Imaginaria
Al pintor Miguel Vázquez.
Al que sorprendí una noche llorando
en la cárcel de Burgos.
Oídme amigos. He visto
con los ojos soñolientos
algo que quiero contaros.
Es la madrugada. Un preso
enfrente de mí despierta.
Se incorpora sobre un codo.
Lía un cigarro. Se sienta.
Mientras fuma tiene ausente
la mirada, como dormida la frente
(Sueña el viento en la ventana)
Tira el cigarro. Se inclina.
Saca un pedazo de pan,
se lo come lentamente
y después… rompe a llorar.
(Quizás no tenga importancia…
Yo os lo cuento)
Ya sabéis que a mí las losas
me han gastado hasta los huesos
del corazón,
pero ver llorar a un hombre
es algo, siempre, tremendo.
Y este preso no es un árbol
que se ha roto. Sigue ileso.
Pero de pronto ha venido
todo lo “suyo” a su encuentro
en esta noche tranquila…
Con su dolor en mi pecho
le miro. No puede verme.
Sus ojos están muy lejos.
Sus ojos cerca, llorando
tan suave, tan hondamente
que apenas si mueve el aire
y el silencio.
Un “alerta” le estremece.
(Por el patio
se oye cruzar el relevo)
Mi corazón es patio
A María Teresa León
La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.
Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.
.
Pero el mundo es un patio
(Un patio donde giran
los hombres sin espacio)
.
A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
y entonces, digo: “El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando“.
.
Y oigo colinas libres,
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi cadalso.
.
“Es la vida”, me dicen
los aromas, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho…
.
Pero soñar es despierto
(mi reja es el costado
de un sueño
que da al campo).
.
Amanezco, y ya todo
-fuera del sueño- es patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.
.
¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!
Yo ya creo que todo
-fuera del sueño- es patio.
.
(Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos).
.
Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo,
-hasta en el sueño- es patio.
.
Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón, desnudo;
mi corazón, clamando;
mi corazón, que tiene
la forma gris de un patio.
.
Un patio donde giran
los hombres sin descanso
Mi casa y mi corazón
(sueño de libertad)
Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.
Que entren la noche y el día,
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
La luna, mi dulce amante.
Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.
Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.
La vida
¿La vida?
Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto de un río,
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar. Habladme
del olor ancho del campo.
De las estrellas. Del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves
como la choza de un pobre.
Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor: no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una sepultura
y la canción de mis losas?
Veintidós años… ya olvido
la dimensión de las cosas,
su color, su aroma…
Escribo a tientas: el mar, el campo…
Digo bosque y he perdido
la geometría de un árbol.
Hablo por hablar de asuntos
que los años me borraron.
(No puedo seguir: escucho
los pasos del funcionario).
De : Las soledades del muro
Norma
Quiero que mis poemas tengan hueso
y estructura de piedras palpitantes:
verlos siempre de pie (torres errantes
de la vida y el hombre) por su peso.
Capaces de ser bala y de ser beso,
cantos de paz o puños resonantes,
azules como el rayo o verdeantes
como olivo maduro… Que su espeso
son a metal, colmena o bosque herido,
suba desde mi sangre, tensamente,
a otro labio desierto o perseguido.
¡Versos con alma y versos con simiente,
con atléticos hombros y un erguido
pueblo de corazones por su frente!
De : Te llamo desde un muro. Poemas de la prisión México, Ediciones de “España Popular”
Yo denuncio
Yo no pido clemencia. Yo no pido
con un hilo de voz descolorida
perdón para la vida que me deben.
Odio la voz delgada que se postra
y el corazón que llora de rodillas
y esas frentes vertidas en el polvo,
hecha añicos la luz del pensamiento.
Yo no pido clemencia. Yo no junto
las manos temblorosas en un ruego.
Arden voces de orgullo en mi palabra
cuando exigen -sin llanto- que las puertas
de la venganza oscura se derriben
y a los hombres descuelguen de sus cruces.
Yo no pido clemencia. Yo denuncio
al dictador cadáver que gobierna
la vida de los hombres con un hacha
y ahora quiere dejar para escarmiento
mi cabeza cortada en una pica.
Yo no pido clemencia.
Doy banderas.
Paso de mano el golpeado
corazón de mi pueblo prisionero.
Autobiografía
Mi pecado es terrible;
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre.
Por eso aquí entre rejas,
en diecinueve inviernos
perdí mis primaveras.
Preso desde mi infancia
ya muerte mi condena,
mis ojos van secando
su luz contra las piedras.
Mas no hay sombra de arcángel
vengador en mis venas:
¡España! es sólo el grito
de mi dolor que sueña.
De : Las soledades del muro
A los católicos
Sí, lo comprendo.
Tú llevas una cruz sobre tu pecho,
tú rezas con fervor todos los días,
no esperas tu cosecha en este mundo:
hay ángeles que siegan con sus alas
las azules espigas de tus sueños.
Está bien.
Pero tu corazón ¿no está conmigo,
con su raíz en tierra inevitable?
