13 Poemas de René Char

La Libertad

Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira, el alcohol del verdugo.
Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento.
Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la herida, vino por esta línea blanca.

Alta fuente
Siempre hacia a ti
Mas sin decírtelo
Hasta tu boca
amada.
Pero el instante que se va
Me nombra
Cualesquiera sean los rasgos
que yo adopte.

Favorita del aire, la calandria
No deja caer a tierra su canto,
Y por los trigos pasa el viento.

Acerco a la rosa
La punta de mi llama.
¡No ha gemido la espina!
Solo mi propio polvo
Puede gastarme.

Traducción de Jorge Riechmann

Post-Scriptum

Apartaos de mí, que paciente y sin boca me consumo en la espera;
A vuestros pies nací, pero me habéis perdido;
Mis fuegos necesitaron en exceso un reino propio;
Mi tesoro naufragó contra vuestro tajo.

El desierto, asilo para la única ascua suave,
No me ha nombrado nunca, no me ha devuelto nunca.

Apartaos de mí, que paciente y sin boca me consumo en la espera:
El trébol de la pasión es de hierro en mi mano.

En el estupor del aire donde se abren mis avenidas,
El tiempo podará poco a poco mi rostro
Como un caballo eterno, en la labor amargo.

Todos compañeros de cama

Todos compañeros de cama florecientes en el sueño de
    hoy fraternal
Sobre él descansan y vigilan sus herramientas
    infranqueables conquistas sobre la pereza y la hazaña
       del trabajo
Tiempos vomitados ellos se desplazaban dóciles a los
    puestos de avance de la nada temiendo el sórdido
       entorno
Proveedores de oro aunque apenas menos endebles que
    una mota de grama en una hectárea sin cultivar
Abrazan este presente digno de ellos
Que les corta un futuro de señores
La aventura del descanso ya no está marcada por
    sudores de las irresistibles golosinas de basura
Ya no cruzan ellos la pendiente filosa de la falsa aurora
    cubierta de fósiles celestes y de alforjas de lágrimas
Donde fatalmente el amor se transmutaba en lodo y la
    esperanza en carga
Cabeza de cordero sangrante el corazón había perdido
    toda su lana
Y de horror en horror llega la belleza popular a los
    relojes inocentes
Así tardaba en subir por los pliegues de gavilán el plomo
    inexplicablemente enamorado del conocimiento de
       sus presas

Visión del desvío significada en el sencillo
    encadenamiento que embarrica la injuria para
      proteger su crecimiento insoportable
La pútrida la azur la sanguinaria mordida en las caderas
   amante de los frenos
Nosotros consagramos un zarzal carnívoro al aderezo
   de su pequeñez atractiva
A cada quien su calor y el sol para todos gastado o
   sucios
La brasa se mantiene erecta cuando las babosas se
   empeñan en las flamas
Odio te partiremos la roca antes de caer de rodillas
Queridos acostados que trajeron la sangre prestigiosa
   hasta las alturas donde ya casi no se ven verduras
Ustedes retomarán pronto en el estuche de sus leyes el
   lugar caliente que nosotros ocupamos un instante
Mejor
Ustedes nos impondrán la prohibición ustedes
   maltratarán nuestros rostros hieráticos
Es exacto el oasis empieza a brillar más allá de la
   degollación del mar vegetante guiñapo teatral
Nuestra lengua común en la eternidad bajo el techo
   guardián de nuestras luchas es el sueño ese esperanto
      de la razón
Nosotros no toleramos ser interrumpidos por la fiereza
   farsante de una voz
Nosotros no nos declararemos vencidos cuando en el
   hombre de pie el mal flota y el bien naufraga

Argumento

¿Cómo vivir sin algo desconocido ante nosotros?
Los hombres de hoy quieren un poema a imagen de su vida, hecha con tan pocas atenciones, con tan escaso espacio, y abrasada por la intolerancia.
Porque ya no les está permitido actuar de modo supremo, en esa fatal preocupación por destruirse por medio de sus semejantes, porque su inerte riqueza los frena y los encadena, los hombres de hoy, debilitado el instinto, pierden, aunque se conserven vivos, hasta el polvo de sus nombres.
Nacido de la llamada del devenir y de la angustia de la retención, el poema, elevándose desde su pozo de barro y estrellas, dará testimonio casi en silencio de que no había nada en él que no existiera verdaderamente en otra parte, en ese rebelde y solitario mundo de las contradicciones.

