Todos escriben y de todo. Las musas se han desencadenado. Hay más libros que arenas tiene el mar, más genios que estrellas tiene el cielo y más críticos que hierbas hay en los campos (…) Semejantes a una plaga asoladora, críticos y escritores han invadido la tierra y la devoran como pueden.
(Rosalía de Castro, «Las literatas», 1866)
A mi madre
– I –
¡Cuán tristes pasan los días!…
¡cuán breves… cuán largos son!…
Cómo van unos despacio,
y otros con paso veloz…
Mas siempre cual vaga sombra
atropellándose en pos,
ninguno de cuantos fueron,
un débil rastro dejó.
¡Cuán negras las nubes pasan,
cuán turbio se ha vuelto el sol!
¡Era un tiempo tan hermoso!…
Mas ese tiempo pasó.
Hoy, como pálida luna
ni da vida ni calor,
ni presta aliento a las flores,
ni alegría al corazón.
¡Cuán triste se ha vuelto el mundo!
¡Ah!, por do quiera que voy
sólo amarguras contemplo,
que infunden negro pavor,
sólo llantos y gemidos
que no encuentran compasión…
¡Qué triste se ha vuelto el mundo!
¡Qué triste le encuentro yo!…
– II –
¡Ay, qué profunda tristeza!
¡Ay, qué terrible dolor!
¡Tendida en la negra caja
sin movimiento y sin voz,
pálida como la cera
que sus restos alumbró,
yo he visto a la pobrecita
madre de mi corazón!
Ya desde entonces no tuve
quien me prestase calor,
que el fuego que ella encendía
aterido se apagó.
Ya no tuve desde entonces
una cariñosa voz
que me dijese: ¡hija mía,
yo soy la que te parió!
¡Ay, qué profunda tristeza!
¡Ay, qué terrible dolor!…
¡Ella ha muerto y yo estoy viva!
¡Ella ha muerto y vivo yo!
Mas, ¡ay!, pájaro sin nido,
poco lo alumbrará el sol,
¡y era el pecho de mi madre
nido de mi corazón!
De : A mi madre

— VI —
Donde el ciprés erguido se levanta,
allá en lejana habitación sombría,
que al más osado de la tierra espanta,
sola duerme la dulce madre mía.
Más helado es su lecho que la nieve,
más negro y hondo que caverna oscura,
y el curo altivo que sus antros mueve,
sacia su furia en él, con saña dura.
¡Ah!, de dolientes sauces rodeada,
de húmeda yerba y ásperas ortigas;
¡cuál serás, madre, en tu dormir turbada,
por vagarosas sombras enemigas!
De : A mi madre

Negra sombra
Cuando pienso que te huyes,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Si imagino que te has ido,
en el mismo sol te asomas,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.
Si cantan, tú eres quien cantas,
si lloran, tú eres quien llora,
y eres murmullo del río
y eres la noche y la aurora.
En todo estás y eres todo,
para mí en mí misma moras,
nunca me abandonarás,
sombra que siempre me asombras.

Dicen que no hablan las plantas
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

Del mar azul las trasparentes olas
Del mar azul las transparentes olas
mientras blandas murmuran
sobre la arena, hasta mis pies rodando,
tentadoras me besan y me buscan.
Inquietas lamen de mi planta el borde,
lánzanme airosas su nevada espuma,
y pienso que me llaman, que me atraen
hacia sus salas húmedas.
Mas cuando ansiosa quiero
seguirlas por la líquida llanura,
se hunde mi pie en la linfa transparente
y ellas de mí se burlan.
Y huyen abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable lucha,
como en las tristes playas de la vida
me abandonó inconstante la fortuna.

Hora tras hora, día tras día
Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.
Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.
Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?

Sed de amores tenía
Sed de amores tenía, y dejaste
que la apagase en tu boca,
¡piadosa samaritana!
Y te encontraste sin honra,
ignorando que hay labios que secan
y que manchan cuanto tocan.
¡Lo ignorabas…, y ahora lo sabes!
Pero yo sé también, pecadora
compasiva, porque a veces
hay compasiones traidoras,
que si el sediento volviese
a implorar misericordia,
su sed de nuevo apagaras,
samaritana piadosa.
No volverá te lo juro;
desde que una fuente enlodan
con su pico esas aves de paso,
se van a beber a otra.

