Más si osare
para los paisanos migrantes
Parecemos bostezo del mar
simples olas
ovejas para el matadero
la mosca en el pastel.
Somos el blanco del cazador
la nube que vuela sobre las balas
el dedo en el gatillo
mano de obra barata.
Cuando enciende el vecino poderoso
la antorcha cáustica de la pesadilla
alzamos el rostro al porvenir
siempre anhelado, siempre lejano,
recibimos la bofetada en plena cara,
la compasión, el odio,
estallido de heridas.
Nos llaman wetbacks, spics
nombre escupido
cavernarios
palomas torcazas
perdularios
ángeles y querubines
demonios espíritus silvestres
hijos de la Malinche
cadáver derrumbado de la cima
de la pirámide.
Como para encerrarnos a piedra y lodo
y abrir la llave del gas.
Nos temen por ser inagotables como el mar,
las líneas en la mano abierta.
Con plumas de quetzal
tejemos nuestros sueños
con rosas labramos nuestros cantos.

Encantadora de serpientes
Listo para zarpar,
el viento estalla en rojas mariposas,
aves del paraíso,
besos de salamandra.
Del suelo
de las hojas
de las ramas
brotan las serpientes,
hechizadas.
Entran sinuosas a la danza
entran zumbando como panales,
de repente quedan quietas
como fantasmas.
Morenita soleada,
gracia de flor desnuda,
alada, imprevisible
como las olas de la tarde.
Conozco tus palmeras,
cabellera de pájaros
jugando con la brisa.
Escribo con el agua de tus ríos,
llamo por sus nombres a garzas y caimanes.
Ven a mi lado un día,
despliega alegremente,
en medio de mi pecho,
un río de sol y aguamarinas
donde navegue mi alma.

Uvas deleitosas
Alegremente
el tiempo fluye,
primicia de arena
flotando de duna en duna,
los amantes se desnudan
a gran velocidad.
Se abre el abanico,
estallido de uvas deleitosas
entre el musgo de rocas.
Un abrir y cerrar de paraguas
chorrea nomeolvides
y en todas las esquinas
hay fuegos prominentes.
Fragmentos del incendio
huyen por la ventana.
En la plaza, los toros ondearon pañuelos
en honor de la casta
y los globos cautivos
levantaron el vuelo
con los niños a cuestas.
Las catedrales salieron a pasear
por avenidas desbordantes
de flores.

Norte
Brama en el mar
un Leviatán de olas
que flagela la orilla
con zarpazos
de láminas grises.
El viento lanza
entre pinos
un silbido implorante.
La arena
levanta el vuelo
con capote de vidrio.
Es hora de correr:
raudas agujas
laceran la piel.
Los marineros firman
testamentos fugaces,
los aviones tiemblan
escondidos
en remotos armarios.
El día es un músico ebrio
que nos vuelve la espalda.

El puente
para ADG
«Y sus amigas, alrededor de la cama,
estaban esperando para acoger al niño».
Ányelos Siquelianós, La madre de Dante
Tu mano, muy pequeña,
al borde de la sábana.
un puño diminuto al filo de la nieve,
abriéndose, cerrándose,
como capullo de alas.
Y deslicé mi dedo en esa leve mano
al filo de la nieve.
lo sujetaste con firmeza y calor,
alzando en vilo al corazón
en medio de mis playas.
Emergió el firmamento
del hueco de tus manos,
puente acribillado por una felicidad
recién inaugurada,
oleaje de violines
disparando sus rumores de agua.
Emperador de un río de corazones,
conquistador plenamente indefenso.
Cómo olvidar esa mirada en busca de mi voz.
Cómo olvidar ese primer encuentro
en que asumí la vida y su arcoíris.
Lentas y hondas doblaron las campanas.
La ciudad fue bañada por un aura nupcial
de primavera.
Las calles lucían limpias,
iridiscentes, claras
y las rosas llameantes florecían para ti.
Por bellas avenidas llenas de un aire blanco,
perfumando las cuatro esquinas del sueño,
desfilaron los árboles
alzando los jubilosos brazos,
cantando himnos de gozo.
Nosotros que no sabíamos nada
les enseñamos el arte de la levitación.
Con ese puente,
puramente instintivo
tendido por tu mano,
mi copa desbordaba olas de luz,
almendras de alegría,
mil promesas de misterios y dicha,
hijo mío.

