15 Poemas de Sara Herrera Peralta

18:33

Los bancos del parque son mis paradores de ciudad.// Un anciano deambula en línea recta.// Un joven se acerca. Se estrechan los cuerpos.// -Perdone, tiene usted una pegatina en su espalda-.// -Gracias, joven. Estos niños de hoy en día…/ Muy amable. ¿Tendría usted hora?-// -Sí, claro, las seis y media-.//-¿Cómo se llama?-// El tentempié de los árboles./ La distancia entre los dedos y/ el rastro de unos zapatos/ de cordones desatados.// La tarde tiene sabor a castaña recién hecha.// -Perdone, tengo prisa-.// -Disculpe. Muchas gracias-.// Y vuelve a colocarse su pegatina en la espalda.

De: Sin cobertura (La Bella Varsovia, 2010)

 

Anda y sueña

La metamorfosis de un sueño
truncado
sobre el tejado de las casas:
los habitantes rebelándose.

Cuando falta el dinero faltan
otras cosas.

Él, que tuvo el sueño dorado en la palma de la mano,
se ha vuelto emprendedor,
creador de iniciativas propias.

Levantar la casa ladrillo a ladrillo,
llegar al acuerdo con el banco.

Construir la vida
es hipotecar, también,
el alma entre los muros.

De: Provocatio(Ayto. de Avilés, 2010), Shock (Baile del sol, 2011)

¿Por qué te vas tan lejos?,
me preguntó la abuela.
Tengo que trabajar, le dije.

Nosotros también nos fuimos,
igual nuestros hermanos:
ellos no volvieron.

Te vas tan joven y sola, decía,
serás extranjera.
Y señaló el mapa.

¿Por qué te vas tan lejos?,
repetía, con lo bien que estabas
aquí – coche, hipoteca, préstamo –.

Voy a buscar una vida grande, abuela.
Y la abuela me miró a los ojos,
acariciando mi cara con sus manos:

que el viaje no sea duro,
que el país sea una casa,
que los amigos te duren para siempre.

De: Hay una araña en mi clavícula (La Garúa Libros, 2012)

Mi abuela sabe.

Sabe que tiene la voz entrecortada

cuando me mira y piensa

qué vértigo, qué vida rápida.

Mi abuela sabe.

Y tiene el dolor clavado en un pulmón.

Tiene el dolor de los sordos,

el dolor de los que saben

que no sabemos.

Mi abuela sabe

cosas que yo no sé.

Una promesa. La enfermedad.

El tiempo, ese enemigo.

Mi abuela sabe.

Sabe que el dolor se clava

y sabe que hay cosas que se borran.

Un día lo supe. Ella mira con los ojos

de los que tienden la mano.

Yo quisiera volver a ser niña

tan sólo para que mi abuela

no supiera,

tan sólo para que el dolor

no fuese ya de nadie.

Mi abuela sabe.

Y es un dolor triste y muy oscuro.

De: Hay una araña en mi clavícula (La Garúa Libros, 2012)

Foto: Samuel Capdeville

El doctor le advierte,
debería tomar diez píldoras,
un jarabe,
echarse crema.

Un día el abuelo se enfadó
y echó pastillas
a la tierra de las plantas.
Dijo que eran buenas semillas.

Cuando volvió el doctor
le preguntó,
¿se ha tomado usted lo que acordamos?

Y el abuelo asintió.

Vas a enfermar, abuelo,
le dijo todo el mundo.

Y el abuelo sonrió.

La enfermedad no se cura
tan sólo con pastillas,
también es necesario
querer curarse.

El abuelo nos miró a todos añadiendo:

y también vosotros estáis enfermos.

De: Hay una araña en mi clavícula (La Garúa Libros, 2012)

Foto: Samuel Capdeville.

París, Mon Amour

París era mi abuelo en la distancia

diciendo adiós y cuídate,

el murmullo de la época adolescente.

París era el sueño de tantos

que París fue grande siempre:

la Concorde, Notre-Dame, Sacre Coeur.

Me equivoqué. París era distinta

a la ciudad de las guías que mi madre

había comprado. Aprenderé francés,

me dije, con acento extranjero

delante de un espejo.

Luego llegué con la soledad

de una niña de pueblo, en medio, tan pequeña,

de los parisinos abarrotando la plaza de Châtelet.