Los inventores

Llegaron, los habitantes del bosque de la otra ladera,
    los desconocidos para nosotros, los rebeldes a
       nuestras costumbres.
Llegaron y eran muchos.
Su grupo apareció en la línea que divide los cedros
Del campo de la vieja cosecha ahora irrigado y verde.
La larga caminata los había agitado.
Sus gorras ajustadas sobre sus ojos y sus pies bruñidos
    se posaban en el baldío.
Nos vieron y se detuvieron.
Aparentemente no esperaban encontrarnos ahí,
Sobre tierras fáciles y surcos bien cerrados,
Completamente despreocupados de una audiencia.
Levantamos la frente y los animamos.

El más elocuente se acercó, después otro igualmente
    desarraigado y lento.
Venimos, dijeron, a prevenirlos de la llegada
    inminente del huracán, su implacable adversario.
Tal como ustedes, nosotros tampoco lo conocemos
Más que por las relaciones y las confidencias de los
    ancestros.
¿Pero por qué estamos incomprensiblemente felices
    frente a ustedes y repentinamente como niños?

Les dijimos gracias y los despedimos.
Pero antes bebieron, y sus manos temblaban, y sus
    ojos reían en las comisuras.
Hombres de árboles y de golpes, capaces de hacer
    frente a cualquier terror, pero inaptos a conducir
       el agua, a alinear las construcciones, a cubrirlas
         de colores agradables,
Ignoran el jardín del invierno y la economía de la
    alegría.

Cierto, pudimos haberlos convencido y conquistado,
Pues la angustia del huracán es emotiva.
Sí, el huracán iba a venir pronto;
¿Pero valía la pena que hablásemos de él y que
    molestásemos el porvenir?
Ahí en donde estamos nosotros, no hay ningún temor
    urgente.

René Char y Pablo Picasso

Alta fuente

Siempre hacia ti
Sin decírtelo
Hasta tu boca
amada.

Pero el instante que fluye
Me nombra
Poco importan los rasgos
que los adopte.

Preferida del aire la calandria
No deja en tierra su canto.
Y por los trigales el viento pasa.

Acerco a la rosa
La punta de mi llama.

¡La espina no ha gemido!
Sólo mi propio polvo
me gasta.

Hiciste bien en marcharte, Arthur Rimbaud

¡Hiciste bien en marcharte, Arthur Rimbaud! Tus dieciocho años refractarios a la amistad, a la malevolencia, a la tontería de los poetas de París igual que al ronroneo de abeja estéril de tu familia de las Ardenas, un poco loca: hiciste bien en esparcirlos para los vientos de alta mar, arrojándolos bajo la cuchilla de su guillotina precoz. Tuviste razón al abandonar el bulevar de los perezosos, los cafetines de los mealiras, cambiándolos por el infierno de las bestias, el trato con los espabilados y el saludo de los simples.
Este impulso absurdo del cuerpo y el alma, bala de cañón que alcanza su blanco y lo hace estallar, ¡esto sí que es la vida de un hombre! Uno no puede, al salir de la infancia, dedicarse a estrangular indefinidamente a su prójimo. Aunque los volcanes cambien poco de lugar, su lava recorre el gran vacío del mundo y le aporta virtudes que cantan en sus heridas.
¡Hiciste bien en marcharte, Arthur Rimbaud! Somos unos cuantos quienes, sin pruebas, creemos que la felicidad es posible contigo.

