12 Poemas de Aída Elena Párragan

Autobiografía

Esa mujer que ves ahí
no tiene nada.
Sus manos no saben de anillos
pero anidan mariposas,
no tiene más adorno sobre su pecho
que dos enhiestas esmeraldas,
ni más vestido que la cubra
que las huellas que un amante le dejara.
Esa mujer que ves ahí
anda desde siempre pie descalza
y no tiene pasaporte,
ni cédula, ni esperanza,
pero le sobran caminos,
tierras profundas y lejanas,
y aunque no tiene nombre
los pájaros la llaman.
Esa mujer que ves ahí
no tiene casa…
y para cama le basta una sonrisa,
se asoma al mundo
por su única ventana
que le confirma que está viva.
Esa mujer que ves ahí
no tiene nada,
más que un gran amor en la distancia
por el que le brotan mil luceros en el vientre,
por el que se viste de luz,
por el que calla,
por el que las nubes se le incendian,
por el que las noches no se acaban.
Esa mujer que ves ahí
a veces ni siquiera sabe si en verdad existe
y entonces se convierte en frágil hierba,
o en ráfaga de viento que asustada
corre a refugiarse en tu palabra.

Metamorfosis

Hay días en los que me despierto
convertida en agua:
Toda húmeda,
sin fondo,
habitada por luces,
tocándolo todo.
Días en los que me siento océano
bailando al compás del universo,
haciéndome remolino,
subiendo y bajando mis mareas…
Entonces se me antojan tus manos,
azules cuencos infinitos,
como único recipiente
capaz de contenerme…

Desnudo

Desnudo estás,                              
como el primer árbol,                       
como el agua,                               
como el cielo                               
que sólo atina a sonrojarse.                
Desnudo,                                    
creciendo en piel                           
y en aromas,                                
como jazmín de madrugada                    
que prepara sus pétalos al abrazo…        
A la rendición…                           
A la conquista.                             
Desnudo                                     
(más desnudo que en el vientre milagroso    
porque me miras a los ojos)                 
mostrándome tus cicatrices,                 
tus templos,                                
tus temores.                                
Mostrándome tu cuerpo,                      
prestándoselo a mis labios                  
que le muerden los anhelos                  
Desnudo,                                    
ansioso por reinventar lo ya inventado,     
porque tu desnudez se vista con la mía,     
porque se mezcle la canela de tu sexo       
con mis cuencos de menta y manzanilla.     

Amor Sintiendo 

Dónde están mis ganas de decir tu cuerpo
De hablar de tus olores? de tus fuegos
Dónde la necesidad de decirte amor: «te quiero»
Te quiero amor tan dentro.
Donde el contarte que me siento
hogar
Volcán,
ausol,
fuego de invierno
Con solo imaginar tus labios besándome los dedos
Mal digo imaginar?
si tantas beses?
Si tantas beses me has besado hasta el silencio.
Y callada está la aurora:
callada?
callada amor está sintiendo?

Alas

Siento la espalda herida                 
y en lugar de sangrar,                   
como sangra el cielo abandonado,         
a cada roce,                             
a cada beso,                             
presiento irme convirtiendo en pájaro… 
Y es que esta carne,                     
que tu lengua descubre viva,             
ha decidido sangrar plumas               
como sangran soles los ocasos,           
como sangra miel la inmortal Granada,    
como sangra versos el “polvo enamorado”. 

Locura Uno

Con esta locura de abatidas alas,
que se le contagia hasta a las nubes,
que anda rebotando de imagen en espejos,
que no conoce ancla,
que nunca llega a puerto.
Con esta locura
de duendes, de dragones, de luceros
de humo, de miradas
sin brida, sin mojón, sin freno,
converso con la aurora
cuando ambas somos fuego.
Con esta locura
que lo cura todo
voy hasta tu pelo…
voy, voy, me enredo en él
me quedo.

San Telmo

Todos los días
prendida de tu sombra
como rayo de sol buscando abrigo,
prendida por tu piel
que me hace hoguera,
prendida de tu olor y tu mirada.
Como río buscando cause
entre tus manos,
prendida voy de tus deseos.
Prendida como estrella reflejándote,
como brasa en la noche
de la tierra,
como luciérnaga con verdes hipos de luz…
Todos los días a tu vera.
Todos los días húmeda en tus ecos,
como playa acariciada por tu lengua,
como nube preñada de cristales
esperando tu voz que la libera.
Todos los días,
esta piel que te reclama,
prendida de la punta de tus dedos
como carnales fuegos de San Telmo
denunciando el incendio de dos cuerpos.

