10 Poemas y un texto de Jeannette Miller 

Yografía

 
Yo
que necesito plantas, luz
palabras de ternura
que me siento a pensar en mi desgracia a plena tarde
medio masoquista
fea
profesora
Yo
que sólo con palabras me presumo
me palpo
me proyecto
interpongo ideas a la carne
levanto largos muros de metal frío, devorante
entre otros y
yo
que tengo miedo a la locura, al vino, al entregarme
agarro mis recuerdos
una niña gorda, inútil, solitaria
casas de muñeca y tacitas de té
ráfagas de aire y de suspiros
entre mi abuelo no abuelo y sin mi padre
Yo
que encuentro en Franklyn, Juan Francisco y otros
eso terrible que no tuve
que sé disponer letras, sílabas y nombres
cuidadosamente, agresivamente
Yo
estoy harta de mí.
 
 
Jeannette Miller en 1972

La Mujer

Fue como la piedra

como el tronco vital,

musgo donde el sol se refugia en pleno día.

Fue la voz del primer alarido,

la cantidad requerida por la vida.

Madre de todo el orbe fue,

del hombre en continua escalada,

trepador de los árboles donde estamos previstos.

Madre,

sola contra el gran silencio,

círculo oscuro desde el inicio

te fuiste abriendo luminosamente abarcando el planeta.

Gran útero florido,

última esfera en este tiempo parpadeante.

Mujer,

arrasas con la tierra,con el tiempo,

con los ojos predispuestos de las ensenadas,

con los días empinados llenos de miseria y de sexo hambriento.

Eres el azogue,

la resina,

sal fundamental del recorrido diario.

Tu concha protectora nos aplasta como las preguntas,

porque auspicias la triste venida de otras vidas.

Miller y Miguel Alfonseca

Los ángeles son propicios a las cuatro

1.-

Aquí
de vuelta,
la luz es esta cosa grande pegándose a los ojos,
a la piel, a los poros pequeños, entreabiertos.

Innumerables láminas dividen el espacio
situándolo entre árboles, o casas, o edificios huesudos.

Desde el alarido,
punto de partida del inmenso viaje,
todo se divide,
el terror, las caricias, el pan,
las necesidades.

Las junglas se sol entremezcladas de hombres
calientan hacia el centro del día,
los pitos detenidos  en este tiempo largo
entre hojas revoloteadoras como llanto antiguo.

El caer de la tarde es tormenta,
como si todo se despegara de pronto y nos odiara,
como si el brillo sostenido hubiera sido terror,
mentira,
muerte.

Un viento indiferente golpeando las hojas,
la capota del cielo,
los techos tan visibles como un segundo pavimento.

El túnel oscuro de la ciudad
abajo,
la noche arriba,
pestañando,
despertando.

2.-

La ciudad se abre antes de la noche en una sucia bocanada.

Después de haber comido,
después del balanceo en la penumbra de lagartos y hongos
recorro los hoyos familiares,
las calles vomitadas en el muelle,
el olor golpeante del asfalto podrido.

La sal es un resguardo,
inmuniza la boca,
el tórax,
las membranas,
de este cielo profundo sin gaviotas.

En esos muros de cal y piedras viejas,
de dolorosos relieves transparentes,
donde mis voces anteriores rieron,
donde viví feliz entre arboleadas y estatuas
y plazas pequeñas redondas como el tiempo,
en esos muros me sostengo.

Sacudo las palabras,
las distribuyo entre grutas y murciélagos,
entre mi pobre y débil mente, y los rosarios fuertes en el cuello,
entre este piso frío, obligatorio,
y el viento de la tarde subiendo a las noches del silencio.

3.-

Esos niños en cornisas y frisos,
de locas cabezas cercenadas,
con las alas enterradas en alguna playa solitaria,
sin troncos, ni piedras, ni caracoles musicales,
esos niños que sonríen con las piernas o con el hueco que dejó su risa
son propicios a las cuatro.

Después, con el sol todavía en el centro
paso,
coloco la vieja mecedora debajo del pasillo,
y oyendo los pájaros debajo del cuadro azul y blanco
me pongo a hacer creer que escucho o converso.
Inexorablemente vuelo entre columnas frías y altos monumentos
distribuidos elegantemente sobre pedazos de yerba recortada.

