Pobre poeta
El primer movimiento es cantar.
La voz libre que llena las montañas y los valles.
El primer movimiento es alegría.
Pero ella es arrebatada.
Y cuando los años cambiaron mi sangre
y mil sistemas planetarios nacieron y apagáronse en mi
cuerpo,
Estoy sentado aquí, poeta astuto y enfadado,
con los ojos entornados maliciosamente,
y pesando la pluma en mi mano
medito la venganza.
Pongo la pluma, y brotan de ella retoños y hojas, y se cubre
con flores
Y el olor de estas flores es descarado porque allá en la
tierra real
No crecen árboles así, y es como un ultraje
hecho a los hombres que sufren el olor de este árbol.
Hay quienes se refugian en la desesperación que es dulce
como un tabaco fuerte, como un vaso de vodka tomado en
la hora de perdición.
Otros tienen una esperanza de tontos, rosada como un
sueño erótico.
Otros aún encuentran paz en la idolatría de la patria
que puede durar largo tiempo
aunque no más de cuanto dura todavía el siglo diecinueve.
Pero a mí me es dada la esperanza cínica,
porque desde que abrí los ojos he visto sólo resplandores de
incendios y matanzas
Sólo perjuicios, humillación y ridícula infamia de los fatuos.
Me es dada la esperanza de vengarme en otros y en mí
mismo
porque fui yo el que sabía
y no saqué de ello para mí ningún provecho.
Noticias
De la terrena civilización, qué diremos?
Que fue un sistema de coloreadas esferas vaciadas en vasos ahumados,
Donde un luminiscente hilo líquido se mantuvo envuelto y desenvuelto.
O que fue una imponente colección de repentinos resplandores de palacios
Destrozados a tiros desde una cúpula de macizas puertas
Detrás de la cual anduvo un monstruo sin rostro.
Que cada día se echaron las suertes, y que quienquiera que se arrastró bajo
fue conducido hasta allá como sacrificio: ancianos, niños,
muchachas y muchachos.
O pudiera ser de otra manera: que vivimos en un vellocino de oro,
en una red de arco-iris, en un capullo de nube,
Suspendidos de la rama de un árbol galáctico.
Y nuestra red fue tejida de materia de signos,
Jeroglíficos para el ojo y el oído, amorosos anillos.
Un sonido retumbado adentro, esculpiendo nuestro tiempo,
El pestañeo, aleteo, gorjeo de nuestro lenguaje.
Que nosotros pudimos tejer la frontera
Entre dentro y sin, luz y abismo,
Si no, desde nosotros mismos, desde nuestro propio cálido aliento,
Y lápiz labial y gasa y muselina,
Desde el latido del corazón cuyo silencio hace el mundo morir?
O quizá, no diremos nada de la terrena civilización.
Para que nadie realmente conozca lo que fue.
Versión de Rafael Díaz Borbón
Un pobre cristiano observa el ghetto
Las abejas construyen alrededor del hígado rojo,
las hormigas construyen alrededor del hueso negro,
comienza el despedazamiento, el pisoteo de las sedas,
comienza la ruptura del vidrio, de la madera, del cobre, del
níquel, de la plata, de las espumas
del yeso, de la hojalata, de las cuerdas, de las trompetas,
de las hojas, de las bolas, de los cristales —
¡Tric! El fuego fosforescente de las paredes amarillas
ttraga el pelo humano y animal.
Las abejas construyen alrededor del panal de los pulmones,
las hormigas construyen alrededor del hueso blanco,
se despedaza el papel, el caucho, el lienzo, el cuero, el lino,
las fibras, las materias, la celulosa, el cabello, la piel de
serpiente, los alambres,
en las llamas se derrumban el techo y la pared, el ardor
abraza los cimientos.
Ya sólo queda la tierra arenosa, pisoteada, con un árbol
sin hojas.
Lentamente, perforando un túnel, avanza el topo guardián
con una pequeña lámpara enganchada en su frente.
Toca los cuerpos enterrados, los cuenta, sigue avanzando,
distingue la ceniza humana por su vapor irisado,
la ceniza de cada hombre por su color distinto en el arco
iris.
Las abejas construyen alrededor de la huella roja,
las hormigas construyen alrededor del sitio que quedó de
mi cuerpo.
Tengo miedo, tengo tanto miedo del topo guardián.
Sus párpados están hinchados como los de un patriarca
que se sentaba a menudo a la luz de las velas
leyendo el gran libro de la especie.
A él ¿qué le diré yo, judío del Nuevo Testamento,
que desde hace dos mil años estoy esperando el regreso
…de Jesús?
Mi cuerpo roto me entregará a su mirada
y él me contará entre los ayudantes de la muerte:
Los incircuncisos.
