«Fui elegida para hablar en nombre del lenguaje secreto y a él me debo. Cuanto me ha sucedido, ha sido para afinar mi instrumento, es decir, yo misma, o sea, mi palabra, mis metáforas, mis versos”
Elena Martín Vivaldi
Vacío
Ha venido un tiempo frío
y ha cortado las estrellas;
ya sin aromas, el mundo
se secó, mustio, de pena.
Un viento loco apagó
las flores del jardín; muertas
yacen, sin luces, dobladas
sobre sus tallos, en tierra.
Todas las cosas están
aterradas, y se quedan
mudas, sombrías, la voz
de sus añoranzas yerta.
Grises, vacío, soledad
–el corazón sin espera–;
los cielos de mi dolor
son hondas noches de ausencia.
Lo que yo siento, no es
como en otro tiempo era;
se cambió la vida y va
el alma, entre sombras, ciega.
Sevilla, el 1 de octubre de 1943

Soledad
Y era un silencio duro como piedra;
un silencio de siglos.
Era un silencio adusto, impenetrable;
un silencio sin venas.
Era un dolor de amor, hecho de largas
noches sin el amado.
Hecho de fieles manos que se tienden
estremecidas, solas.
Era una voz dormida entre las sombras,
unas lágrimas secas.
Febril temblor de labios, una loca
esperanza desierta.
De : El alma desvelada(1953)

Destino
Entre ti, soledad, me busco y muero,
en ti, mi soledad, mi vida sigo,
vencida por tus brazos voy contigo
y allí te aguardo donde ya no quiero.
Desde siempre en mi calle yo te espero,
y amante de mis noches te persigo,
si alguna vez, dolida, te maldigo,
desde tu ausencia, triste, desespero.
Me diste la esperanza de tenerte
en mi dolor. Guiada por tu mano
subí los escalones de la muerte.
Aquí donde a tu sombra soy crecida,
el tiempo, tuyo y mío, va cercano,
dejándome la sangre ya cumplida.
De: Cumplida soledad(1958)

Amarillos
I
Qué plenitud dorada hay en tu copa,
árbol, cuando te espero
en la mañana azul de cielo frío.
Cuántos agostos largos, y qué intensos
te han cubierto, doliente, de amarillos.
II
Toda la tarde se encendía
dorada y bella, porque Dios lo quiso.
Toda mi alma era un murmullo
de ocasos, impaciente de amarillo.
III
Serena de amarillos tengo el alma.
Yo no lo sé. ¿Serena?
Parece que entre el oro de sus ramas
algo verde me encienda.
Algo verde, impaciente, me socava.
Dios bendiga su brecha.
Por este hueco fértil de mis ansias
un cielo retrasado me desvela.
Ay, mi esperanza, amor, voz que no existe,
tú, mi siempre amarillo.
Hazte un sol de crepúsculos, ardiente:
ponte verde, amarillo.
De: Arco en desenlace(1963)

Primera Palabra
Primer día.
Primera palabra.
Atrás quedó el dolor, su mano alzada
que golpeó en el rostro del ensueño,
buscando las raíces, el germen de ilusiones
crecido en esta tierra dura y seca
de la carne cansada.
Pero sus dedos torpes no han podido
romper esta corteza improbable y rebelde,
su pujanza de espera.
Primer día.
Primera palabra.
La lucha empieza ahora
con un rubor de llama.
Detrás del dolor brilla
la rama verde y tallo.

Sin Amor
Van cayendo las hojas.
Otoño.
Su amarilla
distancia hace temblar las ramas
de primavera- ¿aquéllas?-
tan desnudas al viento
donde toda esperanza
creciera en flor de lluvia.
Entre el hoy y el ayer
se endurece el suspiro,
y se van deshojando palabras
incumplidas.
Queda el amor sin nombre,
llama azul
sin el fuego de lo irreal.
Mañana
atardecida en sombras,
cicatriz de crepúsculos.
Desde aquí se vislumbran
horas,
ráfagas,
cielos,
lunas,
risas,
colores,
voces,
aquel momento…
Y la mano no alcanza
a sorprender su forma,
luz brillante en el polvo,
inasible al deseo.
Y aquí
donde el amor termina,
donde es fin el principio,
la noche abre sus puertas
hacia el mar del espejo.

