Prólogo
“¡Quién supiera escribir…!”
Ramón de Campoamor
Un libro es libre, dicen. Sin embargo
este diálogo es deuda, de repente
lo he cometido todo por encargo
y recomendación de alguna gente.
Se me había perdido la canción
adentro de un amargo desaliento.
Alguien me socorrió con intención
de que recuperara el instrumento.
Si supiera escribir, si me atreviese,
decidiría sin socorro alguno,
pero vacilo porque me parece
que es la poesía quien lo escribe a uno.
Perdonen que sonría, qué frescura,
y que no solemnice o menoscabe
precepto de actualísima escritura
que mecanizan retorcida clave.
A fin de contemporizar procuro
cantar con método menos humano,
pero me sale así: les aseguro
que esta canción está toda hecha a mano.
Me gusta, como al pueblo y a la infancia,
jugar con sonsonete de medida,
y entre la artesanía y la ignorancia,
por ahora, me doy por aludida.
No tuve tiempo de pedir permiso
a autoridad plumífera ilustrada
que quizá opine que este canto es liso,
tan liso que no sirve para nada.
No sé, yo solamente versifico
pura conversación a mi manera.
Y su inutilidad se la dedico
a los que me pidieron que escribiera.
de Hecho a mano (1965)
Como la cigarra
Tantas veces me mataron
tantas veces me morí
sin embargo estoy aquí
Resucitando
Gracias doy a la desgracia
Y a la mano con puñal
porque me mató tan mal
Y seguí cantando
Cantando al sol
como la cigarra
después de un año
bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra
Tantas veces me borraron
tantas desaparecí
a mi propio entierro fui
sola y llorando
Hice un nudo del pañuelo
pero me olvidé después
que no era la única vez
y seguí cantando
Cantando al sol
como la cigarra
después de un año
bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra
Tantas veces te mataron
tantas resucitarás
cuántas noches pasarás
desesperando
Y a la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando
Cantando al sol
como la cigarra
después de un año
bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra
Arte poética
Rarísima, desesperada
complicidad de los papeles.
Es muy lindo decir naranja,
pero la tinta cómo duele.
Cuánta fatalidad nos hace falta.
Yo no sé cómo hay gente que se atreve.
Me olvidaría de vivir
pero aprendí cómo se muere:
clavándose una lapicera
en el amor a la intemperie,
o resbalándose memoria abajo,
sin paliativos, infinitamente.
Y me pregunto para qué.
No hay apariencia que conteste.
Al fin y al cabo me pondría
a hacer espuma con laureles
y cambiaría la posteridad
por una basurita, por un peine.
Hace tiempo que tengo ganas
de decírselo a mucha gente:
sepan que callo de certeza
y que fallezco de obediente,
y que no tengo la menor idea
y que me desespero para siempre.
Cuánto más cómodo sería
imaginar entre los peces,
disimular como el rocío
todo delito transparente,
colaborar con intachables piedras
o llamar por teléfono, o que espere.
Hasta cuándo podré durar
en un empleo tan urgente,
tan frágil, sin escapatoria,
escarbando lo que sucede
en zonas sumergidas donde todo
se quiere arrepentir pero no puede.
La verdad es que soy testigo
de festividades solemnes,
que padezco una colección
de musicales intereses,
que ríos y manzanas me autorizan
y estoy a cargo del color celeste.
Pensar que no sabremos nunca
qué pasa dentro de las nueces.
No me pregunten. Con locura
y con el permiso de ustedes
me voy a agonizar otro poquito
con las palabras. Hasta que me lleven.
de Hecho a mano (1965)
La forma
Dios sigue haciendo piedras y animales
con las antiguas formas de la vida.
Sigue poniendo pájaros iguales
sobre la misma tierra repetida.
Pero para la voz recién nacida
todas las cosas son originales
y al cantar las descubre, sorprendida,
desde su cárcel, desde sus umbrales.