Varsovia, 1943
Czesław Miłosz en el café Rudnicki, Vilna, finales de los años 30. foto del archivo de Czesław Miłosz en la Biblioteca Nacional de Varsovia
La huída
Cuando nos escapábamos de la ciudad incendiada,
en el primer camino campestre volviendo atrás la mirada,
decía yo: «Que la hierba cubra nuestras huellas,
que en las llamas se callen los gritantes profetas,
que los muertos a los muertos cuenten lo sucedido.
A nosotros nos tocó crear una generación nueva y violenta,
libre del mal y de la dicha que ahí han existido.
Sigamos». Y la espada de fuego nos abría la tierra.
1944, Goszyce
Despedida
Te hablo después de los años del silencio,
mi hijo. No existe Verona.
Trituré el polvo de ladrillo entre mis dedos. He aquí lo
que queda
Del gran amor a las ciudades natales.
Oigo tu risa en el jardín. Y el olor
de la primavera loca corre por las hojas mojadas hacia mí,
hacia mí, que sin creer en alguna fuerza salvadora
sobreviví a otros y a mí mismo.
Si tú supieras cómo es cuando de noche
uno despierta de repente y pregunta
al oír el corazón palpitando: ¿Y tú qué quieres más,
Oh insaciable? Es la primavera, canta el ruiseñor.
La risa infantil en el jardín. Primera estrella pura
se abre encima de la espuma de las colinas cerradas
y a mis labios de nuevo regresa el canto ligero,
y de nuevo soy joven como antes, en Verona.
Rechazar. Rechazar todo. No, es eso.
No voy a resucitar nada ni regresar a lo pasado.
Dormid, Romeo y Julieta, en la cabecera de las plumas
rotas,
no levantaré de la ceniza vuestras manos unidas.
Que el gato visite las catedrales abandonadas
luciendo con su pupila sobre los altares. El búho
en la bóveda muerta que construya su nido.
En el mediodía caluroso y blanco la serpiente entre los
escombros
Que se asolee sobre las hojas de tusilago y en el silencio
con un círculo resplandeciente que ciña el oro inútil.
No volveré. Yo quiero saber qué es lo que queda
al rechazar la primavera y la juventud,
al rechazar la boca carmesí
de la que fluye en la noche bochornosa
una ola de calor.
Al rechazar el canto y el olor de vino,
los juramentos y las quejas y la noche de diamante,
y el grito de las gaviotas detrás del que sigue corriendo
el brillo
del sol negro.
De la vida, de la manzana rebanada por un cuchillo de
fuego,
¿Qué semilla se salvará?
Créeme, hijo mío, no queda nada.
Sólo la pena de la edad viril,
el surco del destino sobre la palma de la mano.
Sólo la pena,
nada más.
1945, Cracovia
Honesta descripción de mí mismo
Tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis
Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.
A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.
Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.
No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.
No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.
No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.
Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.
Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.
Versión de Gerardo Beltrán
No este camino
Perdóname. Yo fui un intrigante como muchos de esos que se deslizan
furtivamente por las humanas habitaciones de la noche.
Yo calculé la posición de los guardias antes de arriesgarme a acercarme
a las fronteras cerradas.
Conociendo más, pretendí satisfacer menos, a diferencia de
esos que dan testimonio.
Indiferente al cañoneo, al clamor en la maleza y a la burla.
Deja a los sabios y a los santos, pensé, trae un don a toda
la Tierra, no meramente al lenguaje.
Yo protejo mi buen nombre para que el lenguaje sea mi medida.
Un bucólico, un lenguaje pueril que transforma lo sublime en cordial.
Y el ritmo o el salmo de maestro de coros cae aparte, únicamente
un cántico permanece.
Mi voz siempre careció de plenitud, me gustaría dar una acción
de gracias diferente.
Y generosamente, sin la ironía que es la gloria de los esclavos.
Más allá de siete fronteras, bajo la estrella de la mañana.
En el lenguaje del fuego, del agua y de todos los elementos.
Versión de Rafael Díaz Borbón
Czesław Miłosz durante su estancia en Lublinie (1981 r.) Autor: Józefczuk, Grzegorz
No más
Debo decir algún día cómo cambié
de opinión sobre la poesía y cómo sucedió
que hoy día me considero uno de los innumerables
mercaderes y artesanos del Imperio del Japón
que componen poemas sobre el florecer de los guindos,
sobre los crisantemos y la luna llena.
Si yo pudiera describir cómo las cortesanas de Venecia
en el patio con un mimbre excitan a un pavo real,
y sacar de la tela de seda, de la faja de perlas
sus senos pesados y la huella rojiza
que la abrochadura del vestido marcó sobre su vientre,
así por lo menos como lo ha visto el capitán de los
galeones
que llegaron aquella mañana con una carga de oro;
Y si a la vez pudiera yo sus pobres huesos
en el cementerio, donde el mar grasiento lame al portón,
encerrar en una palabra más duradera que su último peine
que en el humus bajo la losa, solo, espera la luz,
Entonces no perdería la esperanza. De la materia resistente
¿Qué es lo que se puede recoger? Nada, a lo sumo la
hermosura.
