11 Poemas de César Moro

El fuego y la poesía

En el agua quemante el sol refleja la mano de cenit

1

Amo el amor
El martes y no el miércoles
Amo el amor de los estados desunidos
El amor de unos doscientos cincuenta años
Bajo la influencia nociva del judaísmo sobre la vida monástica
De las aves de azúcar de heno de hielo de alumbre o de bolsillo
Amo el amor de faz sangrienta con dos inmensas puertas al vacío
El amor como apareció en doscientas cincuenta entregas durante
cinco años
El amor de economía quebrantada
Como el país más expresionista
Sobre millares de seres desnudos tratados como bestias
Para adoptar esas sencillas armas del amor
Donde el crimen pernocta y bebe agua clara
De la sangre más caliente del día

2

Amo el amor de ramaje denso
salvaje al igual de una medusa
el amor-hecatombe
esfera diurna en que la primavera total
se columpia derramando sangre
el amor de anillos de lluvia
de rocas transparentes
de montañas que vuelan y se esfuman
y se convierten en minúsculos guijarros
el amor como una puñalada
como un naufragio
la pérdida total el habla del aliento
el reino de la sombra espesa
con los ojos salientes y asesinos
la saliva larguísima
la rabia de perderte
el frenético despertar en medio de la noche
bajo la tempestad que nos desnuda
y el rayo lejano transformando los árboles
en leños de cabellos que pronuncian tu nombre
los días y las horas de desnudez eterna.

3

Amo la rabia de perderte
Tu ausencia en el caballo de los días
Tu sombra y la idea de tu sombra
Que se recorta sobre un campo de agua
Tus ojos de cernícalo en las manos del tiempo
Que me deshace y te recrea
El tiempo que amanece dejándome más solo
Al salir de mi sueño que un animal antediluviano perdido en la
sombra de los días
Como una bestia desdentada que persigue su presa
Como el milano sobre el cielo evolucionando con una precisión de
relojería
Te veo en una selva fragorosa y yo cerniéndome sobre ti
Con una fatalidad de bomba de dinamita
Repartiéndome tus venas y bebiendo tu sangre
Luchando con el día lacerando el alba
Zafando el cuerpo de la muerte
Y al fin es mío el tiempo
Y la noche me alcanza
Y el sueño que me anula te devora
Y puedo asimilarte como un fruto maduro
Como una piedra sobre una isla que se hunde

4


El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
Las piernas se cruzan y se anudan lentas para echar raíces
La cabeza cae los brazos se levantan
El cielo de la cama la sombra cae lenta
Tu cuerpo moreno como una catarata cae lento
En el abismo
Giramos lentamente por el aire caliente del cuarto caldeado
Las mariposas nocturnas parecen grandes carneros
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
Arrancarnos los miembros beber la sangre lentamente
Tu cabeza gira tus piernas me envuelven
Tus axilas brillan en la noche con todos sus pelos
Tus piernas desnudas
En el ángulo preciso
El olor de tus piernas
La lentitud de percepción
El alcohol lentamente me levanta
El alcohol que brota de tus ojos y que más tarde
Hará crecer tu sombra
Mesándome el cabello lentamente subo
Hasta tus labios de bestia

5
Verte los días el agua lenta
Una cabellera la arena de oro
Un volcán regresa a su origen
Verte si cuento las horas
La espalda del tiempo divinamente llagada
Una ánfora desnuda hiende el agua
El rocío guarda tu cuerpo
En lo recóndito de una montaña mágica
Cubierta de zapatos de muñeca y de tarjetas de visita de los dioses
Armodio Nerón Calígula Agripina Luis II de Baviera
Antonio Cretina César
Tu nombre aparece intermitente
Sobre un ombligo de panadería
A veces ocupa el horizonte
A veces puebla el cielo en forma de minúsculas abejas
Siempre puedo leerlo en todas direcciones
Cuando se agranda y se complica de todas las palabras que lo siguen
O cuando no es sino un enorme pedazo de lumbre
O el paso furtivo de las bestias del bosque
O una araña que se descuelga lentamente sobre mi cabeza
O el alfabeto enfurecido

