Los pétalos marchitos de la tía,
el impermeable del abuelo en la perchera,
fantasmas acorralándose en los espejos,
memoria de barajitas,
todavía dices estar triste por eso,
sueño descomunal de una infancia
que va y viene
como pájaro de mal agüero.
Pasó el momento de llorar recordando
el suave olor invernal del Hudson,
y los galopes,
a toda carrera,
hacia el final de la vía Cavour,
Roma,
primavera,
estallante nostalgia,
acecho desde el sur,
torbellino subterráneo de ciertas playas del norte.
Algo tan duro como las puertas que los parientes
batían sobre nosotros
viene contigo,
soberbio,
exasperante adolescente
contigo,
tendido allí,
bajo el tenue soplo de un aire vivo.
Privilegio tuyo esta guerra,
esta sangre,
cosas que huelen a muerte,
pero que estallan en la noche,
con inmenso ruido de manos alzadas.
Adolescente profano, odioso, irritante,
sonreído adolescente,
heredero absoluto de un futuro iracundo,
para nosotros,
pasado roñoso,
para nosotros,
suerte y licor,
magia de colina,
pájaro en vuelo
decían,
burla,
farsa.
De Las historias de Giovanna (1971)

XII
A Luis Camilo
Me levanto
no me levanto
me detestan
me ligo
atropello a un motociclista con alevosía y premeditación
me entrego al complejo de edipo
deambulo
estudio con sumo cuidado las diferencias entre dirritmia-
psicosis-esquizofrenia-neurosis-depresión-síndrome-pánico-
y me arrecho
quedo sola en la casa cuando todos duermen
compro una revista que cuesta seis dólares
le roban la cartera a mi mejor amiga
me agarran
amo a mi amigo
lo empujo
lo asesino
recuerdo el paraguas de Amsterdam
y la lluvia
Y el gesto airado
me dedico a la bebida para evitar el infarto
mastico la comida cincuenta veces
y me aburro
y me aburro
adelgazo
engordo
adelgazo
me transo
no me transo
me quedo quieta y lloro
alguien me toma en sus brazos
y me dice quieta quieta estoy aquí
dejo de llorar
escucho el viento que sopla cerca del mar solamente cerca del mar
acepto que existan cucarachas voladoras
descubro que todas mis amigas tratadas por psicoanalistas se han vuelto total-
mente tristes totalmente bobas
me leen el oráculo chino y me predicen larga vida
Vida de mierda digo
subo al carro
bajo del carro
comprendo de un solo viaje cuánto petróleo hay en un barril
me dicen apaga la luz
la apago
me preguntan ¿ya?
me hago la loca
me acojo a la pacificación
me joden
duermo apoyada en la barra
oigo la voz del español de siempre que se caga en diez
alguien llora otra vez a mi lado
me pegan
me pegan duro
hay luna llena
corro por la carretera que bordea la montaña,
saco la cuenta,
no me sale,
me duele el pecho,
se hace de día,
el rojo gana
rien ne va plus.
De El invierno próximo (1975)

IX
El país, decíamos,
lo poníamos en las mesas,
lo cargábamos a todas partes,
el país necesita,
el país espera,
el país tortura,
el país será,
al país lo ejecutan,
y estábamos allí por las tardes
a la espera de algún doliente
para decirle
no seas idiota
piensa en el país.
De El invierno próximo (1975)

XIX
El cuello
hermoso y largo
doblado hacia las piernas
piensa
Las palabras los balbuceos el niño el mercado la oficina el atardecer los manotazos la cama el café el servicio el arroz la literatura el mercado el automóvil el ginecólogo las pinzas el éter los parientes el dinero los recibos el periódico la muerte la revolución el campo la cía los candidatos los ratones el i ching las pantuflas el rubor la crema de día la crema de noche el lavabo el trago la espiral la muerte el mercado la vecina los golpes el teléfono las facturas la casa
y grita.
De El invierno próximo(1975)