Y tiene que bastarnos entonces con las flores de los guindos
Y con los crisantemos y con la luna llena.
1957, Montgeron
Eso
Ojalá por fin pudiera decir qué está en mí.
Gritar: gente, les mentí
diciendo que eso no estaba en mí,
cuando eso está ahí siempre, días y noches.
Aunque gracias a eso supe describir sus ciudades inflamables,
sus cortos amores y juegos desmembrándose en humus,
aretes, espejos, el deslizar de un tirante,
escenas de alcoba y de campos de batalla.
Escribir fue para mí estrategia de protección,
de borrar las huellas. Porque a la gente no puede gustarle
aquél que alcanza lo prohibido.
Llamo en mi ayuda a los ríos en los que nadé, lagos
con puentecillos entre cedazos, valle
en cuyo eco la canción duplica la luz del anochecer,
y confieso que mis extáticos halagos a la existencia
sólo pudieron ser entrenamientos de alto estilo,
Pero abajo estaba eso, que no me atrevo nombrar.
Eso se parece al pensamiento de alguien sin hogar, cuando
atraviesa la ciudad ajena, congelada.
Se asemeja al momento cuando un judío cercado ve aproximarse
los pesados cascos de los gendarmes alemanes.
Eso es cuando el hijo del rey se dirige a la ciudad y ve el mundo
real: pobreza, enfermedad, vejez y muerte.
Eso puede ser comparado con el inmóvil rostro de alguien
que entendió que fue abandonado para siempre.
O con las palabras del médico sobre la sentencia inevitable.
Porque eso significa enfrentar un muro de piedra
y entender que ese muro no cederá ante ninguna de nuestras súplicas.
Versión de Agnieszka Kawecka
Una frívola conversación
-Mi pasado es un estúpido viaje de mariposa en ultramar
Mi futuro es un jardín donde un cocinero corta el cuello de un gallo.
Qué tengo, con toda mi pena y mi rebelión?
-Tome un momento, uno exactamente, y cuando su fina concha,
Dos palmas reunidas, despaciosamente se abre
Qué ve usted?
-Una perla, un segundo.
-Dentro un segundo, una perla, en esa estrella salvada del tiempo,
Qué ve usted cuando el viento de la mutabilidad cesa?
-La tierra, el cielo y el mar, barcos ricamente cargados,
Mañana de primavera llena de rocío y remotos principados.
Maravillas desplegadas en tranquilo esplendor
Yo miro y no deseo porque me encuentro plenamente satisfecho.
Versión de Rafael Díaz Borbón
Nuevas
De la civilización terrestre, ¿qué diremos?
Que fue un sistema de bolas de colores, de cristal ahumado
En el que se ovillaba y desovillaba un hilo de líquidos luminosos.
O que fue un conjunto de palacios fulgurantes
Erguidos con sus cúpulas y sus portales fortificados
Tras los cuales pasaba una monstruosidad sin cara.
Y que cada día lo echaban a suerte, y a quien le tocaba
Un número bajo se lo llevaban como sacrificio: viejos, niños,
Niñas, muchachos.
O también diremos que vivíamos en un vellocino de oro,
En una red irisada, en un capullo como de nube
Que pendía de una rama en un árbol galáctico.
Y aquella red estaba tejida de signos:
Jeroglíficos para el ojo y la oreja, anillos de amor.
Y el sonido resonaba en el interior esculpiéndonos el tiempo,
El titileo, el aleteo, el gorjeo de nuestro lenguaje.
Entonces, ¿con qué pudimos tejer la frontera
Entre fuera y dentro, la luz y el abismo,
Sino con nosotros mismos, con el cálido respirar,
El color en los labios, de la gasa, de la muselina,
Con el pulso, que cuando calla muere el mundo?
O quizás no diremos nada de la civilización terrestre.
Porque en realidad nadie sabe lo que fue.
Primavera 1973
“Desde donde el sol sale hasta donde se pone”, 1974
Duermo mucho
Duermo mucho y leo a Tomás de Aquino
o La muerte de Dios (una obra protestante así).
A la derecha la bahía como fundida del estaño,
detrás de esta bahía la ciudad, detrás de la ciudad el
océano,
detrás del océano el océano, hasta el Japón.
A la izquierda las colinas secas con hierba blanca,
detrás de las colinas el valle irrigado donde se cultiva arroz,
detrás del valle las montañas y los pinos ponderosa,
detrás de las montañas el desierto y las ovejas.
Cuando no he podido sin alcohol, viajaba con alcohol.
Cuando no he podido sin cigarrillos y café, viajaba con
cigarrillos y café.
Fui valiente. Trabajador. Casi un ejemplo de virtud.
Pero esto no sirve de nada.
Señor doctor, me duele.
No aquí. No, no aquí. Ya no sé.