París tenía el olor de un panadero gordo

amasando harina de trigo,

olor a café, a libro viejo, olor a lluvia,

a suciedad en el metro, a restaurantes

chinos, libaneses, marroquíes, argentinos,

olor a queso, a crêpe,

a mostaza,

a vino, olor a algo parecido

a un sueño enfrascado y envuelto con un lazo

rojo, gigante, diciendo bienvenida.

París era bullicio, era gente nueva,

era un trabajo, hasta que un d´ia

maldije al señor aquel que me acusó:

ahora venís a robarnos el empleo.

París ha sido tantas cosas

que París tiene que quedarse

a la fuerza en la memoria

de una época que acaba.

He perdido muchas cosas,

pero el balance es positivo, podría decir:

he ganado el amor y he ganado en la lucha,

he ganado en ser más sabia

como los sabios que se contentan

con lo puesto,

he ganado en sentirme yo

en medio de esta ciudad que te persigue,

he ganado porque he aprendido

una lengua 

que será siempre ya mía.

He ganado las cosas

que ganan los que pierden:

saber que el miedo es el problema

de la fórmula sagrada,

saber que si no hemos vencido

nos queda a´ún el futuro en la pala

de la mano,

el corazón enraizado en muchas tierras

sin saber qué significado le dan en realidad

a la palabra patria.

He ganado en París todo lo que he pretendido

como una niña que aprende

a anudarse el lazo del zapato,

echa a andar y se deshace.

He aprendido que echar de menos

es el primer deber al salir de casa,

he aprendido a abrazar por el auricular

de los teléfonos,

a reírme de mí misma,

a estar alegre.

He aprendido que la vida es solo instante,

he aprendido a elegir,

o a intentarlo.

París ha sido frío, espeso, y algunos años

no ha tenido ni un verano,

pero puedo decir

que en París he querido parecerme

a Louise Bourgeois adolescente,

a Colette o a Simone de Beauvoir.

De puntillas bajo la lluvia

he bailado junto a la Torre Eiffel

como si alguien hubiese planeado 

el fin del mundo.

Llegué también con los brazos abiertos

y en París me estrujaron el corazón

y luego aprendí a calmar el dolor terrible

de lo injusto. Pero debo dar las gracias,

no olvidar que un país se hace casa

tan pronto como una aprende de memoria

los planos del tren y el metro.

Pienso en París amaneciendo

con el pijama puesto, llena de nostalgia,

porque ya no quiero nunca más quedarme sola.

Hacer la maleta pensando en París

es algo parecido a comenzar de nuevo

sin miedo a los idiomas o a los habitantes,

comprender la soledad de los árboles

y reconocer el frío antes de tener que sacar

la ropa de invierno.

Habitaré otras ciudades

y seguiré tachando idiomas y haciendo listas

de sueños y pendientes

y en el balcón seguirán la abuela,

mamá y papá, diciendo, adiós, hasta la vista,

y nosotros de la mano.

He tenido miedo. He crecido en medio

de rincones oscuros y caminos de piedra,

pero París tiene los ojos azules de mi padre

mirándome fijamente y diciendo

mantén el corazón tranquilo,

sonríe a quienes te hagan daño,

no olvides nunca

de dónde vienes.

Por eso París siempre será

un lugar

lleno de gris y hojas muertas,

la ciudad de los edificios señoriales

que yo misma construí sobre cada uno

de los lunares de mi cuerpo.

Por si algún día vuelvo a quedarme sin nada

y tengo que volver,

no me digas au revoir:

nunca me habré ido. 

Las manos de mi abuela

Las manos de mi abuela,

como ese temblor

que pregunta en qué costumbre

y con qué fuerza

se inicia un soliloquio,

un pájaro que en la noche

silba a los huidos

y a los muertos pide

que regresen.

Las manos de mi abuela:

esta orfandad,

esta repentina acumulación

de desamparos.

De: Documentum (Torremozas, 2014)

Una mujer con flores en la boca 

Él le hablaba de sus noches de insomnio
y de un fármaco, del frío,
de la certeza y el vértigo de saberse
tan míseros y heridos como el animal
que ha perdido a su madre.