Mujeres

Yo he visto a una mujer nacer del agua
con el vientre cargado de promesas,
con el mundo retozando en sus espaldas.
He visto sus ojos que imaginan
un fruto cayendo de su cuerpo
rodando por veredas y caminos
creciendo con raíces arraigadas en su pecho.
Yo sentí en la piel la sonrisa y el presagio,
la dulce lágrima en la explosión del universo,
la esperanza de unas alas que se gestan
aprendiendo a volar entre sus sueños.
Yo he visto a una mujer
iluminando el mundo con su vientre
único faro que la guía
único asidero a su presente…
Extraña es de ser tierra la alegría
y de un satélite amando su creciente.
Yo he visto a una mujer nacer del agua
con el mundo ensanchándole el ombligo,
como dulce granada que madura,
preparando su carne al sacrificio.

Solo

Acompañado por los jades de la hierba
llora el ciruelo 
          su corazón roto.
Allá, donde nada crece,
donde la raíz es huérfana de todo,
llora el ciruelo
          su corazón roto…
¡Cuanta lágrima de almíbar
en el fondo de la copa!
Igual que el hombre,
el ciruelo ahoga
en espíritus de granos
                                        sus heridas…
Allá, 
                    solo,
                              donde nada crece
en un eterno brindis por la vida.

Injusticias

Lo injusto no son estas paredes,
tan asquerosamente limpias
de ventanas,
ni la blancura estridente
que las cubre.
No son los pocos barrotes
que adornan las cornisas,
ni este colchón sin resortes
ni sábanas.
Lo injusto es esta carne,
esta piel que me detiene,
esta espalda incapaz
de explotar en alas.
Estos ojos que no miran
más allá de mis recuerdos
y este infinito deseo
de ser árbol, de ser mármol
de ser viento.

Terminal de O.

El pequeño demonio,
encorvado,
flaco y harapiento,
con los ojos inyectados de thinner
y la mirada perdida
en laberintos únicos,
propios e irrepetibles.
El pequeño demonio,
andrajoso y repugnante,
salt?de su pedazo de infierno
en la acera
para aterrizar frente a un par de zapatos,
(Nike,
para más señas)
¡Que asco!
¡Que horror!
¡me ha tocado el tacón de mi zapato?
El pequeño demonio
no conoce más gracia que ésa.
No sabe ladrar como el perrito,
ni cantar como sirena,
no entiende de buenos modales,
esas cosas no se aprenden en la acera,
y tiene hambre…
Un hambre que ha tenido
desde que recuerda,
y tiene frío,
tanto que le ha congelado la horchata
de las venas
y tiene un odio tan grande,
que no le cabe en los huesos,
que no le cabe en las manos,
que no le cabe en la acera…

Entonces el vapor dorado,
como la mano de un Dios que no conoce,
le quita el hambre y el frío,
le convierte en palacio la dura acera,
le da cinco minutos de alas
y un año menos de espera.
El pequeño demonio,
¡asqueante repulsivo andrajoso!
¡piojoso enfermo alucinado!
¡muerto de hambre!
con la cuchilla en la mano
(antitesis de todo bien nacido ser humano)
nos hace voltear la cara,
nos revuelve el estomago
nos hace pensar en veneno para ratas.

Ese maldito pequeño demonio
con su pedazo de infierno a las espaldas
no ha llegado a los quince años
y ya conoce el fondo de la vida
y est?solo
en el universo llameante
de la esquina.

La última

Yo vengo de una especie a punto de extinguirse,
de la espuma salada del océano
de la gota de lluvia suspendida en el aliento de una hoja
Vengo de la hierba dormida por la tarde
de ese lugar perdido en el fondo de la fuente
del hipo de una estrella
de la pluma distraída de algún ángel
de la soledad primitiva de la tierra
Yo vengo de una especie que nunca bebió sangre
que llora la tristeza de los suyos
que cura sus heridas con pétalos de fuego
que sufre el dolor que hay en el mundo
que busca olvidar la vocación por el infierno
Yo vengo de una especie que se asfixia en esta tierra
que no puede sobrevivir con carne muerta
que se ahoga en el miedo de su hermano
que sangra con cada pétalo arrancado
Yo vengo de una especie que se parece al ser humano
que anda erecta,
que habla,
que tiene herramientas,
que sabe cantar y bailar y hacer poemas,
pero no arrancamos corazones, 
ni rompemos a mordidas el futuro
Sí, nos parecemos, 
me parezco
pero confiésome abiertamente
animal, humilde y solidaria,
un poco peludita, 
casi vegetariana
con la nariz fría en noches de sábado
y las patas calientes los domingos
Me confieso así,
silvestre y no domada,
amante en los cuartos de la luna
con uñas en las garras buscando alguna espalda
que se deje acariciar, 
que no les tema…
Me reconozco así,
animal
humilde y solidaria
a punto de extinguirme…
La última soy de esta especie 
y aquí,
en esta jaula de muerte y de locura
presa de la sangre derramada
con el bozal del miedo oprimiendo mis latidos
nada nunca podrá domesticarme
La última soy,
a punto de extinguirme
un animal,
así, humilde y solidaria