Tal vez sea por exceso de islas y continentes,
de palabras calladas, de bazares y flautas de madera,
o por beber frente al espejo, sin gracia,
aunque uno iba a ser alguien al estilo de un arcángel
o San Jorge en el Bulevar de San Jorge.
Señor curandero, me duele.
Yo creía siempre en sortilegios y supersticiones.
Naturalmente que las mujeres tienen sólo una, alma católica
pero nosotros tenemos dos. Cuando bailas
en el sueño visitas lejanos pueblos
y hasta las tierras nunca vistas.
Ponte, por favor, los amuletos de plumas,
hay que socorrer a uno de los nuestros.
He leído muchos libros pero no les creo.
Cuando duele regresamos a las orillas de algunos ríos,
me acuerdo de aquellas cruces con signos del sol y de la
luna,
y a los hechiceros, cómo trabajaban cuando la epidemia del
tifo.
Manda tu otra alma detrás de las montañas, detrás del
tiempo.
Dime, voy a esperar, qué has visto.
1962, Berkeley
Insomnio
Digo: mi madre, y es en ti en quien pienso, ¡oh’Casa!
Casa de los bellos estíos, obscuros de ni niñez, en ti, •
que jamás censuraste mi melancolía, en ti.
que sabias tan bien ocultarme a las miradas crueles, oh
Cómplice, dulce cómplice! ¡Que no haya vuelto a encontrar
antaño, en mi joven estación rumorosa, una muchacha
de alma rara, umbrosa y fresca como la tuya.
De ojos transparentes, enamorados de lejanías de cristal;
bellos, que dé consuelos verlos en el mediodía de verano!
¡Ay, respiré muchas almas, pero ninguna tenía
aquel buen olor de frío mantel, de pan dorado
y de vieja ventana abierta a las abejas de junio
ni aquella santa voz de mediodía sonante en las flores!
¡Ay estos rostros locamente besados! No eran
como el tuyo, ¡oh mujer de otro tiempo sobre la colina!
Sus ojos no eran el bello rocío ardiente y sombrío
que sueña en tus jardines y me mira hasta el corazón
allá, en el paraíso perdido de mi lluviosa alameda
donde con voz velada el pájaro de la infancia me llama,
donde el obscurecimiento de la mañana de estío anuncia la nieve.
Madre, ¿por qué me pusiste en el alma este terrible.
este insaciable amor del hombre? oh di, ¿por qué
no me envolviste en tierno polvo
como esos viejísimos libros ruidosos que sienten el viento
y el sol de los recuerdos y por qué no he
vivido solitario y sin deseo al abrigo de tus techos bajos,
con los ojos hacía la ventana irisada donde el tábano, el amigo
de los días infantiles, zumba en el azul de la vejez?
¡Bellos días, límpidos días! cuando la colina estaba en flor,
cuando, en el océano de oro del calor, los grandes órganos
de las colmenas trabajadoras cantaban para los dioses del sueño.
Cuando la nube de hermoso rostro tenebroso vertía
la fresca piedad de su corazón sobre los trigos anhelantes
y la piedra sedienta y mi hermana, la rosa de las ruinas.
¿Dónde estáis, hermosos días? ¿Dónde estás, hermosa plañidera.
tranquila alameda? Hoy tus troncos huecos me darían miedo,
porque el joven Amor que sabía tan bellas historias
se ha ocultado allí y el Recuerdo ha esperado treinta años,
y nadie ha llamado: Amor se adormeció.
¡Oh Casa, Casa! ¿por qué me dejaste partir?
¿Por qué no has querido guardarme? ¿por qué, Madre,
Permitiste antaño, en el viento mentiroso del otoño,
en el fuego de la larga velada, que aquellos magos
—¡Oh tú que conocías mi corazón!— me tentasen así,
con sus cuentos locos, llenos de un olor de viejas islas
y de veleros perdidos en el gran azul silencioso
del tiempo, y de orillas del Sur donde vírgenes esperan?
Czesław Miłosz recibe el Premio Nobel de Literatura de manos del Rey Carlos Gustavo de Suecia
Madurez tardía
Tarde, ya en el umbral de mis noventa años
se abrió la puerta en mí y entré
en la claridad de la mañana.
Sentía cómo se alejaban de mí, como naves,
una tras otra, mis existencias anteriores con sus congojas.
Aparecían, otorgados a mi buril,
países, ciudades, jardines, bahías, para que los describiera
mejor que antaño.
No vivía separado de la gente, el pesar y la piedad
nos unieron y dije: olvidamos que todos somos
hijos del Rey.
Porque venimos de allí donde aún no hay
división entre el Sí y el No, no hay división entre el es,
el será y el ha sido.
Somos infelices porque hacemos uso de menos de
una centésima parte del don que habíamos recibido
para nuestro largo viaje.