Como lluvia
La noche me pregunta el porqué de la vida.
Yo sola ¿qué le digo? Me pregunta y pregunto
con la ausencia en las manos y en los ojos distancias.
Qué filo de amenazas me enrarece las horas,
frío, fino estilete horada la esperanza.
No hay luz donde amanece, pero siempre es de noche.
Dan las cuatro. El silencio revive las estrellas,
dentro de su misterio se oculta la respuesta
de esta informe inquietud que a los años persigue.
Dolor, inquietud, miedo, sombras, oscura noche,
os dejo como lluvia lo que el llanto no dice,
y firmo mi palabra con la sangre vencida.

Nota manuscrita de Elena M. Vivaldi expresando su admiración por Federico García Lorca
El aire de un recuerdo
Como un aire suave que el verano
nos deja entre la carne y acaricia,
trayéndonos, ausente, la primicia
de un otoño amarillo y más cercano.
Como un agua que llega hasta la mano,
sedienta de esperanza, y la delicia
de su frescura por la sangre inicia,
y calma el corazón. Así, lejano,
en brisas de nostalgias florecido,
el ala de un recuerdo, silencioso,
ha rozado mi alma, y, suavemente,
desde el umbral oscuro del olvido,
un sueño, de su noche, milagroso,
llega claro a mi sed con voz ausente

Las ventanas iluminadas
Se abren y se cierran las estrellas,
y la calle está sola.
Torpe luna menguante, en su hueca ignorancia,
sin vida ya su llama,
no sabe de nosotros
y en las pupilas deja,
pálido, aquel recuerdo
de otras noches iguales, separadas,
distantes del ahora por un rastro del tiempo,
por sigilo de años
que atraviesan, sagaces,
el corazón
con sinuosa y enconada herida.
Hay una luz. Enfrente.
La ventana defiende, iluminada, del que vela, la incógnita.
Alguien no duerme. Un libro lee. Piensa,
o desnuda su alma entre la noche,
o sufre y alimenta su dolor,
oculto,
arrinconado entre las horas
en que un sol indiscreto anularía, exigente,
borraría sus matices.
Ventanas en la noche. Iluminados mundos.
Abiertos aposentos, donde habitan esos desconocidos
pensamientos ardientes,
ilusiones que encienden su luz de espera
roja,
cuando las sombras únicas,
protegen su verdad, su desvarío.
Por todas las ventanas y balcones del mundo,
habitantes de todos los confines,
de todos los misterios,
huéspedes convergentes de tantas soledades,
de una ventana a otra,
de un enigma a otro enigma,
vuestras manos se unen
—nuestras manos se estrechan—,
amistades sin tacto,
presentidos ausentes.
No lo saben. Ignoran su lejana presencia,
pero algo inusitado se diluye en el aire,
se perfila en la sombra;
reciben, casi sienten
impalpable el mensaje
que lleva fiel noticia de un corazón a otro,
de unas manos a otras,
de esta ciudad hasta aquélla,
de una ventana iluminada a otra.
Si se escucha en la noche, dentro de su silencio,
si se atiende,
penetran,
se aproximan,
llegan a nuestro oído,
hasta dentro del pecho,
palabras,
signos,
voces,
secretos,
nombres,
sueños,
pensamientos, recuerdos,
sollozos
aquel grito.
Y otras voces:
las dudas,
inquietudes,
temores;
alegrías,
anhelos,
ausencias,
la tristeza…
Todo viene impulsado,
cruzando los espacios del silencio,
de una ventana a otra iluminada,
desvelada en la noche.

Soneto a tres voces
Yo.- ¿Qué me suplicas, alma, que transida
tu voz se eleva en lumbres de impaciencia?
¿Cómo es la forma azul de la evidencia,
lago de ensueño, copia de mi vida?
O era la tuya voz estremecida,
cuerpo mío rendido a la conciencia,
exige con mis labios la presencia
de la imposible estrella prometida?
El alma. – Mi anhelo, de jardines trasplantados,
nostálgico las nubes solicita,
inventando su aroma por la altura.
El cuerpo- Mi deseo, ceñido a tu costado,
busca en la llama sombra a la hermosura
en ciencia de alternada margarita.