II


Un día
De tu corazón se desprenderá mi nombre
rodará por tu sangre
y su paso marcará el ritmo de los recuerdos
Un día
Sentirás que algo dentro,
muy dentro, se te rompe
y mi nombre se habrá borrado de tu pecho
de tu piel
de tu deseo
Un día
temblará tu voz al no saber cómo llamarme
y mi nombre se habrá escondido de tus palabras
se habrá escondido en otro abrazo
en un corazón con más espacio
Un día
aunque me llames,
no reconoceré mi nombre entre tus labios
y algo se te romperá dentro
muy dentro
y sabrás cuanto me amaste 

III
Cuando te des la vuelta
tte sorprenderá no encontrarme
cuidando tus pasos
cuidando tus recuerdos
cuidando tus caricias 
Te sorprenderá el vacío
la oscuridad
el que no esté quien siempre estaba
Y extenderás las manos
y un reloj te contestará que ya es muy tarde
que ya pasó el momento del amor
ese minúsculo minuto impredecible 
que nos cruza una única vez en nuestras vidas
Te volverás 
y sentirás que algo te hace falta
y por fin, 
caerás en el abismo de tu sombra

Aída Elena Párraga Cañas ( San Salvador, El Salvador, 7 de agosto de 1966). Ingeniera electricista. Poeta, escritora, profesora, periodista, guionista, directora y actriz.

Su primera incursión en las artes la hace en el teatro. Ha formado parte de la Compañía Nacional de Teatro, con la cual tuvo el honor de representar a su país en el XVII Festival Latino de Teatro de New York, en 1990 en Nueva York y México, con la obra “La Misma Sangre” de Carlos Velis (salvadoreño) y bajo la dirección del Maestro Emilio Carballido. Posteriormente se integra como miembro estable de la compañía de teatro HAMLET.

En 1995 gana el Primer Lugar en la rama Ensayo del Certamen Centroamericano de Literatura Joven Femenina, convocado por UNESCO. Ese mismo año funda el Grupo Poético Poesía y Más…, integrado por otras tres poetas. Con este grupo inicia en el país un movimiento de recitales de poesía dramatizada, en los cuales es responsable por el guión, montaje escénico y escenografía; realizando en un periodo de dos años más de treinta recitales en diferentes instituciones y centros culturales. En Noviembre de 1996 funda, junto con el arquitecto y pintor Carlos Párraga, el programa radial “LA BOHEMIA”, espacio cultural en el que se desarrollan entrevistas a artistas, sin distinción de su rama de expresión, se promocionan eventos y se regalan libros.

Simultáneamente publica en el semanario Suplemento Cultural 3000, la columna “LA BOHEMIA”.

En Mayo de 1,997, por razones de trabajo, Aída se muda a la ciudad de Beijing en donde se desenvuelve como maestra en la Universidad de Economía y Negocios de Beijing y en la Universidad de Idiomas Extranjeros. Después de un año de residir en la República Popular de China, se mueve a Phnom Penh, Capital de Camboya, en donde fija su residencia hasta enero de 2000. En 1,998, gana, con Catatonia, los Primeros Juegos Florales de San Salvador, también pública su primer poemario, Letralia, conformado por epígrafes; además de diversas publicaciones en revistas especializadas, tanto nacionales como internacionales, y en los periódicos más importantes del país.

Desde 1,997 hasta su regreso a El Salvador, en noviembre de 1,999, se desempeña como corresponsal en el exterior para La Prensa Gráfica; medio en el que pública una serie de quince artículos (crónicas de viaje y temas relacionados al arte).

En junio de 2,000 es invitada a participar como poeta representante de El Salvador en el X Festival Internacional de Poesía de Medellín, en donde comparte con poetas de reconocida trayectoria provenientes de todo el mundo el hecho poético. Como resultado de su destacada participación su trabajo ha sido incluido en una antología poética de escritores latinoamericanos en portugués a cargo del Maestro Thiago de Mello. Este año también es incluida en “Alba de otro milenio”, antología de poetas jóvenes a cargo del escritor salvadoreño Ricardo Lindo.

En Diciembre de 2,001 la Editorial Argentina Proa en las Letras y las Artes, edita “El espíritu del viento y otros cuentos”, un libro formado por siete cuentos que se enmarcan en la más pura tradición de los cuentos de hadas pero dentro de la imaginería china. Para marzo de 2003 es incluida una traducción al francés de su cuento “Y llegó el desarrollo…” en la antología “Cuentos de Escritoras Latinoamericanas” a cargo de Agnes Poirier, París.

Aída cuenta con varios poemarios : Voces, Trinario, ¿Qué alma llevas?, Fantasmas en Guerra, Imágenes y Memorias de una Peripatética, y en narrativa : Sólo cuentos, El Señor del Tacuazín y también un libro de crónicas de viajes “A la luz del mundo“.

Enlaces de interés :

http://poesiadeaidaparraga.blogspot.com

http://poesiamas.blogspot.com

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