A la intemperie
Tanto tiempo
en la memoria constante
dejando de ser semilla.
A la intemperie
reúno ahora los caminos
veo el tiempo envejecer
en el tiempo.
Yo no sé
lo que murmura
en este fervor
que ganamos para la vida.
(De Asistir al tiempo)
El desasosiego
Sería después de conocer el mar
que la niña que fui
cogió una piedra del agua.
Esa piedra
desconocida y verbal
me posee
como un sol cautivo
con un fulgor
de país largamente buscado.
Esa piedra
como un carbón por lo negro
como un carbón por lo quemante
como un carbón por la ceniza.
Esa piedra
tosca
ardua en la memoria
se hizo fuego al tacto
y fue sin saberlo
un resplandor lejano
del cristal de la muerte
el don de la vida
el árbol del camino.
¿Y existe acaso el fuego para mí?
—pregunté entonces.
Miré alrededor.
Un silencio mudo
buscándome
observando con ojos de viva luz.
Y me dio miedo
porque soy mujer, creo.
Porque no sabía quién era yo
ni quién sería
ni sabía decir, ni tampoco reír
ni cansarme
sólo percibir
el rigor de la llama
anunciando el desierto.
Esperé una señal
un signo, un sueño, un cometa
para echar a andar, me dije
sin quitar el ojo
a la locura del fuego:
esa piedra
entre mis manos.
Y era alumbrar
con un relámpago
un abismo
y era bajar
y forjar
y subir
tan sólo para poder morir
junto al fulgor de esa luz
en cautiverio.
El reposo
Entro en mi casa
y me alojo en su centro
esperando la temperatura
que enmudece los ruidos inútiles.
en un andar del silencio
comienza el mundo
en un olor a fuego
en una hoja
en un cambio de sábanas
en una gana de hacer cosas
no siempre precisas.
ya no soy la misma
y mis pasos en la voz
resuenan más oscuros.
otro es el sol que arde
en los crepúsculos que contemplo
viajera inmóvil
pienso
sólo quiero cuidar de lo vivo
y tener luz
para él
y mis niñas.
Evocación
Al atardecer, en esta ciudad
-en el café de la universidad-,
estábamos los dos, los tres, los cinco…
húmedo de luz,
y detenidos en la corriente
de una respuesta instantánea.
Y éramos cálidos
en la intimidad del humo,
ciegos en la noche intocada,
para descubrir un día
el esplendor y la desdicha
de un paisaje ávido,
que entraba por la ventana.
Llegó un nombre
llegó un canto y ardió el hombre
para entregarnos
el latido de una fiera obstinación.
(Para el Che Guevara) / De: Asistir al tiempo
Alma madre de la cruz lavada
Alma madre de la cruz lavada
territorio tatuado por redondas gargantas
tibia morada despojada en el monte
a golpes de barreno a golpes de vacío
fijas el centro en tu falta padre- no ves
discurso de astros agoniza
en todos los padres una y otra vez
padre empozado por el sol
padre ahogado por los cascos marinos
padre pez en tu estrella de púas
gira la obscena astronomía de otra sangre
no engendras la múltiple geometría de la raíz
en la intemperie de tu sexo
a sombra desolada de tus días
sólo el polvo sólo el frío la sangre errante y todas las horas anteriores
a ese día nuestro
muerto
por ti.
Siempre pensé que la vida
tenía que ser algo más
la vida algo más que los muertos
la vida algo más que la madre
la vida algo más
para en la noche poder dormir
para con el día
para vivir por vivir nomás.
Algo mas que ese cuerpo
mirando ese cuerpo
ese cuerpo que esperas demás
ese cuerpo definitivo que deseas
definitivamente
desde cualquier altura
definitivamente
desde Cota-Cota o el Montículo
ese cuerpo desde el Alto o Llojeta
ese cuerpo definitivamente en tu deseo
ese cuerpo que te expulsa y vomita
ese cuerpo que miras y comprendes
sin decir ese cuerpo no es mí0
no es tuyo y es tuyo también
espacio áspero roca profunda
que no posees y te engendra
y te quema y te exige y te ciega
ese cuerpo deseoso de muerte
girando entre manos precisas:
la sangre sembrando fango
el golpe horadando el fuego
ese cuerpo se descubre y anuda
crece y te hace crecer
ese cuerpo venciendo su cuerpo
se pierde y vuelve a perderse
perdiéndote para siempre a ti.
