Mi ciudad está triste
El día en que conocimos la muerte y la traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el
[ rostro
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.
Sin ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad;
el silencio domina mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio, que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay, mi triste ciudad enmudecida!
¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!

Siempre vivo
Querida patria, no.
A pesar de todo lo que gire, en la estepa sombría,
sobre ti, la piedra del dolor.
No podrán, amor nuestro,
arrancarte los ojos.
No podrán.
¡Que estrangules los sueños, la esperanza!
¡Que claven en la cruz
la libertad de construir y trabajar!
¡Que nos roben las risas de los niños!
¡Que quemen!
¡Que destruyan…!
De la propia miseria.
De nuestra gran tristeza.
De la sangre pegada en nuestros muros.
Del temblor de la vida y de la muerte,
surgirá en ti la Vida nuevamente.
¡Tú, vieja herida nuestra!
¡Dolor nuestro!
¡Nuestro único amor!
Me basta con morir encima de ella,
con enterrarme en ella.
Bajo su tierra fértil disolverme, acabar,
y brotar hecha yerba de su suelo.
Hecha flor, con la que acaso juegue
la mano de algún niño crecido en mi país.
Me basta con seguir en el regazo de mi tierra:
Polvo, azahar y yerba.

Gemidos ante la ventanilla de admisiones
De pie, en el puente, pido pasar,
¡ay, pido pasar!
Me asfixio.
Mi aliento,
roto va en el ardor del mediodía.
Siete horas de espera…
¡Quién le corta las alas, ay, al tiempo!
¡Quién le afloja las piernas al mediodía!
Mi frente es azotada por el estío,
y mi sudor
es sal cayéndome en los párpados.
¡Y miles de ojos, ay,
que cuelgan como espejos doloridos por el ansia
caliente,
como signos de espera paciente
sobre la ventanilla de los visados!
¡Ay, que pido pasar!
Y resuena la voz de un mercenario
como una bofetada sobre todos:
«¡Árabes…! ¡Jaleo…! ¡Perros…!
¡Vuelve…! ¡No te acerques al río!
¡Vuelvan…! ¡Perros…!»
Mientras, cierra una mano la ventanilla;
cierra la senda
ante nosotros.
¡Ay, humanidad mía desangrándose,
corazón goteando mirra,
y sangre cual veneno llameante!
«¡Árabes…! ¡Jaleo…! ¡Perros…!»
¡Odio mío enloquecido que te creces!
Mataron el amor en mis entrañas.
Cambiaron ya la sangre de mis venas
en lava y alquitrán.

No lloraré
A las puertas de Yafa, amigos míos,
y entre el caos de escombros de las casas,
entre la destrucción y las espinas,
dije a los ojos, quieta:
Deténgase…
Lloremos sobre las ruinas
de quienes se han marchado, abandonándolas.
La casa está llamando a quien la edificó.
La casa está dando el pésame por él.
Y el corazón, deshecho, gime
y dice:
¿Qué te han hechos los días?
¿Dónde están los que antes
te habitaban?
¿Has sabido de ellos?
Aquí soñaron, sí,
aquí estuvieron,
y trazaron los planes del mañana.
Mas, ¿dónde están los sueños y el mañana?
Y, ¿dónde,
dónde están ellos?
Los restos de la casa no dijeron palabra.
Allí, habló sólo la ausencia,
el callar del silencio, el abandono.
Allí se amontonaban los búhos y los fantasmas,
extraños en los rostros, las manos y la lengua;
en su entraña metiéndose,
en ellas extendiendo sus orígenes.
Allí…
Y tantas cosas más…
Mientras el corazón se ahogaba de tristezas.
¡Amadísimos míos!
Me limpié de los párpados la niebla gris del llanto
para ir a nuestro encuentro.
En mis ojos había
una lumbre de amor y de esperanza
en nosotros, el hombre y en la tierra.
¡Ay, vergüenza, si me hubiera acercado
a nuestro encuentro
con el párpado trémulo, mojado,
y el corazón desesperado y roto…!
Aquí estoy, amados míos, con nosotros;
a coger una brasa de nosotros;
a tomaros, ¡candiles de la noche!,
una gota de aceite para mi lámpara.
Aquí estoy, amados míos,
con mi mano tendida hacia la nuestra;
bajando mi cabeza, aquí, ante las nuestras;
elevando la frente, con ustedes, al sol.
Aquí estoy, con ustedes,
fuertes como las rocas de nuestros montes,
y aquí están ustedes,
dulces como las flores de nuestra tierra.
¿Cómo van a aplastarme las heridas?
¿Cómo podrá aplastarme la desesperación?
¿Cómo voy a llorar ante ustedes?
Juro, a partir de hoy, no llorar.
¡Amadísimos míos!
El alazán del pueblo ha superado
el tropiezo de ayer,
y, tras el río, los héroes se yerguen.
Escuchan muy atentos, que el alazán relincha
confiado en su asalto;
que ya escapa al asedio de la oscura desgracia,
y corre hacia su puesto sobre el sol;
mientras compactos grupos de jinetes
le bendicen y le juran devoción,
le rocían con humo de limpias cornalinas,
con sangre de corales,
le dan de sus despojos copiosísima alfalfa,
y le aclaman, lanzado:
¡Corre al ojo del sol!
¡Corre, alazán del pueblo!
Que tú eres la señal y el estandarte,
y nosotros la cohorte que te sigue.
Ya no puede pararse la marea,
la pasión y la ira;
ya no puede caer en nuestras frentes,
sin luchar, el cansancio;
ni quedaremos quietos,
hasta haber expulsado a fantasmas y sombras.
¡Amadísimos míos…! ¡Candiles de la noche!
¡Hermanos en la herida!
¡Oh, semilla del trigo,
evadura secreta!
Él muere para darnos.
Aquí, nos da,
y nos da.
Yo ando nuestros caminos,
y heme aquí, ante ustedes.
Junto y lavo las lágrimas de ayer,
y me planto, lo mismo que ustedes,
en mi tierra y mi patria.
Lo mismo que ustedes, voy sembrando mis
ojos
en la senda del sol y de la luz.

