9 Poemas de Yutaka Hosono

Flor, la otra cara

Si yo tuviera una lengua de mariposa,

entraría en ti más y más profundamente

y te chuparía todo el amor.

Pero mi lengua es corta y plana,

por lo que sólo lamo esmeradamente

los pétalos

y ando impaciente por el pistilo.

Sólo llego a un punto en el que aguardo

mi Musa que se aleja de mí, y a pesar de ello,

viene apareciendo ante mis ojos cerrados

algo sublime.

Es como las nubes,

se transfiguran constantemente,

en montañas, en sueños,

en alas de mariposas que atraviesan el océano,

y a veces en dos cuerpos que se aman.

Hasta donde me sea posible

acerco la nariz y la boca

a la flor que se sostiene entre las piernas atléticas

como un adolescente, aspiro lentamente

el olor húmedo y nostálgico de la tierra natal.

“Ésta es mi otra cara”, dices murmurando,

te quedas liberado.

¿Eres mi madre?

Es como si yo lo saboreara por completo

con mi lengua.

Pero tú estás siempre lejos,

como los pechos muy distantes.

Dioses en rebeldía

Los dioses están de pie,

apoyados sólidamente en tierra

como grandes árboles agonizantes.

Cargan el cielo en los hombros,

y aguantan a duras penas

el dolor de la convivencia.

(¿Por qué no huyen?

¿Por qué no venden sus almas?)

“Porque cierra nuestros ojos el sucio sudor,

porque aquí está lleno

de ondas ultracortas invisibles,

y no se ven los picos que hieren la noche”.

(No huimos, para ver.

No vendemos, para ver.)

Algún día

tomando al violador por el cuello,

le estrangulan el corazón

junto con el entumecimiento de las manos

y las piernas.

Sale de repente la lengua rojísima,

flamean el viento y las nubes,

y el cielo cae.

Los que se levantan de nuevo

desde el caos,

son también dioses inmortales

en rebeldía.

Los pechos

Tú has vuelto a mí

como lo presentí

en la pena desquiciante

de haber estado separados

miles de noches y días

tuyos y míos.

Y a la juventud en que no éramos hábiles

regresamos volando de un tirón.

Y tus pechos que nunca vi

y tus pezones como ciruelas

un poco hundidos tal vez,

aparecen claramente

en mis ojos entrecerrados,

como estaba en aquel entonces.

Por eso, permíteme

tocarlos levemente.

Tu sonrisa coqueta

como rizos de agua me estremece,

y cosquillea mis orejas.

Es demasiado penoso para mí

jurar con el corazón

que nunca dañaría tus pechos.

Por eso te abrazo con fuerza

vestida con el traje de bodas del sueño,

ese que nunca puede recuperarse,

en el césped de medio día donde se alinean las lápidas

en las que han grabado

la pena que me has dado

más allá de millares de noches.

El rencor

El soldado murió golpeado.

Murió golpeado por el cabo

que lo tiró a puñetazos,

lo forzó a levantarse

y lo siguió golpeando.

Finalmente, el soldado cayó de bruces

y murió.

Detrás de la cerca

brillaron los ojos de unos niños

entre los cuales siguen brillando

los míos.

El soldado murió callado,

reprimiendo su cólera, su terror y su reclamo.

¿Cuántos soldados murieron así?

Que no sea la muerte nada más que una pérdida;

que se llene el mundo con las almas

de los que mueren oprimidos.

El deseo

En el abdomen y hacia la espina,

en línea horizontal,

hay un mar desteñido.

Mi hijo ahí, desarmado, a medianoche,

hecho un montón de palillos chamuscados,

llueve como tortugas.

Las bombas incendiarias.

Las lápidas sepulcrales en el arenal.

Con un brazo arrancado al niño,

la mujer viene corriendo.

Los cabellos se mecen en el fondo de la cuneta.

La ascensión al cielo de la novia.

El joven aferrado al recuerdo

como si abrazara aquellas piernas blancas,

desea aplastar el trasero de la abeja

porque la imagen no es tridimensional

por mucho que se proyecte en la pantalla.

Y bebe la charca de un trago.

Lame con avidez el casco del buque de ágata

y espera el final mirando para arriba.

Yutaka Hosono y el también poeta Pedro Enriquez

Rojo y negro

                                  frente a un cuadro de Lorgio Vaca

En el Museo de Arte Moderno de Sucre
encontré al cuadro y sus montañas desbordadas de sangre.
El pecho de Jesucristo.
Una lanza apuntando oblicuamente al cielo.
La artillería antiaérea, la cruz de la luz.
Entonces recordé la noche de Marzo de 1945.
No corría sangre por ninguna parte
y al rojo vivo ardían el cielo y la ciudad.
Al día siguiente Tokyo era una inmensa pintura en tinta china.
Árboles, chimeneas, edificios, la torre de radioemisión…
Todo lo que estaba en pie era negro.
Los hombres yacían carbonizados como hormigas.
Desde entonces, Iri Maruki pinta negros cuadros
Todo es un color negro inflamado.
Aquí en Bolivia, la sangre corre de las pinturas,
bajan los cantos del hombre de las montañas verdes
y se convierten en ríos rojos.

