconcepto, se estacionó en la vida, redujo sus aspiraciones a un ensueño de misticismo, y así, imposibilitada para la acción cerebral, tornándose inútil para la obra educadora, dejó su misión en el mundo sin solución de continuidad. Por eso el clericalismo usa de la mujer como el aventurero de un arma. Ella es la que le escuda contra las avanzadas liberales, la que le impone en los pueblos y le mantiene entre las democracias. Por la mujer, el culto se perpetúa en el hogar; por este impera en las costumbres, y por ellas resiste a las innovaciones de la ley”.
“Antiguamente la iglesia tuvo su brazo secular en los terribles familiares del «Santo Oficio»: hoy lo tiene en la voluntad femenina. «Lo que la mujer quiere, Dios lo quiere», dice un viejo proverbio sintetizando así la soberanía femenina. Y en efecto ¿qué pedirá ella en vano cuando pone en campaña su ejército de seducciones?”(….). “No hay que olvidar la peligrosa sugestión ejercida en el confesonario, ante el cual la penitente debe desnudar su alma para que el sacerdote la examine. De esto a la entrega de la voluntad no hay más que un paso; porque la voluntad es potencia del alma y el alma pertenece a Dios, y Dios dispone de ella por conducto de sus ministros. ¿No es esto incuestionable, según la iglesia? Y si la mujer influye sobre los actos del hombre por la fuerza de los sentimientos, y el sacerdote dispone por su parte de la voluntad de la mujer, ¿quién conserva, en sus manos, los hilos conductores de la sociedad? ¿Cómo obtener esto (emancipación) mientras la mujer que es la madre, y el niño que es el hombre futuro, permanezcan bajo la influencia de una labor educativa que proclama como virtud el enajenamiento de le voluntad?”
“Las palabras que se atribuyen a León XIII: —«Mientras tengamos a la mujer y al niño, somos invencibles.» Afirmación exacta y a la que responde el lema adoptado ya ha tiempo por el librepensamiento universal: «Ni un centavo al culto ; ni una mujer ni un niño bajo el dominio del clérigo.»”…

Belén de Sárraga Hernández (Valladolid, España, 10 de julio de 1874 – Ciudad de México, 9 de septiembre de 1951)?. Periodista, poeta, oradora y activista feminista, quien se convirtió en una de las precursoras del movimiento feminista hispanoamericano a fines del siglo XIX.

 Hija de Vicente de Sárraga Rengel, un masón de ideas republicanas, natural de Puerto Rico, y de la joven vallisoletana Felisa Hernández Urgón. Su padre sufrió destierro durante la monarquía de Alfonso XIII, trasladándose en 1880 a Puerto Rico, que era colonia española. Allí Belén, quien contaba con 9 años, recibió una ilustrada educación y estudió magisterio por indicación de su abuelo Fernando Ascensión de Sárraga y Aguayo, que había sido Director del Magisterio de la Enseñanza Normal de San Juan de Puerto Rico. La familia regresó a España en 1888, produciéndose al poco tiempo la separación matrimonial de los Sárraga-Hernández, un hecho escandaloso que levantó en su entorno una oleada de críticas tan sólo acalladas por el inesperado fallecimiento de Felisa Hernández Urgón en 1889. Belén y su hermano menor, Rafael, quedaron a cargo de la abuela materna, Ana Urgón -una mujer analfabeta pero decidida y valiente- tras ser abandonados por el padre, que inmerso en una nueva relación sentimental decidió contraer nuevas nupcias en 1891. La joven, aunque traumatizada por estas circunstancias, pleiteó para obtener la asignación que correspondía a los hermanos en concepto de manutención. Sumida en una fuerte crisis personal, Belén leyó a Voltaire, Proudhon, Comte, Fourier, descubrió a Olimpe de Gouges, Flora Tristán y Louise Michel, tres defensoras de los derechos de las mujeres, y comenzó a frecuentar los círculos republicanos federales, donde conoció a un joven de su misma edad, Emilio Ferrero Balaguer, representante de comercio, republicano y masón, de talante serio y meticuloso, con el que se trasladó a vivir a Barcelona en 1890, llevándose al pequeño Rafael a vivir con ellos. La pareja contrajo matrimonio en 1894. Ella confesó que había encontrado un “compañero en la vida” y un compañero de doctrina, un “alma gemela” a la suya, además de un mentor con el que predicar sus ideales en mítines, conferencias y otros actos públicos.

