9 Poemas de Allison Hegde Coke

Mujer del camino del perro

Te llamaban   
abuela
Maggie    como al
Valle Maggie.

Recurrí a ti      
por tu conocimiento
del arte del retazo de algodón.
Yo trabajaba 
la cerámica
y el hilado  para tejer
pero    no tenía marco
ni comprensión   
de patrones
en colchas. 
Ascendiendo arriba
del sagrado bosque
que alimenta     el
fuego eterno,
yo capturaba
ramitas de nogal
que tú querías a modo de
cepillo de dientes
para chupar empapadas.
Dedos de cuero de 
noventa y dos años
acariciaron puntadas
y popelina
en tendidos de cama.
Tú con tu delantal  
y tu gorra
y tu risa  
ante los dólares de oro
y las carnes procesadas.
Tú que me enseñaste
a tasajear  
sin desperdiciar
y que revolvías
historias  en tu   
naipe    cuando quiera que
yo las escuchaba,
confeccionábamos estrellas.

Pantera de piedra roja

Para Travis

La primera vez que vio una hebra, de perro de Alaska
el pensó que era una púa miniatura de puercoespín.
Al contar esto, todos pudimos ver la púa de blanco traslúcido a negro.

Al cumplir un año,
Sus ojos oteaban a través de hendiduras entre garras felinas
Enfundado en una piel suave y leonada regordete y tambaleante.
Ellos derretían el peligro cotidiano
Como si fuese cobre al fuego.

Su nariz aún tan diminuta no daba señal alguna
Del puente montañoso de su abuelo
Y los abuelos que le precedieron.

Fue así como pronunció su propio nombre
Así era como hacía cabriolas

En el cuarto de madera amurallado junto a la chimenea de piedra.
Dando saltos hacia la percha de piedra.
Justo lo suficientemente lejos del fuego como para estirarse
Frotando su barriga y sonriendo tan ampliamente
sus carrillos rebosantes de calor
Reluciendo rojos como las piedras ardientes tras de él

Deslizando su lengua en su muy grueso frenillo
Único en nuestro clan.

Sus ojos atisbaron y chispearon en conjuro.
Erizando la atención a nuestras espaldas al pronunciar,

Soy una Pantera de Piedra Roja

en inglés y lengua india.

Y lo era
Todos pudimos ver que era obvio, esto es lo que él era.

Todos decían que estaba cansado de esperar
Y que no quería ser simplemente un crío, ahora que lo era

Su pelo negro alisado hacia el ápice de su corona remolineante,
Enroscado en trenzas de bebé
Deslizándose por su cuello
Estirándose a gusto como lo hacen las panteras.

Esto es lo que sigue siendo
Esto es lo que él es dando saltitos
A través de las cornisas calcinadas por el sol, hacia nuestro mundo, reclamándolo como suyo.

La paloma

Para Joy

Una paloma debe haber muerto aquí-
plumas lanzadas giran
          hacia las junturas de la acera
gris sobre gris,
un zarpazo de viento las lanza en espiral
como cortinas de encaje emplastadas
                    sobre ladrillo de edificio-

de vuelta al tren «Amtrak» en Albania.
La ventana abierta ha acechado
por décadas las cargas de los trenes.
Los rostros de los pasajeros apretados contra el vidrio
asomándose tan cerca que el aliento de vida escapa

sueños y desesperación

rostros despojados de paz, alargados en su desesperación,
rostros desplazados y deshechos, anhelantes-
en el mismo tren de los años cuarenta,
tren cincuentañero en el que viajé hasta aquí.

Hace un instante una señora ciega cruzó
la intersección a mi izquierda,
diciendo, Son pájaros cautivos.
          ¿Por qué no podrán utilizar timbres como en Watertown?
              Estas señales suenan como pájaros cautivos

me palpo a mí misma luchando cada día,
esforzándome por mantenerme emplumada.

Suavemente levanto mis hombros,
los codos se invierten, las alas se estrechan.
Mi rostro se endurece y despelleja la piel.
Los dedos de mis pies se alargan y rasguñan
          las líneas y grietas de la acera

Vislumbrando
              y circundando bajo la ciudad

Fuera de estación

Para trabajadores del campo y ensambladores como yo

Temprano, en las mañanas más grises, cuando nosotras
urticadas fuertemente en medio de los surcos de
tabaco y dulces patatas,
lejos de ambas estaciones del plantado,
razonabas que yo pertenecía allí,
fluyendo como arroyo de agua
abajo de nuestros campos de hojas brillantes,
mostrando luego sólo rastrojo dorado y raíz.
Dijiste que nunca lo había hecho
rítmicos martillos y dentadas
sierras para Construcción Interior.
Alcé las alas de mi espalda, esos músculos   
formados por surcos de primera mano, músculos
que mecieron mis costillas y costados.  Yo
dejé herramientas en la cama plana, señalando el
norte, a la ciudad extendida como  
mampostería esparcida y agrietados rieles, Raleigh,
vientos de fábrica ahumada y callejones de venta ilegal de alcohol.

Una polla blanca cayó de un aparejo Tyson,
un poquito adelante de mí en la calle Saunders.
Yo la llamé ôHookerö
desde el descenso de la calle de la luz roja.
El enrolador local era un tipo grande y rojo,          
sentado tras la puerta tendida como escritorio sobre una plataforma cenicienta.
Él se burló mucho como tú
al mirarme,  pero los campos y los caballos debilitados,
justificaban mis noventa libras de empuje.
Al día siguiente me hizo comenzar en una cuadrilla llena de hombres.
Hombres que nunca habían visto trabajar a una mujer
de esa forma en el pueblo, primera
vez que tenía la oportunidad de operar un azadón,        
primera vez que ensamblaba, y cuando blandía el martillo con
total fuerza, tres libras enfilaban derecho a dieciséis peniques.
En seis semanas, me hice capataz.   
Justo antes que me dirigiera a ti
ôHookerö casi fue picoteada de muerte    
por nuestros gallos—urbanizada como estaba ella.

Desembolsé tanto dinero, tiré
lo que tú aportaste para el otoño.  Nos establecíamos
para el largo frío.  Comiste ridículo y rápido.
nunca fuimos las mismas,
Hasta la primavera cuando los campos nos reclamaron
como su propiedad y regresamos
a lo que pertenecíamos y que conocíamos ambas.   
La estación extemporánea sólo una consecuencia
de aquello para lo que estábamos hechas.
Nunca conociste esta parte de
lo que yo soy. Trabajadora del campo o ensambladora,
yo solamente te mostré lo que tú decías que no podía ser.

Equipaje

Para Calabaza

Mirábamos filas de víveres
a través de una puerta de hierro,
cabezas de extraños con sombrero
abajo de nuestros pies y nuestro piso.

En el apartamento del pequeño pueblo y
el almacén general a ambos lados
pasábamos días y noches
pretendiendo ser espías.

Mi hermana y yo
aun bastante jóvenes
para cargar.

Nosotras estábamos
cargadas con 
un maletín de tiras color trigo,
sus lados ennegrecidos
por quemaduras de radiador,

nuestros trajes de algodón arrugados
con crayones de cera
metidos adentro.

Pegados a los asideros había
   ondulantes marbetes, con
los nombres 
de aquellos que nos dejaron
   aquí  
      y partieron.

Cada vez que los clientes
caminaban las aceras abajo
podrían haber estado caminando
pasillos suavemente alumbrados entre
psiquiatras y guardias–mi

padre visitante, mi madre paciente,
en Dix Asylum.

Levantando fríjoles

Para HAZEL y DEJA

Con el delantal de cubierta de algodón para enlatar,
hace veranos, yo desgrané frijoles verdes para una vieja dama.
Los frijoles verdes lejos de hacerse al estilo francés,
ni siquiera al francés canadiense,
más a la Hurón supongo, o a la Tsalagi hacia la parte sur.
Apretando duro con los índices, pulgares, a dos manos
haciendo reventar regordetas vainas
frescas de colinas repletas en los campos.
Congestionado de abejas y avispas de tierra.
Levemente elásticas, levemente dulces
suficientes canastas repletas para espantar el hambre del invierno
por cerca de un año más.

Recuerdo la primera vez que enlaté en los cobertizos,
los quemadores de tabaco humeaban azul,
llené cuatro tinas de acero con setenta pintas cada una–
cuarenta si fueran canteros de un cuarto.
El granero mismo cubierto con almadías
para colgar estacas
llenas de grandes hojas de tabaco, verdes como judías,
aunque pronto serán doradas y café añejo.
Ahora en ninguna parte cerca a Winston o Salem.
Ni cercano siquiera al Espíritu Americano.
Más probablemente Bull Durham y Drum.

Estacas de sabor íntegro colgaban por todo el cobertizo de tablilla,
sobre mi cabeza donde encendí gas para hervir frijoles y
esperaba afuera bajo la sombra de la hojalata que
descansaba sobre postes que eran maderos únicamente a un lado

Una avispa aterrizó cerca de mi hombro
y murió.
Quizás se habría curado entre el ático.
Era enorme, negra, dura y reluciente, tan
grande como el único céntimo de mi bolsillo
su medio tórax escasamente marcado.

Recuerdo hormigas león arrojando polvo
sobre la avispa muerta
como un funeral.

Y el funeral de la abuela carretera abajo
cuánto tiempo había ella gastado haciendo ese delantal
que recuerdo sobre mi regazo.
En un tiempo en que las mujeres no llevan
delantales nunca más.

Cuando los animales dejen este lugar

Debajo de capas de hielo, picos glaciales
ciervos, alces, zorras comienzan a ascender.
Criaturas silvestres camufladas como
olas y olas retrocediendo

halando desde las planicies

arriba de pendientes y montañas empolvadas de nieve.
Sobre colinas moteadas y totalmente despojadas de abetos,
muy arriba de los valles tapizados de trigo, llanuras inundadas
arriba de donde residen las cabezas de agua.

Las gotitas azotan, escucha.

Mamíferos de pezuñas y garras
dando zarpazos y trotando hacia arriba ellos mismos, arriba, arriba.
A lo largo de ríos embalsados por castores color chocolate,
trasegados por salamandras—muñecos de barro.

Sumergiéndose a través de corrientes,
sobre barreras de concreto y acero hechas por el hombre

estas poblaciones de los bosques escapan
con tal frenesí, reventando en danza de chapoteos,
saqueando zonas de espadaña, azotando hojas de nenúfares–
el aliento de la vida en fangosos estanques y lagos quietos.

Abalorios líquidos se deslizan sobre el parabrisas de vidrio

a lo largo del marco rajado y destrozado,
como telas de araña con redes y prismas.
Mira, allí, el arco iris
tocó abajo los dos extremos de la tierra.

Arco completo, siete colores que bañaban, observando
lo que los indígenas sabían,
porque hace mucho ellos dijeron que el pueblo no era de aquí,
que esta tierra no estaba hecha para humedecerla con aguas
ni era fértil para cultivos y cosechas domésticas.

Los viejos decían,

cuando los animales dejen este lugar
las aguas volverán de nuevo.
Este poder está más allá de la fuerza del hombre.
El río retornará con su fuerza más grande

Nadie puede detenerla.
Ella fue creada para ser así.

El arco iris con rojo y verde como
aquel del pétalo de rosa, aunque sólo momentáneamente.
Los colores desaparecen como desvaídas fotos impresas.
Se mezclan con el gris oscuro del entorno.

Una ráfaga de aves pasa

como mechones, el culantrillo cae,
de ennegrecidas nubes encima
pululando adentro
cubriendo la cuenca y elevándose al cielo.

Arriba la oscuridad está suspendida

las colinas semejan crestas de agua negra,
oscuridad modificando sombras.
El sol está en alguna parte más lejos que el límite más distante.
Encrucijadas importantes de grava y caminos secundarios

se deslíen en arcilla, barro.
Las tortugas reptan a lo largo de las altas riberas, castañeando quijadas.

Las ranas engullen cantos guturales.
Las ranas sólo una parte del inmenso coro
anunciando el diluvio, los océanos que se precipitan.
Sobre el caballete del tren y el puente suspendido con tan
diestra corriente todo se desliza en sábanas.

Entre tocones podridos en profundos y oscuros estanques,
los siluros voltean entre aletas y se arrastran,
andando bigotudos hacia aguas más altas.
Las aguas arriba y abajo

el coro convoca adelante.

Arrendajos brillantemente emplumados y deslustrados pájaros cafés
vuelan como colgando de un solo sitio como girándulas.
Ellos danzan hacia la cresta de la lluvia,
la tormenta próxima

haciendo señas, invitando, convocando.

Un único gorrión que canta la caricia de la lluvia
atraviesa la fuerza de la luz solar.
El coro de ranas canta un estribillo,
melodía tamboril del trueno,

evocada por bestias y criaturas del agua que desean sus casas.
Desean regresar a claros y arroyos donde
bosques de abedules blancos se levantan y sobrepasan
y álamos temblones se alzan contra
oscuros, oscuros velos—cortinajes de lluvia cruzando

pastizales, campos, montañas.
Estallan sonidos.
Nubes convergen reuniéndose, empujan,
halan, empujan, halan forzando rayos

atrás y adelante formando
esculpidos y ventosos cisnes, patos silvestres, y gigantes
del estratocúmulos media.
Como si fueran una cámara de nubes vivientes,
Como si existieran solamente en los cielos.

El aire se esponja con la humedad.
Ha comenzado

América, con mi canto te respondo

Para Phil Young y mi padre Robert Hedge Coke

América, con mi canto te respondo. Respondo con mi canto lo que en tí fue cantado
Respondo con mi canto el momento en que amabas el aliento.
Canto tu hogar hacia ti y de vuelta a la razón.

Oh, antes de que América comenzara a cantar, yo la arrullaba con mi canto,
la sostuve en la baranda de su cuna, la lloré hacia el día.
Mi canción la creó, preparó su parto,
Sostuvo su cordón cortado, hermosamente como un collar.

Mi canción le ayudó a erguirse, sostuvo su mano en sus primeros pasos,
nutrió su propio ser, la alimentó, le dio la fuerza de tres hermanas.
Mi canción la confortó mientras luchaba con mi razón
Rompió mi equilibrio, como cualquier niño lo haría.
Vean, mientras forzaba su salida, me forzaba a removerme
mientras yo lloraba este país mi canción plantaba rosas en cada lágrima.

Mis ríos de venas, teñían canteras de piedra humeante,
rodearon cañones, mientras se hacía ella una fina doncella.

Oh, pero aquí estoy, aquí estoy, aquí, permanezco en toda y cada cumbre,
retumba delicadamente su gran bajo vientre, preparada para descargar su canto

y habré de cantar de nuevo, como siempre lo he hecho
Nunca silenciada excepto en compañía de extraños, cantando
el rostro estoico, amable reposo, amable mientras danza profundo
al interior, amable
Madre de su mundo. Hermana de mí misma.

Cuando mi canción cante de nuevo en voz alta. Cuando yo la llame
de nuevo a su cuna.
La llame para atisbar hacia las aguas, para verse a sí misma en luz y oscuridad
día y noche, la llame para cantar juntas, la llame para madurar, para visionar.
Entonces, se renovará. Así como mi canción.

Cuando ella trascienda su propio anhelo
le responderé con mi canto, le responderé. Cantaré, oh lo haré.
América, te respondo con mi canto, lo que en ti fue cantado.

Resonancia en movimiento

Inspirado por Greg Cajete

En el tiempo en que ellos dieron a luz
los símbolos aquellos signos silábicos
representados en atractivo discurso los
viejos utilizaron en cada palabra hablada
aquellos caracteres traduciendo la lengua oral
sin necesidad de modular los labios en nuestro
lenguaje. En aquel tiempo se pusieron
éstos caracteres al alcance de la gente facilitando a
aquellos que escogieron comunicarse
tocando con tinta la página, pintada con la
curvada punta del dedo para grabar sucesos.
Con el tiempo ellos cedieron a la
madre y fueron ejecutados
por el pueblo de acuerdo
con la ley tradicional escrita. En ese
tiempo en que la gente importante
se mostraba a sí misma como si fuera un
único personaje. Ellos entregaron sus
vidas por auxiliar a un amigo o pariente.
Ofrendaron sus cuerpos para salvar
a su pueblo. En el tiempo en
que todos creían en las visiones
y sueños de sus semejantes. En
el tiempo en que la honestidad dio a luz
a la libertad mental y espiritual.
En ese tiempo éramos humildes,
simples como el rocío sobre la
punta del pétalo prometiendo frescura desde el
rosa pálido y blanco cornejo, tan simples
como las fases de la luna,
tan simples como el paso del día.
En ese tiempo éramos humildes,
tan humildes como el peludo
conejo raqueta, como la joven
liebre con camada adentro,
tan humilde como los viejos, aquellos filósofos de
toga, los que
saben realmente todo cuanto esperamos siempre
al preguntar. Aquellos que fueron felices
con la flor del conocimiento.
En esos específicos días y horas,
ciclo lunar, calendario cíclico, leño contado.
En ese acontecimiento siempre cierto momento-en-el
tiempo, duración de la era de los vivos y de
los muertos. En ese segundo fraccional
cuarteado abarcando incluso a aquellos
extraños a este mundo apareció
ese segundo de centurias de
milenios. En ese tiempo, entonces
mejoramos nuestra resonancia
y lugar, ese centro específico
de la existencia, ayunábamos y
resguardábamos nuestras proyecciones
para visualizar claro más allá de la
claridad de la vista para observar
para oír los sonidos resonar
encima, debajo y aquí en este lugar
donde edificamos túmulos, observatorios
para entender nuestra relación con
los firmamentos, aquellos cielos
extendidos cada noche ante
y encima de nosotros. Aquellas multitudes
de luces, cuerpos celestiales,
siete, ocho estrellas afiladas,
sol nocturno de la abuela,
sendero de los espíritus
aquellos que se fueron de aquí y salieron
adelante, aquellos que nos enseñan
con el canto, ese vasto
firmamento de seres unidos tan intrincadamente
a nuestro ser, a los seres
de la tierra, al lugar
del cual venimos donde
hallamos sustento. Esos
cielos que seguimos como mapas,
o mojones, recordando
aquellos soles, madre y
hermana, las dos que
retornarán un día y
la que permanece para nuestro abrigo
y para el borlado maíz verde que
emerge de nuevo. El cielo que
sostiene tanto al día como a la
noche, luz y oscuridad, la
puerta a la ventana del
Creador y aquellos
espíritus que habitan adentro.
Sapientísimo Creador
posee ambos lados, doble tiempo,
nuestro Gran Creador,
ese dador de vida, punto de luz
misma equiparando los grandes
picos de la tierra rodeando
los valles, las montañas mamuts,
ásperas pendientes, onduladas colinas que ascendimos para
orar. Desde éstas observábamos para centrarnos nosotros
mismos. En ese tiempo creíamos
que lo que es importante es lo que
ahora en este tiempo aun continúa
existiendo bajo la superficie de
este mundo, la fachada de este
tiempo que nos da el sustento
aun cuando a menudo descuidamos
su sitio de honor e importancia
tan destacada. Permite el crecimiento
de todos los seres vivos, su continuidad.
Si solamente trabajamos para nutrirla,
juntos completamente para mantenernos a nosotros mismos.
Ahora la resonancia seductora
para aquellos con los ojos de la golondrina
la candidez del inocente,
infantes viejos y pequeñitos,
no cansados aun de la humildad.
Esta importancia ahora con necesidad
de bendición, de tributo espiritual
como el recién nacido y el mayor
necesitan nutrirse para regular a la
gente con su sabiduría y
regeneración Ahora en este tiempo
la resonancia señala nocturnamente
en las estrellas en la luna en la
nubosa, vía láctea, diariamente en
el cielo y en el sol y
en las masas, hombre común,
salva al más extenuado individuo que
regresó a un tiempo de violencia en
fieras latitudes. Ahora, en este tiempo,
buscamos lo que nosotros
sabíamos hace miles de eras
y sangramos en la búsqueda
de aquellas flores. Entonces
vivíamos hasta ciento setenta y cinco
años, madurábamos cerca a cincuenta y dos. Ahora
morimos antes de empezar a
alcanzar esta duración las
enfermedades y males de los
extranjeros, nuestra decadencia. Ahora
esclerosamos los ríos primaverales las atrevidas cascadas
sin mirar al firmamento
para hallar lo que parece estar fuera del alcance y que esta realmente
sólo fuera del alcance. Ahora,
en este tiempo, empezamos de
nuevo. Escucha cómo los grillos marcan
estas ocurrencias y cambios y
mira cómo el sol estampa
una nueva profundidad al cielo. Siéntelo
retorcerse en los alrededores,
ser otra vez. Vuelve de nuevo al
lugar desde donde viniste a
donde finalmente si vamos, a donde te indico
mientras he sido llamada.
Está girando. La aurora del
próximo mundo se aproxima.
La próxima generación.
Está girando. Recuerdas tú lo que
ellos nos dijeron. Recuerdas tú que
ellos nos trajeron esto. Ellos
nos dirigieron para vivir así. Recuerdas tú
que estamos para vivir siempre
tal como ellos nos instruyeron. Estas
voces pertenecen a los cielos, a las
montañas. Pertenecen al
pasado y al presente, ellos cantan
el futuro. Él se encuentra en movimiento.

