new York
Los árboles pronto romperán sus amarras
y son ramos de flores todos los policías
CONEY ISLAND
La lluvia es una moneda de afeitar
WALL STREET
La brisa dobla los tallos
de los artistas de la Paramount
El tráfico
escribe
una carta de novia
TIME IS MONEY
Los teléfonos
Son depósitos de licor
Diez corredores
desnudos en la Underwood
28 PISO
CHARLESTOWN
RODOLFO VALENTINO HACE CRECER EL CABELLO
NADIE PODRÁ TENER MÁS DE 30 AÑOS
(Por que habrán disminuido los hombre 25 centímetros
y andarán oblicuo sobre una pared)
Mary Pickford sube por la mirada del administrador
Para observarla
HE SA LI DO
RE PE TI DO
POR 25 VEN TA-
NAS
debajo del tapete hay barcos
No cantes española
que saldrá George Walsh dentro la chimenea
AQUI COMO EN EL PRIMERO NADA SE SABE DE NADA
100 piso
El humo de las fábricas
retrasa los relojes
los niños juegan al aro
con la luna
en las afueras
los guarda bosques
encantan a los ríos
Y la mañana
se va como una muchacha cualquiera
en las trenzas
lleva prendido un letrero
———————-
| SE ALQUILA |
| ESTA MAÑANA |
——————
(1925)

Campo
El paisaje salía de tu voz
y las nubes dormían en la yema de tus dedos
De tus ojos cintas de alegría colgaron
la mañana
Tus vestidos
encendieron las hojas de los árboles
En el tren lejano iba sentada
la nostalgia
Y el campo volteaba la cara a la ciudad.

Poema del mar y de ella
Tu bondad pintó el canto de los pájaros
y el mar venía lleno en tus palabras
de puro blanca se abrirá aquella estrella
y ya no volarán nunca las dos golondrinas de tus cejas
el viento mueve las velas como flores
yo sé que tú estás esperándome detrás de la lluvia
y eres más que tu delantal y tu libro de letras
eres una sorpresa perenne
Dentro de la rosa del día.

ambeeres
las cúpulas cantaron toda la mañana
Y la casa Nestlé
ha pavimentado la ciudad
El cielo de pie espera con su gorrita a cuadros
espera
l
o
s
p
a
s
a
j
e
r
o s
DE AMÉRICA DE AMÉRICA
Las señoritas
con sus faldas plegadas de noticias
y sus ojos receptivos de celuloide
Los curiosos leen en sus ojos paisajes de América
y el puma que abraza a los indios con sus botas
s u r t i d o r e s d e o r o
Por supuesto de sus labios
volará una cacatúa
En Amberes
El calor es como un pensionista
Amberes
Es la ciudad lírica Es la ciudad elástica
Es la ciudad sin distancias
las calles son tirantes de goma
Los niños en la primaria aprenden el problema de la ubicación
y así como ponerse el sombrero
(acto mecánico)
basta con estirar una esquina
para sentirse proyectado de la escuela a la puerta de las dulcerías
Amberes
en un vino de amistad
es el postal del mundo
ahora
Los navíos educados
regresan a sus nidos
y hay saludos para América
en las fuentes de agua.
(1925)

Poema del manicomio
Tuve miedo
y me regresé de la locura
Tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso
PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS
Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza
Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos
veo a la calle que está mendiga de pasos.
(1923)

poema
Para ti
tengo impresa una sonrisa en papel japón
Mírame
que haces crecer la yerba de los prados
Mujer
mapa de música claro de río fiesta de fruta
En tu ventana
cuelgan enredaderas de los volantes de los automóviles
y los expendedores disminuyen el precio de sus mercancías
déjame que bese tu voz
Tu voz
QUE CANTA EN TODAS LAS RAMAS DE LA MAÑANA
(1925)