6
El agua lenta las variaciones mínimas lentas
El rostro leve lento
El suspiro cortado leve
Los guijarros minúsculos
Los montes imperceptibles
El agua cayendo lenta
Sobre el mundo
Junto a tu reino calcinante
Tras los muros el espacio
Y nada más el gran espacio navegable
El cuarto sube y baja
Las olas no hacen nada
El perro ve la casa
Los lobos se retiran
El alba acecha para asestamos su gran golpe
Ciegos dormidos
Un árbol ha crecido
En vano cierro las ventanas
Miro la luna
El viento no ha cesado de llamar a mi puerta
La vida oscura empieza.

A vista perdida

No renunciaré jamás al lujo insolente al desenfreno suntuoso de pelos
              como fasces finísimas colgadas de cuerdas y de sables

Los paisajes de la saliva inmensos y con pequeños cañones de 
              plumas-fuentes

El tornasol violento de la saliva

La palabra designando el objeto propuesto por su contrario

El árbol como una lamparilla mínima

La pérdida de las facultades y la adquisición de la demencia

El lenguaje afásico y sus perspectivas embriagadoras

La logoclonia el tic la rabia el bostezo interminable

La estereotipia el pensamiento prolijo

El estupor

El estupor de cuentas de cristal

El estupor de vaho de cristal de ramas de coral de bronquios y de
                plumas

El estupor submarino y terso resbalando perlas de fuego impermeable
                a la risa como un plumaje de ánade delante de los ojos

El estupor inclinado a la izquierda flameante a la derecha de columnas
                de trapo y de humo en el centro detrás de una escalera
                vertical sobre un columpio

Bocas de dientes de azúcar y lenguas de petróleo renacientes y
                 moribundas descuelgan coronas sobre senos opulentos bañados
                 de miel y de racimos ácidos y variables de saliva

El estupor robo -de estrellas gallinas limpias labradas en roca y tierna
                 tierra firme mide la tierra del largo de los ojos

El estupor joven paria de altura afortunada

El estupor mujeres dormidas sobre colchones de cáscaras de fruta
                 coronadas de cadenas finas desnudas

El estupor los trenes de la víspera recogiendo los ojos dispersos en
                 las praderas cuando el tren vuela y el silencio no puede seguir
                 al tren que tiembla

El estupor como ganzúa derribando puertas mentales desvencijando
                la mirada de agua y la mirada que se pierde en lo umbrío de la
                madera seca Tritones velludos resguardan una camisa de mujer
                que duerme desnuda en el bosque y transita la pradera limitada
                por procesos mentales no bien definidos sobrellevando 
                interrogatorios y respuestas de las piedras desatadas y feroces 
                teniendo en cuenta el último caballo muerto al nacer el alba de
                las ropas íntimas de mi abuela y gruñir mi abuelo de cara a la
                pared

El estupor las sillas vuelan al encuentro de un tonel vacío cubierto
                de yedra pobre vecina del altillo volador pidiendo el encaje y
                el desagüe para los lirios de manteleta primaria mientras una
                mujer violenta se remanga las faldas y enseña la imagen de la
                Virgen acompañada de cerdos coronados con triple corona y
                moños bicolores.

