11 Poemas de Adam Zagajewski

Autorretrato

Entre ordenador, lápiz y máquina de escribir
se me pasa la mitad del día. Algún día se convertirá en medio siglo.
Vivo en ciudades ajenas y a veces converso
con gente ajena sobre cosas que me son ajenas. 
Escucho mucha música: Bach, Mahler, Chopin, Shostakovich.
En la música encuentro la fuerza, la debilidad y el dolor, los tres elementos.
El cuarto no tiene nombre.
Leo a poetas vivos y muertos, aprendo de ellos
tenacidad, fe y orgullo. Intento comprender
a los grandes filósofos -la mayoría de las veces consigo
captar tan sólo jirones de sus valiosos pensamientos.
Me gusta dar largos paseos por las calles de París
y mirar a mis prójimos, animados por la envidia,
la ira o el deseo; observar la moneda de plata
que pasa de mano en mano y lentamente pierde
su forma redonda (se borra el perfil del emperador).
A mi lado crecen árboles que no expresan nada,
salvo su verde perfección indiferente.
Aves negras caminan por los campos
siempre esperando algo, pacientes como viudas españolas.
Ya no soy joven, mas sigue habiendo gente mayor que yo.
Me gusta el sueño profundo, cuando no estoy,
y correr en bici por caminos rurales, cuando álamos y casas
se difuminan como nubes con el buen tiempo.
A veces me dicen algo los cuadros en los museos
y la ironía se esfuma de repente.
Me encanta contemplar el rostro de mi mujer.
Cada semana, el domingo, llamo a mi padre.
Cada dos semanas me reúno con mis amigos,
de esta forma seguimos siendo fieles.
Mi país se liberó de un mal. Quisiera
que le siguiera aún otra liberación.
¿Puedo aportar algo para ello? No lo sé.
No soy hijo de la mar,
como escribió sobre sí mismo Antonio Machado,
sino del aire, la menta y el violonchelo,
y no todos los caminos del alto mundo
se cruzan con los senderos de la vida que, de momento,
a mí me pertenece.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

Domingo

Por favor, ve a la iglesia
todos los domingos, a las once
o doce en punto, con camisas limpias,
vestidos cuidadosamente planchados.
Ve a la iglesia, allí te espera

el sacerdote con barbilla gruesa.
Hablará durante mucho tiempo
en un tono de superioridad indescriptible,
te ordenará qué pensar y qué hacer.

Dios está en otro lugar, en otro lugar.
No sabemos nada. Vivimos a oscuras.
Dios está en otro lugar, en otro lugar.

Misticismo para principiantes

El día era suave, la luz era generosa.

El alemán en la terraza del café

sostenía un pequeño libro en su regazo.

Dí un vistazo al título:

Misticismo para principiantes.

De repente comprendí que las golondrinas

patrullando las calles de Montepulciano

con sus silbidos agudos,

y la conversación apresurada de tímidos viajeros

del Este, de la llamada Europa Central,

y las garzas blancas de pie —¿ayer? ¿el día anterior?—

como monjas en campos de arroz,

y el crepúsculo, lento y sistemático,

borrando los contornos de casas medievales,

y los olivos en pequeñas colinas,

abandonados al viento y calor,

y la cabeza de la Princesa Desconocida

Que vi y admiré en el Louvre,

y vitrales como alas de mariposa

rociadas por el polen,

y el pequeño ruiseñor practicando

su discurso al lado de la carretera,

y cualquier viaje, cualquier tipo de ruta,

son sólo misticismo para principiantes,

el curso elemental, preludio

para una prueba que ha sido

pospuesta.

Ilustración

La poesía es la infancia de la civilización,
dijeron en la Ilustración los filósofos
y nuestro profesor de polaco, alto, delgado
como signo de exclamación, quien perdió la fe.

No supe qué decir en ese momento,
todavía era un niño pequeño,
pero me parece que quería, en un poema

encontrar la sabiduría (sin resignarme)
y también una especie de locura tranquila.
Encontré, mucho después, un instante de alegría
y la oscura felicidad de la melancolía.

Habla mas suave

Habla más suave: eres mayor que aquel
que fuiste tanto tiempo; eres mayor
que tú mismo y sigues sin saber
qué es la ausencia, el oro, la poesía.

El agua sucia anegó la calle; una tormenta breve
sacudió esta ciudad plana, adormecida.
Cada tormenta es un adiós, cientos de fotógrafos
parecen sobrevolarnos, inmortalizar con flash
segundos de miedo y pánico.

Sabes qué es el duelo, la desesperación
violenta que ahoga el ritmo cardiaco y el futuro.
Entre extraños llorabas, en un moderno almacén
donde el dinero, ágil, sin cesar, circulaba.

Has visto Venecia, y Siena, y en los lienzos, en la calle,
jovencísimas, tristes Madonnas que ansiaban ser
muchachas normales y bailar en carnaval.

Has visto incluso pequeñas urbes, nada bonitas,
gente vieja extenuada por el sufrimiento y el tiempo.
Ojos de santos morenos brillando en iconos
medievales, ojos ardientes de bestias salvajes.

Entre los dedos cogías guijarros de la playa La Galere,
y de pronto sentías por ellos una inmensa ternura,
por ellos y por el pino frágil, por todos los que allí
estuvieron contigo y por el mar,
que aunque potente, es tan solitario.

Una ternura inmensa, como si fuésemos huérfanos
de la misma casa, para siempre apartados los unos de los otros,
condenados a breves momentos de visitas
en las frías cárceles de la actualidad.

Habla más suave: ya no eres joven,
el éxtasis ha de pactar con semanas de ayuno,
has de elegir y abandonar, dar largas

y hablar extensamente con embajadores de secos países
y labios cuarteados, has de esperar,
escribir cartas, leer libros de quinientas páginas.
Habla más suave. No abandones la poesía.

En un piso pequeño

Le pregunto a mi padre: 

¿qué haces todo el día? Recordar.

Así pues, en este pequeño piso polvoriento en Gliwice,

en un bloque bajo, construido según el modelo soviético,

conforme a la norma de que la ciudad debe evocar un cuartel,

y las habitaciones, ser estrechas, para frustrar reuniones clandestinas,

allí donde marcha sin descanso un antiguo reloj de pared,

revive casi a diario el claro septiembre del 39, el silbido de las bombas,

y también el Jardín de los Jesuitas en Lvov, brillando como antes

con la luz verde de los arces, de los fresnos y los pajaritos,

las canoas en el Dniester, el olor de la mimbrera y de la arena húmeda,

un día caluroso, cuando encontraste a una joven estudiante de derecho,

y el viaje en un vagón de mercancías, al oeste, hasta la última frontera,

y un ramo de doscientas rosas que los estudiantes te ofrecieron

en agradecimiento por haberlos defendido en la primavera del 68,

y acaso también episodios de los que nunca sabré nada,

el beso de una mujer que no llegó a ser mi madre,

el temor y la dulce grosella de tu infancia, imágenes sacadas

de este abismo acogedor, cuando yo aún no estaba.

Tu memoria trabaja en este piso caballo: trabajas,

metódico, en silencio, para resucitar por un instante

el doloroso siglo XX.

Canción del emigrado

En ciudades ajenas venimos al mundo
y las llamamos patria, mas breve es
el tiempo concedido para admirar sus muros y sus torres.
Caminamos de este a oeste, ante nosotros rueda
el gran aro del sol
ardiente, a través del cual, como en el circo,
salta ágilmente un león domado. En ciudades extrañas
contemplamos las obras de viejos maestros
y, sin asombro, en añejos cuadros vemos
nuestros propios rostros. Habíamos existido
antes, e incluso conocíamos el sufrimiento,
nos faltaban tan sólo las palabras. En la iglesia
ortodoxa de París los últimos rusos blancos,
encanecidos, rezan a Dios, varios lustros
más joven que ellos y, como ellos,
impotente. En ciudades ajenas
permaneceremos, como los árboles, como las piedras.

Versión de Elzbieta Bortkiewicz

No permitas que el lúcido momento se disuelva

No permitas que el lúcido momento se disuelva

Deja que el pensamiento radiante dure quietamente

aunque la página esté casi llena y la llama parpadee

Aún no nos hemos elevado al nivel de nosotros mismos

El conocimiento crece lentamente como una muela del juicio

La marca de la estatura de un hombre aún persiste

en lo alto de una puerta blanca

Desde lejos, la alegre voz de una trompeta

y de una canción enroscada como un gato

Aquello que pasa no cae en un vacío

Un fogonero aún alimenta con carbón el fuego

No permitas que el momento lúcido se disuelva

Sobre una sustancia dura y seca

debes burilar la verdad

A mí mismo en mis memorias

Fluye, fluye, nube gris,
se abre la flor de la peonía,
nada te une ya a esta tierra,
nada te une ya a este cielo.

Delira en la canícula el jardín,
un gato da bostezos en el porche.
Caminas por la calle de los tilos
en flor, de qué ciudad, lo ignoras,

en qué país, no lo recuerdas.
Brillan livianos los estorninos,
la noche se aproxima suavemente,
juegan al escondite los capullos de las rosas.

Eres tan sólo un sueño, una imagen,
sólo un anhelo eres.
Cuando te vayas, como las nubes,
se teñirá de bronce tu recuerdo.

Y rondarás los ríos
y las sombras de los árboles,
pero naufragarás en la tierra, en la tierra, en la tierra.

Trata de alabar el mundo mutilado

Trata de alabar el mundo mutilado.