Muy poco y muy gris el tiempo que te queda
Soy frágil
para los amados.
Algún asesino más poderoso
más fuerte
me interceptó cuando cruzaba
el callejón de los cuchillos
y me atajó.
Silencio mujer
dijo
de nada valdrá tu queja
en este momento
ni en los otros.
Muy poco
y muy gris
el tiempo que te queda
en esta madrugada de perros realengos
y borrachos asustados.
Déjame un instante
dije,
medir la luz que todos los días
me recibe y me abandona.
Déjame llorar un rato a solas.
Pero sólo había frío
en el callejón de los cuchillos.
De Pocas virtudes (1986)

Poca cosa en verdad
No es muy largo lo que debo decirte:
tiemblo cuando hablo de ello.
Poca cosa,
en verdad.
De Pocas virtudes (1986)

Lagartos
Hay hombres
que abren las sábanas
y entran.
Sin dulce tumulto
sin calor ni melancolía
sin conjuro.
Son lagartos.
Desterrados.
Miserables.
De Pocas virtudes (1986)

Cuando levanto la cabeza de madrugada
Cuando levanto la cabeza
de madrugada
es un corazón palpable
estruendoso
asfixiante
ocupando él solo toda la habitación,
trepando hacia la ventana
como para escapar y cambiar de sitio,
instalándose en el jardín del vecino
Rumor de largas horas
cortadas a golpes
cuando creo en la resurrección de los muertos
en los verdugos desahuciados
en hilos, papeles y latas,
en niños que juegan sin gritos
en zuecos de madera que suenan y suenan
en las malas imágenes como para irse a otro sitio
en una flaca espantando ratas
en los tulipanes que nunca terminan de florecer.
Te oigo debajo de mí
respiras y sueñas
y regresa el corazón palpable
decidido a latir
latir
latir
y matar.
De Pocas virtudes (1986)

Los paredones de primavera
No enseñaré a mi hijo a trabajar la tierra
ni a oler la espiga
ni a cantar himnos.
Sabrán que no hay arroyos cristalinos
ni agua clara que beber.
Su mundo será de aguaceros infernales
y planicies oscuras.
De gritos y gemidos
de sequedad en los ojos y la garganta
de martirizados cuerpos que ya no podrán verlo ni oírlo.
Sabrá que no es bueno oír las voces de quienes exaltan el color del cielo.
Lo llevaré a Hiroshima. A Seveso. A Dachau.
Su piel caerá pedazo a pedazo frente al horror
y escuchará con pena el pájaro que canta,
la risa de los soldados
los escuadrones de la muerte
los paredones en primavera.
Tendrá la memoria que no tuvimos
y creerá en la violencia
de los que no creen en nada.
De Pocas virtudes (1986

Horario
¿Qué hiciste hoy?
Leí el periódico y no reconocí a ningún amigo.
Derretí la escarcha de la nevera para que la cerveza
enfriara mejor.
Me di un baño de espuma.
Sequé mi cabello.
No parece que hayas hecho tantas cosas.
Hago muchas cosas y nadie se da cuenta.
Puedo verme en el fondo de las ollas
y en el piso de la cocina.
Pero no saliste. Lo habías prometido.
Estuve en la parada.
Levanté la mano y nadie se detuvo.
Tampoco leíste el libro que te compré.
No tuve tiempo.
Tú tampoco. Y no te molesto preguntando
¿qué hiciste hoy?
Imagino cómo pasan las horas en esta casa.
Pasan,
te lo aseguro,
pasan.
De Valiente ciudadano (póstumo, 1994)

El Dolor
Doblé con cuidado sus camisas
y vacié la gaveta de la mesa de noche.
Dada la magnitud de mi dolor,
leí a Marguerite Duras,
hostil y dulzona ella,
tejiendo un chal para su amado.
Al quinto día,
abrí las cortinas.
La luz cayó sobre el cubrecamas manchando de grasa,
el piso lleno desechos,
el marco de la puerta descascarado.
Tanto dolor,
por cosas tan feas.
Miré una vez más su cara de ratón
y tiré todo por el bajante de la basura.
La vecina,
alarmada por semejante volumen de basura,
me preguntó si me sentía bien.
Duele, le dije.
En mi buzón colocaron un anónimo:
«el que tenga un amor
que lo cuide
que lo cuide
y que no ensucie el bajante de basura de la comunidad».
De Valiente ciudadano (póstumo, 1994)

