“La poesía es pues, para mí, conmoción y crisis…”
Juan Ojeda
Soliloquio
Para el que ha contemplado la duración
lo real es horrenda fábula. Solo los desesperados,
esos que soportan una implacable soledad
horadando las cosas, podrían
develar nuestra torpe carencia,
la vana sobriedad del espíritu
cuando nos asalta el temor
de un mundo ajeno a los sentidos.
¿Qué esperarías, agotado de ti
o una estéril música,
cuyo resplandor al abismarse te anonadaría?
Pero tú yaces oculto o simulas alejarte
De lo que, en verdad, es tu único misterio:
en la innoble morada de la realidad
nutres un sentido más hondo,
del que ya ha cesado todo vestigio humano.
Y destruyes
el reino de lo innombrable, que en ti mismo habita.
¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar, descendiendo,
en una materia más huraña que el polvo?
Nada hay en los dominios frescos
del sueño o la vigilia.
Así
he considerado con indiferencia mi vida
y debemos marcharnos.
Hermes Trismegisto
A Danilo Sánchez Lihón
Como sí
La desesperación
aún
En medio de olas de oro por su incomparable luz de heliotropo
por su inconquistable sombra
acude
A las orillas del sueño
a los amores funestos
Jarcias envejecidas sobre el espíritu
Las barcas ausentes
Como navegar en el
Universo Destruido
estrellas unánimes
galaxias
constelaciones inútiles
Barcas
De pronto una música de laureles acude el día el solsticio
rotas las velas o la espuma
noches intensas
apretujados sueños
El vagar de caminos
se hace tremar trópicos las manos olvidadas
el espectro de la nada
el rostro de Oro
Cumplen así las ribas el nocturno embalaje
el rostro
las singladuras del aire
los momentos indecibles al borde del cadalso
la lluvia inicia el día los campos se inclinan
abrevaderos del sol
Llaves de pronto arruinadas por una sombre humillante
rastrojos
Pronto el tiempo acude a sus frondas intactas
es la renuncia al sueño
la ola que retiene el cuerpo
Portadores de escombros hermosos
Lumbres llaman a las puertas con inscripciones gnómicas
Durante láminas ajenas la noche arrastra sus harapos
la Noche
indecente de joyas
la Noche
crispada sobre olivos de niebla
la Noche
Aviva su luz entre los muertos resuena el rio interior
las máscaras se detienen en el limite
lóbregas faunas un día encuentran sus pasos rotundos
nadie camina.
He oído las voces, he oído los clamores,
absurdamente sostenidos como en una feria.
He comprendido el propósito y la argucia,
y todas las cosas hacia atrás revolviéndose.
El dolo preside en el consejo de los hombres y sólo la futilidad.
.
Oh el tiempo, el tiempo de morir
y sobre la tierra una ausencia de dioses.
Hurtas voces
para el día que no amarás, y cuando lo puro te anuncia
no hallas en tu paso sino un camino mondo.
Sobre el reseco musgo de ruinas se arrastra el día,
quebradizo como imposible vuelo de crisálida.
Dioses.
Y sumergir gastados brazos en la irrealidad del camino,
chapotear entre alas rotas, gajos de luz dura,
mano de criptas que se elevan la garra humedecida de sombras.
.
“En un puñado de polvo juzgarás el reino, y caminaremos
sin pregunta posible que aplaque nuestro desconcierto”.
.
Oh, este es un tiempo de prodigios. Escarbamos
las anchas tierras con manos seguras,
y nada hay allí que nos consuele. Duras astillas
de algún viejo cráneo, sucio por los cuervos,
este horrible viento que baja de las colinas próximas,
arrastrando el hedor de los muertos, y no hay consolación.
.
Todo se oscurece presagiando la muerte del día, y ya no habrá
más días sobre la tierra árida, o no habremos nosotros.
.
¿Cómo los dioses custodian lo eterno? ¿Quiénes
oprimen con gravedad el sentido del mundo?
Dioses. Dioses.
Los he visto danzar con movimientos horribles:
el viento removía el seco polvo de la Tierra Colorada,
y yo huía enloquecido, soportando las revelaciones.
.
Arrastrarse hasta esos maderos hundidos,
el agua del mar dejando una fetidez maldita,
y hundirse entre el agua y la arena.
“Soporta, soporta este Reino”.
.
Oh, es el exilio.
¿Pero dónde contemplaré un Origen
que ordene este universo absurdo?
La vida desciende en medio de las cosas,
vacía y sorda, y un ojo atento
rueda a contemplar el osario del mundo
y se anuda como un viejo vicio a cada objeto improbable.
Pero ya sabemos que todo lo real es precario,
y en qué sentido.
.
Así, oh alma mía, abstente de indagar o abandona el camino.
.
¿De quién es esa torpe mano que bate, angustiada, las sombras?
.
Oh, escucho todavía el vano estrépito de las voces que huyen.
.
Así, pues, qué sabias palabras no podrán importunarnos, qué gestos
que no posean avara suficiencia en medio del Caos,
.
y cómo viviremos estos días sin desesperarnos, y cómo hablar
y en qué sentido.
.
Oh alma mía, nada queda ya sobre la tierra
que hayas odiado con cierta humillación, la dorada máscara
que repite el esplendor de aburridos gestos
aprendidos, sin duda, para consolarnos
y no hay consolación.
.
Oh, es el exilio.
Y no obstante,
sobre nobles manuscritos convertí mis ojos al sabio ejercicio,
y allí todo era tan desolador como la misma realidad.
¿Acaso alimenta al espíritu el errante curso de los astros?
Oh, toda verdad hedía como un tiesto de ramas muertas.
.
