Ocaso de lo ilícito
Tú, con tus largas y vacías ubres
y tu calma,
tu ropa blanca manchada y tus
flácidos brazos.
Con dedos saciados arrastrándose
en tus palmas.
Tus rodillas muy separadas como
pesadas esferas;
Con discos sobre tus ojos como
cáscaras de lágrimas,
y grandes lívidos aros de oro
atrapados en tus orejas.
Tu pelo teñido cardado a mano
alrededor de tu cabeza.
Labios, mucho tiempo alargados por sabias
palabras
nunca dichas.
Y en tu vivir todas las muecas
de los muertos.
Te veremos sentada al sol
dormida;
Con los más dulces dones que tenías
y no has conservado,
nos afligimos de que los altares de
ttu vicio reposen profundos.
Tú, el polvo del ocaso de
un amanecer húmedo de fuego;
Tú la gran madre de
la cría ilícita;
Mientras otras se encogen en virtud
tu has dado a luz.
Te veremos mirando al sol
unos cuantos años más;
Con discos sobre tus ojos como
cáscaras de lágrimas;
Y grandes lívidos aros de oro
atrapados en tus orejas.
Cuando la carne que besamos se ha ido
Cuando la carne que besamos se ha ido
y diente con diente los amantes verdaderos yacen
en ocioso enredo, hueso con hueso;
¿Llamaríais éxtasis a eso?
No, pero amor en litigio.
En la postera extremidad;
En el duelo con la eternidad;
Postrado amor que pide clemencia;
¡Y complica la engañosa fidelidad!
Visto desde el “L”
Así está de pie –desnuda- estirándose aburrida
dos peines de ámbar descansan en sus cabellos.
Una imprecisa y deteriorada alfombra
baja el polvoriento tamo de la escalera.
Ella no ve, no le importa
siempre ha estado allí.
Al frágil mosaico de su ventana
que mira rígido hacia la calle,
allí lo garabatean vacilantes gorriones-
allá lo graban con sus oscilantes patas.
Y también se va formando, a cada latido
de camisa y sábana.
Pero las ropas de ella son menos atrevidas
que su cuerpo en su madurez,
cosidas a máquina como ella está
cosida a máquina a su alma de por vida.
Enredándose majestuosa en el vicio
goteando encorvada en la rima.
Deslizándose desde la costura de la virtud,
hacia el crimen.
Aunque sus labios son vagos como el capricho
en su juventud-
florecen vívidos y repulsivos
como la verdad.
Hasta los jarrones durante la fabricación
son ordinarios.
Suicidio Cadáver A La trajeron adentro, una pequeña crisálida hecha trizas, con un cuerpito golpeado como una luna con miedo; y todas sus sutiles sinfonías una runa crepuscular. Cadáver B Apurados le dieron unos empujones de aquí y de allá. Su cuerpo abreviado por el shock como un gato de urbe. Ella yacía lánguida como un jarrito de cerveza que se quedó sin espuma.
Canción de cuna Cuando era niña dormía con un perro, Vivía sin problemas y no pensaba en maldades; Corría con los niños y jugaba a la pídola Ahora es la cabeza de una joven la que reposa en mi brazo. Luego crecí un poco, recogía llantén en el patio; Ahora vivo en Greenwich, y la gente no me visita; Luego planté semillas de pimienta y las aplasté con fuerza. Ahora estoy muy callada y rara vez hago planes. Entonces me pinchaba el dedo con una espina o un cardo, Me llevaba el dedo a la boca y corría hacia mi madre. Ahora yazgo aquí, con mis ojos en una pistola. Y habrá un mañana y otro y otro.
La soñadora
Cae la noche, en oscurecidas formas que parecen
tantear, con misteriosos dedos hacia la ventana –luego-
descansan en el dormir, envolviéndome, como un sueño
Fe mía -¡que yo pueda despertar!
Y gotea la lluvia con el mismo triste, insistente ritmo.
Temblando a través del vidrio, inclinándose lacrimosa,
y suave golpetea, como pequeños pies temerosos.
Fe mía -¡qué tiempo este!
El plumoso fresno aletea; allí sobre el vidrio,
el fuego moribundo lanza un parpadeante rayo fantasmal,
y luego se cierra la noche y la lluvia que cae suave
Fe mía -¡qué oscuridad.
Transfiguración Cava el profeta con manos de hierro las arenas movedizas del desierto. El insecto retorna a su estado de larva; vuelve a ser semilla la rosa trepadora. A la garganta vacía de Moisés, como humo regresan todas sus palabras. El cuchillo de Caín deshace la estocada; del polvo se levanta Abel. Pilatos no encuentra su lengua; Está desnudo el árbol del que Judas colgó. Lucifer brama desde la tierra; Abajo cae Cristo en su muerte. La costilla se pliega a la espalda de Adán, una criatura llora en su costado. La extensión del Edén es verde y espesa; El bosque estalla, sin bestias a la vista. Con sed furiosa, el sol encadenado alimenta hasta el principio el último día .