Zanahoria rallada
El primer suicidio es único
Siempre te preguntan si fue un accidente
o un firme propósito de morir.
Te pasan un tubo por la nariz,
con fuerza,
para que duela
y aprendas a no perturbar al prójimo.
Cuando comienzas a explicar que
la-muerte-en-realidad-te parecía-la-única-salida
o que lo haces
para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia,
ya te han dado la espalda
y están mirando el tubo transparente
por el que desfila tu última cena.
Apuestan si son fideos o arroz chino.
El médico de guardia se muestra intransigente:
es zanahoria rallada.
Asco, dice la enfermera bembona.
Me despacharon furiosos,
porque ninguno ganó la apuesta.
El suero bajó aprisa
y en diez minutos,
ya estaba de vuelta a casa.
No hubo espacio donde llorar,
ni tiempo para sentir frío y temor.
La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor.
Cosas de niños,
dicen,
como si los niños se suicidaran a diario.
Busqué a Hammett en la página precisa:
nunca diré una palabra sobre tu vida
en ningún libro,
si puedo evitarlo.
De Valiente ciudadano (póstumo, 1994)

El silencio
El muchacho del supermercado
me dio del tú.
Mira, te traje una botella más grande porque está en oferta.
¿Por qué tengo que ser yo la que corte calabacines
todas las noches
a esta hora?
Se lo conté a una amiga
y alzó los hombros:
cosas del destino.
Unas cortan calabacines,
otras hacen el amor.
El asunto es que el silencio te tome en cuenta.
Llegué hasta el kiosco.
Una negra de culo inmenso me advirtió:
si no compra la revista,
no la puede leer.
Abrí el libro de Hölderlin
y odié a su carpintero
carcelero.
De Valiente ciudadano (póstumo, 1994)

A María Inmaculada Barrios
Morid con el pensamiento
cada mañana y ya no
temeréis morir.
(Tratado Hagakuse)
Dame, señor,
una muerte que enfurezca.
Una muerte tan ofensiva
como a los que ofendí.
Una muerte que soporte la lluvia de Santiago de Compostela,
y de paso,
mate a los que me ofendieron.
Dame, señor,
esa muerte de la intemperie
que sorprende y tranquiliza
Haz que esté largando mocos y lágrimas,
suplicando piedad
y deseando muerte ajena.
Haz, señor,
que aquel hombre con piel inédita
reconozca en mí al animal de los olivares.
Que su cuerpo pese sobre el mío
y haga dulce
la entrada al fuego.
Te prometo haberlo visto todo.
La misma culpa con la que nací,
el mismo furor.
Haz, señor,
que esté escuchando a Vinicio de Moraes
y a María Betania
y prometiendo que mañana,
lunes,
me inscribiré en un curso para aprender brasileño.
Que venga la muerte
cuando descubras en mí
alguna oculta intención de poder
y cuando sepas,
por tus informantes,
de mis maniobras para pasar a la historia.
Cuando te digan, señor,
que he agotado todos los recursos de la fatiga
sin pedir clemencia,
entonces, señor,
dame duro.
Haz que este golpe que tengo en la frente
por abrir puertas a cabezazos
se ponga
rojo,
latiente,
doloroso.
Supongamos, señor,
que eres el bing-bang.
Que ningún territorio escapa a tu vigilancia.
Que los hots-dogs son tema de tu predilección.
Que tu deseo de mí es parte obscena
de tu personalidad.
Entonces, señor,
examina mi estómago abultado
por los espaguetis de Portofino
por las favadas del Guernica
por los pasteles de coliflor de mi madre
por los largos tragos de cerveza y ron.
Espía, señor, los rostros de mi espejo en el espejo,
yo, la pusilánime astuciosa
la del dedo en el aire
abanicando a la aburrida concurrencia.
Podrías venir al cine, señor.
Veríamos Brazil,
La vaquilla,
Un día de campo,
El cartero y Gatsby.
Me escucharías
sacudida por la risa
y el temor.
Permíteme, señor,
contemplarme cómo soy:
el rifle en la mano
la granada en la boca
destripando a la gente que amo.
Acuéstate conmigo en la madrugada, señor,
cuando mi respiración es un golpe de piedras
en la corriente del río.
Y verás como nada,
ni siquiera la leche de tus cantares,
puede darme una muerte que me enfurezca
De Valiente ciudadano (póstumo, 1994)