Ella inventó una casa,
una casa en la que debían crecer lirios,
una casa tan reconocible.

Pero lo dijo Sontag,
hay algo de sádico y cruel
en la naturaleza humana:

él destruyó su casa.

Mientras ella teñía sus ropas
para empezar de nuevo,
mientras tejía prendas,
él destruyó la casa.

Se quedó sola frente al mundo.
Se llenó de flores la boca
y, para el desastre,
escombros saliva
inevitable grieta,

se metió un manojo de flores
en la boca.

Hubo una vez una mujer hecha de sombras
que nunca tuvo una casa,
que enferma vomitaba lirios
y triste esperó.

Tú también sabes que nadie querría
a una mujer que escupa lirios.

Mujer traga pasado pájaro.

Alguien destruyó su casa.
Todavía hoy la reconocen.

De Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla(La Bella Varsovia, 2016)

Contra este mundo

Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.

José Ángel Valente

De qué sirve un país muerto de tristeza,
un pájaro queriendo
volar en una jaula,
tener apego a algo
que mañana no tendremos.

De qué sirve la flor oscura, el poema,
la madeja deshecha,
un lugar en el mundo
cuando ya no es tu casa.

Hay días como puñales
en que los habitantes se hartan del miedo
y del fondo frío y fragmentado
de esta ciudad que nos retiene.

No sirve de nada.
En tiempos de horror y abatimiento
reclamo la alegría
como arma y sostén
contra este mundo.

De: Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla (La Bella Varsovia,2016)

Con Elena Medel en la presentación del poemario “Hombres que cantan nanas la amanecer y comen cebolla”, publicado por La Bella Varsovia, en la librería Nakama de Madrid (España). Foto: Samuel Capdeville.

Dos Mujeres atrapadas en una Nana

Te imagino en el patio, sentada bajo el sol,
con la infusión de plantas observando los pájaros.

No sabes, supongo, que tu luto escupe flore
sobre la tumba de tu madre.
No sé si sabes que mi luto se alimenta de leche.
O quizá sí lo sabes, porque eres madre y también tú fuiste una nana.

Somos dos mujeres atrapadas en una nana, madre,
por eso

leche, muerte, soledad.

Por eso el duelo y las tareas domésticas
mientras los niños duermen, 
la ambigüedad de los cuerpos borrosos
y la tristeza.

Pero la vida acecha, madre.
Para ti, la calma;
para mí, el fuego.

Así no seremos más, madre,
dos mujeres atrapadas en una nana.

De: Un mapa cómo (La Bella Varsovia, 2022)

La Biblia

Mi abuela, 
ya siendo muy vieja,
leía la Biblia.
Se sentaba al lado de la brasa
cuando hacía frío
o en la puerta,
a la fresca, en verano, 
y leía la Biblia.
Mi madre no sabía escribir,
pero mi abuela enseñaba a hacerlo
en la puerta de casa a las niñas del pueblo,
a la fresca, en verano.
Mi abuela era un libro oscuro,
vestida de negro.

Fuera del canon, las mujeres vuelven
y cientos de pájaros
retornan como brillantes plumas
sobre los adoquines.
Mi abuela leía la Biblia.

Los pájaros no se posan
sobre su tumba
porque no saben dónde está.

De: Un mapa cómo (La Bella Varsovia, 2022)

Foto: Samuel Capdeville

Este libro no existiría,
se te desintegraría de hecho entre las manos,
de no haber sido por esa escena de Louise
pelando una mandarina
sobre cuya cáscara
se yergue un pene.
No es una provocación:
en el mismo movimiento
de las manos pelando la cáscara
de la mandarina
existe el daño,
existen la destrucción,
la recomposición,
la creación,
existen la soledad,
el mal du pays,
el exilio,
los juegos de palabras,
la escritura bilingüe,
las tareas domésticas,
la creación dentro
del espacio doméstico,
los niños corriendo por la casa,
la olla haciendo ruido en la cocina,
el hilo, la aguja,
el bolígrafo, el papel,
los trapos,
los pañuelos,
las sábanas,
el jabón.

Este libro se desintegraría sin esa mandarina.

Did you get it?