– 7 –
Fun un domingo,
fun pola tarde,
co sol que baixa
tras dos pinares,
cas nubes brancas
sombra dos ánxeles,
cas palomiñas
que as alas baten,
con un batido
manso e suave,
atravesando
vagos celaxes,
mundos extraños
que en raios parten
ricos tesouros
de ouro e diamante.
Pasín os montes,
montes e valles,
pasín llanuras
e soledades;
pasín os regos,
pasín os mares,
con pés enxoitos
e sin cansarme.
Colleume a noite,
noite brillante,
cunha luniña
feitas de xaspes,
e fun con ela
camiño adiante,
cas estreliñas
para guiarme,
que aquel camiño
solo elas saben.
Dempois a aurora
co seu sembrante
feito de rosas
veu a alumbrarme,
e vin estonces,
antre o ramaxe
de olmos e pinos,
acobexarse
branca casiña
con palomare,
donde as pombiñas
entran e saien.
Nela se escoitan
doces cantares,
nela garulan
mozos galantes
cas rapaciñas
de outros lugares.
Todo é contento,
todo é folgare,
mentras a pedra
bate que bate,
mole que mole,
dálle que dálle,
con lindo gusto
faille compases.
Non hai sitiño
que máis me agrade
que aquel muíño
dos castañares,
donde hai meniñas,
donde hai rapaces,
que ricamente
saben loitare;
donde rechinan
hasta cansarse
mozos e vellos,
nenos e grandes,
e anque non queren
que aló me baixe,
sin que o soupera
na casa naide,
fun ó muíño
do meu compadre;
fun polo vento,
vin polo aire.
De : Cantares gallegos

– 8 –
Un repoludo gaiteiro
de pano sedán vestido, como un príncipe cumprido, cariñoso e
falangueiro, antre os mozos o pirmeiro e nas siudades sin par,
tiña costume en cantar aló pola mañanciña:
Con esta miña gaitiña
ás nenas hei de engañar
Sempre pola vila entraba con aquel de señorío,
sempre con poxante brío co tambor se acompasaba; e si na gaita
sopraba, era tan doce soprar,
que ben fixera en cantar aló pola mañanciña:
Con esta miña gaitiña
ás nenas hei de engañar.
Todas por el reloucaban, todas por el se morrían, si o tiñan cerca,
sorrían, si o tiñan lonxe, choraban.
¡Mal pecado! Non coidaban que c’aquel seu frolear tiña costume
en cantar aló pola mañanciña:
Con esta miña gaitiña
ás nenas hei de engañar.
Camiño da romería,
debaixo dunha figueira, ¡canta meniña solteira «Quérote», lle
repetía!…
I el ca gaita respondía por a todas emboucar,
pois ben fixera en cantar aló pola mañanciña:
Con esta miña gaitiña
ás nenas hei de engañar
Elas louquiñas bailaban e por xunta del corrían, cegas…, cegas, que
non vían as espiñas que as cercaban; probes palomas, buscaban a
luz que as iba queimar, pois que el soupera cantar aló pola
mañanciña:
Ó son da miña gaitiña
ás nenas hei de engañar.
¡Nas festas, canto contento!
¡Canta risa nas fiadas!
Todas, todas, namoradas, déranlle o seu pensamento; i el que de
amores sedento
quixo a todas engañar, cando as veu dimpois chorar cantaba nas
mañanciñas: Non sean elas toliñas
non veñan ó meu tocar
De: Cantares Gallegos

Fotografia : PoetryAlquimia
En los ecos
En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo, y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido
otra vez de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única.
Por eso vive triste, porque te busca siempre,
sin encontrarte nunca.

Has de cantar (fragmento)
Lugar máis hermoso
non houbo na terra
que aquel que eu miraba,
que aquel que me dera.
Lugar máis hermoso
no mundo n’hachara
que aquel de Galicia,
¡Galicia encantada!
Galicia frorida,
cal ela ningunha,
de froles cuberta,
cuberta de espumas,
de espumas que o mare
con perlas gomita,
de froles que nacen
ó pé das fontiñas.
De valles tan fondos,
tan verdes, tan frescos,
que as penas se calman
nomáis que con velos;
que os ánxeles neles
dormidos se quedan,
xa en forma de pombas,
xa en forma de niebras.