De aquí
Estar sola
se ha vuelto algo tan miserable
que escribo
pensando para quien escribo.
Se trata de conmover de alguna manera
cuando son vanos
los deseos de echar a un lado el tiempo
repitiendo
desde hace años
no sé muy bien qué hacer
no sé muy bien qué hacer
De Es una buena máquina, Ediciones Letra Muerta(2015)

Lo QUE escribes,
no es poesía
No.
No lo es.
Claro que tú tienes ideas muy precisas sobre la poesía.
Un golpe de luz sobre el mar.
El tiempo detenido.
La curvatura de un hombro.
De Es una buena máquina, Ediciones Letra Muerta(2015)

Marie-José Fauvelle Ripert, conocida como Miyó Vestrini (Nimes, Francia; 27 de abril de 1938-Caracas, Venezuela; 29 de noviembre de 1991). Poeta, periodista cultural y guionista. Es considerada como una de las poetas venezolanas más destacadas del siglo XX.
A los 9 años Marie-José emigró a Venezuela con su madre, su hermana mayor y su padre adoptivo (de apellido Vestrini), donde primero se afincaron en Trujillo, luego se mudaron Maracaibo y posteriormente ella se estableció definitivamente en Caracas.
Desde niña su vida estuvo marcada por el desarraigo, la rebeldía y la enfermedad pues sufría una disritmia cerebral que le causaba ataques repentinos de furia. Todo ello la situó siempre en un espacio de escisión y desgarro.
Durante su formación literaria Vestrini se integró al colectivo Apocalipsis en Maracaibo, conocido por introducir las vanguardias europeas en la poesía venezolana a mediados de la década del cincuenta. Ali conoció a Hesnor Rivera (1928-2000) quien fue uno de los fundadores de Apocalipsis junto a los poetas César David Rincón, Ignacio de la Cruz, Atilio Storey Richardson, Néstor Leal, Laurencio Sánchez Palomares y Régulo Villegas, y los artistas visuales Francisco Paco Hung, Rafael Ulacio Sandoval y Homero Montes. Aunque Apocalipsis desapareció en el año 1958, los poetas Hesnor Rivera y Miyó Vestrini siguieron siempre siendo amigos.
Miyó también formó parte de los grupos El techo de la ballena y La República del Este, siendo una de las pocas mujeres aventuradas a participar en los grupos literarios de la época, predominantemente herméticos y masculinos.
Miyó Vestrini se suicidó en Caracas el 29 de noviembre de 1991. Tenía 53 años.
En la biografía de Miyó Vestrini se describió su muerte de esta forma: «El cuerpo vestido y calzado reposaba en la bañera, el agua la rebosaba, flotando hallaron una estampa de San Judas Tadeo, en el tocadiscos un LP de Rocío Dúrcal. Fuera, encima de la mesa, estaban dos notas, una para su hijo Ernesto, y otra que decía: Señor, ahora ya no molestare más. Los dejaré ser felices».
Ese fué el epitafio de esta mujer intensa y salvaje, lucida y desgarrada. Una vida traspasada por el dolor, físico y emocional, donde el cuerpo es obsesión existencial y poética , el cuerpo como lugar donde se encuentra el defecto, cicatrices, un ojo caído, la gordura…todo ello bañado por el alcoholismo como lugar de fuga y sufrimiento al mismo tiempo.
En su ultimo poemario «Valiente ciudadano» Miyó pide a Dios poner fin al dolor con una dureza implacable y terrible y grita:
Dame, señor,
una muerte que enfurezca.
Una muerte tan ofensiva
como a los que ofendí.
Hesnor Rivera dedicó un poema póstumo a su amiga Miyó a los seis años de su muerte en 1991.
Este poema forma parte de la Gramática del alucinado, el último libro en el que trabajó el poeta Rivera , donado por su familia a Fundación La Poeteca para su colección Memorial.
De Los Cuerpos Y Los Pasos
a Miyó Vestrini, mi amiga,
en los seis años de su muerte
A medida que veo pasar el tiempo
más de prisa mientras menos vivo
pierdo la memoria
de cuanto más he amado.
Me sorprendo en cambio contemplando
los navíos los carros los aviones
de un viaje que no sé
si emprendí hace mucho
o que todavía
posiblemente no emprendo.
Por lo demás no me percato
de los rostros –de las cabelleras,
de los cuerpos y los pasos
que pudieran ser los tuyos
o los míos en otros sitios
