11 Poemas de Paul Verlaine

Canción de otoño

Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.

Mi sueño

Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante
de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora
y que las huellas sigue de mi existencia errante.

Se vuelve transparente mi corazón sangrante
para ella, que comprende lo que mi mente añora;
ella me enjuga el llanto del alma cuando llora
y lo perdona todo con su sonrisa amante.

¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro.
¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro,
el de virgen de aquellas que adorando murieron.

Como el de las estatuas es su mirar de suave
y tienen los acordes de su voz, lenta y grave,
un eco de las voces queridas que se fueron…

En los bosques

Algunos, los ingenuos, tal vez por linfatismo
encuentran en los bosques encantos misteriosos,
frescas brisas y tibios perfumes. Son dichosos.
Los soñadores sienten ondas de misticismo

y también son felices. Pero yo, por inciertos
remordimientos siempre tenazmente roído,
tengo miedo en la selva como un niño perdido
que viera en los pinares la danza de los muertos.

Las grandes espesuras, negras, siniestramente
negras, con su silencio glacial como un sudario,
todo este alucinante fatídico escenario
de un extraño y pueril terror llena mi mente.

Sobre todo en estío; la sangre del ocaso
con púrpuras de incendio mancha el gris de la bruma
y es el canto del Angelus que a lo lejos se esfuma
como un grito de angustia que siguiera mi paso.

Se alza un viento pesado, pasa un escalofrío
de horror, por la espesura de la selva inquietante;
es un horror de hielo, sin causa, delirante,
que va a desvanecerse bajo el ramaje umbrío.

Ha llegado la noche. Vuela un búho agorero,
de fantasmas de fábula se llenan los caminos,
finge una fuente oculta un rumor de asesinos
que aguardan apostados al borde del sendero

Verlaine y Rimbaud

Serenata

Como la voz de un muerto que cantara 
desde el fondo de su fosa, 
amante, escucha subir hasta tu retiro 
mi voz agria y falsa. 

Abre tu alma y tu oído al son 
de mi mandolina: 
para ti he hecho, para ti, esta canción 
cruel y zalamera. 

Cantaré tus ojos de oro y de onix 
puros de toda sombra, 
cantaré el Leteo de tu seno, luego el 
de tus cabellos oscuros. 

Como la voz de un muerto que cantara 
desde el fondo de su fosa, 
amante, escucha subir hasta tu retiro 
mi voz agria y falsa. 

Después loare mucho, como conviene, 
a esta carne bendita 
cuyo perfume opulento evoco 
las noches de insomnio. 

Y para acabar cantaré el beso 
de tu labio rojo 
y tu dulzura al martirizarme, 
¡Mi ángel, mi gubia! 

Abre tu alma y tu oído al son 
de mi mandolina: 
para ti he hecho, para ti, esta canción 
cruel y zalamera. 

En el balcón

En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas
una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia
y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo
vagamente serpenteaban las nubes en el cielo

Y todos los días, ambas con languideces de asfódelos
mientras que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda
saboreaban a grandes bocanadas la emoción profunda
de la tarde y la felicidad triste de los corazones fieles

Tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles
extraña pareja que arranca la piedad de otras parejas
de tal modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres

Tras ellas al fondo de la habitación rica y sombría
enfática como un trono de melodramas
y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras

Las conchas

Cada concha incrustada
en la gruta donde nos amamos,
tiene su particularidad.

Una tiene la púrpura de nuestras almas,
hurtada a la sangre de nuestros corazones,
cuando yo ardo y tú te inflamas;

Esa otra simula tus languideces
y tu palidez cuando, cansada,
me reprochas mis ojos burlones;

Esa de ahí imita la gracia
de tu oreja, y aquella otra
tu rosada nuca, corta y gruesa;

pero una, entre todas, es la que me turba.

Después de tres años

He empujado la puerta estrecha y chirriante

y cruzo los senderos del jardín olvidado,

que el buen sol matinal dulcemente ha dorado,

poniendo en cada flor un húmedo diamante.

.

Todo está igual… De nuevo veo el esmeraldino

parra! de viña loca…, los bancos de madera;

el surtidor desgrana su murmullo argentino

y el viejo tiembla y dice su cuita lastimera.

.

Las rosas, como antaño, palpitan; victoriosos

se columpian al viento los lises orgullosos;

cada alondra que viene y va me es conocida.

.

Y otra vez he encontrado, siempre en pie, la Velleda

que se desconcha, frágil, al fin de la avenida,

envuelta en un perfume suave de reseda.

Never More

Oh, recuerdos, recuerdos! ¿qué me queréis? Volaba
un turbión de hojas secas; ponía el sol un brillo
de oro viejo en el bosque húmedo y amarillo,
y la fugaz llovizna de otoño sollozaba.

Ibamos los dos solos; su cabellera de oro
volaba loca al viento, cual nuestra fantasía.
— ¿Cuál fue el día más bello de tu vida?— decía
junto a mí, con su acento angélico y sonoro.

Respondió a su pregunta mi sonrisa discreta;
después, devotamente, con gesto de poeta,
besé su mano blanca de dedos afilados.

¡Ah, qué fragancia tienen nuestras primeras rosas
y qué bien suena, como músicas deliciosas,
el primer sí que brota de unos labios amados!