Si estoy en medio de la noche y siento
que otra vez vuelven con la primavera
la renovada antigüedad del viento
y la luna que vi por vez primera
muero, pero renazco al otro día,
húmeda de reciente alfarería.
de Otoño imperdonable (1947)
Hombre pensativo
El hombre está pensando, y en su frente
juega una sombra trémula de viento
y danzan los delirios que la fuente
le brinda en su pausado movimiento.
El hombre permanece conmovido.
Sin ansia y sin recuerdo. Se ha quedado
con la asistencia fiel de sus sentidos
pendiente de un destino inesperado.
Porque el agua es un libro transparente
que a veces melancólico ilumina
algún sangrante trozo de poniente
o un desbande casual de golondrinas.
El hombre lo comprende y se demora
en el fluvial silencio de la fuente.
Sin advertir el ritmo de las horas.
Sin ver danzar las sombras en su frente.
de Otoño imperdonable (1947)
La casa
Allá estarán las cosas todavía,
a punto de no ser, contradiciéndose.
En el hastío de las escaleras
y en la resignación de las paredes
aun seguirá creciendo aquella sombra
con su sed de presagios inminentes.
Aquella sombra, ay, aquella sombra
fría como la sal y como el verde.
Su perfume inquietante, su leyenda
de confidencias y de pareceres
caía en el ramaje de mis hombros
con la perseverancia de la nieve.
Yo nunca tuve edad. Por eso entonces
crecí en la medida de mi muerte
ante la certidumbre del dolor
y la presencia de lo inexistente
y esa frialdad de las antiguas voces
sólo atentas a sus atardeceres.
Dejadme que imagine: allí quedaron
los guantes amarillos del jinete,
el crucifijo, las lamentaciones,
la ácida vigilancia de la fiebre.
(Consternación que pudo perpetuarse
en el mundo asombrado de mi frente.)
Yo sé que quise huir de los espejos
deshabitados insistentemente,
de la cal angustiosa, de la fecha,
de la persecución de los caireles,
de sombras que llovían por los muros
lentas como la miel, y amargamente.
Es verdad que nací para estar triste
junto a cualquier ventana, cuando llueve.
Pero eso sí: guardadme mi silencio,
aquel tan habituado a mis papeles,
desordenado como las estrellas,
amigo de mi voz, sencillamente.
No me llevéis a las habitaciones
donde sollozan doloridos seres,
en donde no podría habitar nunca
el aire que respiran los juguetes.
Porque no quiero ver anochecida
mi propensión a los amaneceres.
de Otoño imperdonable (1947)
Canción
Alma sin el amor, ave dejada
en los terrenos de la maravilla:
cuando no haya más hojas
y se acaben los días
yo seguiré buscando
tu luz recién nacida
-alma sobre rebaños levantada-
para hacer las mañanas de mi vida.
El enlutado mundo que habitaba
ahora es cielo que mi frente pisa.
(Si se apagaran todas
las uvas de la viña
o se muriera el pan
en las espigas,
este incendio frugal de mi esperanza
en otra tierra se levantaría.)
Tu mano era mi mano desde siempre,
tu voz mi voz, y yo no lo sabía.
Anduve con tu sombra
al lado de la mía
por mortales caminos
y celestes orillas.
Eras un sueño en busca de mi frente
para nacer, y yo no lo sabía.
Ya mis ojos usaron la belleza
y fueron en sedienta cacería
-con su lastimadura
de límites y aristas-
al pámpano desnudo
y a la rosa vestida,
buscándote desde los miradores
con el Amor-Que-Todo-Lo-Imagina.
Cuando tú fuiste la increíble imagen
yo era la sed y el vaso y la bebida.
Las puertas y los frascos,
cubiertos de ceniza,
guardaban el perfume
de la melancolía,
mientras los palomares te esperaban
con el Amor-Que-Nada-Se-Imagina.
Aunque tu providencia me negara
el alimento para la alegría,
aunque me entristecieras
la intemperie divina
con pájaros callados
y sombras pensativas,
aunque olvidaras, aunque no existieras,
mi corazón igual te cantaría.
Ahora
Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí, resucitada.
Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por gracia de tu voz iluminada
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
de Baladas con ángel
De mis tiempos
En mis tiempos había tiempo.
Recuerdo bien que por ejemplo
la higuera derramaba esparcimiento
y una rosa nos duraba
mucho más que cualquier empleo.
Por otra parte las siestas
se pedían prestadas a la muerte.
Quizás el tiempo era como las frutas,
se regalaba a los vecinos
después de verlo madurar.
Se compartía en las veredas,
entre abanicos y señores
de sosegada camiseta,
mientras parsimoniosamente
iban escobas y venían
amontonándolo como importante.
Y la eternidad, sentadita
en su silla de paja, porque sí.
Es que era siempre tan temprano
y tan segura la abundancia,
la inundación de treguas oportunas,
que se guardaba el tiempo en los sombreros
y un día se lo derrochaba todo
en un solo saludo, saludando.
Uno viajaba en libro a todas partes
y visitaba diferentes ocios:
el de al lado, el de enfrente, el de las tías.
No se había inventado
el maleficio de la prisa, no.
De ninguna manera. Los espejos
esperaban de sobra
que uno peinara su pausado pelo,
que uno se terminara de encontrar.
El tiempo era un perfume y no venía
nadie a medirlo ni guardarlo en cajas.
Los trenes todo lo que hacían
era aludirlo en los horarios.
Se podía llorar a gusto
porque eran lentos los rincones,
o quizás porque había aún macetas
donde depositar una lágrima
sin que las flores se opusieran.
O porque la llovizna hablaba
en un idioma sin resentimiento.
Todos usaban tiempo y lo perdíamos,
cómplices de su lujosa concurrencia,
y hasta el hastío
era un modo de ser de los balcones
que enternecía delicadamente.
Creo que todavía queda un poco
de tiempo verdadero, pero lejos.
Pero muy lejos, en algunos patios,
refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos
que reinan sobre umbrales
y en la lustrada majestad del gato.
Supongo, ya no sé, nada sabemos.
Tiempo sin ser castigo.
Yo llegué a conocerlo: está enterrado
en lo más vivo de mi corazón.
Después vinieron los Relojes.
de Hecho a mano(1965)
Canción de cuna para un gobernante
Duerme tranquilamente que viene un sable
a vigilar tu sueño de gobernante.
América te acuna como una madre
con un brazo de rabia y otro de sangre.
Duerme con aspavientos, duerme y no mandes
que ya te están velando los estudiantes.
Duerme mientras arriba lloran las aves
y el lucero trabaja para la cárcel.
Hombres, niños, mujeres, es decir: nadie,
parece que no quieren que tú descanses.
Rozan con penas chicas tu sueño grande.
Cuando no piden casas, pretenden panes.
Gritan junto a tu cuna.
No te levantes aunque su grito diga: «Oíd, mortales».
Duermete oficialmente, sin preocuparte,
que sólo algunas piedras son responsables.
Que ya te están velando los estudiantes
y los lirios del campo no tienen hambre.
Y el lucero trabaja para la cárcel.
Oda doméstica
No sé, pero supongo que algún día
hará frío en los libros y tendremos
que consultar las hojas del verano.
Nos habremos cansado de aludir,
no quedará papel ni llanto
para desperdiciar en poesía.
Por ahora vamos a perpetuarnos
en la fugacidad de la cocina,
a padecer el cotidiano
fallecimiento de las cucharitas.
Una diaria estación de cacerolas
nos ensucia pequeñamente el aire.
Dan asco las ideas puras,
vergüenza la botánica, pudor
la desnudez del pensamiento.
Mejor es ser sumisamente
cuerpo afanado, manos eficaces
para abrochar el delantal del mundo.
Un día los periódicos dirán
que el amor se ha caído en la basura,
que los ángeles agonizan,
pero no acudiremos, ocupadas
en asistir obligatoriamente
a una melancolía de botones.
Así, bajo monótonos auspicios
recibimos delirios preparados,
paquetes de quebranto y una
encomienda de risa natural
enviada por la primavera
para resucitar de vez en cuando.
He pensado a menudo en todo esto,
mujermente agobiada de plumeros.
Nos amenazan hortalizas,
nos corren copas, números, pelusa,
nos arrebatan tiempo reservado
para comprar una porción de sueño.
En la suma de los pañales
y el tintineo de los desayunos,
en repetidas dosis de mercado
y en la elaboración del miedo
se nos va, se nos va el latido
que dedicábamos a la locura.
Y los que calzan sombra masculina,
heredado poder, cómodo imperio,
ordenan nuestra humana servidumbre
mientras se ponen seriamente
a fabricar los tajos de la guerra,
el obstinado pan del sufrimiento.
de Sección Bronca
Diciembre
Cuando me olvido de la muerte, cuando
miro la abeja en su panal y miro
al cielo, en fin, a Dios elaborando
la luz, el agua, el aire que respiro,
entonces puedo realizar un blando
tránsito por la flor, por el suspiro,
por calles que me van enamorando
de esta tierra casual donde deliro.
¡Qué pródigo en perdón es el momento
en que me atrevo a resolver mi suerte
en esperanza, en pájaros, en vida!
¡Qué de campanas en la sangre siento
cada vez que me olvido de la muerte!
Pero sucede que ella no me olvida.
de Otros poemas
La pena de muerte
Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.
Otoño de la vida
A Sara Facio
El viento arrebate
nostalgias marchitas
que a pesar de los trenes perdidos
nos sobra esperanza y es hoy todavía.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
Coronar suavemente el espejo
con fotografías.
Legamos criaturas,
vivas maravillas
a este valle de lágrimas donde
quisimos triunfar sobre guerra y perfidia.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
Como náufragos darse la mano
en un mar de ruinas.
Edad de escarmientos
y sabiduría.
A seguir en la brecha, gastando
coraje guardado y toda la sonrisa.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
Acudir con primera emoción
a la última cita.
No hay orden que dure.
a mudarse de piel y de nido
y echar por la borda hojarasca y fatiga.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
El amor es más fuerte que nunca
pero uno lo cuida.
de 1978-1982
María Elena Walsh (Villa Sarmiento,Argentina, 1 de febrero de 1930-Buenos Aires,Argentina, 10 de enero de 2011).Poeta, escritora, cantautora, periodista y dramaturga.
Hija de Lucía Monsalvo, de ascendencia criolla y andaluza y de Enrique Walsh, de ascendencia inglesa e irlandesa.
Estudió la secundaria en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en el centro de Buenos Aires. Desde los catorce años, comenzó a publicar poemas en medios tan importantes como El Hogar, el diario La Nación, Anales de Buenos Aires, que dirigía Jorge Luis Borges, o Sur, de Victoria Ocampo, obras que contribuyeron a consagrarla como una de las voces más intensas y originales de su generación.
Con 17 años, publicó su primer libro de poesía Otoño imperdonable. La obra le supuso el reconocimiento en los circuitos literarios de la época y el padrinazgo de Juan Ramón Jiménez, quien la invitó a instalarse una temporada en los Estados Unidos. La experiencia no resultó fácil para la autora, como relatara en diversas ocasiones. Sin embargo, este viaje fue el primero de una serie de travesías que daría pie a su formación como autora.
Hacia 1948 formó parte del movimiento literario de La Plata, que se reúne en torno al sello editorial Ediciones del Bosque, creado por Raúl Amaral. Esta editorial publicó algunas de sus obras poéticas. En 1951 publica un nuevo libro Baladas con ángel.