donde no alcanzo sin duda
a reconocerte. Donde no logro
ni siquiera reconocerme a mí mismo
distante como vivo de los recuerdos
sin que me sienta recorriendo
las direcciones y las rutas
de algún porvenir donde el viento
por ejemplo de cualquier manera
es sin duda
la parte del movimiento
azul del cielo.
Donde el alma deje
de ser el peldaño del espejo
que se pierde en otros
con profundidades de abismo.
¿Cómo podré entonces
sonreír –atreverme a preguntar
por las señas de tantos seres
perdidos como yo en los laberintos
de los días. Muertos o desaparecidos
a pesar de los ecos que laten
o de los ladridos de ternura que escucho
–a pesar de tanto amor.
Flotando todavía como polvo
de ruinas en las calles.
Frente a las puertas y ventanas
de las casas donde se entrecruzan voces
de una existencia inubicable?
En la medida en que persisto
en reconstruir lo que posiblemente
no ha existido
o lo que asoma su cabeza informe
de caballo o de bestia
para siempre sin nombre
comiéndose a mordiscos
la falda de las doncellas
de alguno de los muchos
mundos desconocidos que nos perturban
a diario para que les demos
con exactitud un sitio.
En igual medida retrocedo
y al mismo tiempo avanzo
y veo sin cesar por eso
multitud de veces los mismos detalles
que desconozco cada vez con más fuerza.
Tú entre ellos juegas
a que rejuvenezca a expensas
de mis propios olvidos –a expensas
del milagro improbable
de que hasta en esta extraña sombra
en que me debato vuelva
a verte y te nombre,
vuelva a verme nombrándote
para que crezcan de nuevo
con esplendores siempre frescos
los muslos de las flores.
Otros árboles con apariencia de lámparas.
Más bosques con sus mares adentro.
Pequeños ríos de sonrosados ojos
de sierpe alucinada. De gato
que se cae del techo
de la constelación donde vives.
¡Oh! Inagotable discurso
de la nada que se puebla
con los rostros y las cabelleras
del fuego frío de esa otra nada
que se cubre con la ropa de la desnudez
de los pálpitos repetidos
–pero siempre distintos–
por el amor de la noche.
Por la libertad de la noche.
Por la libertad de la noche.
El amor y la libertad
y la belleza por los que muero
jurando y gritando
que son una sola y misma cosa
–una sola palabra
para inventar el triunfo
contra la luz horrible de la muerte.
Obra de Vestrini:
Autora de los libros de poemas publicados en vida Las historias de Giovanna (1971), El invierno próximo (1975) y Pocas virtudes (1986). Tras su muerte se dieron a conocer la recopilación Todos los poemas (1993) y el libro inédito Valiente ciudadano (1994).
En los últimos años se ha rescatado su obra poética con la publicación de Es una buena máquina (2015), volumen que contiene textos inéditos de la autora, editado por Ediciones Letra muerta. El material fue entregado por Elisa Maggi, amiga de Miyó, a la diseñadora gráfica Faride Mereb . Desde el 2013 Mereb estuvo consultándole con frecuencia y gracias a la confianza se hizo posible la publicación de esta extraordinaria obra poética.
La misma casa editorial publicó Al filo (2015), libro que reúne todas las entrevistas que la escritora realizó durante su oficio periodístico.
En su obra poética encontramos la alternancia entre la narrativa y el verso, la tensión entre sus raíces europeas y su país de adopción cultural, el pesimismo existencial, y la muerte, siempre como eco y presencia.
Además de la poesía, Vestrini se dedicó desde muy temprano al periodismo cultural y dirigió las secciones artísticas de El Nacional, Diario Occidente, La República, El Diario de Caracas y CriticArte. También realizó varias entrevistas en que mezclaba el relato biográfico y la crónica periodística. Destaca la que realizó al poeta venezolano Salvador Garmendia, con quien mantuvo una larga amistad.
Escribió varios guiones para la televisión venezolana y con tan solo 29 años ganó el Premio Nacional de Periodismo en 1967 y una vez mas en 1969.
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