Así, hemos elegido, tal vez, un lenguaje que los dioses,
ahítos ya de días, abominan con innoble desencanto.
Tierra de los dioses que el hombre habita,
y bajo el murmullo del tiempo una muerte segura.
Pero los dioses se cuidan de ser demasiado terrestres,
Y esa es nuestra futilidad.
.
“Entre la realidad y la irrealidad
conocerás el Reino”.
.
Y sabemos ciertamente
Que el tiempo es menos real que los sueños, y chapoteamos
con nuestras pobres voces en un tiempo perdido.
.
Ahora los hombres sólo hablan una lengua falsa, ¿los escuchas?
Nada hay allí que pueda servirte, todo es como una burla
o una insidiosa pesadilla.
.
Ya hemos levantado sobre los días hórridos un tiempo más puro,
y no escuchamos sino las obcecadas voces de los desgarrados.
Elogio de la infancia
¡Oh infancia de futuros siglos, ya se escucha
la humana muchedumbre, se insinúan
los tiempos de un orden nuevo!
Porque la tierra, niño, te cobijará
en sus dones eternos, porque ya se avecina
la edad de una historia fecunda: mira, mira estas ruinas
.Luego caminemos hacia los montes fértiles!
Juan Ruperto Ojeda Ojeda ( Chimbote, Perú 27 de marzo de 1944- Lima, 11 de noviembre de 1974).Juan Ojeda es considerado casi por unanimidad como el mejor poeta peruano de los 60.
Era el noveno de once hermanos, hijo de Víctor Ojeda Chávez y de Josefina Ojeda Díaz. Ambos primos hermanos y de procedencia arequipeña. Estudia su escuela primaria en la Escuela Fiscal Nº 333 y secundaria en el Colegio Nacional San Pedro de Chimbote.
En 1962, inicia sus estudios de Filosofía en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de San Marcos, paralelamente estudió pintura y escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Sus lecturas eran de los clásicos griegos y latinos, de Goethe y Shiller. En 1965 obtuvo la Primera Mención Honrosa en el Segundo Concurso “El Poeta Joven del Perú” (1965), con el seudónimo de “Dedaluz”, con su poemario “Elogio de los Navegantes”, escrito entre los 19 y 21 años de edad.
En 1971-72 viaja a Colombia, Brasil, Argentina y Bolivia. En Ciudad de Panamá da conferencias y participa en la vida cultural. En 1973 regresa a Lima e ingresa a la Escuela Nacional de Bibliotecarios.
Juan Ojeda se lanzó bajo las ruedas de un auto en la cuadra 23 de la avenida Arequipa, en Lima, el 11 de noviembre de 1974. Tenía treinta años de edad. Su obra Arte de Navegar, fue publicada póstumamente por sus amigos Hildebrando Pérez y Cesáreo Martínez.
“Juan Ojeda prefería siempre lo alternativo. Se juntaba con la gente más olvidada, con aquellos que ven de lejos la luz de la ciudad. Indagaba en los márgenes la sabiduría que ordene el caos del centro, buscaba en la sensibilidad más quebrantada los fragmentos que articulen la diáspora de lo humano. Era un ateo que buscaba a Dios. Casi siempre se le encontraba leyendo Imitación de Cristo de Kempis. Tenía una capacidad asombrosa para el estudio, pero no para aquel que busca los nobiliarios grados académicos o las recomendaciones para empleos provechosos. Mientras otros se preocupaban por ser doctores, él asumió un desafío mayor: aspiraba a comprender el mundo. Prefería la libertad del sabio, permanecía días y días encerrado en la biblioteca, se borraba del mundo para tratar de comprender el drama humano. Caminaba por las paredes y visitaba las cárceles; componía poemas en la morgue para comprender la metafísica de la vida; se llevaba muy bien con los ladrones, con los borrachos, los poetas y los vagos. Quién no recuerda su compromiso político en la universidad, los sindicatos o en plena calle. Quién olvidaría su indignación cuando advertía páginas escritas con desamor y sin convicción poética. Cómo olvidar que su palabra era la conciencia critica de este mundo: «Para nadie es un secreto que la racionalidad occidental, tecnológica y reificante, es esencialmente destructiva. Mi poesía es un informe sobre la desintegración demencial que es la historia». Probablemente Elogio de los navegantes pudo haber obtenido muchos primeros premios de haber existido un criterio honesto para juzgar la gran poesía peruana, pero como él nunca fue amigo de la compadrería literaria, ni recomendado de algún gran escritor, menos amante de modelaje intelectual publicitario, siempre se le mantuvo marginado. Por eso, no es gratuito concluir que hasta el día de su deceso, su obra fue tratada con mezquindad y su situación era la del poeta marginado y embestido por los casetilleros culturales de los periódicos. Llegará el tiempo donde su palabra poética tenga qué decirle a las inquietudes poéticas históricas. Llegará el tiempo donde los jóvenes lectores de poesía descubran que su vida y su poesía siempre fue uno de los testimonios más lúcidos y conmovedores de la vida humana. Por lo pronto, busquemos en el recuerdo el consuelo para evitar una lágrima” (Pérez, Torres, Cabel y Cornejo)
Obra poética:
Ardiente sombra (1963) y Elogio de los navegantes (1966)
Eleusis (1972)
Póstumamente aparecieron:
Epístola dialéctica (1974) y Arte de navegar (1986).
Enlaces de interés :
https://www.researchgate.net/publication/329173748_Semblanza_del_poeta?fbclid=IwAR1HOT_dFFP0TEFxAz1txXaKFyX3XjqoACmqbif939UtDLxQHjqoFKqhnzM
https://www.monografias.com/trabajos911/poeta-juan-ojeda/poeta-juan-ojeda2.shtml
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