[ XXIII ]
I
Unos con la calumnia le mancharon,
otros falsos amores le han mentido,
y aunque dudo si algunos le han querido,
de cierto sé que todos le olvidaron.
Solo sufrió, sin gloria ni esperanza,
cuanto puede sufrir un ser viviente;
¿por qué le preguntáis qué amores siente
y no qué odios alientan su venganza?
II
Si para que se llene y se desborde
el inmenso caudal de los agravios,
quieren que nunca hasta sus labios llegue
más que el duro y amargo
pan, que el mendigo con dolor recoge
y ablanda con su llanto,
sucumbirá por fin, como sucumben
los buenos y los bravos
uando en batalla desigual les hiere
la mano del cobarde o del tirano.
Y ellos entonces vivirán dichosos
su victoria cantando,
como el cárabo canta en su agujero
y la rana en su charco.
Mas en tanto ellos cantan… -¡muchedumbre
que nace y muere en los paternos campos
siempre desconocida y siempre estéril!-
triste la patria seguirá llorando,
siempre oprimida y siempre
de la ruindad y la ignorancia pasto.
De : En las orillas del Sar

Yo no sé lo que busco eternamente…
Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuándo y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
¡aun cuando sé que existes
y no eres vano sueño!

Cartas
A Manuel Murguía
– 1 –
Santiago, 16 de diciembre de 1861.
Mi querido Manolo: Hemos llegado a ésta ayer domingo, a las ocho de la noche, sin novedad particular, aunque llenas de aburrimiento y de cansancio. Después de venir la mayor parte del camino como en una prensa, se ha roto el eje de una rueda, por lo cual hemos tenido que venir desde antes de Lugo a paso de galera. Llegamos a La Coruña a las doce de la noche, aburridas y disgustadas, porque desde cerca de Betanzos hasta llegar a La Coruña, la niña vino con un cólico, que le pasó porque Dios lo quiso, pues con nada pudimos acudirle: pero como es tan fuerte, sanó sin remedio alguno. Mamá, el primero y segundo día, se mareó espantosamente, y yo me indispuse del estómago, de comer la comida fría, en tal disposición, que en lo restante del camino no hemos comido otra cosa que un té en Sanchidrián, una taza de caldo más allá de Valladolid, un chocolate en León, otro en Astorga y un café en Lugo. Así llegamos a La Coruña, donde no quisimos cenar nada, tomamos al otro día otro café antes de almorzar, a pesar de lo cual nos llevaron en la dichosa Coruña, por dormir y el café, 24 reales…
Ahora vamos a otra cosa. En Santiago hace un frío espantoso y apareció a mis ojos tal cual lo he descrito en Mauro. Jamás he visto tanta soledad, tanta tristeza, un cielo más pálido. En cambio, La Coruña estaba hermosísima. Una temperatura de primavera y un sol brillante. Estaba por quedarme ya en ella. Si aquí me fuese mal, allá me iba, pues ya tenía un sitio muy bueno, y bien amueblado, donde por tres duros al mes me ponían servicio, habitación y planchado. Lo demás está tan caro en Santiago como en La Coruña.
Por ahora me encuentro aquí en extremo descontenta. Santiago no es ciudad; es un sepulcro. No vayas a creer, sin embargo, que ya tengo melancolía, que voy a enfermar. Nada de eso. Sólo tengo una pequeña indisposición al vientre efecto del viaje. Por lo demás, estoy bien. Mamá y la niña también están buenas, gracias a Dios.
He llegado aquí con cinco duros; pero ya no tengo más de tres, y no creas que he gastado un solo maravedí en nada, pues lo he pasado hoy con una economía que pienso no sea mañana tan excesiva, pues casi no he comido. El dinero se ha ido en pagar a los que trajeron el equipaje, en comprar varias cosas, porque no había nada en casa, y aún tengo para mañana, además de los tres duros, dos pesetas, y leña, y pan, y carne y algunas otras pequeñeces. Creo que no puedes…
– 2 –
…nos hallamos demasiado lejos. Paciencia. Ninguna contestación tuve de Joaquina, y no quiero mandarle más a la niña, a no ser que tú me mandes otra cosa. Que se lo coman y se lo guisen todo.
Nada sabía que Compañel estuviese enfermo. Cierto es que no tenía por quién. Apresúrate, sin embargo, a hacer cuentas; bueno será. Si yo fuese hombre, saldría en este momento y me dirigiría a un monte, pues el día está soberbio; tengo, sin embargo, que resignarme a permanecer encerrada en mi gran salón. Sea. Adiós; recibe todo mi corazón y perdóname cuanto te hago sufrir; tú eres el que tienes que perdonarme a mí y no yo a ti.
He leído ayer un cuento de Poe, precioso aunque sencillo. Allí comprenderás que era poeta. Otro que he leído de él, de un género opuesto, se parece al modo de escribir de Larra. Las damas verdes de Jorge Sand tienen muchísima semejanza en cierto estilo con mi joven azul. ¿Qué te parece? Van a decir que he querido imitarla.
Cien besos y adiós. Voy a pasearme un poco por tu cuarto, pues tengo los pies helados. Tuya,
Rosa.