Momentos de ayer y de hace siglos: un corte de espada,
un maquillaje de pestañas delante de un espejo de metal
bruñido, un disparo mortal de mosquete, una colisión
de una carabela con un arrecife, se mezclan en nosotros
y esperan su cumplimiento.
Siempre he sabido que seré obrero en la viña,
al igual que todos mis contemporáneos,
conscientes de ello, o inconscientes.
Versión de Elzbieta Bortkiewicz
Czesław Miłosz a orillas del río Narew en el museo al aire libre Kurpie en Nowogród, 1981. Foto. Wojciech Karpiński/ wojciechkarpinski.com
Carta a Raja Rao
Raja Rao, cómo quisiera saber
la causa de esta enfermedad.
Por años no pude aceptar
que el sitio en que estaba era mi sitio.
En otra parte estaba mi lugar.
La ciudad, los árboles,
las voces de los hombres,
no eran, no estaban.
Vivía en un perpetuo irme.
En algún lado había una ciudad real,
árboles reales, voces, amistad, amor, presencias.
Atribuye, si quieres, este caso peculiar,
al borde de la esquizofrenia,
a la mesiánica esperanza
de mi civilización.
Infeliz bajo la tiranía,
infeliz en la república:
en una, suspiraba por la libertad,
en otra, por el fin de la corrupción.
Construía en mi alma una ciudad,
permanente, la prisa desterrada.
Al fin aprendí a decir: ésta es mi casa,
aquí, ante la lumbre del crepúsculo marino,
en esta orilla frente a la orilla de tu Asia,
en esta república moderadamente corrompida.
Raja, nada de esto me ha curado
de mi pecado, de mi vergüenza.
La vergüenza de no ser
aquel que pude ser.
La imagen de mi ser
crece gigantesca en el muro
y aplasta mi sombra miserable.
Por eso creo en el Pecado Original,
que no es nada sino la primera
victoria sobre el yo.
“Atormentado por el yo y por él engañado”
te doy, ya ves, un fácil argumento.
Te oí hablar de liberación:
idéntica a la de Sócrates
la sabiduría de tu guru.
No, Raja, yo debo empezar
desde lo que soy.
Soy los monstruos que habitan mis sueños,
los monstruos que me enseñan quién soy yo.
Si estoy enfermo, ¿quién puede decir
que el hombre es una criatura sana?
Grecia tenía que perder, su pura inocencia
tenía que hacer más intensa nuestra agonía.
Necesitábamos a un Dios que nos amase,
no en la gloria de la beatitud: en nuestra flaqueza.
No hay alivio, Raja,
mi suerte es agonía y pelea,
abyección, amor y odio a mí mismo:
orar por el Reino y leer a Pascal.
Version de Octavio Paz
Dos premios Nobel juntos: Wislawa Szymborska y Czeslaw Milosz, en 1998 . fotografía de Krzysztof Wojciewski
¿Arte poética?
Siempre he añorado una forma de mayor capacidad
que no fuera demasiado poesía ni demasiado prosa
y permitiera entendernos sin exponer a nadie,
ni al autor ni al lector, a las penas de mayor grado.
En la esencia misma de la poesía hay algo indecente:
brota de nosotros la cosa que ni sabíamos que dentro de
nosotros existiera,
luego parpadeamos como si de dentro de nosotros saltara
un tigre
y estuviera de pie, en la luz, con la cola pegando en sus
costados.
Por eso con razón se dice que es el daimonion quien dicta
la poesía
aunque se exagera afirmando que sea por cierto un ángel.
Es difícil entender de dónde este orgullo de los poetas
si les da vergüenza a veces cuando se ve su debilidad.
¿Qué hombre razonable querrá ser un estado de los
demonios
que gobiernan allí como en su casa, hablan multitud de
lenguas,
y como si fuera poco robarle su boca y su mano,
intentan por su conveniencia robarle el destino?
Porque lo enfermizo está en precio hoy día,
alguien podría pensar que sólo estoy bromeando
o que inventé una forma más
para elogiar el Arte sirviéndome de la ironía.
Había tiempos cuando se leían sólo libros sabios
que ayudaban a soportar dolor y desgracia.
Pero no es lo mismo que hojear las miles
de obras que provienen directamente de la clínica de
psiquiatría.
Y sin embargo el mundo es diferente de lo que nos parece
y nosotros somos diferentes que en nuestro devaneo.
La gente guarda pues una honradez callada,
ganando así el respeto de sus parientes y vecinos.
Éste es el provecho de la poesía que nos recuerda
lo difícil que es quedarse uno la misma persona
porque nuestra casa está abierta, en la puerta no hay llave
y los huéspedes invisibles entran y salen.
Lo que cuento aquí, de acuerdo, no es poesía.
Porque las poesías pueden escribirse rara vez y de mala
gana,
a la fuerza insoportable y sólo con esperanza
de que buenos y no malos espíritus dentro de nosotros
tienen instrumento.
Pero los libros
Pero los libros seguirán en los estantes, seres auténticos
que aparecieron una vez, frescos, todavía húmedos,
como castañas brillantes bajo el árbol en otoño,
y empezaron a vivir, tocados, acariciados,
a pesar del resplandor en el horizonte,
de castillos saltando por los aires,
de las tribus en marcha, de los planetas en movimiento.
.
Somos, dijeron, incluso cuando les arrancaban las hojas
o cuando la llama ardiente lamía las letras.
Mucho más duraderos que nosotros, cuyo calor frágil
se enfría junto con la memoria, se disipa, desaparece.
Me imagino la tierra cuando yo ya no esté
y no pasará nada, ninguna pérdida, seguirá el mismo espectáculo,
los vestidos de las mujeres, un jazmín húmedo, una canción en el valle.
Pero los libros seguirán en los estantes, de buena estirpe,
nacidos de la gente, aunque también de la luz, de las alturas.
(crónicas, 1987)
Dedicatoria
Vosotros, a quienes no pude salvar,
escuchadme.
Intentad entender estas simples palabras, ya que de otras me avergonzaría.
Os juro que en ellas no hay hechicería.
Os hablo en silencio como una nube, como un árbol.
Aquello que me fortaleció a mí, para vosotros fue mortal.
Confundisteis el adiós a una época, con el advenimiento de una nueva
-Odio confabulado de belleza lírica.
Fuerza ciega de forma completa.
He aquí un valle polaco de ríos anémicos. Y un inmenso puente
perdiéndose en la niebla. He aquí una ciudad vencida,
y el viento arroja alaridos de gaviotas sobre vuestra tumba
mientras os hablo.
¿Qué clase de poesía es aquella que no salva
naciones o pueblos?
Una conspiración de mentiras oficiales.
Una tonadilla de borrachos cuyas gargantas serán cortadas de inmediato,
una conferencia para señoritas.
He deseado la buena poesía sin saberlo,
he descubierto, ya tarde, su saludable objetivo.
En ella y sólo en ella, encuentro salvación.
Se solía esparcir millo o alpiste sobre las tumbas
para alimentar a los muertos que volvían disfrazados de pájaros.
Aquí os dejo este libro, vosotros quienes alguna vez vivisteis
para que nunca más volváis.
Varsovia 1945
Traducción de Rafael Díaz Borbón
Czesław Miłosz( Šeteniai, Lituania, 30 de junio de 1911-Cracovia, Polonia, 14 de agosto de 2004). Poeta, traductor, ensayista, novelista y abogado. Premio Nobel de Literatura de 1980. Es considerado uno de los poetas europeos más destacados del siglo XX.
Czeslaw Milosz nació en Lituania, entonces parte del Imperio ruso, en una familia de origen polaco. Después de la Primera Guerra mundial la zona de Vilna se convertirá en uno de los focos culturales más importantes de Polonia, caerá luego bajo el dominio soviético tras concluir la segunda guerra mundial, para convertirse en Estado independiente cuando cayeron los regímenes comunistas que gobernaban Europa central.
Milosz estudió derecho en la Universidad Stefan Batory de Vilnius y decidió terminar sus estudios en la capital. Así que a partir del otoño estudió en la Universidad de Varsovia, inmediatamente en el tercer año. A mediados de octubre de 1932 dimitió de la Universidad de Varsovia y regresó a Vilna.
Tras graduarse, en 1934, se dedicó al trabajo literario y periodístico. Al terminar los estudios universitarios fundó el grupo literario «Zagary»
En 1930 publicó sus primeros poemas en la revista universitaria Alma Mater Vilnensis.
Al publicarse en 1933 su libro Poema sobre el tiempo congelado recibió el premio de poesía de la Academia de Literatura Polaca que consistió en una beca para estudiar en París durante el año 1934-1935. Gracias a esa estancia en París, conoce más profundamente al poeta francés Oscar Milosz quien influyó en su formación intelectual. «Tuve la fortuna de ser tratado como un hijo por mi pariente Oscar Milosz, parisino retirado y visionario», dijo Czeslaw Milosz en su discurso en Estocolmo, al recibir el Premio Nobel en 1980.
Su siguiente publlicacion Tres inviernos (1936) fue reconocido por la crítica literaria como el libro más representativo del «catastrofismo» que era una rebelión contra la guerra que los catastrofistas ya veían acercarse en 1934, contra la subordinación total del hombre a la idea y en defensa de los valores individuales.
En 1936 Milosz es obligado a abandonar Vilnius, considerado por las autoridades como izquierdista, se trasladó a Varsovia donde empezó a trabajar en la radio. Durante la ocupación nazi, Milosz estaba en el movimiento literario de resistencia.