Veinte años después
Aquí las huellas de las pisadas se detienen;
Aquí la luna
Yace con los lobos, los perros, y las piedras,
Detrás de las rocas y las carpas, detrás de los
[árboles.
Aquí la luna
Vende su cara cada noche,
Por una daga, una vela, un entrelazado de lluvia.
No arrojes una piedra en su fuego;
No robes los anillos de vidrio
De los dedos de las gitanas.
Ellas dormían, así como los peces y las piedras
[y los árboles.
Aquí las huellas de las pisadas se detienen;
Aquí la luna estaba pariendo.
¡Gitanas!
Devuélveles sus anillos de vidrio
Y las pulseras azules.

Dolores de parto
El viento arrastra el polen,
y nuestra tierra se sacude de noche en los
[temblores del parto.
Y el verdugo se engaña a sí mismo,
contándose la historia de la incapacidad,
la historia de la ruina y los escombros.
¡Joven mañana nuestra…! Cuéntale tú al verdugo
cómo son los temblores del parto;
cuéntale cómo nacen las margaritas
del dolor de la tierra,
y cómo se levanta la mañana
del clavel de la sangre en las
heridas.

Polvo
El final
de mi largo camino,
hasta donde yo llegue,
de cualquier destino,
es el premio de los años,
no el de llegar.
¿Por qué me apresuro?
¿Qué quiero en mi viaje
por esos desiertos
como una sombra fugitiva?
Mis pies consumidos por las rocas,
las olas del viento que siguen dando vueltas
y vueltas conmigo
mientras yo sigo a través de este vacío
de esta soledad.
Polvo, polvo
delante y detrás de mí; a mi alrededor, polvo.
Corro y corro; y en mis manos
sólo la ilusión, nada.
Cansada, cansada.
El final
de mi largo camino,
de cualquier destino,
es el premio de los años,
y aunque mi camino se alargue,
no es el de llegar.

La llamada de la tierra
«¿Me han usurpado mi tierra? ¿Me han privado
[de mis
derechos,
y me voy a quedar aquí, uncido al exilio,
[humillado y
desnudo?
¿Me voy a quedar aquí a morir como un
[extraño en tierra
extraña?
¿Me voy a quedar?
¿Y quién lo ha dicho?
Volveré a la tierra amada.
¡Por supuesto que volveré!
Y allí se cerrará el libro de mi vida.
Se apiadará de mí su tierra generosa
y dará cobijo a mis cenizas.
¡Regresaré, es necesario que vuelva!
¡Regresaré, comoquiera que sean mis desgracias!»
Más siguió desterrado, observando su tierra
y murmurando: «¡Es necesario que vuelva!»
Mientras, agachaba la cabeza en la tienda,
cerrando el alma a su oscuridad,
cerrando el pecho a su desgracia.
Pero seguía estando ahí, fija, esa idea,
zumbando febril y silenciosa,
hirviendo y ardiendo en su cabeza,
quemando, como el fuego, sus sentidos:
«¡Regresaré, es necesario que vuelva!»
Fadwa Tuqan (árabe: ???? ?????), ( Nablus, Palestina,1 de marzo de 1917- Nablus, 12 de diciembre de 2003 ) fue conocida en el mundo árabe como la «Gran Dama de la Poesía Palestina» y «La poetisa de Nablus». Su familia gobernó Nablus en los siglos XVIII y XIX y;su hermano mayor Ahmad fue primer ministro de Jordania en 1970 y otro de sus hermanos, Ibrahim ,fué poeta y profesor de literatura árabe y cuya muerte prematura, en 1948 durante la creación del estado israelí ,la marcó especialmente y la empujó a implicarse activamente en política .
En 1946 publicó su primera colección de poemas titulada «Mi hermano Ibrahim». Una biografía dedicada a la vida de su hermano.
En 1952 publica «Sola con los días»
En 1957 publica » La encontré»
En 1960 » Danos Amor»
En 1962 se fue de su tierra para irse a Londres a estudiar Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad de Oxford. Esto supuso una renovación tanto a nivel personal como poético y tras terminar sus estudios en Inglaterra, volvió a su ciudad natal Nablús. Esta nueva etapa se caracteriza por la ruptura con las enconsertadas formas poéticas tradicionales y se convierte en una de las pioneras en la introducción del verso libre en la poesía árabe y su poesía se torna más política.
Dentro de esta nueva etapa, se enmarcan las siguientes obras:
En 1967 «Palabras a mi patria» (inspirada en la Guerra de los seis días)
En 1967 «Ante la puerta cerrada»
En 1968 «El comando y la tierra»
En 1974 «Sola en la cumbre de este mundo»
En 1985 publica su autobiografía «Un viaje montañoso»
En 1988 » Pesadillas diarias»
Premios
- Premio Internacional de Poesía de Palermo, Italia,
- 1990 Premio de Jerusalén de Cultura y Artes otorgado por la OLP
- 1990 Premio de Emiratos Árabes Unidos
- 1996 Premio Honorífico de Palestina por Poesía
Sus versos son famosos por ser una crónica del sufrimiento del pueblo palestino, encarnado en la tierra, el cuerpo y la libertad.
https://drive.google.com/file/d/0B-ZpjOQlWahmWGlSY1B2MU51QUp2RzZQdGk4ZHhVQW5wWnZ3/view
Deja una respuesta