7 Poemas de Francisco de Quevedo

A una adúltera

Sólo en ti, Lesbia, vemos que ha perdido 
El adulterio la vergüenza al cielo, 
Pues que tan claramente y tan sin velo 
Has los hidalgos huesos ofendido. 

Por Dios, por ti, por mí, por tu marido, 
Que no sepa tu infamia todo el suelo: 
Cierra la puerta, vive con recelo, 
Que el pecado nació para escondido. 

No digo yo que dejes tus amigos, 
Mas digo que no es bien que sean notados 
De los pocos que son tus enemigos. 

Mira que tus vecinos, afrentados, 
Dicen que te deleitan los testigos 
De tus pecados más que tus pecados.

Soneto amoroso

A fugitivas sombras doy abrazos; 
en los sueños se cansa el alma mía; 
paso luchando a solas noche y día 
con un trasgo que traigo entre mis brazos. 

Cuando le quiero más ceñir con lazos, 
y viendo mi sudor, se me desvía, 
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía, 
y temas con amor me hacen pedazos. 

Voyme a vengar en una imagen vana 
que no se aparta de los ojos míos; 
búrlame, y de burlarme corre ufana. 

Empiézola a seguir, fáltanme bríos; 
y como de alcanzarla tengo gana, 
hago correr tras ella el llanto en ríos.

Poderoso caballero es Don Dinero

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

A un hombre de gran nariz

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;

Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.

Prevención para la vida y para la muerte

Si no temo perder lo que poseo, 
ni deseo tener lo que no gozo, 
poco de la Fortuna en mí el destrozo 
valdrá, cuando me elija actor o reo. 

Ya su familia reformó el deseo; 
no palidez al susto, o risa al gozo 
le debe de mi edad el postrer trozo, 
ni anhelar a la Parca su rodeo. 

Sólo ya el no querer es lo que quiero; 
prendas de la alma son las prendas mías; 
cobre el puesto la muerte, y el dinero. 

A las promesas miro como a espías; 
morir al paso de la edad espero: 
pues me trujeron, llévenme los días.

A un avariento

En aqueste enterramiento
humilde, pobre y mezquino,
yace envuelto en oro fino
un hombre rico avariento.

Murió con cien mil dolores
sin poderlo remediar,
tan sólo por no gastar
ni aun gasta malos humores.

Amor constante más allá de la muerte

Cerrar podrá mis ojos la postrera 
Sombra que me llevare el blanco día, 
Y podrá desatar esta alma mía 
Hora, a su afán ansioso lisonjera; 

Mas no de esotra parte en la ribera 
Dejará la memoria, en donde ardía: 
Nadar sabe mi llama el agua fría, 
Y perder el respeto a ley severa. 

Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, 
Venas, que humor a tanto fuego han dado, 
Médulas, que han gloriosamente ardido, 

Su cuerpo dejará, no su cuidado; 
Serán ceniza, mas tendrá sentido; 
Polvo serán, mas polvo enamorado.

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 1580?-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645)

http://www.cervantesvirtual.com/portales/francisco_de_quevedo/

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