En 1942 editó la antología de la poesía antifascista El canto independiente,tradujo un ensayo en contra de la colaboración con el fascismo, A travers le desastre de Jacques Maritain, publicado en la prensa de resistencia. El estallido de la segunda guerra mundial le lleva a Varsovia, donde es testigo de la ocupación alemana y el levantamiento del gueto judío. En esta ciudad se moverá en la clandestinidad ofreciendo su apoyo a los perseguidos por el régimen nazi. Su poema «El mundo» se imprimió en condiciones clandestinas, en una imprenta manual de Varsovia cuando los nazis ocupaban la ciudad y llenaban los campos de concentración. Durante la ocupación alemana escribió: «En un momento de la Historia en que nada depende del ser humano, todo depende del ser humano: hoy esta verdad paradójica se me revela con singular claridad».
Al finalizar la guerra, abandona una Varsovia devastada para irse a vivir a Cracovia.
En 1945 publica en Varsovia La salvación, el primero y el único libro de Milosz publicado en Polonia Popular hasta 1980. Milosz trabajó en el servicio diplomático de la Polonia Popular» de 1945 a 1951. Harto de la imagen de una Polonia desolada tras haber sido tomada por el ejército soviético, Milosz busca una vía de escape que lo aleje de su país y por fin encuentra un trabajo, en el año 1946, como agregado cultural en la Embajada de la república popular de Polonia en Washington.
En 1950 Milosz es destinado a Francia, como primer secretario de la embajada polaca en París, pero en diciembre de ese mismo año le retiran al pasaporte cuando decide volver a Varsovia.Tras ser testigo de lo que estaba generando el estalinismo, rompe con el Gobierno de su país y pide asilo en Francia. En 1951, de nuevo en Francia, empieza su largo exilio, que iba a durar treinta años.
Debido a lo que se consideró una traición, sus libros se confiscaban rápidamente en su país, como si los comunistas quisieran demostrar que su venganza no tenía límite. En la Encyklopedia Powszechna [Enciclopedia Universal] su apellido apareció seguido del calificativo: «Enemigo de la Polonia Popular».
Milosz intenta viajar a Estados Unidos, pero es víctima de una conspiración para desacreditarle ante el gobierno estadounidense y tardará diez años en conseguir un visado. Durante esta década va a malvivir en una Francia de postguerra, ganándose la vida a duras penas con colaboraciones esporádicas para algunas revistas del exilio.
En Paris se hace amigo de Albert Camus quien facilitó desde la editorial Gallimard, de la que era asesor, la publicación de sus novelas “El poder cambia de manos” y “El valle de Issa”, además de su libro de ensayo “El pensamiento cautivo”, donde denuncia de la mentalidad intelectual bajo el estalinismo, que hace del artista un títere desde el momento en que coloca su talento al servicio del poder.
En 1953 recibió el Prix Littéraire Européen por su novela «El poder cambia de manos».
En 1960 obtiene por fin su visado a los Estados Unidos al lograr una invitación como profesor de lenguas y literaturas eslavas en la Universidad de Berkeley.
En los años setenta publica un único libro de poemas, pero que resulta de una importancia capital en su obra: “Desde donde el sol sale hasta donde se pone”. Al mismo tiempo imparte cursos sobre la obra de Dostoyevski, cuya influencia va a estar presente tanto en su reflexión sobre el bien y el mal y la responsabilidad moral del hombre como en la multiplicidad de voces con que va a acompañar su poesía.
En 1977 fue nombrado Doctor Honoris Causa en Letras por la Universidad de Míchigan. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1980.
Sus obras no se publicaron oficialmente en Polonia hasta 1981.
Es también muy importante la labor de Milosz como traductor de poesía. Entre los poetas traducidos por él figuran: Oscar Milosz, William Blake, Walt Whitman, William B. Yeats, T.S. Eliot, Carl Sandburg, D.H. Lawrence, W.H. Auden, Robinson Jeffers; hay también algunos poemas de Federico García Lorca, Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Jorge Carrera Andrade. Milosz también realizó versiones de los libros del Antiguo Testamento el Libro del Ecclesiastés (1978) y Libro de los salmos (1979), en revistas se publicaron Libro de Job, Los proverbios y Evangelio según San Marcos. Son traducciones de gran precisión y hermosura.
En los años 90, tras la transición pacífica de Polonia del comunismo a la democracia, el poeta volvió a vivir en su país y se instaló en Cracovia.
En el año 2000 publica “Esto”, poesía cuyo tono abandona el lirismo de obras anteriores para partir a la búsqueda de un lenguaje más depurado y esencial.
Especial trascendencia para su vida personal tendrá la muerte de su segunda mujer, Carol Thigpen, que desencadena la escritura del largo poema Orfeo y Eurídice .
Czesław Miłosz falleció en Cracovia, como consecuencia de una aguda insuficiencia cardiorrespiratoria, el sábado 14 de agosto de 2004, a los 93 años.