En Barcelona se impregnó de los ideales deistasespiritualistas defendidos por un sector del librepensamiento y la masonería de entresiglos: el vizconde de Torres Solanot, Amalia Domingo Soler y Fernández Colavida, entre otros. Leyó a Kardec, frecuentó a las librepensadoras de Gracia, dió sus primeros discursos y publicó sus primeros escritos. Pronto sus dotes oratorias fueron de dominio público.

No pasó mucho tiempo sin que Belén fuera reconocida por la fuerza de su oratoria y por sus beligerantes artículos en la prensa barcelonesa y madrileña. Si- guiendo la costumbre de las mujeres casadas de su época había añadido el apellido de su marido al suyo, un signo del papel subsidiario y dependiente que la sociedad patriarcal adjudicaba a las esposas y que afectaba también a las familias republicanas. Tuvieron tres hijos: Libertad, Demófilo Dantón y Víctor Volney, inscritos en el registro civil con nombres de resonancia librepensadora. 

Tras la represión que siguió al estallido de la bomba en la calle Cambios Nuevos, la joven se trasladó precipitadamente a Valencia con su marido. Allí, en plena efervescencia blasquista, creó la Asociación General Femenina, fundó el semanario La Conciencia Libre (1896-1907) y se afilió a la masonería, pronunciando en la ceremonia de iniciación unas significativas palabras: “Yo no he hecho nada pero haré […]”. Abrió escuelas laicas, inauguró la primera biblioteca pública valenciana de carácter racionalista y participó en las manifestaciones femeninas de protesta por la guerra de Cuba y la revisión del proceso de Montjuic. En 1899 realizó sus primeras grandes giras por España en compañía de Lerroux, Salmerón, Blasco y Soriano.

A comienzos de siglo, el perfil político de Belén de Sárraga ya estaba definido: federalismo, laicismo, obrerismo y feminismo. En Málaga, donde fijó su domicilio, fundó la Federación de Sociedades de Resistencia, entidad que llegó a contar con treinta mil asociados, y llevó a cabo una actuación similar a la realizada en Valencia, que repitió después en diferentes ciudades y países. Belén Sárraga de Ferrero —así firmaba sus escritos, siguiendo la costumbre de las mujeres casadas— participó en los Congresos de Librepensadores de Ginebra (1902), Roma (1904), Buenos Aires (1906) y Lisboa (1913), donde promovió importantes declaraciones sobre los derechos femeninos y obtuvo resonantes triunfos personales. Pocos pudieron adivinar al escucharla en Argentina que meses antes había fallecido, con sólo siete años, su hija Libertad.

Regresó a España en 1907, y tras una breve y accidentada estancia aceptó la oferta de dirigir el diario El Liberal, en Montevideo (1908-1910).

Belén de Sárraga permaneció en Hispanoamérica durante más de dos décadas, residiendo, sucesivamente, en Montevideo, Buenos Aires y Ciudad de México. Las redes masónicas y librepensadoras facilitaron sus giras doctrinarias, desde el Caribe a la Tierra de Fuego, en 1912-1913, 1915, 1918 y 1930, salpicadas con algunas estancias en Lisboa, donde solía descansar, escribir y participar en las actividades programadas por la Liga Republicana de Mujeres Portuguesas. En Lisboa publicó el libro ” A través de un continente. El clericalismo en América“, que dedicó a Batlle, y que refleja las experiencias de sus visitas a México, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú, Argentina y Chile. El volumen se erige en fiel testimonio de sus ideas, que involucran dos aspectos bien definidos: la emancipación/opresión de la mujer y la crítica extrema al clero y la Iglesia Católica. 