Recuerda los largos días de junio,

y las fresas silvestres, gotas de rosado vino.

Las ortigas que metódicamente proliferan

en las casas abandonadas de exiliados.

Debes alabar el mundo mutilado.

Tú observaste los estilizados yates y los barcos;

uno de ellos tenía un largo viaje por delante,

mientras que el salado olvido aguardaba a otros.

Tú has visto a los refugiados yendo a ningún sitio,

tú has oído a los verdugos cantar alegremente.

Debes alabar el mundo mutilado.

Recuerda los momentos cuando estábamos juntos

en una habitación blanca y la cortina ondeaba.

Regresa en el pensamiento al concierto donde la música se encendía.

Tu recogías bellotas en el parque en otoño

y las hojas se marchitaban sobre las cicatrices de la tierra.

Alaba al mundo mutilado

y a la pluma gris que un zorzal perdió,

y la suave luz que se desvía y desaparece

y regresa.

Viento

Seguimos olvidando qué es la poesía
(o tal vez solo me pasa a mí).
La poesía es el viento que sopla de los dioses, dice
Cioran, citando a los aztecas.

Y sin embargo, hay tantos días silenciosos y sin viento.
Los dioses duermen entonces
o llenan declaraciones de impuestos
para dioses aún más altos.

Que vuelva ese viento.
El viento que sopla de los dioses
que venga, que se despierte
ese viento.

Adam Zagajewski tras recibir el Premio Princesa de Asturias de las Letras de manos del rey Felipe, durante la ceremonia de entrega de los galardones, en el Teatro Campoamor de Oviedo. EFE/José Luis Cereijido/Archivo

Adam Zagajewski (Lwów, actual Ucrania, 21 de junio de 1945-Cracovia, Polonia, 21 de marzo de 2021)? Poeta, novelista y ensayista, miembro de la Generación del 68 en su país y uno de sus mas famosos poetas. Estudió Psicología y Filosofía en la Universidad de Cracovia.

Durante la década de 1970 se unió al grupo de disidentes de Cracovia llamado «Teraz». En 1972 publicó su primer poemario, titulado Komunikat (Comunicado), al que siguió la novela Cieplo zimno (Caliente y frío, 1975). Junto con Julian Kornhauser escribió el manifiesto «Swiat nieprzedstawiony» («Un mundo no representado», 1974). Por aquellos años también publicaba sus ideas en la revista literaria clandestina Zapis, uno de los principales medios de la oposición democrática polaca.Fue miembro del grupo poético Ahora  hasta 1975, y es uno de los poetas más brillantes  de la llamada Generación  de la Nueva Ola. Censurado por el régimen comunista de su país, en 1982 se exilió a París donde publicó la novela Cienka kreska (Trazo)(1983) y el ensayo List. Oda do wielosci (Letra. Oda a la pluralidad) (1983). Tres años después llegó a las librerías su ensayo Solidarnosc i samotnosc(Solidaridad y soledad), en el que Zagajewski expuso sus tesis sobre el compromiso político de los escritores.En 1988 se trasladó a Estados Unidos, donde fue profesor de la Universidad de Houston (Texas) y de la Universidad de Chicago.En su siguiente libro de poemas, Plótno (1990) se observa su evolución hacia la contemplación poética, cercana al misticismo, ya lejos de su poesía combativa inicial. En 1994 publicó su siguiente libro de poemas, Ziemia ognista (Tierra de fuego).

 Desde 2002 vivió en Cracovia donde publicó la recopilación de ensayos Obrona zarliwosci (En defensa del fervor, 2002), toda una declaración de intenciones de un poeta para quien la poesía ha de conjugar «ironía y éxtasis» y el poeta es alguien «consciente de la historia». Al año siguiente publicó el poemario titulado Powrót (El regreso).

Ha sido galardonado con los premios Prix de la Liberté  1987GranPremio de Literatura de la Fundación Konrad Adenauer de Weimar 2002, el Premio Horst Bienek de la Academia de Bellas Artes de Baviera en 2003, el Premio Neustadt de Poesía 2004, el Premio Europeo de Poesía 2010 y con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017.

De su obra poética se destacan «Comunicado» 1972, «Carnicerías» 1975,  «Oda a la mayoría» 1982, «Ir a Lvov» 1985, «Lienzo» 1990,Ziemia ognista ,«Tierra de fuego» 1994 , «Sed1999, Obrona zarliwosci (En defensa del fervor, 2002), Powrót (El regreso)(2003). 

Zagajewski ha sido reconocido como una de las voces poéticas más representativas en su país.

Murió el último domingo de marzo de 2021 a los 75 años.

Enlaces de interés :

https://elcuadernodigital.com/2017/06/09/adam-zagajewski/

https://elpais.com/cultura/2017/06/08/actualidad/1496949030_424526.html


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