Antes de la próxima aurora

Antes de la Próxima Aurora, fue como había sido por decenas de cientos de años.
Y la vida misma fue como había sido por miles de miles.
A través del horizonte, plumados y emplumados danzaron en los cielos,
diminutos reptaron entre la hierba, criados por el calor del verano,
sobre ellos tronaban miles y miles de pezuñas y patas.

Este fue sitio de comercio, de colonización de diez mil personas,
seis culturas, bandas, tribus, y todas las familias incluidas.
Este era el sitio donde el viajero podía parar a descansar, a comer a
estar con la gente luego que el cansancio se instalaba. Era el lugar de la paz.

Marcando su existencia en el mundo, como todo pueblo hace,
se erigieron estructuras de tierra humedecida remolcada en canastas.
Luego fueron colocados estratégicamente para formar los diseños reverenciales.
Al pasar la gente, fueron honrados con significativas cuantías
de su propiedad y llegaron a ser parte de este paisaje para siempre.

Grandes rocas fueron movidas del pasado asentamiento
y se tallaron piezas de acuerdo a la necesidad de
utensilios afilados, para los cambios cosmológicos, para
refinar polvo de granito rosa para hacer blanca faz de fantasma para la congoja.
Y El Pueblo vivió como le habían dicho
y trabajaron reunidos como se hace en las ciudades.
Rezaron juntos y a solas, como tiende a hacer la gente.
El gobierno era estable y trabajaba
por el bien común de todos los ciudadanos
como es de suponer en todos los gobiernos.
Y, vivieron y prosperaron
algunas veces viajando río arriba
a otros asentamientos para comerciar,
para importar y exportar mercancías. Algunas veces
permaneciendo, disfrutando el Sol de la tarde–fácil.
Ésta es la forma en que era y El Pueblo
estaba seguro que habría de ser siempre.

Empezaron a circular historias sobre
La venida de una nueva condición humana.
Historias tan comunes como ropa colgada
en aquellos días, ritual cotidiano,
guardando huella de experiencias
e instrucción para propósitos educativos,
para ocurrencia social pues existía la Historia
acerca de la entera Madre Tierra. Pero,
estas Historias pronosticaban terror,
una bestia de hombre que parecía no meditar
nada para ponerle fin a la vida de
una mujer, de un niño, del Pueblo. De hombres Extraños
sin familias que vinieron
en la noche, trayendo perros de guerra, ensordecedora
artillería monstruosa que podía matar
sin ni siquiera tocar a un hombre, en
un tiempo en que tocar realmente a un enemigo
tenía un valor más grande que poner fin a su vida.

Las Historias hablaban de
extranjeros venidos en botes a través del
límite acuoso del fin de La Tierra.
De desastres dejados tras de sus expediciones.
Una vez la Historia incluso habló de un asentamiento entero
quemado en la Noche
mientras El Pueblo dormía apaciblemente
esperando la llegada del Nuevo Amanecer.

Y hubo testimonio. Frazadas extrañas,
de hermosos colores y tela
densamente tejida con hilos ajenos a estas praderas y
llanos, no de pelo de búfalo, ni pelo de perro,
ni de ninguna planta jamás utilizada para tejer aquí.
Estas frazadas precedieron la llegada por medio del comercio
entre todos Los Pueblos que vivían
encima de la Caparazón de la Tortuga
comprometiendo el cuerpo Norte del
Hemisferio Occidental extendido
desde el Ártico hasta el Antártico donde cerca de cien
millones de personas a buen seguro ya tenían su hogar.