En 2006, aparece su libro póstumo “Últimos poemas”, la mayoría de ellos compuestos durante los últimos meses de vida. Libro testamentario dónde da un repaso a la totalidad de su vida y obra y vuelve a plantearse las grandes interrogantes existenciales (metafísicas y religiosas) que estuvieron siempre presentes en su poesía.
Miłosz fue autor de una obra rica y variada, que incluye poesía, prosa, ensayos y traducciones. Sus obras presentan a menudo motivos relacionados con la historia, la moral, la fe y la búsqueda del sentido de la vida, que están conectados por una profunda reflexión sobre la condición humana. Milosz permaneció siempre fiel a su tradición y a la lengua polaca en la que escribiría la casi totalidad de su obra. “El idioma –escribió en “Abecedario”- es mi madre, de forma literal y metafórica. Con seguridad es también mi casa, con la que vago por todo el mundo”.
El poeta irlandés Seamus Heaney, también laureado con el Nobel en 1995 dijo de él:
“Milosz será recordado como alguien que mantuvo con vida la idea de responsabilidad individual en una edad de relativismo. Su poesía reconoce la inestabilidad del sujeto y nos muestra una y otra vez la conciencia humana como un ámbito de discursos contendientes, mas no permite que esta concesión niegue el mandato inmemorial que nos conmina a la firmeza moral y de espíritu.”
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Adam Michnik, uno de los impulsores de la democracia Polaca y amigo de Milosz, a quien conoció personalmente en el otoño de 1976 en París dijo :
Desde Kochanowski y, posteriormente, Mickiewicz no hubo otro escritor que dejara una huella más profunda en la cultura polaca, o diría, incluso, en la manera de ser polaco. Gracias a él somos, o tenemos la oportunidad de convertirnos en otra especie de polacos , que habitan este mundo sin pretender beneficiarse de una «tarifa reducida», que han renunciado a las rentas de su martirio. ¿Sabremos vivir así?
Fuente de la cita .https://www.abc.es/cultura/abci-culturalcover-201106100000_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fcultura%2Fabci-culturalcover-201106100000_noticia.html
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Obras publicadas :
Poema sobre el tiempo congelado (1933); Tres inviernos (1936); La salvación (1945); Luz de día (1953); Tratado poético (1957); El rey Popiel y otros poemas (1962); Bobo hechizado (1965); Poemas, antología (1967); Ciudad sin nombre (1969); Desde el levante del sol hasta donde se pone (1974); Poemas – Poems, antología bilingüe (1976).
Novelas
El poder cambia de manos (1955) (en español 1955, 1980); El valle del Issa (1955) (en español 1981).
Ensayos
El pensamiento cautivo (1953), (en español 1957, 1980); Europa familiar (1958), (en español como Otra Europa, 1981); Continentes (1958), contiene también traducciones de poesía; El hombre entre los escorpiones. Estudio sobre Stanislaw Brzozowski (1962); Visiones de la bahía de San Francisco(1969); Deberes privados (1972); La tierra Viro (1977); Jardín de enseñanzas (1978); seguido de la traducción del Libro de Ecclesiastés.
Traducciones al polaco
Simone Weil, Obras escogidas (1958); Libro de los salmos (1979).
Prosa en inglés
The History of Polish Literature (1969); Emperor of the Earth: Modes of Eccentric Vision (1977).
Traducciones al inglés
Postwar Polish Poetry (1965); Aleksander Wat, Mediterranean Poems (1977).
Obra de Milosz traducida al castellano:
- El pensamiento cautivo, Tusquets (1981), ISBN 978-84-7223-067-
- El valle del Issa, Plaza & Janés (1982), ISBN 978-84-01-42101-3, traducción Anna Rodón Klemensiewich
- Poesía escogida. Selección, traducción e introducción de Isabel Sabogal Dunin-Borkowski. Edición bilingüe, en polaco y castellano, auspiciada por la Embajada de Polonia en Lima y el Instituto Cultural Peruano-Norteamericano. Lima, Ediciones del Hipocampo, 2012.
- Antología poética, Devenir (2008), 978-84-96313-61-3
- Abecedario: diccionario de una vida, Turner (2003), ISBN 978-84-7506-601-1
- La mente cautiva, Galaxia Gutenberg (2016), ISBN 978-84-16252-86-2
- Mi Europa, Galaxia Gutenberg (2017), ISBN 978-84-16734-96-2
- Otra Europa, Tusquets (2005), ISBN 978-84-7223-068-2
Enlaces de interés :
https://muzeum-lubin.pl/swiat-poema-naiwne-czeslaw-milosz/
https://wiez.pl/2021/11/24/czeslaw-milosz-i-rana-pamieci/
https://letraslibres.com/revista-espana/czeslaw-milosz-2
Fuentes de la bio : http://umbralygozne.blogspot.com/2017/06/poetas-109-czeslaw-milosz-ii-tierra.html
https://poezja.org/wz/Czeslaw_Milosz
https://es.wikipedia.org/wiki/Czesław_Miłosz
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