La medianoche se afeita el hombro izquierdo sobre el hombro derecho
                crece el pasto pestilente y rico en aglomeraciones de minúsculos
                carneros vaticinadores y de vitaminas pintadas de árboles de
                fresca sombrilla con caireles y rulos

Los miosotis y otros pesados geranios escupen su miseria

El grandioso crepúsculo boreal del pensamiento esquizofrénico

La sublime interpretación delirante de la realidad

No renunciaré jamás al lujo primordial de tus caídas vertiginosas
                oh locura de diamante

De “La tortuga ecuestre” 1936-1939

Carta a Antonio

Te quiero con tu gran crueldad, porque apareces en medio 
de mi sueño y me levantas y como un dios, como un autentico dios, 
como el único y verdadero, con la injusticia de los dioses, todo negro dios nocturno, todo de obsidiana 
con tu cabeza de diamante, como un potro salvaje, con tus manos salvajes y tus pies de oro que sostienen tu cuerpo negro, 
me arrastras y me arrojas al mar de las torturas y de las suposiciones.
      Nada existe fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tu eres
el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo, 
hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres hasta mi muerte. 
      Inútilmente me debato, inútilmente pregunto. Los dioses son mudos; 
como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas, a la sed 
quemante de mi vida.
      ¿Para qué resistir a tu poder? Para qué luchar con tu fuerza de 
rayo, contra tus brazos de torrente; si así ha de ser, si eres el punto, 
el polo que imanta mi vida. 
      Tu historia es la historia del hombre. El gran drama en que mi existencia es el zarzal ardiendo, el objeto 
de tu venganza cósmica, de tu rencor de acero. 
      Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres: 
hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella, 
gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
      Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire;
cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus pies y cerca de
tu manos. Guárdame junto a ti.
      Seré tu sombra y el agua de tu sed, con ojos; en tu sueño seré aquel
punto luminoso que se agranda y lo convierte todo en lumbre; en tu 
lecho al dormir oirás como un murmullo y un calor a tus pies se anudará 
e irá subiendo y lentamente se apoderará de tus miembros y un gran descanso tomará tu cuerpo y al extender tu mano 
sentirás un cuerpo extraño, helado: seré yo. Me llevas en tu sangre y en tu aliento, nada podrá borrarme. 
       Es inútil tu fuerza para ahuyentarme, tu rabia es menos fuerte 
que mi amor; ya tú y yo unidos para siempre, a pesar tuyo, vamos juntos. 
       En el placer que tomas lejos de mi hay un sollozo y tu nombre. 
       Frente a tus ojos el fuego inextinguible.

18 de junio de 1939

Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera

Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie
y guarde el equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia

Viaje hacia la noche

Es mi morada suprema, de la que ya no se vuelve
Krishna,( Bhagavad Gita


Como una madre sostenida por ramas fluviales
De espanto y de luz de origen
Como un caballo esquelético
Radiante de luz crepuscular
Tras el ramaje dense de árboles y árboles de angustia
Lleno de sol el sendero de estrellas marinas
El acopio fulgurante
De datos perdidos en la noche cabal del pasado
Como un jadear eterno si sales a la noche
Al viento calmar pasan los jabalíes
Las hienas hartas de rapiña
Hendido a lo largo el espectáculo muestra
Faces sangrientas de eclipse lunar
El cuerpo en llamarada oscila
Por el tiempo
Sin espacio cambiante
Pues el eterno es el inmóvil
Y todas las piedras arrojadas
Al vendaval a los cuatro puntos cardinales
Vuelven como pájaros señeros
Devorando lagunas de años derruidos
Insondables telarañas de tiempo caído y leñoso
Oquedades herrumbrosas
En el silencio piramidal
Mortecino parpadeante esplendor
Para decirme que aún vivo
Respondiendo por cada poro de mi cuerpo
Al poderío de tu nombre oh poesía

Lima, la horrible, 24 de julio o agosto de 1949.

Techar lo plano

Nada
Ni la ausencia de color de herrumbre
Luminosa en verano
Alta mar azul en invierno
Soñada a tientas en la noche semejante a fichas de amianto
A los polos de un abanico humeante
A las encrucijadas de una ciudad lacustre
Sobre pilotes de cuerno
Al tren que descarrila tarde en la noche en las marismas
Al litoral bajo el alud