Djuna Barnes (Cornwall-on-Hudson ,Nueva York, 12 de junio de 1892 – Nueva York; 18 de junio de 1982). Escritora, periodista, poeta, ilustradora y dramaturga considerada como una de las figuras míticas de la vanguardia literaria del siglo XX.
Sus padres, Henry Budington Barnes y Elizabeth Chappel, le trasmitieron un gran amor por el arte; el hogar de los Barnes era constantemente frecuentado por grandes artistas como Jack London y Franz Liszt . No tuvo una educación formal porque su padre creía que el sistema público era inadecuado, y por lo tanto sentía que la enseñanza en el hogar era mucho más beneficiosa. Con 20 años y mientras estudiaba en el instituto, comenzó su carrera como reportera e ilustradora para el Brooklyn Eagle. En poco tiempo, se hace un nombre entre la bohemia de Greenwich Village y publica ficción y poesía. Entre las obras de esta época está el poemario en forma de chapbook The Book of Repulsive Women
En 1921 se trasladó de N. York a Paris donde residió casi 20 años; bohemia y transgresora, amiga de James Joyce, E.E Cummings, Ezra Pound, Gertrude Stein, y otros artistas de renombre como Charles Chaplin, Marcel Duchamp o a un joven y todavía poco conocido Samuel Beckett. Mención especial merece Thelma Wood, una escultora y artista estadounidense que fue el amor más importante de Djuna. Cuando su relación sentimental de ocho años con Thelma Wood finalizó, inició otra con el escritor estadounidense Charles Henri Ford, dieciocho años más joven que ella, hasta que Djuna terminó aburriéndose de él.
Tres años después de publicar Nightwood , El bosque de la noche,(1936), la escritora estadounidense intentó suicidarse en un hotel de Londres. Un hecho trágico que llevó a su amiga Peggy Guggenheim, quien se encargaba de sostener económicamente a Djuna, a decidir que había llegado el momento de que regresase a Nueva York. Y una vez allí, Barnes comenzó a sobrevivir como pudo. Primero, y durante tan solo unos meses, compartió una habitación con su madre, hasta que en marzo de 1940 fue ingresada en una clínica de desintoxicación. Cuando salió, poco tiempo después, pasó una breve temporada en el rancho de Emily Coleman en Arizona, hasta que por fin se instaló definitivamente en un pequeño apartamento en Patchin Place, un callejón de Greenwich Village, Manhattan. Fue allí donde escribió en 1960 The Antiphon, La antífona, su última obra, de cuya publicación se responsabilizó el propio T. S. Eliot,una obra de teatro escrita en verso de imbricado estilo neoisabelino, y una colección de poemas, Creatures in an Alphabet, publicada un par de años antes de su fallecimiento.
En 1961 fue elegida miembro del Instituto Nacional de las Artes y las Letras.
Murió seis días después de cumplir los noventa años, en 1982. Sola. En un aislamiento elegido que mantuvo durante cuarenta años.
Unos años antes, en 1970, durante una entrevista que, de modo excepcional, concedió a un profesor de literatura, Djuna Barnes dijo de sí misma: «Soy la [escritora] desconocida más famosa del mundo; lo sabes, ¿verdad?».
En 1985 se publicó póstumamente en Estados Unidos, Perfiles, un conjunto de entrevistas publicadas en las más prestigiosas revistas y diarios americanos; los personajes entrevistados por Djuna Barnes fueron variopintos como el boxeador Jack Dempsey, el escritor James Joyce y la diseñadora Coco Chanel entre otros.
T. S. Eliot consideraba la novela Nightwood (1936) El bosque de la noche, como un ejercicio extraordinario de literatura y la describió como una novela “tan buena que solo las sensibilidades entrenadas en poesía podrán apreciarla”. William S. Burroughs calificó la novela como «uno de los mejores libros del siglo XX». Dylan Thomas dijo que era «uno de los tres grandes libros jamás escritos por una mujer». Autores como Truman Capote, Anaïs Nin, Karen Blixen o David Foster Wallace han reconocido a Djuna Barnes como una de sus principales influencias.
Su novela Nightwood hoy es considerada una obra de culto.
Enlaces de interés :
Djuna Barnes, la escritora famosa más desconocida del mundo
http://web.uvic.ca/~mvp1922/wp-content/uploads/2017/02/Nightwood.pdf
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