Pesadilla

Yo he visto a la luna llena,
como un sueño, en el sendero,
en una mano el acero,
en la otra un reloj de arena,
al caballero

de las baladas del Rhin,
como un huracán violento
galopando hacia el confín
con la negra capa al viento
sobre un rocín

negro de ébano y fulgente
como un ascua, velozmente;
sin ¡hop! ni fusta, ni brida,
ir a carrera tendida
eternamente.

Amplio chambergo plumado;
en las cuencas, su ojo ciego
entre la niebla ha brillado
con un fulgor azulado
de arma de fuego.

Como ala de gaviota
que sorprende la borrasca,
al furor de la nevasca,
su negra capa que flota
al viento, chasca,

y con orgullo luda
su esqueleto marfileño;
y al cruzar, como un mal sueño
mostraba en la noche umbría
con aullidos estridentes
treinta y dos dientes.

Croquis parisiense

Sobre las fachadas pintaba la luna
con tintes de zinc, ángulos obtusos;
salen de los techos de las chimeneas,
en forma de cinco, penachos de humo.

El cielo está gris, llora la llovizna
igual que un fagot,
y maúlla a lo lejos un gato encelado
por su zapaquilda su extraña canción.

Yo pensando en Fidias, soñando en Platón,
errante mi paso por las calles va
—y con Marathón y con Salamina—
mientras parpadean las luces del gas.

Tu crees en el ron del café…

Tú crees en el ron del café, en los presagios,
y crees en el juego;
yo no creo más que en tus ojos azulados.
Tú crees en los cuentos de hadas, en los días
nefastos y en los sueños;
yo creo solamente en tus bellas mentiras.
Tú crees en un vago y quimérico Dios,
o en un santo especial,
y, para curar males, en alguna oración.
Mas yo creo en las horas azules y rosadas
que tú a mí me procuras
y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.

Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti.

Paul Marie Verlaine ( Metz, Francia, 30 de marzo de 1844 – París, 8 de enero de 1896). Poeta, considerado el maestro del decadentismo y principal precursor del simbolismo, es, en realidad, el único poeta francés que merece el epíteto de «impresionista» y, junto con Victor Hugo, el mayor poeta lírico francés del siglo XIX.

De familia burguesa, en 1851 su familia se instaló en París, donde Verlaine trabajó como escribiente en el ayuntamiento (1864). En 1866 publicó su primer libro, Poemas saturnianos, que revela la influencia de  Charles Baudelaire al que siguieron Fiestas galantes (1869), en el que describe un universo irreal a lo Watteau, y La buena canción (1870).

Después de una crisis producida por el amor no correspondido que le inspiró su prima Élise Moncomble, en 1870 se casó con Mathilde Mauté , el matrimonio se mantuvo hasta que Rimbaud se muda con ellos por invitación de Verlaine, el cual había descubierto el genio precoz del adolescente. Al poco tiempo ambos se hacen amantes y, después de que el comportamiento de Rimbaud escandalizara a los círculos literarios parisienses, Verlaine deja a su mujer y se va con el joven poeta a Londres. El 10 de julio de 1873, en Bruselas, hirió de bala a Rimbaud, quien le había amenazado con abandonarle. Condenado a dos años de prisión, salió de la cárcel después de recobrar la fe. 

Su etapa de madurez se inicia con la publicación de Romanzas sin palabras (1874), que revela una poética nueva, basada en la música del verso. Tras una última riña con Rimbaud en Stuttgart, regresó a Gran Bretaña (1875), donde se dedicó a la enseñanza hasta que regresó a Francia (1877). Después de una recaída en el alcoholismo, volvió a Gran Bretaña con su alumno favorito, Lucien Létinois (1879-1880).

En 1881 publicó Cordura, poemario de inspiración religiosa, y en 1883, tras la muerte de Létinois, llevó en Coulommes una vida escandalosa. De este período data la publicación de Los poetas malditos (1884), en que dio a conocer a Rimbaud, Tristan Corbière, y Stéphane Mallarmé y Antaño y ahora (1884).Junto con Mallarmé, es tratado como maestro y precursor por los poetas simbolistas y decadentistas. Tras una nueva estancia en la cárcel por haber intentado estrangular a su madre hallándose bajo los efectos del alcohol, pasó a residir definitivamente en París (1885), donde fue a menudo hospitalizado. 

Aparte de obras en prosa, como Mis hospitales (1892), de su producción de esta última etapa destacan algunas obras poéticas de tema religioso (Amor, 1888; Liturgias íntimas, 1892) y de tema erótico (Paralelamente, 1889; Mujeres, 1890; Canciones para ella, 1891; Odas en su honor, 1893; Elegías, 1893En los limbos,1894). En sus últimos años gozó de gran prestigio literario, dio conferencias en Bélgica y Gran Bretaña y fue elegido «Príncipe de los poetas» en 1894, y se le otorgó una pensión. Prematuramente envejecido, muere en 1896 en París, a los 51 años.

Enlaces de interés :

https://proletarios.org/books/Verlaine-Poemas_saturnianos.pdf

Rimbaud y Verlaine: la pasión de los relámpagos

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