7 Poemas de Eduardo Milán

Jugados como siempre

Jugados como siempre
estuvimos, como echados
aunque fuese sin echar fuera del mundo, dados
a las condiciones reinantes, a la eterna
imprecisión del hecho en sí
que se sustrae, cortante

o en secreto: ese caracol
que no escucha sino su ruido interno
de mar, que oye llover
particularmente sobre sus chapas
gotas precisas, las traslúcidas,
las que filtran toda densidad, toda viscosa
sofocación: botas entrando a la Universidad
cuando la aurora, sabia, distraída,
como un golpe de caballos fuera de épica.

Cuando ya no hay qué
decir, decirlo. Dar
una carencia, un hueco en la conversación,
un vacío de verdad: la flor,
no la idea, es la diosa de ahí.

Todo está ligado

A Eduardo Vázquez
A José Álvarez

Todo está ligado
como para separar el pájaro
del aire y condenar al aire
como irrespirable. Todo está
ligado: toda la ciudad es un templo
-se refiere José a Sarajevo-, no sólo
las iglesias.  Rosas llaman a los cráteres
donde estallaron granadas.
¿La llamada frivolidad, los tacones altos
de la adolescente, tan criticados por mí
como vanos en la adolescente que no veía
la bomba, el hambre, Sarajevo? Son los distintos
tiempos, lo que aquí se hace pero no resuelve
otro tiempo, lo que en otro tiempo se hace
pero no resuelve aquí. De oeste a este,
de norte a sur: el que decide no está
en el perfume que quieres, el que decide
el bombazo quiere estar en Dios.
Y la bomba es demasiado física, demasiada materia
condensada, tanto
como para estallar: el bombazo como nostalgia
de la explosión original, un deseo
de retroceder a un pequeño dios autorizado o de que,
más adelante en el tiempo,
llueva llanto.

Los maestros se juegan al remate

Los maestros se juegan al remate
ya que “todo comienzo es bueno”.
El asunto es la clausura,
la voluntad de convento.
Habla de amor, habla de tiempo,
habla de hambre de los que padecen,
habla de las pequeñísimas cosas:
lápiz, bala, libélula, papeles
sobre la mesa con florero y cartas
sin abrir —esto da un distinción,
un estar aquí ocupado, en lo suyo—
largo desperezarse del gato, gimnasia,
gimnopedia de las peras, plátanos del Potosí
—estiramiento de los músculos, calentarse
antes del partido. Lo importante es el remate,
dicen los maestros desdeñando el medio,
la vida misma, jugándose al final,
a la coronación del acto, a la corona,
reyes, virreyes, cancilleres, cosas de ayer
secándose el sudor. Pessoa dice no,
“la única conclusión es morir”, dice Pessoa
y anuncia el poema del presente, el que no acaba
ni con el mundo, ni con el poema, ni con el lector
que lo espera desesperadamente con ansia
de redimirse en mí. Busquen a otro,
decía Carlos Martínez Rivas, yo no.

No fallen los caballos del encabalgamiento

No fallen los caballos del encabalgamiento
que abren los sentidos, los sentidos
que se abrieron en cuatro como a Túpac
Amaru. No digan los sentidos encabalgados
en su locura lo contrarío a lo que quiero:
la precisión del sentido, no el desbocamiento
de esta falsa totalidad que presentimos, atentos
a ese amargo amago de completud. Serán como una red
si fallan, serán como otra red.
Lo que no supe decir que no lo digan los caballos.

El arte nunca es la verdad
pero hay momentos, hay momentos tan ausentes
como éste, en que la verdad es una forma de arte,
una mina, un trobar, El Dorado. Uno encuentra,
dos reconocen, tres cantan en trío -el trinar-,
cuatro cantan en coro. Y así, un sí de vez en cuando,
se descubre el momento. Cuando el momento se descubre
es casi un hecho. En este momento un hecho es un milagro
porque la verdad es una forma de arte, es el misterio
presente al que nadie se atreve. Por la melodía
parece que canta pero es un concepto,
el ruiseñor-concepto.

Que mundo es aquel

«Qué mundo es aquel 
en el que hablar de poesía 
es ofender a la sociedad.» 
El mundo este. Y nadie, en esta traducción 
de lo que éramos que somos, se ofende. 
Están indiferentes, no son. O no están, 
trabajando para nada o poco, en el ajo. 
A destajo se les cura la herida del trabajo. 
El dichoso hueco, reacio, carece de interés.

 Querencia, gracias y otros poemas

El compromiso del poeta

El compromiso del poeta es escribir un vaso
      real, algo sublime que sirva para más
      que vivir. Vivir no alcanzó nunca.
      Pedir esencia, pedir médula, pedir hueso:
      pedir endurecimiento de la arena, si la arena
      ya es frágil, leve de pie, velo de pie,
      es pedir roca caliza, sedimento. Para la sed
      de ti desnuda como bajar al Precámbrico.
      Algo terrible nos pasó y nos dimos cuenta:
      el hueso que pedimos al poema era el mismo
      hueso que el hueso de África
      aunque quisiéramos roca.
      Las arenas de África están llenas de poemas.

Eduardo Milán (Rivera, Uruguay,27 de julio de 1952). Poeta, ensayista, critico literario y traductor. Se licenció en Letras por la Universidad de la República Oriental del Uruguay. Por motivos políticos se exilió en 1979 y reside en México desde entonces donde vive con su esposa e hijos. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Vuelta.

Como poeta, ha publicado, entre otros libros, Nervadura,(1985),Errar (1991), Son de mi padre (México, Ediciones Arlequín, 1996), Nivel medio verdadero de las aguas que se besan, (Madrid, Ave del paraíso, 1994), Alegrial, (1997), Querencia, gracias y otros poemas,(2003), Habrase visto, Unas palabras sobre el tema, Acción que en un momento creí gracia,( Igitur, 2005), y Hechos polvo (2008), Indice al sistema del arrase o Manto (1999), una antología poética.

En 1997 ganó el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por Alegrial.

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