puerto
El perfume se volvió un árbol
y vuelan los colores
de los transatlánticos
En el muelle
de todos los pañuelos se hizo una flor
Va cantando la música lineal de un bote
y el calor pasta la luna
De una taberna
un marinero
saca de las botellas cintas proyectadas de infancia
Él es ahora Jack Brown que persigue al cow-boy
y el silbido es un caballo de Arizona
UN SUSPIRO DETRAS DE LA MAÑANA
Y para que se ría
la brisa trae
los cinco pétalos de una canción
(1925)

réclam
Hoy la luna está de compras
Desde un tranvía
el sol como un pasajero
lee la ciudad
las esquinas
adelgazan a los viandantes
y el viento empuja
los coches de alquiler
Se botan programas de la luna
(se dará la tierra)
película sportiva pasada dos veces
L s
o m
s u
p b
e l
r a
f n
u e
m r
e b
s a
de miradas internacionales
El policeman domestica la brisa
y el ruido de los clacksons ha puesto los vestidos azules
Novedad
Todos los poetas han salido de la tecla U. de Underwod
u
n
a
c
e
n
s
o
r
compró para la luna 5 metros de poemas
(1923)

madre
Tu nombre viene lento como las músicas humildes
y de tus manos vuelan palomas blancas
Mi recuerdo te viste siempre de blanco
como un recreo de niños que los hombres miran desde aquí distante
Un cielo muere en tus brazos y otro nace en tu ternura
A tu lado el cariño se abre como una flor cuando pienso
Entre tí y el horizonte
mi palabra está primitiva como la lluvia o como los himnos
Porque ante ti callan las rosas y la canción
(1925)

BIOGRAFÍA
tengo 19 años
y una mujer parecida a un canto
(1925)

Carlos Augusto Luis Humberto Nicolás Oquendo de Amat ( Puno, Perú, 17 de abril de 1905- Navacerrada, Madrid, España, 6 de marzo de 1936). Poeta. Está considerado uno de los mayores poetas peruanos.
Hijo de Zoraida Amat Machicao, bisnieta del virrey Manuel de Amat y Junyent y de Carlos Oquendo Álvarez, medico descendiente del marino español Antonio de Oquendo, quien partió a América desde San Sebastián probablemente a comienzos del siglo XVII. Fue capitán general de la flota de Indias y más tarde almirante general de la armada del Mar océano.
Carlos recibió una esmerada educación de parte de sus padres, lo que le permitió adquirir una sólida formación intelectual. A raíz de la persecución política a su padre, candidato progresista a diputado provincial, la familia se vio obligada a instalarse en Lima, en 1908 cuando el poeta contaba con tres años de edad, y entonces comenzaron las dificultades económicas. El médico Oquendo volvió a exiliarse en una provincia norteña (Pomabamba) en busca de trabajo, en vista de que el oficialismo le cerraba todas las puertas, quedando el pequeño Carlos al cuidado de su madre.
En 1918, cuando Oquendo tenía 13 años, murió su padre Carlos Oquendo Álvarez. La muerte del padre marca el comienzo de una larga miseria en la vida de Oquendo de Amat. Carlos, de trece años. debe interrumpir su formación secundaria en un colegio particular de Lima e ingresar al nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, teniendo al poco tiempo que regresar con su madre a Puno.
En 1922, habiendo retornado a Lima a finalizar la secundaria en el Guadalupe y a tan sólo cuatro años de la muerte del padre, fallece su madre Zoraida Amat Machichaco, posiblemente el golpe más duro que al poeta le tocó soportar a lo largo de su breve vida. El poeta queda solo, pobrísimo y con diecisiete años. Los familiares de Lima no pueden acogerle. Oquendo se refugia de nuevo en Puno durante un año, pero ve que el ambiente no le puede ofrecer los elementos que precisa su desarrollo cultural, y vuelve a Lima. Se sabe que por este tiempo escribió en Puno algunos poemas, como «Aldeanita».
De nuevo en Lima en 1923, a pesar de su soledad y sus hambres, es un asiduo de la Biblioteca Nacional y de la de San Marcos, donde lee y relee a Mallarmé, Rimbaud, Apollinaire, Valéry, Bretón, Tzará, Aragón, Eluard, Eguren, Vallejo e Huidobro. Justamente en este año su admirado César Vallejo, a quien debió conocer personalmente en el colegio Guadalupe, donde éste fue inspector, parte a Europa. Pero también en el mismo regresa de éste otro de sus grandes maestros, en este caso de teoría marxista: José Carlos Mariátegui.
Carlos Meneses, su biógrafo más autorizado, señala que 1923 es el año de la más intensa soledad de Oquendo de Amat: «A veces, en medio de su soledad, sólo atina a recitar, insistentemente, sus versos a personas que acaba de conocer y que no están hechas para comprender poesía. Hay quienes lo toman por loco y huyen de él, dejándolo que hable solo, que se escuche a sí mismo».
En este año tétrico escribe los poemas «Cuarto de los espejos», «Reclame» y «Poema del manicomio». A partir de entonces vivirá en las pensiones más míseras de Lima: será el desesperado trashumante de la soledad y la miseria. Pero en este año de intensa soledad conoce a Xavier Abril quien lo introduce en el círculo de amigos escritores e intelectuales que él frecuenta en Lima y donde se relaciona con el ambiente literario limeño como los hermanos poetas Enrique y Ricardo Peña Barrenechea, Adalberto Vara Llanos, su más íntimo amigo y quien fuera introductor de la prosa surrealista en el Perú. Otros amigos suyos fueron los escritores José Vara Llanos, hermano menor de Adalberto, Armando Bazán, Carlos Schiaffino, Jorge Jiménez Monsalve, Ricardo Arbulú Vargas y el dibujante Emilio Goyburu, autor este último del grabado que aparece en la carátula de su poemario 5 metros de poemas. La fiesta de la amistad, de las tertulias y de las lecturas compartidas habrá de prolongarse durante algunos años.
A partir de 1924, Lima vive el fervor del surrealismo y se impregna de la libertad creadora que ofrece esta nueva corriente. Pero, a diferencia de sus amigos y contemporáneos, Oquendo sigue su propio camino sin dejarse absorber por las consignas que decretan desde París André Bretón y sus acólitos.
Introducido igualmente por Xavier Abril, en 1926 conoce a José Carlos Mariátegui, iniciándose una amistad entre maestro y discípulo que va a enriquecer y a decantar el espíritu y el comportamiento de su ser social. Inmediatamente se inician las lecturas colectivas de «El Capital» bajo la sombra tutelar de Mariátegui, quien funda la influyente revista «Amauta», en la que, en octubre de este año, Oquendo publica su primera colaboración: «Poema del manicomio». Abril, en carta a Carlos Meneses, ha revelado que él y el puneño «llevábamos al director en su sillón de ruedas a la Universidad, a las exposiciones de pintura, a los conciertos y al cine. De los que colaborábamos en la gran revista de Mariátegui, éramos los únicos escritores que compartíamos la ideología del maestro».
En 1925 había dado por concluido su «5 metros de poemas», iniciado en 1922 con «Aldeanita», aunque este poema aparece fechado en el libro como de 1923. Sin embargo, lo corregirá durante dos o tres años más.
Se sabe que Oquendo de Amat viajó en 1929 a la ciudad de La Paz Bolivia, en donde fue encarcelado y luego expulsado por sus ideas políticas. Posteriormente fue responsable del Partido Socialista Peruano en la ciudad de Arequipa . En ese periodo, Oquendo se dedicó íntegro a la militancia partidaria y a combatir las feroces dictaduras militares de Luis Sánchez Cerro y Óscar R. Benavides y en 1934 es apresado por sus actividades políticas al lado de obreros y estudiantes. Desde entonces quedará señalado como un elemento «peligroso», y a finales de setiembre de 1935 es obligado a embarcarse hacia Panamá. El represivo régimen militar de Oscar Raimundo Benavides marca el pasaporte del poeta con la impronta de sus convicciones políticas, y cuando éste llega a Balboa, puerto de acceso a la Zona del Canal de Panamá, los gringos descubren solícitos que tienen entre manos un «Comunista peligroso» y le encierran. Oquendo comunica su detención a un contacto que le habían dado en Lima: el escritor Diógenes de la Rosa. Este, que a la sazón trabajaba en la municipalidad de Panamá, se dirige una madrugada a la prisión del poeta con un coche oficial y un plan de evasión tipo Hollywood. Así Oquendo pudo ser liberado para continuar su viaje hasta Paris, vía San José de Costa Rica y México, donde se reembarca en el puerto de Veracruz.
Posteriormente Oquendo de Amat embarcó rumbo a la vieja Europa, llegando al puerto de La Rochelle, Francia. Soñaba con conocer en París a los surrealistas franceses y con visitar la facultad de medicina dónde había estudiado su padre. Parece ser que la pobreza y algún consejo de la diplomacia peruana le animaron a partir de la ciudad de la luz hacia la combativa España. Oquendo quería defender la República Española en plena Guerra Civil.
Oquendo llegó a Madrid con una pequeña maleta casi vacía, y tristemente, lo más llamativo de su persona era el mal estado en que se encontraban sus pulmones. Fue su mala salud la que le impidió realizar todo lo que hubiera querido hacer. Prácticamente del tren que le trajo de París a Madrid fue conducido con la ayuda de Xavier Abril, Porras Barrenechea y otros amigos al hospital San Carlos, hoy museo Reina Sofía. Y de ahí a insistencia suya llevado al sanatorio de Navacerrada, el cual era considerado uno de los mejores hospitales en España para tratar la tuberculosis. La Marquesa de la Conquista pone su coche a disposición del moribundo y dona algunas mantas y sábanas para protegerlo del frío inclemente de febrero. En Guadarrama, Oquendo se siente mejor pero en realidad se trataba de una mejoría psicológica originada por el cambio de ambiente. Pronto vuelven los ahogos de la tuberculosis y él vuelve a exigir a gritos que le lleven a un lugar más generoso en oxígeno. Puesto que se encontraba en el umbral de la muerte, los médicos aconsejan no moverle por temor a que muera en el camino. Pero el poeta sigue insistiendo a gritos que le trasladen a otro lugar. Porras Barrenechea, sólo por complacer al amigo moribundo, accede a su petición y envía para tal fin a un joven estudiante de medicina peruano, Enrique Chanlyeck, quien sólo alcanza a llegar para certificar la muerte del poeta. Era el 6 de marzo de 1936 y le faltaba un mes para cumplir 30 años. En el inventario de sus pertenencias se encontró una maleta con «El Capital», una camisa y alguna ropa interior.
Poco tiempo después de la muerte del poeta empezó la guerra civil española y se perdió el rastro de Oquendo de Amat. En 1972, con la ayuda de Vendrines, un antiguo funcionario de Navacerrada, se identificó la tumba del poeta, entre las numerosas lápidas sin nombre de un pequeño cementerio de esa ciudad. Posteriormente, el Instituto Nacional de Cultura del Perú se encargó de colocar una lápida de granito para el poeta.