Lestrove, 26 de julio de 1881.
Mi querido Manolo: Te he escrito ayer, pero vuelvo a hacerlo hoy deprisa para decirte únicamente que me extraña que insistas todavía en que escriba un nuevo tomo de versos en dialecto gallego. No siendo porque lo apurado de las circunstancias me obligan imperiosamente a ello, dado caso que el editor aceptase las condiciones que te dije, ni por tres, ni por seis, ni por nueve mil reales volveré a escribir nada en nuestro dialecto, ni acaso tampoco a ocuparme de nada que a nuestro país concierna. Con lo cual no perderá nada, pero yo perderé mucho menos todavía.
Se atreven a decir que es fuerza que me rehabilite ante Galicia. ¿Rehabilitarme de qué? ¿De haber hecho todo lo que en mí cupo por su engrandecimiento?
El país sí que es el que tiene que rehabilitarse para con los escritores, a quienes, aun cuando no sea más que por la buena fe, y entusiasmo con que por él han trabajo, les deben una estimación y respeto que no saben darles y que guardan para lo que no quiero ahora mentar. ¿Qué algarada ha sido ésa que en contra mía han levantado, cuando es notorio el amor que a mi tierra profeso? Aun dado el caso (que niego) de que yo hubiese realmente pecado, por lo que toca al artículo en cuestión, ¿era aquello suficiente para arrojar un sambenito sobre la reputación literaria grande o pequeña de cualquier escritor que hubiese dado siempre probadas muestras de amor patrio, como creo yo haberlas dado? No; esto puede decirse sencillamente mala fe, o falta absoluta no sólo de consideración y gratitud, sino también de criterio. Pues bien: el país que así trata a los suyos no merece que aquellos que tales ofensas reciben vuelvan a herir la susceptibilidad de sus compatriotas con sus escritos malos o buenos. Y en tanto, ya que tan dañada intención han encontrado en lo que narré, para dar a conocer (y no para alabarla ni censurarla) una costumbre antiquísima, y de la cual aún quedaba algún resto en nuestro país, pueden consolarse leyendo la estadística por lo que toca a cierta cuestión que han sacado a relucir ciertos periódicos escandalizados con mi artículo. Si así arremetiesen contra la estadística sería mejor, a ver si así lograban borrar lo que es peor mil veces que lo que en mí han censurado tan bravamente.
Hazle, pues, presente al editor que, pese a la mala opinión de que al presente gozo, ha tenido a bien acordarse de mí, lo cual le agradezco, mi resolución de no volver a coger la pluma para nada que pertenezca a este país, ni menos escribir en gallego, una vez que a él no le conviene aceptar las condiciones que le he propuesto. No quiero volver a escandalizar a mis paisanos.
Los niños quedan buenos y ennegreciéndose cada vez más al sol; bueno es que parece que han aplacado un poco sus ardores insoportables de esos días atrás.
Nada sé de lo que pasa por Santiago, ni un periódico logro ver de allá. Lo que sí recibo diariamente es El Noroeste de La Coruña, que tienen la tentación de mandarme en lugar de El Clamor Respecto de El Imparcial, lo recibo un día sí y dos no. Variaciones de Correos.
Me llaman a comer. Recibe cariños de todos y tú sabes
te quiere tu mujer.
Rosalía.