Si cojo el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux
y vuelvo a coger el mechón izquierdo del pelo de mi hija
entonces, sobre su pelo,
hay una trenza hecha con el movimiento de mis dedos
que no es el mismo movimiento necesario para
el gesto de bordar o para el gesto de la escritura.
Sin embargo, hay un relieve, como el relieve
provocado por el hilo sobre la tela
y el relieve de la tinta en el papel.
El problema es que este último es acaso discutible:
¿es invisible el relieve?
¿Existe la tinta si el papel la absorbe?
¿Es el color el trazo o es el color la prueba?
Si traduzco puedo hacerle una trenza a mi hija
pero si traduzco puedo también bordar
sobre el texto escrito:
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux.
La traducción sobre el texto tejido,
como un acto doméstico, implica la responsabilidad.
¿Me amará quien me traduzca?
¿Hará la traductora la misma trenza
que yo hago cada mañana mi hija?
El texto bordado por mis dedos
no será en ningún caso igual a la sombra
de las palabras bordadas en la traducción.
Bordar como traducir,
cha cha cha cha cha cha,
shhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh,
toc toc toc toc toc toc toc,
take the right strand of the hair, the right strand,
the hair,
the right,
the right one, ok?
Je ne sais pas,
j’observe tout simplement le geste,
ce geste des mains,
le geste des doigts,
et je me demande ce qui se cache derrière
les mains,
ce qui se cache derrière le geste.
En la imagen de una traducción hecha de trenzas
se me aparece el movimiento de las manos de Louise
bordando letras sobre un trapo, escribiendo el gesto,
and I take the right strand of hair then,
puis je prends la mèche centrale des cheveux.
Mi vecina me pregunta si estoy escribiendo,
si tengo tiempo para escribir,
tiempo, esa palabra,
si los niños, el trabajo, si la rutina, si el huerto,
si las conservas, si los libros, si los estudios,
si la familia, si los amigos, me permiten escribir.
Le respondo que sí, que estoy escribiendo,
y entonces me pregunta por el tema del libro.
No lo sé, le respondo,
creo que es un libro bordado
sobre la primera persona del singular,
el desplazamiento y lo poético.
Trata de identificar la belleza, le respondo.
Cuando no tengo tiempo para escribir,
me gusta traducir los juegos de palabras
de Louise Bourgeois
o imaginar la secuencia narrativa de sus series de bordados
con relieve sobre trapos de cocina.
Creo que lo importante es tener un soporte blanco, una superficie,
no tanto un lugar en el que crear

—el dormitorio, la cocina—
sino un soporte sobre el que convertir
el instrumento en pregunta.
No importa si la mayoría de las veces
no encuentro las respuestas.

Si traduzco, bordo porque toda traducción es infinita.
Me gusta hacer trenzas sobre el pelo de mi hija,
me gusta muchísimo,
cuando no tengo tiempo.

De El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo; (La Bella Varsovia, 2025)

¿Cómo se canta la nana de los niños que no han nacido?


Con un metrónomo y una carta,
la madre cose un pantalón pequeñito,
ay, mi niño, ay,
como una manía de miel y llanto.

La nana existe, mujer,
tu hijo huele a un perfume de flores y betún
y tu cuerpo aprende a sostener un espejo que está roto.

De El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo; (La Bella Varsovia, 2025)

Foto: Samuel Capdeville

Me dijeron

que el camino era como un ladrido
o un estruendo:
pensé en el ruido y su ampliación.
Me dijeron que el camino de vuelta depende de muchas
circunstancias:
pueden influir el color de la piel, la foto del pasaporte,
la meteorología, el estado del mar o el número de voluntarios.
Me dijeron que Europa era grande, inmensa,

que si aprendía idiomas mejoraría mi calidad de vida,
la talla del pantalón, el ticket de la compra,

las ganas de ir al gimnasio, la calidad de mi piel,
el matiz en el color de las ojeras,
la respiración, el número de pulsaciones por minuto,
la esperanza.
Aprendí idiomas, tres exactamente,
y no fue cierto:
me permitieron huir,
echar de menos a mis padres, al resto de la familia,
a mis amigos, a mi gata, al perro que se murió

cuando era aún adolescente,
echar de menos el olor de las cortinas de casa,

el color del cielo,
las flores secas.
Pero Europa es grande, me dijeron,
y en el espacio teórico caben más oportunidades

cuanto más grande proporcionalmente sea
su superficie.
Es decir, Europa es grande, así que intuyo
que en ese espacio caben muchas personas colgadas
de las ramas de los árboles, vertidas al vacío desde un puente,
ahogadas en el mar, helándose en las calles, muertas de hambre.
Como el espacio es grande, intuyo,
serán grandes también el silencio y los agujeros

negros en los cuerpos, formando un abismo,
creyendo que las oportunidades son inmensas

si estudias idiomas, asientes con tu cabeza y dejas
que el organismo se hinche y se deshinche.