Puedo mirar mi alma revoloteando en ese parque,
escogiendo lugares allí,
donde las flores son excusa y la reina escogía sus amantes,
donde mataron a Enmanuel, un dulce niño asmático,
entre hojas doradas y arboledas.

Corro a la gran ciudad, a los marcos, a la vida inesperada, paralela,
a los largos salones silenciosos,
a los ruidos arrastrados,
a los fogonazos duros del asfalto
entre pozos y cáscaras y leche agria.

Corro de nuevo a la gran ciudad para leer el periódico por última vez.

Cayendo,
la penumbra y los mosquitos me llevan de nuevo hacia el portal roído.

Primero las vigas soportantes,
el olor balsámico del tiempo anocheciente,
mis pasos arrastrando el último beso,
los escalones,
y  regreso a la calle,
a su ancha boca negra,
a la fachada colonial y triste de la esquina derecha,
a las piedras horadadas por la lluvia,
a mi lento taconeo deambulante,
pesaroso,
por la ausencia del sol en este tiempo de trópico acabado.

Cada mañana

al levantarme

inicio el camino hacia la muerte.

Antes de perforar el día con mi cara disconforme

lloro un poco.

Luego

procedo a ejecutar con desconcierto el aseo,

la puesta de la ropa,

el peinado,

el desayuno,

salgo.

Bordeo esquinas desbaratadas en infinitas partículas de luz,

el aire me golpea la frente,

un penetrante olor a podredumbre me vuelve a la desdicha.

En las cunetas

latas de basura todas volteadas

definen largas curvaturas tristes,

hasta los pozos de lluvia en mi país son turbios, hediondos,

sin darme cuenta

penetro el vientre palpitante de cualquier automóvil

y me siento heroína,

entonces paso a recontar los árboles que ya sé de memoria

y que alivianan con colores y formas el duro pavimento,

un golpe seco me avisa que he llegado,

empujo la puerta,

estoy dentro,

sonrío tratando de ser agradable, inofensiva,

que no me teman,

que no conozcan mi odio, mi hastío, mi tristeza,

comienza la jornada.

De:  Fórmulas para combatir el miedo(1972)

Mi lengua

Esta lengua de siglos
cambiante como el agua
¿qué es?
¿Una historia,
una flor,
una máscara?

Esta lengua de cieno que antes me amarraba
con la palabra cruz,
con la palabra oro,
con la palabra muerte,
¿qué es?
¿Mi historia,
mi lucha,
mi silencio?

Esta lengua que borró mis primeros fonemas
dejándome desnuda,
aterrada,
que me tiró en el pozo de la primera muerte
sin sonidos para espantar el miedo,
sin palabras para entender las cosas,
para guardarlas…

Esta lengua vieja que mastiqué despacio
y me tomó la vida,
y otra vida,
y otra vida,
hasta que fue ablandando
de piedra a ritmo,
de tierra en agua,
de hierro a fruta,
de blanco en mambo.

Esta lengua de cielo y de murmullos
que volví a fabricar comiéndome las eses,
soñando las imágenes que amo,
masticando insignias y blasones a ritmo de tambora,
con los negros suplantando los indios
sementando las blancas
y nosotros
marrones,
haciendo la bachata desde siglos,
bailando con merengue, rumba y plena,
saboreando el sancocho,
remeneando las nalgas,
a golpe de palma y sol,
de sangre.

Esta lengua impuesta que ahora me define.

Esta lengua libre como un pendón de fuego.

Esta lengua que se desprende de mi boca,
golpe,
agua que late,
bote que rema,
patria penetrada que penetra…

Esta lengua de isla
de palma y hambre
del odio y del amor,
de la esperanza…

Esta lengua esencial
erguida en su esqueleto,
carnada de amapolas,
nueva como yo
en medio de mi patria bullanguera
vestida de esmeraldas.

Esta lengua de trópico, de tierra y continente…

Esta lengua en jirones que nombra lo que hace,
que reinventa la vida
que reescribe la historia marcando lo que quiere,
gritando como llama.

Esta lengua bandera que une y que separa
¿qué es?
Una historia.
Una flor.
Un arma.

La loca

Ella
se levanta cada día con el alba
Dormita a pleno sol
reserva los momentos de silencio para la soledad.
Recostada en una puerta imaginaria ve la vida
la paciente vida que no le toca vivir.
Recorre las calles tras la voz que se la lleva
sorprende con absurdos quejidos a quienes la
      rodean
llena su círculo fatídico en busca de pretextos.
Falta de todo.
Reducida en sus ansias,
recibe la noche en retirada
sucia de golpeante vida
en el pecho un animal furioso.