Maria Rosalia Rita de Castro, (Santiago de Compostela, Galicia, España, 24 de febrero de 1837, Padrón, 15 de julio de 1885) Poeta y novelista considerada entre los grandes poetas de la literatura española del siglo XIX y una de las figuras precursoras de la poesía española moderna. Sus «Cantares Gallegos» es tenida como la primera gran obra de la literatura Gallega contemporánea.
Rosalia nació fruto de una relación prohibida, de su madre, doña María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía, quien tenía treinta y tres años cuando nació Rosalía y pertenecía a una familia hidalga venida a menos, con José Martínez Viojo de treinta y nueve años cuando nació la niña y era sacerdote lo que le impedía reconocer a su hija.
Fué bautizada con el nombre de María Rosalía Rita e inscrita como hija de padres incógnitos
, cosa que les convenía tanto al padre sacerdote, como a la madre soltera de la alta sociedad. Rechazada por la familia materna, la recién nacida fue llevada a Ordoño y allí amamantada por la esposa de un sastre llamado Lesteiro. Doña Teresa y doña María Josefa, tías paternas de Rosalía, tomaron bajo su tutela a la chiquilla mientras vivió en Ortoño, hasta que su madre se hizo cargo de ella, lo cual, según documentos de la época, sucedió cuando la niña tenia poco mas de 5 años.
En 1855 se traslada a Madrid donde publica su primera obra “La flor” (1857) libro de poemas en castellano. Este libro recibió muy buenas críticas de Manuel Murguía con quién se casa el 10 de octubre de 1858. La pareja tuvo siete hijos, de los cuales dos fallecieron Adriano (1875), murió en noviembre de 1876 a los 19 meses al precipitarse desde una mesa y Valentina(1877) nacida muerta. Tuveron también gemelos Gala y Ovidio, nacidos en julio de 1871, Aura(diciembre de 1868) y Amara (1873).
Tras la muerte de su madre, Rosalía y Manuel se trasladan de nuevo Galicia. Es en esta época cuando empieza a gestar sus obras más importantes: ‘A mi madre’ y ‘Cantares gallegos’ en 1863. Este último fue su primer libro en lengua gallega, considerada por aquél entonces, como un dialecto. La familia se traslada a Simancas (Valladolid), cuando Manuel es nombrado director del archivo de la misma localidad. Allí escribe parte del famoso poemario ‘Follas novas’. A comienzos de 1880 publica un número considerable de poemas en castellano que serán recogidos en el libro ‘En las orillas del Sar’.
En 1883 se traslada a la localidad de Padrón, donde fallece a causa de un cáncer de útero. Tenía 48 años.
En Rosalía siempre estuvo presente la modestia con la que juzgaba el valor literario de sus escritos, tal como le dijo a Eduardo Pondal en una carta, fechada en 6/4/1864. Rosalía, después de animarlo a que se cuide, poniendo como ejemplo su propia recuperación, le dice:
«…Respecto a trabajar, absolutamente nada, y aun cuando V. se digna hacerme algunos elogios que estoy muy lejos de merecer, y que solo puedo deber a su buena amistad, le aseguro que se pierde muy poco con que yo no escriba. Francamente, no tengo ninguna fe en la gloria y, por otra parte, conozco demasiado mis pequeñas fuerzas. Acaso consistirá en que soy muy ambiciosa, pero es lo cierto que nada de cuanto hice me satisface en lo más mínimo y por eso, después de haber ensayado algunos nuevos trabajos de los cuales quedé muy descontenta, he roto cuanto hice y no volví a coger la pluma.»
Esta opinión sobre su creación literaria, incluso una tendencia a destruir su propia obra, culminó en la petición a sus hijas, poco antes de morir, de quemar sus manuscritos; petición que estas cumplieron en ausencia del padre y en contra de lo que hubiera sido el deseo de Murguía, quien, según la tradición, les dijo al enterarse: Habéis quemado su gloria y vuestra fortuna
.
Obra publicada :
- 1857: La flor, Madrid, Imprenta de M. González. (Poesía).
- 1859: La hija del mar, Vigo, Impresión y encuadernación de J. Compañel. Editor: Librería Bailly, Baillière, Madrid. (Novela).
- 1861: Flavio, Madrid, Imprenta del periódico Crónica de ambos mundos.
- 1863: A mi madre, Vigo, Imprenta J. Compañel. (Es un folleto de 28 páginas del que se tiraron solo 50 ejemplares).