De pronto llega
cabalgando las noches
agotando murallas
-al fin y al cabo a cualquiera
acuérdate nomás del cura
el del cine y los periódicos.
-Uno nunca sabe y todo puede ser
te despojan de tu alma
-tu sorpresa de ciervo oculto
para que todo pueda ser
-en pleno día-
Y asombra tanto pasado de un día
tanto pasado de una semana
mientras dicen estamos a punto de ser
quemando la certidumbre de ser
al cerrar los ojos.
Mientras miras deslizándose hacia abajo las luces
por lo mismo hacia abajo con los ríos
resistiendo entre pedazos y lluvias
ese cuerpo delirante por vivir
resistiendo mientras desciendes
mientras ese cuerpo extiende las manos
y las estira y las extiende para caer
en esa mano y otra mano
en esos ojos mirando la ciudad
mientras sufres y dejas de esperar
para esperar en otra vez.
(De Madera Viva y Árbol Difunto)
Luminar
Epílogo
Me he muerto a mí misma
y eso me conmueve sobremanera.
Volver a preparar mi desaparición
me consuela y me desgasta.
Pero puedo seguir la curva de mi brazo
lo que me da la medida de mi soledad
y puedo morderme el vientre de nuevo
lo que enciende el sumidero
en el que temo caer para siempre.
Amo este mi cuerpo árido
sin solicitud, con avaricia
mi negro hombro infantil
que se desplaza según el cielo
que diseña todo invierno.
(No conozco otra estación que el despojo.)
Todavía no me interrogo
sobre lo que significa para mí
esta nueva derrota en mi historia.
Me pregunto cuántas veces aún
tendré que ofrecer mi cuerpo
para cambiar de nombre
y llamarme solamente a mí
con mi claridad desamparada
y mi oculta herida sin balanza.
Me pienso a veces
con el orgullo de una estrella
y alguien en mí se mofa del algodón
con un canto de sirena entre los senos
no entiende nada de las hormigas
ni del placer de mirarse morir
matando lo harto que todavía hay en mí
de niña tierna y maternal.
Pocos son los que comprenderán el fuego que se está quemando
y que puedo morir de verdad morir de verdad
sin un signo de locura.
(De Madera viva y árbol difunto)
Blanca Wiethüchter López (La Paz, Bolivia, 17 de agosto de 1947 – Cochabamba, Bolivia, 16 de octubre de 2004) Poeta, pedagoga, editora y ensayista. Blanca Wietüchter es considerada una de las voces emblemáticas de la poesía boliviana de finales del siglo XX.
Cursó estudios de Literatura en la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz, donde después fue docente y directora; en1973 obtuvo la licenciatura en pedagogía en la Universidad de París (Sorbona) y en 1975 el grado de ‘maitrise’ en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de París (Vincennes), con la tesis sobre la obra poética de Jaime Saenz.
Fundadora junto a Alberto Villalpando del espacio cultural ‘Puraduralubia’ (1993). Dirigió las editoriales ‘La Mujercita Sentada’ y ‘El Hombrecito Sentado’ y fue editora del suplemento cultural “La Hormiga Eléctrica” (La Razón), de las revistas literarias Hipótesis y Piedra Imán ; docente del Taller de Escritura Creativa de la Universidad Mayor de San Andrés.
Obra poética:
Asistir Al Tiempo(1975), Travesía (1978), Noviembre 79(1979), Madera Viva y Árbol Difunto (1982), Territorial (1983), En Los Negros Labios Encantados (1989), El Verde no es un Color (1992), El Rigor de la Llama(1994), La Lagarta (1995), Sayariy (1995), Qantatai (1996),Itaca (2000); Luminar(2005); Ángeles del miedo (2005).
Cuento:
El jardín de Nora (1998).
Ensayo:
Estructuras de lo imaginario en la obra poética de Jaime Saenz(1975); Pérez Alcalá, o los melancólicos senderos del tiempo (1997); Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia (2 v., coautora Alba María Paz Soldán y otros, 2002).
Enlaces de interés :
Atada a la montaña. Entrevista a Blanca Wiethüchter