Nada
Ni la sombra amenazante que me sigue
Ni el silencio panoramas de arena
Ni los puñales de piedra de la sed
Ni los tigres que rugen la sangre
Ni los leones despanzurrados ni los ciegos sodomitas
Ni los hitos arrancados tumbados en el musgo
Ni la casa donde rondaban antaño los fantasmas
Ni las iglesias secularizadas
Ni los cadáveres andando en pleno sol
Ni esta guerra de cien años
Con sus burdeles llenos de bejucos y de cartón piedra
Mientras arrojan sobre la noche grandes baldes de agua
Nada —te digo—
Ni ayer ni más tarde

Cuando me trepabas por el cuerpo hasta la cabeza
Triturando los huesos de últimas batallas
En el crepúsculo de nuevas mañanas
Amaestradas
Para cojear del ala izquierda
La del corazón

Arrastrada por las olas de un sueño inmortal de madrépora
De esponja glacial sobre el rostro
De embriaguez de osífrago de huérfano nefasto
De nigromante de abuso de poder
De ilogismo de carbón blanqueado
De fuga desalada en la tormenta
Hasta gritar ¡cuidado!
Hasta implorar gracia

Pero nada
Ni el olvido
Recluido doliente
Entre los dientes
Para siempre de tu ausencia
Oh techo cimerio

Antes del primer pájaro luchador

Cállate
ilumina el dosel quieto
la líquida cortina del recelo
hacia la quilla que la tormenta peina
atónito so techo hasta perder la vista
hasta arañar el aire
vanamente hoja

Sin palacios
sin jardines gigantes
franquear siempre mesa casa rebaño
música naranja duración

Nacer a morir para el fuego
reír hasta hojear los seres los muertos y los otros los
leones
apagar para tachar
si el paisaje se hace gallina cañón pie o pelo.

César Moro y la pintora Alice Rahon, en México

El amor consagra el amor

El amor consagra al amor
Los días sin lluvia
Y como conviene los días bellos
Para el amor y sus preferencias
Al prestigio del más viejo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin pena sin dicha sin retorno
Al porvenir de los dementes
A los sepultureros a los alegres compañeros de presidio
Al punzante al ardiente recuerdo del tatuaje
A mi amada muerte
A quienes dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
A la esperanza de quien destroza su amor
Al tormento del fuego y del hielo
A los primeros sucesos que han de señalar la rebelión y la 
                 sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las bellas sábanas de los suicidas
A la más tierna culata razón del revólver
A las partidas que hasta el aire soplan
Al plomo de las balas
Para que hasta los no alcanzados
Mueren como perros envenenados
A la congoja de quienes despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin dolor sin retorno sin dicha de la vida
Para que quienes aman y se envilecen en su dicha
Se levanten y lancen las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para mejor borrar mi nombre
Para sacudir el polvo y volver al polvo
Para maldecir los instantes al parecer felices
Para el despertador cargado de pólvora
A las estatuas desnudas de la noche
Al mármol perdido
Para carecer de sepulcro
A las señales ígneas del puñal
A los solos a los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío del agua la noche
Para ya nunca volver a comenzar
Al más tierno amor

De “Poemas” 1932-1937

ANTONIO es Dios

ANTONIO es Dios
ANTONIO es el Sol
ANTONIO puede destruir el mundo en un instante
ANTONIO hace caer la lluvia
ANTONIO puede hacer oscuro el día o luminosa la noche
ANTONIO es el origen de la Vía Láctea
ANTONIO tiene pies de constelaciones
ANTONIO tiene aliento de estrella fugaz y de noche
oscura
ANTONIO es el nombre genérico de los cuerpos celestes
ANTONIO es una planta carnívora con ojos de diamante
ANTONIO puede crear continentes si escupe sobre el mar
ANTONIO hace dormir el mundo cuando cierra los ojos
ANTONIO es una montaña transparente
ANTONIO es la caída de las hojas y el nacimiento del
día
ANTONIO es el nombre escrito con letras de fuego sobre
todos los planetas
ANTONIO es el Diluvio
ANTONIO es la época Megalítica del Mundo
ANTONIO es el fuego interno de la Tierra
ANTONIO es el corazón del mineral desconocido
ANTONIO fecunda las estrellas
ANTONIO es el Faraón el Emperador el Inca
ANTONIO nace de la Noche
ANTONIO es venerado por los astros
ANTONIO es más bello que los colosos de Memmón en
Tebas
ANTONIO es siete veces más grande que el Coloso de
Rodas
ANTONIO ocupa toda la historia del mundo
ANTONIO sobrepasa en majestad el espectáculo grandioso
del mar enfurecido
ANTONIO es toda la Dinastía de los Ptolomeos
México crece alrededor de ANTONIO

