9 Poemas de Evangelina Guerrero Zacarías

Paradoja

La tarde farfullaba letanías

de soledades y tristezas mansas.

En la trama muriente

de la seca hojarasca, quedó mi alma.

Alzaba el polvo de las pardas vías

la brisa desalada.. .-

Los laureles floridos remecían

sus ramas sonrosadas.

Las bóvedas desiertas

desataron su voz. Pasó el fantasma

de un sueño que soñó mi corazón…

Yo no sé si la sombra desolada,

la sombra sola y triste,

eras tú. Sólo sé que sentí en mi alma

fuerte sabor de llanto, ¡una honda pena!

El pico bravo de la azul montaña

se encendía en la hoguera vesperal.

Sentí en mi pecho arder la vieja llama

de una nostalgia vieja.

Por la desnuda tierra solitaria

pasó una sombra esquiva.

¿Eras tú?… Yo no sé… mas quedó en mi alma

fuerte sabor de llanto, una honda pena.

**********

In Memoriam


(Ante la tumba de mi padre)

¡Oh tristeza infinita de las cosas,

que parece un reflejo de las mías!. .. .

Olor de cirios y de mustias rosas,

llena mi vida de melancolías.

He seguido el camino del cariño

que nunca al corazón pone sus bridas,

y aquí me estoy, llorando como un niño

que no sabe curarse sus heridas.

Que te envuelvan mis lágrimas candentes

con caricias de sol de primavera,

y arriba lleguen hasta ti, silentes,

las plegarias que dice mi alma entera.

¡Oh, padre, qué triste parece todo!.

La misma luna que, soñando, amaste,

lleva en sí el sello del dolor del lodo

mientras Hora la estrella que cantaste.

¡Oh dolor de la vida y de la muerte

entre los cuales el recuerdo oscila,

como péndulo eterno de la suerte,

llama encendida que jamás vacila.

Y está la tarde triste de no verte,

como mi corazón que en su hondo anhelo,

romper quiere el misterio de la muerte

y volar alto hasta tu propio cielo.

**********

La tarde se va

Ya la tarde se va. . . La tarde honda y callada,

(cual los grandes silencios de los largos caminos).

Tiene melancolías de mujer olvidada

que pregunta el por qué de los raros destinos.

Ya la tarde se va. ¡Es flor que se desmaya

sobre el cristal del mar! Oro sobre la espuma,

violeta de las cimas, bandera bruja y gaya.

desceñida y flameante sobre la leve bruma.

Van las albas gaviotas, fugaces, fugitivas,

signando con su vuelo senderos de ilusión.

Se alejan las gaviotas — siluetas sensitivas —

al roce de la sombra, al toque de oración.

El crepúsculo encinta una nostalgia grave.

El alma pensativa se recoge en sí misma.

Las Horas, compasivas, con un gesto muy suave,

de la quimera prestan el fantástico prisma.

Psiquis sonríe leda. Bella, langorosa,

escucha el secreteo de voces añoradas;

al capricho febril entrega voluptuosa

su frente de poeta, sus dos manos sagradas

Despiértanse las liras de sones melodiosos,

reviven las canciones de las fiestas galanas,

los jardines se pueblan de peplos luminosos

y palpitan los cuerpos en las danzas paganas.

En la cumbre infinita, muerta la luz de! día

bajo un azul encanto se descubren los astros.

Capullos de la noche, sirenas de la umbría,

las nevadas estrellas remedan alabastros.

Ya la tarde se ha ido, tan dulce y tan callada,

(la del largo silencio de los hondos caminos),

con sus quietas tristezas de mujer adorada

que mira imperturbable los ocultos destinos.

*****

Tú, ¿Qué Sabes?

Dices que me envidias, que no tengo penas,

que es flor de mis labios la risa galana,

que yo me entretengo con mirar apenas

el triste desfile de la caravana…

tú, ¿qué sabes?

Dices que quisieras mis lágrimas ver,

y en el hondo arcano de mi corazón

pulsar el latido de todo mi ser

por ver si tú encuentras alguna pasión…

tú, ¿qué sabes?…

Tú dices que ansias el verme morir,

por ver si la muerte me apaga la risa;

¿crees que la temo, que la he de sentir?

¿Que en mí no la llevo, que no está en la brisa?

tú, ¿qué sabes?…

Si lloro en la noche, si río por nada,

si lleva un dolor mi llanto escondido;

si muere en su cruz mi alma atormentada,

si llevo en el pecho infierno encendido

tú, ¿qué sabes?

Tristeza

Déjame estar así con mis ensueños

que son para mis noches, mariposas

de luz. Déjame así con mis tristezas,

con mis quimeras y mis soledades.

En mi pecho ha dejado su fragancia

un amor ya lejano, ya perdido;

y aún tiembla en mi boca el beso loco

con que sellar quisiste mi alma enferma.

Déjame así, con mis silencios hondos. .

¿tú qué sabes de mí?. .. . ¿Qué sabes tú?