Igual que un río
a la memoria de RGG
«Abre tu corazón
igual que un río…»
Jaime Sabines
Con un presagio de alas
se han abierto las puertas del recuerdo.
Aletean las palabras y se echan a volar,
disparadas al filo de magueyes.
El tiempo se devana
en la queja
de palomas distantes.
Qué solo has quedado, padre,
dormido en el silencio de las flores.
En el naufragio de los signos,
busco la huella fiel:
te doy un crisantemo.
hay un poco de música en esa flor.
Vecinos del océano,
Circundados por lagunas y ríos,
fuimos la nave indócil de hermanos bifurcados,
bogando en el caudal paterno.
bañabas las heridas,
a la luz de raíces de un aromado abrazo
en tanto que la fruta maduraba.
Eras un río de nubes,
trotando por las calles
de una ciudad de agua.
Soy la prolongación de tus pasos
en la acera de lluvia.
Súbitamente irrumpió la tristeza
por calladas estancias.
Te has ido de repente
en medio de febrero
en medio de la casa.
Viajero silencioso del último tranvía,
sin adioses de musgo
ni gritos estridentes.
Ese día,
solos en la otra orilla,
el llanto entre las manos,
tu mujer y tus hijos
hablamos sin palabras.
¿Acaso puedes verme, me oyes entre sueños?
Haz que el viento del norte juegue con los espejos.
Ven, camina por las calles de mis venas.
Sólo queda un sollozo de truenos
y ataúdes de luna.
El pinar umbrío teje una red de sombras
en la arena.

El hermano menor
para Eduardo
«Las almas de los indios tarascos,
al morir, se elevan al cielo, en alas
de las mariposas Monarca».
Leyenda tarasca
Aquí bajo mis manos invento tu silencio,
millones de alas de oro se llevaron tu alma
antes del fin del sueño.
Cuánto depende del parpadeo
de un conductor nocturno.
Adolescente de rostro divagante,
estrenabas la vida y florecías,
gota de luz que brota
en el bosque de alas amarillas
donde el olvido se adelgaza.
Me miras, hermanito,
desde tu muerte joven
y sólo puedo amarte
alegre, dolorosamente.
Hoy recuerdo tu risa,
aroma de naranja en primavera,
calendario solar
desplomado en la orilla
un octubre lejano.
Vives en el espejo
de las húmedas calles
del puerto de la infancia,
en el eco distante
que flota por los muros
de la vieja casona del abuelo,
derruida por el ciclón de otoño.
Vuelas en mi memoria,
mariposa de ausencia.
Dan ganas de ser árbol
y alojarte en mi tronco,
leve litoral de alas,
surcando el aire tibio.

Luisa Govela, María Luisa Govela Sierra de Domínguez (Tampico, Tamaulipas, México, 1943). Poeta, escritora y profesora.
Lic. en Lengua y LIteratura Hispánicas (UNAM) Lic. en Lengua Inglesa (UAT) Maestría en Educación (ICEST). Ha sido catedrática y funcionaria en diversas instituciones educativas. Fue colaboradora del periódico El Sol de Tampico de 1931 a 1993.
Obra publicada :
Tiempo de palabras (1993), Península del viento (1997), Claraboya (2005), El enemigo entrañable (2013), Criaturas supersticiosas (2015), Cruce de cebra (2016).
Una reelección de su obra aparece en la antología Poetas Tamaulipecos del siglo XX, publicada por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes en el año 2000.
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