Cesar Moro con Frida Khalo, Diego Rivera y Andrè Breton, México 1940

Viaje de la luz

Os salud apariciones benévolas
remendado sudario de una golondrina
espuma del sueño interrumpido
libertad de los gestos
frío nocturno
arrugas de sombra y peso sobrehumano.

Saludo al ciego presentimiento
y tomo sus manos heladas
mueve su lengua
luz baja para el milagro.

De antemano ejecuto mis actos en ensueño
cambio de vestimenta me recuesto olvido
y puedo dormir como un condenado
inocente de las grandes maravillas
que desencadena la noche.

Sueño de un sueño de un dependiente de barbería a las tres de la tarde

I
NADA
Ni las plumas que al carecer de norte
producen coaliciones estelares
ni el prolongado gemir de las sirenas
ni el vaivén de las casas al mediodía
ni las persiana cerradas sobre el crimen
ni el calor súbito de oportunidades inesperadas
ni el desarrollo progresivo de la estúpida sorpresa
Es incomprensible.

Si supieras decirme la hora del día
de un encuentro casual

China empenachada
inestable China honesta
camino venerable de ratas
la voz de tierra de las parteras
dormita venciendo en africanos trances
la solidez arcangélica de otomíes tiradores de rifle.

Era otoní
con un coche de verano
y una piel extensible para guardar relojes
un caballo de heno
para un invierno mediano
destinado a castañetear los dientes entre semana
pendiendo de un clavo herrumboso
vetusto

Era un japonés y tenía
un pez de alambre y pluma
contando cuentos de alambre
en orejas de esparto
si ahora tengo una soga
soy más rico que un cargador
más rico que un aspirante a canónigo
soy un amigo íntimo del Obispo de X.

Tengo caballos de carrera
fotografías de estrellas de cine
un ciempiés forrado de skungs

Corre tras el pekinés disfrazado de ballena de relojería
dispuesto a dar la hora cada veinticuatro horas
mientras la aguja recorre su distancia
tengo una peluquería
y unas coronas de papel dorado fino.

Si fuera tolteca dirían
éste es un tolteca de primera
debió de haber nacido a mediados de mayo
o algún otro mes
según el calendario más o menos antiguo.

Si fuera chino volaría con alas de cuerda
y con zapatos de tenis
tendría mi borla de mandarín para domingos.

Me preguntaría la gente dónde queda China
y no sabría decirle si está en este mundo o salió
tendría varias hojas de papel de China
y escribiría con pincel asuntos chinos
sobre el cultivo de arroz.

Si fuera sirio-libanés
no iría nunca en compañía a los restoranes
porque inmediantemente descubrirían que era una reunión
sirio-libanesa
y no podría negarlo.

Si fuera caballo de carrera
tendría un sombrero de copa
un traje de etiqueta
y algunos frascos vacíos de aspirina
coleccionaría botones para cuando me volviera tortuga
tendría zapatos de triple suela de fieltro
comería estopa y bebería petróleo

si fuera una cantante de ópera tendría ocho cines
privados
sonoros y caldeados donde se diera eternamente mi fa
sobreagudo

Si fuera carbonero
tendría un palacio de diamantes en una playa de cartón

Un lebrillo de madera tosca incrustada de clavos
de hierro
para comer carbones ardientes
Si fuera farmaceútico
bebería cianuro en vasos de astrakán y de piel de sapo.
Y no saldría sino en las noches cubierto de obleas eléctricas.