De El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo; (La Bella Varsovia, 2025)

Sara Herrera Peralta (Trebujena, Cádiz, España, 1980). Poeta, novelista y diseñadora gráfica.

Graduada en Diseño Gráfico por el Shillington College de Londres y Diplomada en Turismo por la UNED. Titular de un Master en Literatura General y Comparada por la Universidad Sorbonne Nouvelle, donde ha realizado un trabajo de investigación sobre el bordado y la escritura de Louise Bourgeois. también titular de un MBA especializado en Comunicación y Medios por el Graduate School of Management de París. Forma parte del proyecto en torno al medio rural, la creatividad y la crianza, Du bois à la maison, del que es co-fundadora y creadora de contenidos.

Una parte de la infancia de Sara y su adolescencia transcurrieron en Jerez de la Frontera. Posteriormente su vida ha transcurrido en distintos países de Europa, en ciudades como San Sebastián, Helsinki, Málaga, París, Londres o Toulouse. 

Ha publicado los poemarios La selva en que caí (Torremozas, 2007), De ida y vuelta (Difácil, 2009), Sin cobertura (La Bella Varsovia, 2010), Provocatio (Ayto. de Avilés, 2010), Shock (Baile del sol, 2011), Mamá era Ilsa Lund al principio de todo (Cangrejo Pistolero Ediciones, 2012), Hay una araña en mi clavícula (La Garúa Libros, 2012), Quien mire hacia abajo, pierde (Baile del sol, 2013), Documentum (Torremozas, 2014), Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla(La Bella Varsovia, 2016), Caramelo culebra (La Bella Varsovia, 2019), Un mapa cómo (La Bella Varsovia, 2022), el cual recibió el Premio Subirana a la mejor edición, fue finalista del XXIX Premio Andalucía de la Crítica y del II Premio Nacional de Poesía Ciudad de Churriana, y fue seleccionado como uno de los mejores libros de poesía publicados en España en 2022 por El Periódico y por las librerías Letras Corsarias (Salamanca), El Agente Secreto (Úbeda), La Montaña Mágica (Cartagena) y Sputnik (León). Su ultimo libro de poesía es El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo (La Bella Varsovia, 2025)

El libro Arroz Montevideo(La Isla de Siltolá, 2016), su primera novela, fue seleccionado en la 31ª edición del Festival du premier roman de Chambéry (Francia) como una de las mejores óperas primas del año en español. Con su primer relato breve en francés, Du lait, du fil, fue finalista en 2022 de la 27ª edición del Premio de Nouvelle de la Sorbona.

Sus ultimas publicaciones: la novela Me fui como una tormenta (consonni, 2025) y el poemario El piar de los pájaros y el goteo del agua que cae del techo (La Bella Varsovia, 2025), para cuya escritura recibó una ayuda a la creación literaria de la Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura de España, forman parte de un proyecto conjunto en el que ha trabajado la autora tras su investigación en la Sorbona sobre la obra escrita y bordada de Louise Bourgeois.

Por su obra también ha recibido el Premio de Poesía Voces Nuevas, el Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos, el Premio Ana de Valle y el Premio Carmen Conde. Sus poemas han sido incluidos en numerosas antologías y en revistas de España, Francia, Italia e Hispanoamérica. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, francés, italiano, portugués o esperanto.

 En 2013 su obra fue estudiada por el poeta y crítico literario Alberto García-Teresa en su tesis Poesía de la conciencia crítica, 1987-2011. 

Actualmente reside en Cazals (Francia).


Enlaces de interés :

Paginas de la autora : https://saraherreraperalta.com

. http://duboisalamaison.com

https://www.vogue.es/articulos/sara-herrera-peralta-escritora-entrevista

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