Al comienzo, cuando las frazadas llegaron,
El Pueblo quedó mesmerizado con ellas,
Ellas inmediatamente fueron parte del atuendo diario, altamente codiciadas.
Los poderes predictivos de los Extranjeros extrañamente rápido se
revelaron a sí mismos por medio de una rara enfermedad.
No como cualquier enfermedad que haya estado nunca
sobre El Pueblo hasta este día.
Fue una plaga de gran magnitud, en la que
miles de miles sucumbieron
para su cólera. Hubo una marca
sobre la tierra—el poder del Extranjero.
Era el poder de la muerte sin siquiera tocar,
sin siquiera ver los extraños
instrumentos lanza fuego y balas a un Ser Humano
desde una gran distancia.
Fue este mismo poder sin siquiera los retumbantes instrumentos de muerte.
Hubo una señal de tumba sobre la tierra,
una marca revelada ella misma por medio de otras marcas y señales
sobre El Pueblo. Este poder mataba.
Ni raíces, hierbas, o medicinas probaban
eficacia para combatir su curso.
La enfermedad se desató sobre Este Mundo desde las
frazadas vendidas al Pueblo
por el contacto que se había acumulado en la ropa tras ser
removida de los cuerpos
de víctimas de Las Tierras a Través de las Aguas
lejos, muy lejos, y traídas aquí
para hacer de la colonización una tarea más fácil. Había sido
efectivo en otros viajes
de la condición del hombre extranjero. Fue el comienzo del germen del
conflicto, quizás el primero practicado nunca sobre la faz de la Madre Tierra
y El Pueblo que había sido siempre
pronto estuvo casi perdido. Aquellos sobrevivientes juraron
recordar lo que había sido, y
para asegurar que los hijos de sus hijos no olvidaran a los
ancestros que los precedieron.

Esta es la historia del mundo. Este adorable sitio de asentamiento
salpicado de talloazul, yerba roja— Roja Racha.
El carcomido granito rosa testimonia la floreciente cultura
del tiempo antes de la Nueva Aurora.
De algún modo milagrosamente todavía rodando el canto del horizonte.
Esta es una Historia de Roja Racha y de la súbita
desaparición del reservorio de cultura regional.

Mientras enfrentamos el hoy renovado Miedo a la Peste, de la deliberada
liberación de la viruela, no nos olvidemos
que ello ocurrió aquí antes. Recordemos
a hombres, mujeres, y niños
que sucumbieron a tales males diseminados antes de la
llegada del nuevo género humano,
que apareció ciertamente como terrorista
sobre la pradera natural y las llanuras y
sus habitantes originales.

Recientemente testimoniamos sitios
sacros, demolidos, colapsados
durante otra conquista todavía.
Testimoniamos silenciosamente a la desacralización de sagrados sitios de
cultura en el oriente, así como en el resto
del mundo lo testimonian canteras de grava, cursos de golf,
edificaciones levantadas sobre tumbas
sin miramientos con las Bisabuelas,
Bisabuelos que duermen aquí
en esta tierra plisada con tierra cargada
en muchas, muchas canastas curvas y dañadas,
por docenas y docenas de manos trabajando al unísono
para el bien común edificando terraplenes
esculturas de la comunidad, estructuras, barreras seguras alzadas con
tierra y despojada en los huesos
de El Pueblo sobre su anticipación y fugacidad.

El sol arrastra azul desde la Tierra de la Oscuridad,
levanta el párpado cada amanecer
sobre las mismas ruinas
de esta gran civilización de hace tiempo,
sobre la pradera intemporal
relumbrante río, manantiales.
Es en este comienzo que
la conciencia se elevó.
Una era del hombre reflejada ahora respetuosamente
sobre la gloria de otro hombre.
Aun en peligro por las monstruosas máquinas,
excavando heridas sobre el suelo,
levantando la propia piel de la tierra,
cortándole huesos y huesos
de su gente para reunirlos, luego sofocando su
aliento con concreto, ladrillo, argamasa
no permitiéndole nunca más respirar libremente.

Que ella respire de nuevo.
Que ella respire.
Que el despojado halle refugio.
Que el despojado halle paz.
Que ella respire.
Que ella respire de nuevo.
Que el despojado halle rescate.
Que el despojado halle esperanza
Que ella respire de nuevo.
Que ella respire.
Que el despojado halle esperanza.
Que el despojado halle rescate.
Que ella respire.
Que ella respire de nuevo.
Que el despojado halle paz.
Que el despojado halle refugio.
Que ella respire de nuevo.
Que ella respire.
Que ella respire.

Allison Adelle Hedge Coke (Nación Cherokee, Estados Unidos, 4 de agosto de 1958). Poeta, escritora y educadora.

Nació en Texas y se crió en Carolina del Norte y en las Grandes Llanuras. De antepasados franceses, canadienses y portugueses. Dejó la escuela para trabajar en el campo. Desarrolló estudios de Escritura Creadora en el Institute for American Indian Arts en Santa Fe, y en el Boulder’s Naropa Institute con el poeta Allen Ginsberg.

Obtuvo un AFAW en escritura creativa en el antiguo campus del Instituto de Artes Indígenas Americanas de Santa Fé y obtuvo un MFA en Vermont College (1995) donde se quedó para realizar trabajos de postgrado.

Sus poemas han sido incluidos en diversos periódicos, revistas y en las antologías: Speaking for the Generations and the Lanas; Visit Teepee Town, y Reninventing the Enemy’s Language. Coeeditora de Voice of Thunder . Es autora del libro de poesía Year of the Rat (1996); las colecciones completas de poesía Dog Road Woman (1997) con las cuales. ganó en 1998 el American Book ; AwardOff-Season City Pipe (2005), Blood Run(2006 Reino Unido, 2007 EE. UU.), Streaming (2014), una edición especial ilustrada (por Dustin Illetewahke Mater) Burn (2017 ); y las memorias Rock, Ghost, Willow, Deer (2004, 2014). 

Hedge Coke ha trabajado como mentora y maestra en reservas, en áreas urbanas, en instalaciones para menores, instituciones mentales y en cárceles, y en comunidades de jóvenes de trabajadores migrantes y refugiados en riesgo. Fundó y dirigió LAMIYSD, entonces una Y-Writers Voice en Sioux Falls, Dakota del Sur, donde creó programas de alcance juvenil y laboral, y ha trabajado como artista en residencia para numerosos programas en el estado y en todo el país. Fue nombrada Mentor del Año en 2001 por Wordcraft Circle por su trabajo en tutoría de artes literarias para jóvenes encarcelados y ganó el Premio Municipal de Sioux Falls a la Excelencia Literaria en 2003. 
 
  Mujer del camino del perro ganó el premio American Book Award de la Fundación Before Columbus. Ha sido galardonada con King-Chavez-Parks, medallista de IPPY, ganadora del premio Pen Southwest Book Award, y ha ganado varias subvenciones estatales y premios comunitarios, recibió dos veces el premio Writer of the Year por poesía y dos veces recibió el premio Editor of the Year del Wordcraft Circle, quien más recientemente le otorgó su más alto honor, Wordcrafter of the Year, 2015.

En 2015, también recibió el más alto honor de la NWCA, el Lifetime Achievement Award. El poeta laureado estadounidense Juan Felipe Herrera la seleccionó para una beca Witter Bynner de la Biblioteca del Congreso en 2016.

Hedge Coke ocupó un cargo de NEH en Hartwick College en 2004, y fue cátedra Reynolds de poesía y redacción en la Universidad de Nebraska, donde codirigió el programa de cohorte MFA y dirigió la Serie Reynolds. Ha enseñado para la Universidad de Naropa, la Universidad de California, Riverside, la Universidad del Norte de Michigan, Red Earth MFA, fue Artista Visitante en la Universidad de Oklahoma Central, se desempeñó como Becaria Fulbright 2019 en Montenegro y como Escritora Distinguida en Residencia (2014) y la Cátedra Dan & Maggie Inouye en Ideales Democráticos (2020) en la Universidad de Hawai’i, Mānoa.

Fundó y ha dirigido el Retiro Literario Sandhill Cranefest desde 2007, fue miembro fundador de la facultad de VCFA MFA en Escritura y Publicación, y es Profesora Distinguida de Escritura Creativa en la Universidad de California, Riverside, donde en su mayoría se desempeña recientemente como investigadora principal para un programa de varios años de la Administración Nacional del Cementerio de VA en el ámbito de las escuelas K-12 y dirige la Semana de los Escritores.

Hedge Coke fue elegida miembro del Instituto de Letras de Texas y recibió el premio AWP George Garret por servicio de campo en 2021.

Enlaces de interés :

https://hedgecoke.com


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