Antonin Artaud

No tengo la voz para elogiarte, gran hermano.
Si me agachara sobre tu cuerpo que la luz va a dispersar,
Tu risa me repelaría.
El corazón entre nosotros, durante lo que llamamos impropiamente
una bella tormenta,
Cae varias veces,
Mata, excava y quema,
Y renace más tarde en la suavidad del hongo.
No necesitas una pared de palabras para elevar tu verdad,
Ni volutas del mar para ungir tu profundidad,
Ni esta mano febril que nos rodea la muñeca,
Y ligeramente nos lleva a abatir un bosque
Del cual nuestras entrañas son la hacha.
Basta. Regresa al volcán.

Y nosotros,
Que lloremos, que asumamos tu relevo o preguntemos:
“¿Quién es Artaud?”, a esa espiga de dinamita de la cual ningún
grano se desprende,
Para nosotros, nada ha cambiado,
Nada, menos esa quimera muy viva del infierno que se
despide de nuestra angustia.

El juicio de octubre

Mejilla contra mejilla dos pordioseras en su desamparo rígido;
La helada y el viento no las han instruido, las han ignorado;
Niñas de intrahistoria

Caídas de las estaciones que dejan atrás, y allí apretadas de pie.
No hay labios que las traspongan, la hora pasa.
No habrá ni rapto ni rencor.
Y el caminante pasa sin mirada ante ellas, ante nosotros.

Dos rosas perforadas por un anillo profundo
ponen en su extrañeza algo de desafío.
¿Se pierde la vida de otro modo que por las espinas?

Claro que sí: por la flor, los largos días lo supieron.
Y el sol ha dejado de ser inicial.
Una noche, el día bajo, todo el riesgo, dos rosas,
como la llama a cubierto, mejilla contra mejilla con quien
la mato.

Traducción de Jorge Riechmann

Le jugement d’octobre

Joue contre joue deux gueuses en leur détresse roidie;
La gelée et le vent ne les ont point instruites, les ont négligées;
Enfants d’arrière-histoire

Tombées des saisons dépassantes et serrées là debout.
Nulles lèvres pour les transposer, l’heure tourne.
Il n’y aura ni rapt, ni rancune.
Et qui marche passe sans regard devant elles, devant nous.

Deux roses perforées d’un anneau profond
mettent dans leur étrangeté un peu de défi.
¿Perd-on la vie autrement que par les épines?

Mais par la fleur, les longs jours l’ont su
et le soleil a cessé d’être initial.
Une nuit, le jour bas, tout le risque, deux roses,
comme la flamme sous l’abri, joue contre joue avec
qui la tue.

La lujuria

El águila ve como se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
través de cada una de las regiones
donde uno mata donde a uno lo matan libremente
resa insensible

Proyectada indistintamente
más acá del deseo y más allá de la muerte

El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
rodeado de utensilios efímeros
figuras que se desvanecen apenas formadas
su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
la desaparición progresiva de las partes lamidas
la caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
los sudores y malestares que anuncian el fuego central
y finalmente el universo con todo su pecho atlético
necrópolis fluvial
después del diluvio de los rabdomantes

Ese fanático de las nubes
tiene el poder sobrenatural
de desplazar a considerables distancias
los paisajes habituales
de romper la armonía acumulada
de tomar irreconocibles los lugares fúnebres
al día siguiente de los homicidios provechosos
sin que la conciencia originaria
se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.

Traducción de Aldo Pellegrini

La luxure

L’aigle voit de plus en plus s’effacer les pistes de la mémoire gelée
l’étendue de solitude rend à peine visible la proie filante
a travers chacune des régions
où l’on tue où l’on est tué sans contrainte
proie insensible
projetée indistinctement
en deçà du désir et au-delà de la mort

Le rêveur embaumé dans sa camisole de force
entouré d’outils temporaires
figures aussitôt évanouies que composées
leur révolution célèbre l’apothéose de la vie declinante
la disparition progressive des parties léchées
la chute des torrents dans l’opacité des tombeaux
les sueurs et les malaises annonciateurs du feu central
l’univers enfin de toute sa poitrine athlétique
nécropole fluviale
après le déluge des sourciers

Ce fanatique des nuages
a le pouvoir surnaturel
de déplacer sur des distances considérables
les paysages habituels
de rompre l’harmonie agglomérée
de rendre méconnaissables les lieux funèbres
au lendemain des meurtres productifs
sans que la conscience originelle
se couvre du purificateur glisse.

Bajo palabra

Hay llamas
Más vistosas que las manos que hacen rodar las pesadillas
Sobre la memoria

Se llega al sol por encantamiento
El amor tiene un acentuado sabor a vidrio
Es el coral que surge del mar
Es el perfume desaparecido que vuelve al bosque

Es la transparencia que paga su deuda
Es siempre esa cabeza
De labios deliciosamente entreabiertos
De este lado del muro
Y del otro lado quizás en la punta de una pica

Los observadores y los soñadores

Antes de reunirse con los nómadas
Los seductores encienden las columnas de petróleo
Para dramatizar sus cosechas

Mañana empezarán los trabajos poéticos
precedidos del ciclo de la muerte voluntaria
El reino de la obscuridad ha hundido la razón el
    diamante en la mina

Madres enamoradas de los mecenas del último suspiro
Madres excesivas
Siempre cavando el corazón macizo
Sobre ustedes pasará indefinidamente el calosfrío de
    helechos de los muslos de bálsamo
Las conquistarán
Se acostarán

Solos en las ventanas de los ríos
Los grandes rostros iluminados
Sueñan que nada es perecedero
En su paisaje carnívoro.  

Carta de Albert Camus a René Char   

(17 / 09 / 1957)

Querido René,

Estoy en Normandie con mis hijos, cerca de París en suma, y aún más cerca de usted en el corazón. El tiempo nos separa, no es vago más que con los separados — Si no, es río, que lleva, con el mismo movimiento. Nos parecemos mucho y sé que nos ocurre tener ganas de “desaparecer”, de no ser nadie en suma. Pero usted desaparecería durante diez años y encontraría en mí la misma amistad, tan joven que hay años en los que lo he descubierto en el mismo tiempo que a su obra. Y no sé por qué, tengo la sensación de que a usted le ocurre lo mismo. Como fuera que sea, quisiera que se sienta siempre libre y de una libertad confiada, conmigo.

Más envejezco y más encuentro que sólo podemos vivir con los seres que nos liberan, que nos aman con un afecto tan ligero de llevar como fuerte de comprobar. La vida hoy es demasiado dura, demasiado amarga, demasiado debilitante para que padezcamos aun nuevas servidumbres, venidas de quienes amamos. A fin de cuentas, moriríamos de pena, literalmente. Y es necesario que vivamos, que encontremos las palabras, el vínculo, la reflexión que funde una alegría, la alegría. Pues es así que yo soy su amigo, me gusta su felicidad, su libertad, su aventura en una palabra, y quisiera ser para usted esa compañía de la que estar seguro, siempre.

Regreso en una semana. No he hecho nada este verano, para el cual contaba con usted, mucho, sin embargo. Y esta esterilidad, esta insensibilidad sutil y perdurable me afecta mucho. Si usted está libre hacia el fin de la semana siguiente (jueves o viernes, el momento en que regreso), almorcemos o cenemos. Una palabra en mi buzón y ya será suficiente. Me regocijo al fondo de mi corazón de volverlo a ver.