Durante este tiempo de actividad y militancia Emilio Ferrero pasó a ocupar un discreto segundo plano como “marido de Belén Sárraga” en la proyección pública del matrimonio cuando vivían en Uruguay. El brillo, el carisma y la capacidad de arrastre los acaparó su esposa. Estas circunstancias debieron acentuar las discrepancias que pusieron fin al matrimonio. En 1911 Belén eliminó el apellido “Ferrero” y optó por el “de Sárraga” paterno, manifestando así su recién estrenada au- tonomía

Tras el fracaso de su matrimonio, su figura adquirió tintes modernos y a la vez heterodoxos, sobre todo para las fuerzas conservadoras y clericales. La Asociación de Damas Liberales en Uruguay, los Centros Librepensadores Femeninos Belén de Sárraga en Chile, la Liga Anticlerical Femenina en Ecuador o el Ateneo Mexicano de Mujeres, que ella impulsó, fueron exponentes de un poder femenino emergente basado en la constitución de asociaciones cuyo objetivo era educar, moralizar y secularizar a la sociedad, de acuerdo con los planteamientos de la masonería mixta internacional “El Derecho Humano”, orden en la que alcanzó el grado 33.

Belén de Sárraga colaboró con la Federación de Republicanos Españoles de América, se sumó al movimiento de cambio protagonizado en Chile por algunos líderes radicales y socialistas, como Carlos Rivera y Emilio Recabarren, sustentó la labor política realizada por el presidente uruguayo Batlle en su segundo mandato presidencial, fue amiga personal del Gran Maestre de la masonería portuguesa Magalhaes Lima, conoció a Madero y colaboró con los presidentes mexicanos Obregón y Calles, que reconocieron su labor al frente de la Federación Anticlerical mexicana y en la dirección de la revista Rumbos Nuevos otorgándole carta de ciudadanía y el carnet del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Proclamada la Segunda República en España, Belén de Sárraga se instaló en Madrid y declaró su fe en los ideales federales situándose, en el pleito de familia que dividía al partido, con los partidarios de Franch y Roca.

En las elecciones de 1933 encabezó la candidatura federal por Málaga, siendo vencida por otras fuerzas políticas.

Simultaneó su actividad en la Liga de Derechos del Hombre con varios viajes a México, donde creó el Comité Femenino Interamericano por la Democracia en 1936. Durante la Guerra Civil colaboró con Mujeres Antifascistas y logró reunificar el maltrecho Partido Federal, alcanzando la vicepresidencia.

Belén de Sárraga fue una pieza fundamental en el proceso de gestación del panamericanismo. Sostenía en sus escritos que América estaba llamada a ser “tierra de promisión” para los destinos del mundo y que sus pueblos de- bían prepararse para esa “gran obra” con la puesta en marcha de la federación latinoamericana. En su papel de mujer-guía despertó el entusiasmo de mucha gente. “Te esperábamos”, comentó arrobada Dulce María Borrero –lejos toda- vía de alcanzar su fama como escritora-, cuando escuchó a Belén de Sárraga durante su primera visita a Cuba en 1912. Tanto o más arrobados que la poeta cubana quedaron algunos chilenos que vieron en ella una encarnación de la “Diosa-Verdad”. El conferencista italiano Enrique Ferri la llamó “ángel de la libertad

Viuda y con problemas de salud, llegó a México en abril de 1939. Sobrevivió con una pequeña pensión y algunos trabajos eventuales, asistida por sus amigos mexicanos y su compañero del Ateneo Pi y Margall.

Falleció el 9 de septiembre de 1950 en Ciudad de México. Atrás quedaban los tiempos en que los públicos de América Latina hablaban de ella como “la Castelar femenina” o la “Diosa Verdad”.

En un artículo de El Tarapacá (Chile) de 1951 se informa que: “completamente olvidada de los públicos de España y de América, acaba de morir en el país azteca a la edad de 77 años, llena de achaques propios de una senectud prolongada, doña Belén de Zárraga (sic), cuya palabra encendida pastosa y cálida, escuchó en varias ocasiones la Provincia de Tarapacá, allá por los años 1912 y 1915. Ha muerto ahora en el más completo olvido. No dejó nada detrás de ella

Impresiona leer una frase como ” no dejó nada detrás de ella” para referirse a Belén de Sárraga, una de las mujeres más activas y avanzadas de su tiempo, cuya influencia se extendió por tantos países en el primer tercio del siglo XX y que hoy ha sido relegada a un injusto olvido. 