Si fuera un coche de caballos
querría ser una locomotora abandonada en una playa
si fuera un tigre querría ser un Kiosko de periódicos
o un anuncio de teatros
o una botella de limonada
o el duque de Saint–Simon
o la peluca nueva de la señora de Motespan.

II
En Alaska era un globo aerostático
teñido de azul cubierto de martas
destinado al transporte de agua caliente
tenía doce banderolas rizadas de pelo de cabra
bajo las tormentas me volvía un brioso alazán
Tahur bicorne

Las planicies de hielo dejaban oír música
de orquesta a la sordina.

Ni un sólo recuerdo sobre la blancura
una esperanza apenas de algo negro.

“Por primera vez” , un poema collage de Moro

Alfredo Quíspez Asín Mas, Cesar Moro(19 de agosto de 1903 Lima, Perú- Lima, 10 de enero de 1956).Poeta y pintor surrealista. Hijo de Jesús Quíspez Asín, médico y Maria Elivra Mas Puch. Uno de sus hermanos fue el pintor Carlos Quispez Asín. En 1908 fallece su padre. Sus amigos le decían Quispecito, Quispicanchis. En 1914 ingresa en el Colegio de Lima La inmaculada de los jesuitas de donde fué expulsado y desde entonces se mantuvo alejado de las enseñanzas formales para convertirse en un artista experimental. En 1921 publica una ilustración en el libro de poemas El alma errante de Roberto Maclean y Estenós y en 1922 ilustra la carátula del libro de poemas Atalaya de Federico Bolaños. En 1923 cambia su nombre legalmente a César Moro. El seudónimo lo tomó de una novela de Ramón Gómez de la Serna, y la primera vez que lo usó fue para firmar su primer dibujo modernista en 1921. En 1925 viaja a Francia donde conoce a miembros del movimiento surrealista como Benjamín Péret, Salvador Dalí, Paul Éluard y André Breton. Durante esa etapa, incursiona en distintas disciplinas artísticas como las clases de danza en la Academia de Ballet, actividad que terminó abandonando por motivos de salud, además de la pintura y la poesía. Participa en algunas exposiciones y publica distintos poemas en diferentes revistas surrealistas de la época. En 1928 ingresa en el surrealismo y comienza a escribir en francés.

César Moro regresa a Lima en 1933 y en 1935 se encargó de organizar la primera muestra surrealista en América Latina, en la Galería Alcedo. 

En marzo de 1938, Moro viajó a México donde permaneció por espacio de diez años. En 1940 organizó una exposición surrealista con la colaboración de artistas como Wolfgang Paalen y André Breton. En México, sostuvo una una relación con un joven militar de nombre Antonio Acosta, quien inspiró varios de sus poemas, como el poema “Antonio”

Moro escribió el primer poema de La Tortuga Ecuestre, uno de los poemarios más reconocidos en la tradición poética surrealista durante una estancia en San Luís Potosí, México.

La tortuga ecuestre fue su único libro en castellano y, aunque escrito en 1938, fue publicado en 1957 por André Coyné.

En 1948 regresa a Lima donde trabaja como profesor de francés, fué profesor del futuro Nobel, Vargas Llosa.

Falleció el 10 de enero de 1956 a causa de la leucemia.

Obra poética:


La tortuga ecuestre
, su único libro en castellano (escrita en 1938 y publicada en 1957)

Cartas (1939)

Lettre d’amour (1939)

El castillo de Grisú (1941)

L’homme du paradisier et autres textes (1944)

Trafalgar Square (1954)

Amour à mort (1955)

Prosa:

Los anteojos de azufre (1958). La mayoría de su obra en prosa recogida por André Coyné.

Enlaces de interés :

César Moro, varias veces maldito

Viaje al fondo del alma. La sanación con psicodélicos

https://books.openedition.org/ifea/2222?lang=es

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