Se dice que cuando cae una estrella…

—sobre el cuadro de Marcelo Callaú*—

Se dice que cuando cae una estrella

muere una persona.

Pero no lo creo.

Creo que nace una estrella en el cielo,

cuando muere una persona.

Porque al perderse una cosa en un lugar,

Debe nacer en otro sitio.

Entonces, ¿se pierde una estrella

cuando nace un niño?

Es decir, ¿devora el niño una estrella

antes de salir de la noche del útero?

Cierto que los siete niños y sus padres

en el cuarto de Marcelo Callaú

comieron nueve estrellas y las digirieron.

Por eso, brilla hermosamente la tierra

debajo de sus piernas,

(como brilló cuando nació del bambú la hermosa

Kaguyahime**)

y sus siluetas son oscuras

como el peso de la existencia

*Marcelo Callaú: pintor y escultor boliviano

**Kaguyahime (la princesa del brillo). Es una princesa legendaria del antiguo Japón, que nació de una planta de bambú cuando un anciano colector de caña de bambú vio un brillo que emitía una de estas cañas y la cortó. El anciano y su esposa criaron a esta niña hasta que se convirtió en una mujer de belleza tan incomparable que los nobles y hasta el propio emperador se enamoraron de ella y quisieron desposarla; pero Kaguyahime los rechazó a todos y un día voló a la luna, porque ella no era de este mundo sino un ser que pertenecía al mundo de la luna.

Las mejillas coloradas de mi madre

En los inviernos

se hicieron más coloradas las mejillas de mi madre,

y brillaron vivamente, de especial manera,

aquel invierno del año cuando se perdió la Guerra.

En ese entonces por el golpe de la derrota,

se enfriaron aún más los corazones de la gente.

Ese frío hizo que la nieve fuera más intensa

en la zona semirural que está en las afueras de la ciudad

 de Yokohama.

Y a medianoche cuando vinieron a buscarla,

mi madre salió desafi ando el viento glacial sobre

 su bicicleta,

amarró el maletín negro al portaequipajes, y partió

 hacia la casa

donde esperaba la encinta aguantando sus dolores

 de parto.

Siempre vinieron a buscarla en las altas horas de la noche,

mi madre antes de salir averiguaba sin falta la hora

 del pleamar.

mi hermano menor y yo, que éramos estudiantes

 de primaria,

nos aferramos a las ropas de la cama,

y abrazando el vacío que quedaba

después de la salida de nuestra madre,

le pedimos que nos jurara

que regresaría pronto.

Cuando empezaba a amanecer, en el crepúsculo,

percibía en la espalda la resonancia del primer vagido,

mi madre retornaba precipitadamente a casa por la

carretera de Hachiouji,

y yo la estaba mirando en el sueño.

Como un arbolejo en tierra devastada

Como un arbolejo

en tierra devastada,

quiero estarme inmóvil y sentado.

Desechadas las palabras

como hojas caídas en el suelo,

quiero quedarme sentado

aun de noche cuando corre a velocidad

un caballo bañado en las ancas

con luz de luna.

Sin embargo, aquí no llega el invierno.

Por más que las deseche,

las palabras surgen sucesiva

y agitadamente,

y con un baile radiante de luciérnagas,

hacen palidecer todo a mi alrededor.

¿Quién es

quien hace crecer frondosas las palabras

aunque estén rotos los troncos,

y me inclina hacia los otros?

Yutaka Hosono ( Yokohama, Japón,1936 ). Poeta y traductor. Estudió español en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio y durante cuarenta años trabajó en la Agencia de Cooperación Internacional del Japón lo que le permitió vivir en varios países latinoamericanos como Brasil, Bolivia y México, donde tradujo al japonés varios poetas españoles y latinoamericanos y colaboró en un programa para la mejoría del aire en la Ciudad. Ha sido Presidente del Club de Poetas de Japón.

Yutaka Hosono comenzó a escribir poemas poco antes de cumplir veinte años. Con algunos compañeros graduados de la misma escuela secundaria, Hodogaya Chugaku, en Yokohama, publicaron revistas de poesía. En primer lugar, se publicó el primer número de Ao (Azul), en marzo de 1955, y siguió publicándose mensualmente hasta que apareció una nueva revista Kátoru (la palabra japonizada de cuatro en francés. Se puso este título porque se compuso el círculo integrado por cuatro miembros), en junio de 1956. Esta revista continuó publicándose hasta terminar con el número 6, en enero de 1957.

En 1958 se graduó en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Tokio, en el Departamento de Español, y en abril del mismo año entró en la Compañía Profomento de Emigración Japonesa, cien por ciento apoyada por el gobierno japonés. Era una Compañía creada para ayudar económica y espiritualmente a los japoneses que emigraban a los países latinoamericanos, buscando una mejor vida.

Después de trabajar unos años en la Casa Matriz de esa compañía en Tokio, le trasladaron a la sucursal en São Paulo, Brasil, en 1964 donde se instaló con su esposa e hijo y posteriormente en 1966, fue trasladado a la sucursal en Río de Janeiro. Allí permaneció la familia hasta noviembre de 1968, cuando regresaron a Japón.

Fue más tarde, cuando vivió en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, trabajando como funcionario de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), la organización gubernamental sucesora de la Companía Profomento de Emigración Japonesa, a finales de la primera mitad de la década 70, cuando comenzó nuevamente a escribir poemas y a tener contacto personal con los artistas bolivianos como los pintores Lorgio Vaca, Héctor Jáuregui, Marcelo Callaú y Carmen Villazón y los poetas Jamílquer y Asunta Peralta, entre otros.

En junio de 1977, se mudó a La Paz para trabajar en la Embajada de Japón en Bolivia como Asesor del Embajador, y cultivó amistades con los poetas y periodistas de esa ciudad. Gracias al periodista Mario Velasco, quien se interesó en sus poemas, se publicó “En donde se agote la tristeza”, un poema escrito en japonés y traducido al español por el mismo Yutako. Se publicó en El Diario, uno de los periódicos más influyentes de La Paz. El poema tuvo mucha repercusión en los lectores; en él se describía la historia de cuando las mujeres indígenas parían después de haber sido violadas, y que el orgullo del Imperio del Sol fue despojado junto con el oro, con el que cubrían las paredes de los panteones, y fue llevado a los lugares santos más allá del Océano. Con la publicación de este poema, se estrenó como poeta en Bolivia.

Después de regresar a Japón, trabajó cinco años en la Casa Matriz de JICA en Tokio y otros cinco años más en la Ciudad de México, como el Director General de la Oficina de JICA en México. Y en 1993, cuando ocupaba el cargo del Director General del Centro Internacional de JICA en Kyushu, conoció a los poetas de Kita-Kyushu, la ciudad donde vivía y trabajaba, y pudo publicar su primer poemario en japonés,  Kanashimi no tukiru tokorokara (En donde se agote la tristeza).

En 1996 publicó su segundo poemario Hana kariudo(Cazador de flores) y El tercer poemario Usuwarai no kamen (La máscara sonriente) fue publicado en noviembre del 2002.

Su cuarto poemario Onnanori no jitensha to kuroi sinsatsukaban (La bicicleta para mujeres y el maletín negro para doctoras), fué publicado en 2012.

Todos los poemas del primer libro y casi la mitad de los del segundo (nueve poemas), traducidos por el autor al español están incluidos en el poemario Dioses en rebeldía, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana de México, en junio de 1999.

Poemarios en japonés :

Kanashimi no tukiru tokorokara (En donde se agote la tristeza) (1993), Hana kariudo (Cazador de flores) (1996), Usuwarai no kamen (La máscara sonriente) (2002), y Onnanori no jitensha to kuroi sinsatsukaban (La bicicleta para mujeres y el maletín negro para doctoras), (2012)

Poemarios en español :

Dioses en rebeldía (1999).

Poemario bilingüe :

Libélulas y Granados (Editorial Dauro 2015, edición bilingüe español–japonés, junto con el poeta y académico español Pedro Enríquez). El poemario recoge veinte poemas de Pedro Enríquez traducidos al japonés por Yutaka Hosono y quince de Yutaka Hosono, traducidos al español por éste y revisados por Pedro. Como presentación lleva unas palabras iniciales del director del Instituto Cervantes de Tokio.

Yutaka Hosono también ha formado parte del equipo de traducción, del español al japonés, de la Antología de la Poesía Mexicana Contemporánea (2004) y la Antología poética de la generación del 27, de Arturo Ramoneda (2007).

Ha traducido al japonés varios poemas sueltos y los ha publicado en revistas; también poemarios completos o antologías. Entre los poetas que ha traducido figuran: Ámbar Past (México), Caneo Arguinzones (Venezuela), Gregory Zambrano (Venezuela), Jaime Sabines (México), Octavio Paz (México), Pedro Enríquez (España) y Pedro Shimose (Bolivia).

También ha traducido al japonés la novela Insensatez, de Horacio Castellanos Moya, donde se narra el genocidio de los indígenas mayas en Guatemala.

Ha sido ganador del Premio Shikai (mundo poético) del Club de Poetas de Japón.

Enlaces de interés :

https://cervantesmilehighcity.wordpress.com/2014/04/27/entrevista-con-el-poeta-y-traductor-japones-yutaka-hosono-escuchar-el-poema-con-el-corazon/


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