Oración por el agua

Yo te pido, Señor, por el río mermado
por el terrón reseco
por el surco que espera la semilla
por el hombre que vive del agua y de la tierra
por los animales que pacen y que beben
por el verde que embalsama el espíritu.

Yo te pido, Señor,
por la lluvia que rellena los cauces
por los torrentes que mojan y consuelan
por las hojas que repones sobre los claros y las hondonadas
por las nubes que pintan de gris el firmamento
para que luego nazca el arcoiris,

Yo te pido, Señor,
por las pequeñas flores que colorean la vida,
por el fruto que nos trae el alimento
por los niños que todavía no han nacido
por el Espíritu que nos fortalece
por el agua del alma.

Yo te pido, Señor, por el silencio
por esa paz iluminada
por el ruido del viento,
por el golpe del canto
por este templo verde que has edificado
como un regalo al hombre.

Yo te pido, Señor,
desde mi alma contrita
desde mi pequeño y encendido corazón
de rodillas en el centro de mí misma
doblegada ante tu inmenso amor
recogida dentro de mí
siendo contigo.

De: Oraciones

Si sobrevivo

Si sobrevivo,
a los enormes ratones peleando por las sobras,
a los mosquitos portadores del SIDA,
a la comida podrida por los apagones,
a los olores agrios por la falta de agua,
a los jóvenes verdes, moribundos, por la garra del hambre,
a los esqueletos que agreden en las esquinas y te maldicen,
al morbo de los noticieros,
a la prostitución de los políticos,
a no tener modelos que dar a nuestros hijos,
a la falta de amor y de justicia
al tiempo que te perfora el rostro, los dientes y las ganas,
al ruido callejero,
a la agresión humana,
a contar las monedas temiendo la escasez,
al sol opaco y polvoriento que marca las mañanas…
Si sobrevivo ,
me doy por satisfecha.

El eclipse

Tú,

conmigo,

en una noche inmensa,

en esta tierra inmensa.

Creí que no vendrías,

pero estás aquí,

equivocado

entre yerbas y canciones lunares

debajo de numerosos astros que se quejan,

caminando hacia una gota inmensa de delirio.

No puedo,

te forjé diferente.

y ahora,de filo con tus ojos,con tu boca,

te desconozco.

Sola

En medio del gentío eres nadie.

Pasan cuerpos y caras

Buscas rasgos conocidos y chocas con el drama de la muerte

lenta,

sorpresiva al principio.

No hay hijos,

No hay nietos.

No hay nadie.

Sólo la violencia arropando el ambiente como una nube negra.

La violencia total.

Tiros.

Puñaladas.

Violaciones.

Asaltos.

Charcos de sangre podrida.

Moscas sedientas de carne amoratada…

Tratas de avanzar y

te pisan,

te empujan,

te chocan,

te jalan la cartera…

La luz,

que parece inalcanzable,

se vislumbra más allá

de un plafón manchado de tierra  polvo.

Hombrecito


El primer día que me dijeron que Trujillo era un asesino ya mi padre había muerto. Me lo dijo Hombrecito, un genio que se había hecho mi amigo y que mientras destripaba a Trujillo y a sus adláteres con una lengua bífida y sabia llena de alusiones filosóficas, literarias y políticas, dejaba caer su manita de muñeco sobre mi rodilla, cuando encaramados en el murito que quedaba frente al palo de luz nos sentábamos todos, hembras y varones, más varones que hembras, a recitar poemas, cantar canciones, mirarnos de soslaylo… hasta que yo le quitaba la mano con un empujón y él se reía como a quien no le importa, pero yo sabía que en el fondo de su alma le había partido el corazón.

En menos de veinticuatro horas ya sabía que a mi padre lo habían matado, cómo y porqué había sido; y desde entonces una inconformidad amarga me ha ocupado la existencia trayéndome por una calle empinada y angosta que todavía no vislumbra su fin.

Hombrecito era casi un enano, pero tan inteligente y culto que no había quien lo conociera y no cayera en la trampa de su permanente capa negra forrada de rojo que lo convertía en un Drácula de Liliput -con todas las implicaciones de banquetes y libaciones extremas del vampiro- sin nunca olvidar sus atribuciones  de un sadismo vocacional, que oído de sus labios, daba ganas de reír.