A unos 70 kilómetros de Madrid, en el cementerio de Navacerrada, hay una tumba que pertenece a un poeta peruano y en cuya lápida se lee: «Oquendo, Oquendo/ tan pálido, tan triste/ tan débil/ que hasta el peso de una flor te rendía », versos de su amigo, el poeta peruano Enrique Peña Barrenechea.
Obra poética :
“Cinco metros de poemas” fue el único libro publicado por Oquendo de Amat en 1927. La obra sorprendió a todos. El título proviene del cuarto poema del libro, nombrado «Réclam», en cuyo último verso se lee: compró para la luna 5 metros de poemas. Se trataba de un conjunto de poemas de intensos versos (escritos entre 1923 a 1925) publicados en una sola hoja plegada en un listón que debía, según su consejo, leerse “como quien pela una fruta”. Para mucho parecía una rollo de papel higiénico de los de ahora o un contómetro de 24 centímetro de ancho y que a lo largo medía 5 metros y 16 centímetros en aquella primera publicación, en Lima, en 1927, por la Editorial Minerva. Al abrirse, deja ver el panorama de poemas que corren uno detrás de otro, a manera de una película de cine y en la que cada poema es una imagen casi onírica de un mundo extraño pero sugerente, fotogramas con escenas que se suceden de una belleza incomparable. Como todo lo bueno los críticos ocultaron el libro aduciendo que se trataba de una chifladura. Así fue olvidado por décadas y hoy se le considera entre los más importantes libros de las vanguardias mundiales y a Oquendo de Amat como un poeta magistral.
Mario Vargas Llosa, quien se inspiró en el poeta para su famoso discurso: “La literatura es fuego” con ocasión de agradecimiento al recibir el premio Rómulo Gallegos de 1967, dijo esa vez :
“Hace aproximadamente treinta años, un joven que había leído con fervor los primeros escritos de Breton, moría en las sierras de Castilla, en un hospital de caridad, enloquecido de furor. Dejaba en el mundo una camisa colorada y “Cinco metros de poemas” de una delicadeza visionaria singular. Tenía un nombre sonoro y cortesano, de virrey, pero su vida había sido tenazmente oscura, tercamente infeliz. En Lima fue un provinciano hambriento y soñador que vivía en el barrio del Cercado, en una cueva sin luz, y cuando viajaba a Europa, en Centro América, nadie sabe por qué, había sido desembarcado, encarcelado, torturado, convertido en una ruina febril. Luego de muerto, su infortunio pertinaz, en lugar de cesar, alcanzaría una apoteosis: los cañones de la guerra civil española borraron su tumba de la tierra, y en todos estos años, el tiempo ha ido borrando su recuerdo en la memoria de las gentes que tuvieron la suerte de conocerlo y de leerlo. No me extrañaría que las alimañas hayan dado cuenta de los ejemplares de su único libro, enterrado en bibliotecas que nadie visita, y que sus poemas que ya nadie lee, terminen muy pronto trasmutados en «humo, en viento, en nada», como la insolente camisa colorada que compró para morir. Y, sin embargo, este compatriota mío había sido un hechicero consumado, un brujo de la palabra, un osado arquitecto de imágenes, un fulgurante explorador del sueño, un creador cabal y empecinado que tuvo la lucidez, la locura necesaria para asumir su vocación de escritor como hay que hacerlo: como diaria y furiosa inmolación».
El escritor Alberto Tauro del Pino dice:
«Recuerdo a Carlos Oquendo de Amat como un personaje singular, inconfundible. De mediana estatura, delgado; sus hombros caídos afectaban una compleja actitud, que por igual trasuntaba cansancio o timidez; y siempre lucía pulcramente, aunque su atuendo mostraba las huellas del uso… A todos era evidente que su vida cotidiana transcurría entre dificultades. Muchos la reputaban desordenada, y más o menos envuelta en los delirios artificiales de la bohemia; otros se limitaban a juzgar que había algún misterio en su falta de ubicación precisa, así como en el nimbo trashumante de sus apariciones y ausencias».
Lizandro de Amat Machicao, primo hermano del poeta y quizá la única persona tuvo un trato intenso con él antes de que viajase a Europa, dejó este testimonio:
“Carlos no era un escritor ortodoxo. Una vez le pregunté porque es que no había publicado otro libro. Me contestó más o menos así, que la poesía para él era un trabajo de alquimista, de arquitecto del universo, de una especie de viajero que en muchos lugares iba escribiendo alguna palabra. Me sorprendí cuando me dijo que no le interesaba la cantidad de libros y poemas que publicara un poeta, lo importante es –dijo—‘los metros de poesía porque había poetas que publicaban muchos poemas pero que su poesía alcanzaba unos centímetros apenas” .
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