El destacado político Luis Emilio Recabarren -con el cual había recorrido las minas de salitre-, decidido partidario de la causa feminista, líder del Partido Obrero Socialista de Chile y fundador del periódico El Despertar de los Trabajadores, le dedicó, aparte de varios artículos, el siguiente poema: 

A Belén de Sárraga


Inmenso y grande el pensamiento libre
surge potente sobre los valles,
ese que ileso salva las metrallas,
altivo, anhelo, que en tus labios vibre!
Enhiesta surge tu frente fecunda,
grande mujer, valiente y admirable,
realiza tu labor considerable
que la ignorancia abunda!
También la sombra negra del pasado,
al porvenir, la deslumbrante aurora
pretende retardar, falaz, traidora;
dominar quiere cual ha dominado!
Pero tu verbo, grande inimitable,
a la conciencia indocta, oscurecida,
devolverá su necesaria vida
tornando en luz lo que fue inexplicable.
Tu elevarás al que se arrastra abyecto
con tu palabra amante que redime;
destruyes tú el prejuicio que le oprime
y harás que el mundo aspire a lo perfecto.
Cuando la torpe voz del enemigo
grite azorada su habitual mentira,
cuando parezca que te aplasta su ira
el joven mundo vivirá contigo.
No temas, no, Belén, a la perfidia,
que la razón es siempre invulnerable!
y tu doctrina no lo es comparable
con la doctrina que surge en la envidia.
Que irradie siempre tu verbo altruista
haciendo luz, conciencia, altivez!
con dignidad inmensa y honradez
lucha a tu lado el mundo Socialista!
Y unido así tu verbo a nuestro verbo
con la grandeza del amor humano
haremos del esclavo un libre hermoso
y un digno ser del mísero protervo!

Belen Sárraga a lo largo de su azarosa vida pública, hizo gala de una laicidad dirigida a dos grandes objetivos: la emancipación de la humanidad y la emancipación femenina. Su trayectoria biográfica permite comprobar que la democracia liberal se había construido contra las mujeres y, a la vez, con las mujeres que tuvieron el valor de adentrarse en la esfera pública. Su perfil individual y social se consideró excesivoexcelente atípico, debido a sus planteamientos republicanos, anticlericales y feministas, que ella nunca quiso separar. Resultó incómodo para numerosos compañeros de filas, que apegados a una concepción de “República de orden” le reprocharon su radicalismo y su proximidad a las ideas libertarias; heterodoxo por su forma de vida: viajera infatigable a la vez que esposa y “madre amantísima”, tras la ruptura de su matrimonio se paseó por el mundo con una libertad “equiparable a la de un hombre”; resultó sorprendente, en fin, por aportar un particular ethos femenino, secularización, pacifismo, humanismo- a la esfera pública, que fue concebida desde sus orígenes, según Helena Béjar, como un espacio político pero no moral14. Belén de Sárraga impregnó su práctica política con dos virtudes com- plementarias y sexuadas: la valentía, que en el imaginario colectivo se tenía como un valor masculino, y la generosidad o capacidad de entrega, asociada a las mujeres. Una conjunción que resultó demoledora para sus adversarios.

Ver:

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Enlaces de interés :

http://historiamujeres.es/vidas/sarraga-belen.html

http://historiamujeres.es/vidas/sarraga_1897-1906_Ramos_.pdf

https://es.paperblog.com/belen-de-sarraga-vida-y-revolucion-feminista-555546/

https://dbe.rah.es/biografias/49746/belen-de-sarraga-hernandez

https://laicismo.org/etiqueta/belen-de-sarraga

https://journals.openedition.org/polis/7221#tocfrom1n5

https://www.researchgate.net/publication/296332773_-_Belen_de_Sarraga_1872-1950_anticlericalismo_librepensamiento_y_la_Revolucion_Mexicana_1910-1940_en_Susie_Porter_y_Maria_Teresa_Fernandez_Aceves_eds_Genero_en_la_encrucijada_de_la_historia_social_y_c

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