Yo amo la flor de los caminos áridos

y la ardiente amplitud de los desiertos;

busco en la noche el suspirar medroso

de la luna que rueda entre cañales,

y la sombra de mi alma es otra sombra

perdida en las penumbras de la vida.

¡Oh tristeza, preludio de la muerte!. ..

¡Oh alma que entre nostalgias te consumes!

rompe el cristal de vanas ilusiones

como rompe el cristal de su ola el mar.

El parque solitario

Envuelto en sombras duerme en el misterio

de la noche plateada el olvidado

parque; glosa la brisa en el salterio

mágico del frondaje desmayado

leve cantata de sutil pesar.

Surca las ondas una azul estela

que un barco deja sobre el glauco mar.

Un ave pía con fugaz cautela…

Es una queja el canto de la fuente

que va evocando mil recuerdos viejos,

mientras sus aguas hacia el cielo miran.

Y en un espasmo de ansiedad ardiente,

se alzan hasta los astros que allá lejos,

plenos de amor por su pasión suspiran.

Poeta

Desdeño esas glorias que a tí te envanecen,

no quiero esas gemas que adornan tu frente;

¡calla, hermana, calla! que el alma envilecen

tus duras blasfemias. Escucha.. .¡detente!

Mi gloria es más rara, es casi infinita.

Mi triunfo interior lo guardo en el alma

envuelto en los oros— como flor bendita—

de sueños serenos como un cielo en calma.

Me bastan los cantos de mi corazón,

la flora inmortal de mi pensamiento;

en mis labios llevo la eterna oración

de las musas graves de místico acento.

No ansio tus cofres ¡oh, frivola hermana!

Me ofrenda sus tules la melancolía,

tengo en mis cabellos sol de la mañana

y bebo en la noche en la azul orgía.

Para mí la idea, la esencia divina

de las cosas: ¡Vida! ¡Oh! cristal de fuente,

ósculo de luz que en mi ser germina

tal que en fértil tierra preciada simiente.

Sigue tu camino. El mío está en sombras …

Es triste el sendero… triste cual la cruz.

Mas yo ¡soy poeta! y el dios que tú nombras

yo lo desconozco… ¡Yo traigo mi luz!…

Evangelina Guerrero Entrala de Zacarías (Quiapo, Manila, Filipinas, 1904-Filipinas, 11 de abril de 1949) Poeta, escritora y periodista. A pesar de ser nombrada académica de la Academia Filipina en 1947, rechazó el puesto, por razones de salud. Fué la primera mujer filipina que recibió el nombramiento.

Era hija mayor de Remedios Éntrala y del «Príncipe de la poesía lírica filipina» Fernando María Guerrero.

Estudió las primeras letras en la Escuela Católica de Nuestra Señora de Guía en el distrito de la Ermita en donde su familia se había establecido. Más tarde ingresó en uno de los más afamados centros docentes de aquellos tiempos, el Centro Escolar de Señoritas, donde continuó sus estudios de primaria, intermedia y secundaria.

Al terminar los cursos secundarios en 1923, Evangelina se dedicó de lleno a conocer a los grandes escritores gracias a la extensa y selecta biblioteca de su padre y comenzó a escribir cuentos, poesías y ensayos cortos, llamando prosa lírica a estos últimos.

En 1929 murió su padre y, poco después, se casó con el poeta Antonio Ma. Zacarías que más tarde fue Secretario del Senado de Filipinas.

En 1935 ganó el premio Zóbel, el más alto galardón de literatura castellana que se ofrece en Filipinas, presentando en concurso un tomo de poesías, cuentos y prosa lírica titulado Kaleidoscopio Espiritual.

Colaboró en varios periódicos y revistas en español, como el Ezcelsior, La Vanguardia, El Debate y, principalmente, La Opinión cuya revista semanal editaba . En 1947 fue exaltada como la primera académica electa de la Academia Filipina, alto honor jamás concedido a ninguna otra mujer en Filipinas. Evangelina no quiso, sin embargo, aceptar la elección por razones de modestia y de salud.

La muerte de su padre le produjo una incurable herida en el corazón. Los horrores de la pasada guerra aumentaron sus congojas, y la trágica suerte de su hermano, el Dr. Tristán Má. Guerrero, desaparecido misteriosamente durante la hecatombe que siguió a la liberación de Manila en 1945, fue el golpe final que le trastornó por completo la salud.

Evangelina Guerrero murió el 11 de abril de 1949 en el Hospital de Sto. Tomás.

De nuevo venció la Parca, la Parca cruel y traicionera.
¡Mi pobre Eva, te fuiste, pero no has muerto! ¡Siempre viva flameará en nosotros la llama de tu amoroso recuerdo!…

Manila, Abril 22, 1949.

Hola, 👋
Bienvenid@s a PoetryAlquimia.org. Un espacio donde las voces poéticas del mundo resuenan con fuerza.

Suscríbete a nuestro boletín para recibir las nuevas aportaciones poéticas.

Deja un comentario

Proudly powered by WordPress | Theme: Baskerville 2 by Anders Noren.

Up ↑

Descubre más desde Poiesis/ποίησις

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo