Otro romanticismo
«…las aguas del olvido «
Garcilaso
«Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!»
César Vallejo
Te escribo nuevamente desde una tarde helada
de esas en que nos puede el sentimiento
y la obsesión -ese pingajo de la soledad-
te derriba, te ocupa, sienta plaza en tu cuerpo
y, lo más peligroso, te alumbra, te interroga.
Y ves que los renglones se estrechan,
las letras se amontonan
y comprendes el hueco imposible,
el espacio que nunca compartimos
y este bello recurso de contarte la vida
poblando de historia y de sueños
las hojas tibias del dolor
que tanto me recuerdan tus muslos o tu espalda.
Por ellos navegué durante tanto tiempo,
en ellos aprendí tantas cosas extrañas,
tanto golpe de mar,
que parece imposible olvidarte así, de pronto,
como quien tira la luz por la ventana,
como quien se despuebla de golpe de esperanza.
¿Quién puede responder sin ningún truco
a las preguntas viejas, enquistadas,
hechas parte de ti?
¿Quién cruzará de un salto las aguas del olvido
sin sentir cómo quema en la carne la sorpresa de un día,
las sábanas de un día, los cuerpos ofreciéndose,
las ojeras del gozo al amanecer?
¿No volverá el amor ,
aquel juego con náufragos y cofres,
a sorprendernos con su mano abierta,
a dejar en la playa de un hombro
como alga de plata que reposa
la saliva brillante del deseo?
Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Por eso he de decirte -aunque sea por escrito-
f que está la casa abierta para ti,
que te esperan los libros, el té, mi soledad,
las dudas de las tardes de domingo,
la pequeña verdad
que no se tiene en pie sin tus palabras.
No es posible saber cuando todo enmudece
y la vida se ha vuelto una sórdida esquina
si nos falló el presentimiento
o será que el mercado nos fue tragando
con sus comadres y su algarabía,
que no supimos vernos ni hablarnos
entre anuncios de sopas luminosas,
promesas y altavoces
pregonando los últimos saldos
de la felicidad.
Será que llevaremos inevitablemente
un lenguaje podrido que amarga el paladar
y te pone a escupir en mitad de la urgencia
cuando toda la historia apenas si consiste
en decirnos que sí, que nos amamos.
Y los golpes, tan fuertes, las aguas del olvido,
tan hondas… Yo no sé!
Hay cosas en la vida
que sólo se resuelven junto a un cuerpo que ama.
Y cartas que se escriben
cuando la prisa clava su aguijón
y te deja colgando del alero
y te da por pensar
que es posible que no nos conociéramos
aunque fuimos viviendo el mismo frío,
la misma explotación,
el mismo compromiso de seguir adelante
a pesar del dolor.
Lo que pueda contaros…
Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.
Porque llegar aquí fue una larga sentina,
un extraño viaje,
una curva de sangre sobre el río,
mientras todo era un grito
y ya se perfilaba resuelto en latigazos
el crepúsculo.
Las historias se cuentan con los ojos del frío
y algún sabor a sal y paso a paso
-lengua y camino-
porque la sangre se nos va despacio,
sin borbotón apenas,
desmadejadamente por los labios.
Las historias se cuentan una vez y se pierden.
Paseo de los tristes
Entonces,
en aquella ciudad
o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo,
el pensamiento aún flotaba en bucólicos careos,
en versos aprendidos sin historia
y no era posible amar
entre unas calles donde todo era sucio,
carne sin brillo,
cuando aún en el mar, la nube y las espigas
sin historia y sin tiempo, vanos,
estábamos durmiendo
o ignorando
esa gota de sangre que cuelga del amor
-su blanco cuello herido-,
ignorando la clase oscura en que nacimos,
sin consciencia de naves hundidas,
de rubios náufragos,
condenados a vivir una historia perdida
de explotación y soledad, de muerte enamorada,
sin saberlo.
Y sin embargo,
entre los autobuses, el gentío,
en la dulce ignorancia,
fue creciendo una luz
que nos hizo sentir un crujido brillante
después que allí, en la sórdida pensión
donde siempre se asilan viajeros sin destino,
gentes oscuras,
en un lugar sin esperanza,
dos cuerpos se sintieron indefensos
sudando en el asombro de la primera felicidad.
¿Que luz extraña,dime,ha poblado este cuerpo…?
¿Qué luz extraña, dime, ha poblado este cuerpo
repetido en portales, escaparates, brumas,
ingenuo paseante de la ciudad, hermano,
caminante del mismo aturdimiento
que estos siglos de expolio pusieron en los ojos,
qué luz extraña, dime,
hay en la soledad y en la memoria?
Así nos fuimos viendo nítidamente fríos,
enfrentados,
de una margen a otra de la calle en ruinas,
con la clarividencia de los obreros viejos
que abanderan los pasos del taller a la muerte
aprendiendo el futuro.
Sobre nosotros pasan los balcones cerrados,
las farolas con frío,
los aleros mellados y este viento,
como un enjambre inhóspito,
y la piel de la tierra huele a ropa quemada,
mas tiritan los huesos
y hay tan sólo el calor de la sangre que alumbra
desde el abrazo grande de tu fuerza y la mía.
Es cierto que la historia
nos condenó a las calles ateridas
y no el azar que llega maldito restallando.
¿Qué luz extraña, dime,
hay en la soledad y en la memoria?
Hoy supimos, mirándonos las manos,
a pesar del estrago y las ojeras mustias,
al fin reconocidas,
que siempre es tarde, siempre, para volver a casa
como se vuelve al sitio de las túnicas rotas,
de las máscaras frías,
del polvo atrincherado,
de los andrajos de la luz.
Dicen que no quiere ser…
«Para la libertad
sangro, lucho, pervivo»
Miguel Hernández
Dicen que no quiere ser
ni vendida ni comprada,
que aquí la cercan los lobos,
allá le minan sus aguas
y en sus orillas acechan
sombras de flores quemadas.
Joven aún, peligrosa,
en los sueños empeñada,
me mira desde una paz
herida sobre su mapa.
Dicen que en ella resisten
fusiles de la esperanza.
Hoy me pueblan el deseo
su promesa y su batalla,
hoy puede ser que comprendan
por qué soy ciego en Granada.
Si la ve un día, viajero,
dígale que me acompaña,
ponga las manos al fuego
que limpia su madrugada,
cuente su luz por el mundo.
Está entrando en Nicaragua.
Entre cuatro paredes…
«Ellos los vencedores»
Luis Cernuda
Entre cuatro paredes
comenzaba la noche del asedio
Ellos, los asesinos,
alentaban la larga collera de los perros.
El hambre por las sábanas
se agazapaba oscura como un cepo.
Ellos, los asesinos,
nos pusieron el pan sobre unos ojos bellos.
Fuimos muriendo todos
hasta que todo se volvió desierto.
Ellos, los asesinos,
vigilaban la caza del amor en silencio.
Palabras
Saber que se está vivo
es acabar la tarde
con palabras.
Con la voz alta, a veces,
a veces, silenciosa.
No tengáis nunca miedo
de hablar a las esquinas.
De la voz al oído
existen tristemente
encrucijadas.
Una voz
Pero ni tú ni yo ni el mar volvemos.
No son nubes y lazos
aquellos que nos vieron otro tiempo.
Libremente elegimos la semilla o el muérdago
y después la vereda,
el almendro, el olivo, la tempestad, la calma.
Que no es volver el pacto que nos une,
la regresión inútil como una norma hueca.
Volver es una voz:
Es una voz que ordena
los ánimos, las brújulas,
y comprueba los pasos
y atesora presencias
hasta un salto que nace como un grito,
como una zarpa al interior del pecho.
Aquí el amor:
Sincero amor desnudo entre los brazos,
amor como una cifra desnuda comprobando.
Y como por asombro un tigre azul: la encrucijada.
Confluencia. Milagro. Enredadera.
Télefonos con toda la plenitud lograda.
Entonces basta un hilo para saber que existes,
para encontrar un nombre
afirmativo y claro como la misma luz,
como ese nombre tuyo,
y mover paraísos a pesar del silencio.
Porque ya no son lazos las nubes de las dudas,
aquellas que nos vieron otro tiempo.
Es el nudo perenne de lo que pasa y queda.
Noche canalla
Yo no sé si la quise pero andaba conmigo,
me guiaba su risa por la ciudad tan gris.
Ella tenía en su boca colinas de Ketama
y el cielo de sus ojos me pintaba de añil.
Yo vi tantas estrellas como ella puso siempre
en aquel cielo raso como un paño de tul.
Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
y los labios morados como el Parfait-Amour.
La he perdido en un bosque de jeringas brillantes
por donde nos decían que se llegaba al mar;
se fue sobre un caballo de hermosos ojos negros,
por más que yo me muera no la podré olvidar.
Bajo el cielo ceniza me conducen mis piernas.
Esta noche no tengo ni esperanza ni amor.
Sólo queda el calor de mi pobre navaja.
Hoy me he visto la cara de un retrato-robot.
A pesar de sus ojos he salido a la calle,
a pesar de sus ojos me ha tocado vivir.
En un barrio de muertos me trajeron al mundo.
Esta noche canalla no respondo de mí.
Raro de luna I
Il y a des gens quelque part qui n´en peuvent plus de silence
(Hay en algún lugar personas que no soportan ya el silencio)
Louis Aragon
……..Allí
donde las islas
donde floten los párpados aquellos
las negras islas
las definitivas arenas secretas allí
cuando se agota el brillo de los abordajes
allí mientras llaman las sirenas ultimas
pequeña perla negra
donde las islas negras
……..allí
donde quizá los cofres aquellos entonces entrevistos
……..No No era este el lugar
Para ti siempre quise
avenidas sin látigo
plazas sin gentes pálidas que se desploman
chapoteando caen mientras que sangran y por siempre caen
del verdin de las gárgolas y de las cicatrices
sobre reinos vastísimos de laberintos y de topos
……..caen
Quizá fuera posible
quizá pensé que al menos esa lluvia de los ojos de patio
algún día tomar las islas negras a embestidas
para tu cuerpo
para las cruces en el mapa de fuego
……..No No era este el lugar
ni su aventura alquilada
definitivamente para ti
Pero oigo las andanadas secas contra muros y suelos
todo enmudece frente a las altas sienes sin alba
todos los brazos cierran sus mundos presentidos
en el punto de mira de la noche tirita su silencio
y mis ojos ahora perdidos
-ropa olvidada en perchas ya sin luna-
entre los siete por siete metros de estampida
buscan tus otros ojos perdidos
tus otros bosques sin galope
……..Al entrar
siete por siete pozos por siete olas por siete labios despoblados
y a las charnelas
a su desvencijado saludo
respondo siempre habito este palacio
por los reinos del frio del frio
voy a las grutas del 2.º B
nadie con esa llave
nadie con esos ojos al entrar
siete por siete mares por siete soledades
Como contar ahora que la muerte se llama 2.º B
como decir 2.º B sin abismarse
por la tiniebla de porteros eléctricos y solos
como decir a nadie yo soy el enamorado del 2.º B
quien saca la basura del 2.º B
donde se prende la luz del 2.º B
como vivir
cuando su nombre pálido te cerca?
Hay noches que no ofrecen
sino palomas ciegas en sus escaparates
Hay en algún lugar personas que no soportan ya el silencio
Soledades al filo de la pólvora
soledades que tienen chaqueta en su respaldo
soledades con banqueros al fondo
soledades de las torres
……..las desmoronadas torres
soledades canallas bogando las venas y los albañales
No No era este el lugar ningún lugar nunca mas un lugar
Mañana
Cuando caiga tu casa y dejes sus ruinas
y amanezca
y sientas los despojos en el patio
colgando torpemente como heridas de trapo
y te duela en la carne
y allí te reconozcas,
sabrás que aquel imperio no era sino muerte
y tomarás tu bolsa de basura, tu parte de miseria
para llevarla siempre contigo y con amor.
Javier Egea (Granada,España, 29 de abril de 1952-Granada, España, 29 de julio de 1999).Poeta, considerado como uno de los poetas españoles mas importantes de la década de 1980.
Perteneció al movimiento poético conocido como «La otra sentimentalidad», que más tarde sería llamada “Poesía de la experiencia”, junto con Luis García Montero y Álvaro Salvador Jofre.
Obras publicadas:
«Serena luz del viento» (1974), «A boca de parir» (1976), «Troppo Mare» (1980), «Paseo de los tristes» (1982), «La otra sentimentalidad» (1983) y «Raro de Luna» (1990). En 2011,la editorial Bartleby publicó el primer volumen de sus obras completas (poesía y prosa).El mes de diciembre de 2012 se publicó el II volumen que contiene cartas y poemas inéditos.
Premios literarios:
Premio Antonio González de Lama por «Troppo Mare» de 1984 y el Premio Hispanoamericano de poesía Juan Ramón Jiménez por «Paseo de los Tristes», de 1982.
En 2010, Felipe Alcaraz publicó la biografía novelada de Javier Egea: «La conjura de los poetas»
Artículos de interés:
https://secretolivo.com/index.php/2016/03/02/leer-javier-egea/
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