Su amigo,

Albert Camus

Traducción : Martín Abadía

René Émile Char (L’Isle-sur-la-Sorgue, Vaucluse, Francia, 14 de junio de 1907, París – 19 de febrero de 1988) 

La lectura de Capital del dolor del poeta Paul Éluard?despierta su vocación poética. En 1928 Char publica su primer libro, Las campanas sobre el corazón que recopila sus poemas escritos entre 1922 y 1926, pero que destruirá poco después. En otoño de 1929, Éluard, impresionado por la obra que le ha remitido Char, se desplaza a L’Isle-sur-Sorgue para conocerle y traban una firme amistad; a finales de noviembre es Char quien viaja a París, donde conoce a André Breton, René Crevel, Georges Sadoul y a otros miembros del grupo surrealista. Su “Profession de foi du sujet” fue publicada en diciembre en el duodécimo número de La Révolution surréaliste.

El 14 de febrero de 1930, los surrealistas saquean el Bar “Maldoror” en París, durante una pelea en la que Char es apuñalado en la ingle. Luego comparte con Éluard una vida libre y lujosa, y juntos conocen en mayo de 1930 a “Nush” (María Benz), una modelo que se va a vivir con ellos y se casa con Éluard en 1934. En julio de 1930, Aragón, Bretón, Char y Éluard fundan la revista Le Surrealism al servicio de la revolución. Char regresa regularmente a la Provenza y pasa el verano cerca de Cannes, y con Nusch y Éluard se embarca a Marsella, deteniéndose en Barcelona para alojarse en Cadaqués con Salvador Dalí y Gala.

En 1931, Char firma unos folletos surrealistas sobre la película La Edad de Oro, dirigida por Dalí y Buñuel, donde ataca las ligas de derecha y la situación política en España. Junto con varios amigos escritores (Louis Aragon, André Breton, Paul Eluard, etc.), ataca la Exposición Colonial de 1931, que describen como un “carnaval de esqueletos”.

Se casa con Georgette Goldstein en París en octubre de 1932, teniendo a Éluar como uno de los testigos. En enero de 1933, Char se queda brevemente en Berlín con Éluard y firma un folleto antifascista en marzo. De junio a octubre de 1933 la pareja se muda a Saumane. En 1934 publica El martillo sin dueño. En 1938 Char se enamora de Greta Knutson, una pasión que dura hasta 1944, una pintora de origen sueco, ocho años mayor que él, y pasa el mes de agosto con ella en el Luberon en Maubec, donde comienza a escribir poemas impregnado de su presencia. Junto a ella descubre el Romanticismo alemán, y particularmente Hölderlin, así como la filosofía de Heidegger.En lo sucesivo Char se aleja de los surrealistas y publica varios volúmenes de gran importancia, entre los que destaca Afuera la noche es gobernada (1938).

En 1939, tras la invasión de Polonia por Hitler, es destinado a un regimiento de artillería en Alsacia. Tras quedar libre del servicio en 1940 se une a la Resistencia y destaca como capitán de maquís, se hará llamar capitán Alexandre. En 1948 publica Furor y misterio, una de las cimas de la poesía europea, testimonio de guerra. El poeta reaparece como el gran poeta de la Resistencia.

El 9 de julio de 1949, se divorcia de Georgette Goldstein. De 1957 a 1987, René Char vive una gran historia de amor con la antropóloga Tina Jolas.

El poeta continua publicando Indagación en la base y de la cima en 1955, La palabra en archipiélago en 1962, Común Presencia en 1964, Vuelta atrás en 1966, Tres disparos bajo los árboles en 1967, El desnudo perdido en 1971, La noche talismánica en 1972, Aromas cazadores en 1975, Cantos de la Balandrane en 1977, Ventanas durmientes y Puerta que da al tejado en 1979.

En 1978, después de una grave dolencia cardíaca, se instala definitivamente en su casa de Les Busclats de L’Isle-sur-Sorgue. En 1983 se convierte en el primer poeta vivo que ve publicadas sus obras completas en la prestigiosa Bibliothèque de la Pléiade.

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