Entre 1951 y 1963 formó el dúo Leda y María junto a la folclorista Leda Valladares. A los 21 años se embarcó, junto a Leda Valladares, rumbo a París, donde difundieron el folklore de tradición oral con gran reconocimiento del público, grabando varios discos que presentaron en su regreso a la Argentina. Después de unos meses de viaje, actuación y recopilación de canciones por las provincias del NOA, Leda y María se instalaron en Buenos Aires, actuaron en teatro y televisión y grabaron sus tres mejores discos, el último un perpetuo best seller dedicado al folclore español: Canciones del tiempo de Maricastaña. Por esa época comienza a componer para niños y graba, junto a Valladares, el famoso disco Canciones para Mirar (1960), que incluía canciones que son parte de la cultura argentina como El Reino del Revés, y Doña Disparate y Bambuco (1962) que dio vida a Manuelita, la tortuga. Al mismo tiempo, verificaban que iba cerrándose un ciclo, y empezaron cada una a buscarse otros trabajos.
En 1965 publica Hecho a mano, su cuarto poemario para adultos y tres años después estrena el espectáculo Juguemos en el mundo dirigido al público adulto y que influiría fuertemente en la nueva canción popular argentina. Tomando elementos del folklore, el tango, jazz y el rock compone letras de alto contenido social convirtiéndose en un exponente de la canción de protesta latinoamericana. El espectáculo teatral fue acompañado de un disco y en 1971 María Herminia Avellaneda dirigió la versión cinematográfica.
En 1978 decide dejar las presentaciones teatrales acosada por la censura del gobierno militar. Se vuelca al periodismo escrito. Varias de sus canciones se volvieron símbolos de resistencia ante la dictadura : “Como la Cigarra” ,”Canción de cuna para un gobernante“,” Oración a la Justicia“, “Canción de caminantes“, “Balada de Cómodus”,” Viscach“,” Postal de guerra“.
En 1981 Maria Elena enferma de cáncer, pero la vuelta de la democracia en 1983 la encuentra recuperada y participando en numerosos proyectos artístico-políticos en los ámbitos más diversos, siendo esencial su contribución en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC).
Entre 1985-1989 fue designada por el presidente Raúl Alfonsín para integrar el Consejo para la Consolidación de la Democracia.
En 1991, publica Novios de antaño, una novela autobiográfica sobre la niñez en época de la década infame. Entre 1997 y 2004 presenta los libros infantiles: Manuelita, ¿dónde vas?; Hotel Pioho’s Palacey ¡Cuánto cuento!
En 2008 aparece su último libro: Fantasmas en el parque una autoficción en la que confiesa miedos, anhelos y secretos sin dejar de lado su estilo lúcido, irónico y honesto.
Durante toda su carrera publicó más de 20 discos y escribió mas de 50 libros. Entre los artistas que difundieron el cancionero de María Elena Walsh se destacan Rosa León, el Cuarteto Zupay, Luis Aguilé, Mercedes Sosa y J.Manuel Serrat.
A lo largo de su vida formó pareja con la folklorista Leda Valladares, la directora de cine María Herminia Avellaneda y la fotógrafa Sara Facio, con quien vivió desde inicios de la década de 1980 hasta su muerte.
Elena Walsh recibió innumerables reconocimientos nacionales e internacionales: Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires(1985), Premio Konex de Platino y de Honor en Letras; Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen de la IBBY (Dinamarca), el Premio Honor del FNA; Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba(1990), entre otros. En 2008 recibió el Reconocimiento Público de la Academia Argentina de Letras. En Argentina gran cantidad de escuelas, bibliotecas, plazas y salas culturales de todo el país llevan su nombre o el de sus personajes.
Sus creaciones se han constituido en verdaderos clásicos de la literatura infantil, cuya importancia trasciende las fronteras de los países de habla hispana, ya que han sido traducidas al inglés, francés, italiano, sueco, hebreo, danés, chino y guaraní.
Entre sus personajes mas famosos se destaca Manuelita, la tortuga que fue llevado al cine con gran éxito internacional.
Obra poética :
- 1947 – Otoño imperdonable (Edición de la Autora)
- 1948 – Apenas viaje (El Barco de Madera)
- 1951 – Baladas con ángel (Losada)
- 1956 – Casi milagro (Herrera y Ressig – Uruguay)
- 1965 – Hecho a mano (Fariña Editores)
- 1984 – Los poemas (Sudamericana)
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