Guapo como abeja de piedra, su temperamento enérgico y decidido le ganó el apodo de Hombrecito, aunque de pequeño lo habían bautizado como José.

Como equilibrio a su pequeña anatomía era pintor de murales, y más de una vez alcancé a verlo, montado en andamios enormes, trazar sobre paredes y techos monumentales líneas negras de un grosor insospechado para definir los gestos de sus soldados rasos que se conmovían ante la pobreza de los demás.

Nunca se quitaba la capa porque le servía para disimular el grajo de varios días y también para arroparlo cuando de madrugada, al salir de los tugurios más infames de la ciudad, se quedaba recostado en cualquier zaguán y al poco rato caía con la boca abierta para arrellanarse en el suelo, como si el piso duro y maloliente fuera un colchón de plumas, y sólo se movía para con un gesto rápido taparse de un jalón con la sábana-capa que lo protegía de los mosquitos, la lluvia, las cucarachas y algún ratón curioso que merodeando a su alrededor decidía dejar quieto a ese marchante, que parecía ser su primo hermano, sólo que con una estatura mucho mayor.

Yo lo quise mucho y permanentemente le agradecí que me abriera los ojos de un tirón, esgrimiendo una valentía inusitada ante mí, que sí, era hija de un enemigo del régimen, pero también sobrina de un adepto, y que como estaban las cosas en esa época, nadie le aseguraba que no resultara una soplona identificada con el poder del militar. Sinembargo, él me ayudó a darle forma a esa inconformidad que no me dejaba quieta y a partir de entonces fui una opositoria como la que más.

Al cabo de muchos años, cuando ya habíamos conocido el Continente Viejo y regresábamos de la inocencia, Hombrecito sorpresivamente murió. Dijeron que fue un paro cardíaco producto del régimen de desintoxicación al que lo habían sometido y que, un atardecer, al entrar a la piscina donde hacía ejercicios relajantes, se quedó sentado en la orilla para después ladearse suavemente hasta que el agua primero le mojó la cabeza y luego se la tapó.

Muchos quedaron afligidos por el amigo sincero y por el hombre de inteligencia inmensurable. Entre sollozos tranquilos recordaron su afición por Wagner, por Mao, por Alfaro Siqueiros, por Saint John Perse… Otros lo denostaron como un inútil y borrachón, comunista amargado de lengua viperina, mientras la familia se llevaba el cadáver a un cementerio lejano donde nunca lo hemos podido visitar.

Ahora, que puedo mirar hacia atrás sin que una nebulosa me descomponga los recuerdos, al tratar de poner cada cosa en su lugar, confirmo ante mí misma que pocos amigos fueron como él. Todavía su voz resuena en mis oídos cuando la vida se me pone gris turquesa, en esas tardes de playas extendidas en que la tristeza me invade tratando de socavar lo poco de presente que he podido construir.

Jeannette de los Ángeles Miller Rivas,( Santo Domingo, República Dominicana; 2 de agosto de 1944). Poeta, narradora, ensayista, historiadora de arte y una de las principales estudiosas del arte dominicano. Es considerada una de las mujeres  más importantes de la intelectualidad dominicana.

Hija de Rosa Rivas Ángeles y del escritor Fredy Miller Otero. Su padre fue asesinado por la dictadura de Trujillo.

Jeannette cursó su educación primaria en el colegio María Auxiliadora y la secundaria en el colegio Apostolado de Santo Domingo. Se licenció en Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo en la que ejerció la docencia, al igual que en la Universidad Central del Este, en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en el Seminario Arquidiocesano Santo Tomás de Aquino y en el Instituto Bonó. (JHS).

Vivió en Madrid, España, desde 1965 hasta 1970, donde realizó, en el período 1966-1967, el X Curso Iberoamericano para Profesores de Lengua Española en el Instituto de Cultura Hispánica; recibió clases con Gonzalo Torrente Ballester, Carlos Bousoño y otros eminentes profesores. Asimismo, en 1967, hizo el Curso de Desarrollo Comunitario en el Instituto León XIII de Madrid. En 1976 participó en el Seminario Museología y Arte con el Profesor Donald B. Goddall, bajo el auspicio de The Southern Consortium for International Education, en el ICDA, Santo Domingo. 

Figura sobresaliente de la llamada Generación del 60, formó parte de Arte y Liberación (1962) junto a Miguel Alfonseca, Silvano Lora, José Ramírez Conde, René del Risco, Jacques Viau y otros.