Necesitas tu pan de cada día,
los pájaros, los árboles, el agua
y el aire que respiras.
Ven tus ojos paisajes
(cómo van a evitarlo si están vivos)
que dan pena o canción a tu mirada.
No lograrás cegarte,
ni huirte a una ladera solitaria,
ni enmudecer el grito de los hombres.
El amor sabe a incienso y es humano.
Mi madre era «Ana Santa»,
un puñado de carne consumida,
arrebujada y sola en el silencio,
que murió de rodillas —me contaron—
crucificada sobre un leño de llanto,
con mi nombre de hijo entre sus labios
pidiendo a Dios el fin de mis cadenas.
Hoy hay madres que rezan todavía
—miles de corazones prosternados—
por sus hijos heridos en las sombras.
Y otras que lucha, golpean
las puertas de la tierra,
exigen a los hombres la muerte de los muros.
Escúchame, quienquiera que tú seas,
si es que el amor a Dios el alma te ilumina,
no puedes de este mundo así marcharte,
emprender la gran senda con las manos vacías,
llegar ante las puertas de Dios, que tu fe sueña
existen bajo el Arco del Eterno Cobijo
para decir: Señor, Señor, no traigo nada;
dame un puesto al amor de tu lumbre divina.
Porque el Señor, tu Dios, contestaría:
«vete, rompe tus pies por los bermejos hielos infinitos,
apóyate en la vara nudosa de tus odios,
serás un caminante, para siempre, si no hallas
la palma del amor que no quisiste
tomar del árbol que plantó mi sangre»
De: «Poemas de la prisión y la vida»Ed. Tabla Rasa y Ediciones Urano – 2011
Carta urgente a la juventud del mundo
Si la juventud quisiera
mi pena se acabaría,
y mis cadenas.
(Decid ¡basta!
Haced la prueba.)
Vuestros brazos son un bosque
que llena toda la tierra;
si enarboláis vuestras manos
el cielo cubrís con ellas.
¿Qué tiranos, qué cerrojos,
qué murallones, qué puertas
no vencieran vuestras voces
en un alud de protesta?
(Todos los tiranos tienen
sus pedestales de arena,
de sangre rota, y de barro
babilónico sus piernas.)
Pronunciad una palabra,
decid una sola letra,
moved tan solo los labios
a la vez y la marea
juvenil atronaría
como un mar cuando se encrespa.
Pero, ¿quién soy yo, qué barco
de dolor, qué espuma vieja,
qué aire sin luz en el viento
acerco a vuestras riberas?
Como campanario de oro
vuestros corazones sueñan.
La juventud es la hora
del amor, su primavera.
¿Por qué mover vuestras ramas
alegres con mi tristeza?
¿No es mejor que yo me coma
mi pan solo en las tinieblas;
que mis pies cuenten las losas
veinte años más, mientras sueñan
mis alas entre las nubes
de un cielo roto en mis rejas?
Pero la vida -mi vida-
me está clamando en las venas;
abrasa loca las palmas
de mis manos; lanzaderas
clava y desclava en mi frente
y el pensamiento me quema.
Ved nuestros tonos. Ya somos
como terribles cortezas;
claustrales rostros, salobres
ojos que buscan a tientas
-sedientos de luz y sol-
una grieta entre las piedras.
No sabéis lo que es vivir
muriéndose a vida llena;
grises, sobre grises patios,
sin más luz que una bandera
de amor…
Ni lo sepáis nunca…
Más si queréis que esta lepra
jamás os alcance el pecho,
no dejéis “mi muerte” quieta.
No dejadme, no dejadnos
con nuestras sienes abiertas
y en un cerrojo sangrante
crucificada la lengua.
Levad vuestros pechos. ¡Pronto!
( Es bueno que esta gangrena
os revuelva las entrañas.)
¡Echad abajo mi celda!
Abrid mi ataúd; que el mundo
en pie de asombro nos vea
indomables, pero heridos,
sepultos bajo la tierra.
¡Que no queden en silencio
mis cadenas!
Pequeña Carta al Mundo
Los dientes de una ballesta
me tienen clavado el vuelo.
Tengo el alma desgarrada
de tirar, pero no puedo
arrancarme estos cerrojos
que me atraviesan el pecho.
Ocho mil doscientas veces
la luna cruzó mi cielo
y otras tantas, la dorada
libertad cruzó mi sueño.
El Sol me hace crecer flores,
¿para qué, si estéril veo
que entre los muros mi sangre
se me deshoja en silencio?
No sabéis lo que es un hombre,
sangrando y roto, en un cepo.
Si lo supieseis vendrías
en las olas y en el viento,
desde todos los confines,
con el corazón deshecho,
enarbolando los puños
para salvar lo que es vuestro.
Si llegáis ya tarde un día
y encontráis frío mi cuerpo;
de nieve, a mis camaradas
entre sus cadenas muertos…
recoged nuestras banderas,
nuestro dolor, nuestro sueño,
los nombres que en las paredes
con dulce amor grabaremos.
Y en la soledad del muro
hallareis mi testamento:
al mundo le dejo todo
lo que tengo y lo que siento,
lo que he sido entre los míos,
lo que soy, lo que sostengo:
una bandera sin llanto,
un amor, algunos versos…
y en las piedras lacerantes
de este patio gris, desierto,
mi grito, como una estatua
crucificada y rota, en el centro.
Marcos Ana tras recibir el premio René Cassin de Derechos Humanos 2009, en Vitoria.
Fernando Macarro Castillo, Marcos Ana, (Alconada, Salamanca, España, 20 de enero de 1920 – Madrid, España, 24 de noviembre de 2016).
Pertenecía a una familia de campesinos sin tierra, analfabetos y profundamente católicos . Cuando tenía seis años, se trasladaron a Alcalá de Henares. A los doce años dejó los estudios y se puso a trabajar como dependiente en una tienda para ayudar a la familia. Con apenas dieciséis se afilió a las Juventudes Socialistas. Al estallar la Guerra Civil Española, en 1936, marchó al frente dentro del batallón de milicias «Libertad» de las JSU, combatiendo en la zona de Peguerinos, en la Sierra de Guadarrama, durante los primeros días de la contienda. Al producirse la militarización de las milicias y la creación del Ejército Republicano, fue obligado a abandonar el campo de batalla por ser menor de edad. Marcos Ana volvió a Alcalá de Henares donde fue secretario general de las JSU en la comarca de Alcalá. Durante la contienda, se afilió al Partido Comunista de España. En enero de 1937, su padre murió en un bombardeo de la Legión Cóndor sobre Alcalá. Al acabar la guerra fue encarcelado y torturado. Se le juzgó en dos ocasiones y las dos salió con condena de muerte. Finalmente le condenaron a sesenta años de prisión. En la cárcel conoció a mucha gente, como Buero Vallejo y Miguel Hernández entre otros muchos.
Comenzó a escribir en la década de los cincuenta. Todo empezó en un castigo de aislamiento cuando los compañeros le pasaron a escondidas unas hojas arrancadas de libros de Rafael Alberti, Machado y Neruda. Releyó aquellas hojas más de mil veces, y eso hizo que empezara a escribir con un pequeño lapicero que le habían proporcionado. Cuando salió de la celda de castigo le animaron a continuar diciéndole que lo que había escrito estaba muy bien. Posteriormente sacaron algunos escritos al exterior. Tiempo después, llegó a la cárcel un paquete de México, en el que les mandaban revistas y otras cosas que las familias pasaban clandestinamente. Entre todas esas cosas, había un librito de Fernando , con ocho o diez poemas. Aquello le hizo pensar que esta era una forma más de ayudar a que la gente comprendiera la situación de los presos políticos . Entonces pensó que debía adoptar un nombre para firmar sus escritos. Pensando en sus padres se puso Marcos Ana. A su padre lo habían matado en la guerra y su madre murió cuando le condenaron por segunda vez a muerte. Anduvo deambulando por la puerta del penal de Burgos intentando ver a su hijo. No lo consiguió. La encontraron muerta en una zanja.
Marcos Ana cumplió casi 23 años de prisión. Fue indultado en 1961. Ya libre, marchó a Francia donde organizó y dirigió el Centro de Información y Solidaridad con España (CISE) presidido por Picasso y se dedicó a viajar por todo el mundo convertido en un símbolo de la solidaridad internacional y de la lucha antifranquista.
Marcos Ana regresó a España en 1976 tras la muerte de Franco , ejerciendo desde entonces varios cargos en el PCE.
Su poesía ha sido calificada como «poesía de trinchera» y ha sido atribuida a «la fuerza de la convicción, la sentida sinceridad poética, la angustia, el miedo del hombre en el presidio».
En 2007 publicó un libro de memorias, Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida, con prólogo del Premio Nobel José Saramago, centrado en su estancia en la cárcel y en su actividad política hasta la legalización del PCE.
Ha sido traducido a varios idiomas y Pedro Almodóvar adquirió los derechos para rodar una película sobre la vida de Marcos Ana.
En 2009, la Universidad de Granada propuso su candidatura al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia.
En 2009 el Gobierno de España le otorgó la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.
En 2010, fue el primer galardonado con el Premio René Cassin de Derechos Humanos, concedido por el Gobierno Vasco, en el que se reconocía su actitud al salir de prisión, al defender «la paz y el diálogo» y rechazar «cualquier deseo de venganza».
En 2011, el Gobierno de España le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Marcos Ana falleció en Madrid el 24 de noviembre de 2016 a la edad de 96 años.
Obra poética :
- Poemas desde la cárcel. (Brasil. 1960)
- España a tres voces. (Buenos Aires: Ediciones Horizonte. 1961), en colaboración con Luis Alberto Quesada y Jesús López Pacheco
- Las soledades del muro (1977). Akal
- Poemas de la prisión y la vida. (2011). Umbriel
Obra en prosa :
- Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida (autobiografía) (2007). Umbriel
- Vale la pena luchar. (2013). Espasa
Enlaces de interés :
https://elpais.com/elpais/2016/11/24/album/1480020506_295420.html
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