- 1863: Cantares gallegos, Vigo, Imprenta de J. Compañel. Nueva edición corregida y aumentada, Madrid, Librería de Leocadio López, 1872. (Añade cuatro poemas a la primera edición).
- 1866: Ruinas, Madrid, 1866. (Novela publicada por entregas en El museo Universal).
- 1867: El caballero de las botas azules, Lugo, Imprenta de Soto Freire, Editor.
- 1880: Follas novas, Madrid-La Habana, 1880. Editor La Propaganda Literaria, La Habana. Aurelio J. Allaría impresor, Madrid.
- 1881: El primer loco, Madrid, Imprenta y Librería Moya y Plaza. (Contiene al final el artículo de costumbres «El Domingo de Ramos (Costumbres gallegas)»).
- 1984: En las orillas del Sar, Madrid, Establecimiento tipográfico de Ricardo Fe.
Tardíamente, muerta ya Rosalía, se publicó el único relato breve que se conserva de ella en gallego:
- «Conto gallego», en Almanaque Gallego, Buenos Aires, 1923.
Lo que otros autores han dicho de Rosalia De Castro :
…esta naturalidad profunda, es uno de sus mayores aciertos y la salva del prosaísmo de la mayoría de sus contemporáneos. Su poesía directa es hermana de la de Bácquer y ha dejado impronta en muchos, aún en la mé trica, Su genio sencillo, angustiado, melancólico, lírico, está más cercano a nosotros que cualquier otro de su tiempo. Su nombre es de los pocos de la centuria, tratán dose de poesía, que cada día gana en aprecio. En las orillas del Sar es un libro tan importante como las Rimas. Su hondo sentimiento regional, su emoción, su tristeza, ad quieren, sin proponérselo, una tesitura universal. Max Aub (Escritor, poeta y dramaturgo)
La lengua alcanza en él [Cantares gallegos] lo que considero limite extremo de su perfección actual, y aparece dulce, palpitante, cariñosa, de cera para la rima, purifi cada de las asperezas y vulgarismos que solían afearla en otros poetas, y al mismo tiempo francamente aldeana, salpicada de giros y locuciones rústicas, cuyo sabor de fresa silvestre no habíamos apreciado hasta que el poeta nos las brindó servidas en fuente de plata. Emilia Pardo Bazán (1885) Escritora
En sus poesías, el lenguaje regional refleja más acaso, lo que le rodea, los sentimientos del pueblo en que vive; pero lo íntimo suyo, de su alma de mujer culta, en lucha, sin duda, con el ambiente, aparece mejor en sus compo siciones castellanas. Son éstas más líricas, más personales, más universales, en fin. Miguel de Unamuno.Escritor y filósofo (1912)
En 1884 —un año antes de morir— apareció, impreso en Madrid, su libro En las orillas del Sar; no se ha publicado en lengua castellana, y durante nuestro siglo XIX, un volumen de más espirituales, delicados, ensoña dores versos. Cuando se repasan las poesía de este volumen se experimenta una emoción extraña: nos hallamos en pre sencia, en comunicación con un espíritu que une los fenómenos del mundo exterior a sus propios sentimientos, a sus estados de conciencia, por medio de una ideación, no aparente, no manifiesta, sino oculta, como subterránea. Azorin en 1913
En tanto que aquí, en la gran ciudad, los poetas lanza ban versos rotundos, enfáticos, declamatorios; en tanto que aquí, entre la sociedad literaria, todo era artificio, estrépito de lisonjas mutuas, tráfago de vanidades —su perficialidad brillante, frivolidad—, allá, en un rincón de Galicia, lejos de este estruendo, apartada remotamente de este bullir mundano, había una mujer que iba, en silencio, componiendo unas poesías delicadas, suaves, íntimas, hen chidas de emoción, Nadie conocía en Madrid a esta poetisa; nadie ha comenzado a estimarla hasta muchos años des pués. (…) Quien vivió y escribió como viyió y escribió Rosalía de Castro, no podía ser proclamada poeta súbi tamente por la gente frívola y mundana; era preciso que poco a poco, con lentitud, con suavidad, de una manera íntima y recatada, su poesía fuera gustada por lectores amigos del lirismo original y delicado. Azorín, escritor (1929)
Enlaces de interés :
Biografía: http://www.cervantesvirtual.com/portales/rosalia_de_castro/
https://www.cervantesvirtual.com/portales/rosalia_de_castro/obra/la-poesa-de-rosala-de-castro-0
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