Sus artículos sobre crítica de arte han sido publicados por los periódicos El Caribe y Hoy. En el 2000, fue directora del Suplemento Cultural Espacios, del periódico El Caribe y es miembro de la Academia Dominicana de la Historia. Ha publicado más de 60 títulos.

Su novela La vida es otra cosa(Alfaguara, 2006), se convirtió en un bestseller de las letras dominicanas. 

Ha sido jurado en concursos nacionales e internacionales de Literatura y Artes Plásticas. Fue miembro fundadora del Patronato del Museo de Arte Moderno de Santo Domingo y de la Casa del Escritor Dominicano.

En 1975 recibió el Premio de Investigación Teatro Nacional y Comisión Jurídica de la Mujer ante las Naciones Unidas. En 1976, el Premio a la Crónica y Crítica de Arte Fundación Pellerano Alfau. En 1977 ganó el Supremo de Plata Jaycee’s, otorgado a los diez jóvenes más sobresalientes del país y el Premio Anual en la categoría Libro de Arte 1997, de la Asociación Puertorriqueña de Críticos de Arte. En el 2007, obtuvo el Premio Nacional Feria del Libro «Eduardo León Jimenes», por su libro Importancia del contexto histórico en el desarrollo del arte dominicano, en el marco de la Feria Internacional del Libro 2007. En el 2010, obtuvo el Premio Nacional de Cuento José Ramón López a su libro A mí no me gustan los boleros.

En 2010 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura de su país, patrocinado por la Fundación Corripio y el Ministerio de Cultura.

Su obra literaria ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués y alemán, y figura en importantes estudios y antologías sobre la literatura del Caribe.

Obra poética publicada:

El viaje (1967), Fórmulas para combatir el miedo (1972), Fichas de identidad/Estadía (1985), Polvo eres (2013), Testigo de la luz (Poemas 1962-2016)Ed. Santo Domingo : Banco Central de la República Dominicana, 2017. Polvo eres: Poemas Ed. Santo Domingo,República Dominicana : Banco Central

Narrativa:

Cuentos de mujeres (2002), La vida es otra cosa (2005), A mi no me gustan los boleros. Editorial Alfaguara, Santo Domingo, 2009. El corazón de Juan. Banco León, Santo Domingo, 2013. La verdadera historia de María Cristo. Editorial Santillana, Santo Domingo, 2015. Hombrecito. Editorial Santillana, colección Lo que leo, Santo Domingo, 2016. Color de Piel. Editorial Santuario, Santo Domingo, 2019.

Crítica de artes plásticas :

Gilberto Hernández Ortega o la trascendencia de un mundo mágico y poético (1978), Historia de la pintura dominicana (1979), Guía de la Galería de Arte Moderno (1982), Paul Giudicelli: sobreviviente de una época oscura (1983), Fernando Peña Defilló, desde el origen hacia la libertad (1983), Fernando Peña Defilló:mundos paralelos (l985), Paisaje dominicano: pintura y poesía (1992), José Rincón Mora (1996), Arte dominicano, artistas españoles y modernidad 1920-1961 (1996), Noemí Ruiz y la poesía visual del trópico (1997), Gaspar Mario Cruz: poetas de las formas (1997), Domingo Batista, esencia y monumentalidad del paisaje dominicano. Domingo Batista: fotografías dominicanas; Fernando Peña Defilló (2000), Arte dominicano 1844-2000. Escultura, instalaciones, medios no tradicionales y arte vitral (2000), Magia y verismo del blanco y negro en el arte fotográfico de Max Pou (2005), La mujer en el arte dominicano (1844-2000) (2005), Freddy Miller: realidad y leyenda (2005).

También ha publicado Participación de la mujer en el proceso electoral  dominicano (1975) y Actualización ortográfica (1980).

Enlaces de interés :

http://jeannettemiller.blogspot.com/2013/06/jeannette-miller.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Jeannette_Miller

https://letralia.com/246/0223miller.htm

https://hoy.com.do/jeannette-miller-madrina-de-las-vanguardias-artisticas-en-santo-domingo

https://hoy.com.do/jeannette-miller-identidades-de-mujer-en-su-narrativa-ambitos-y-conciencias-en-su-libertad-de-creacion

https://dokumen.tips/documents/jeannette-miller-formulas-para-combatir-el-miedo.html

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