Ginko Biloba
(Árbol Milenario)
Un árbol. Bien. Amarillo
de otoño. Y esplendoroso
se abre al cielo, codicioso
de más luz. Grita su brillo
hacia el jardín. Y sencillo,
libre, su color derrama
frente al azul. Como llama
crece, arde, se ilumina
su sangre antigua. Domina
todo el aire rama a rama.
Todo el aire, rama a rama,
se enciende por la amarilla
plenitud del árbol. Brilla
lo que, sólo azul, se inflama
de un fuego de oro: oriflama.
No bandera. Alegre fuente
de color: Clava ascendente
su áureo mástil hacia el cielo.
De tantos siglos su anhelo
nos alcanza. Luz de oriente.
Amarillo. Aún no imagina
el viento, la desbandada
de sus hojas, ya apagada
su claridad. Se avecina
la tarde gris. Ni adivina
su soledad, esa tristeza
de sus ramas.
Fue certeza,
alegría – ¡otoño! – . Faro
de abierta luz.
Desamparo
después. ¿Dónde tu belleza?
Poema en tres décimas cuyo referente es el árbol que sigue existiendo en el jardín de una facultad granadina.

Elena con poetas del grupo «Versos al aíre libre» en Sevilla (1965)
Aquella palabra
Encontrar la palabra extraviada,
huida entre la noche. Doblemente
de mí perdida. Lejos. Ciegamente
la busca el corazón desde su nada.
De las demás iguales desterrada,
tiene el secreto de mi voz. Y fuente
de mi sentir. La quiero como ausente,
como antigua caricia y arraigada.
Diría, yo, si viene, verdadera
mi canción, que en las manos ya me grita
realidad, luz y su emoción primera.
Aguardo –sol de niebla– y desespero,
si, olvidada de mí, falta a la cita
donde, en la sombra, su retorno espero.
DE: Durante este tiempo (1972)

Noche Y Mar
Este silencio, donde ni ese grillo,
surtidor de la noche,
acompaña lo oscuro.
Noche sola. Cielo sin luna, ciego, despiadado,
y sin que el mar vuelva a repetir
su pregunta incesante.
Si ahí, alerta, está el mar, ¿cómo no dice,
frente a la noche ajena, su canción nueva y alta?
¿Cómo no llama cerca de mi puerta
y golpea en mi vigilia, renovando
las apagadas voces y sus ecos?
¿Dónde escondes, tú, mar, tu nombre, el viento
que te mueve y pregona? ¿Tu ritmo retardado?
¿Dónde el asombro aquel, la melodía?
¿Adónde mi palabra verdadera?

Abre la gran ventana
Si de un llanto final tienes deseo,
abre la gran ventana de la noche,
contempla las estrellas,
húmedas en su lecho,
navegantes
por un mar infinito de preguntas.
Deja que el gran silencio, la presencia
de mundos donde late la agonía
se haga sol en la sima de lo oscuro.
Clava tu mano, apoya tu cuidado
en un rayo de sombra,
enciende tu mirada
con el clamor despierto por tu grito.
Si el dolor se hace carne en tu garganta,
si no sabes dónde está el fin,
ni escuchas
una voz jubilosa como llama
que alumbre las tinieblas;
si no sabes cuál será el día,
ni el tiempo
en que descubras la verdad,
si no entiendes,
no esperas,
si un húmedo temblor hiere tus ojos,
y te cubre -gris tierra- la mirada;
si todo es ya pasado
sin horas ni futuro,
abre la gran ventana de la noche,
confúndete en su límite.
No dejes que el llanto te alucine las pupilas.

La música callada
Se quedó el mundo mudo, sin aroma.
Solo en su inmensidad,
desposeído, sin dolor. Callado.
Como sonido mudo,
roto arpegio,
apoyándose, huyendo, desangrándose. Inerme.
Sin un ritmo, en sigilo de palabras y voces.
Solo.
Solo quedó el color –arco iris, promesa-.
Oculta sintonía

Elena Martín Vivaldi (Granada, España, 8 de febrero de 1907- Granada, 9 de marzo de 1998). Poeta.
Hija de Elena Vivaldi Romero, de ascendencia italiana, y de José Martín Barrales, catedrático de Ginecología y primer alcalde republicano de la ciudad, posteriormente ocuparía el cargo de Presidente de la Diputación de Granada.
Hizo el bachillerato en el instituto granadino Padre Suárez, al que asistía para realizar los exámenes, ya que en ese momento no admitían a mujeres en las aulas. Su padre siempre la apoyó y animó a seguir con sus estudios y Elena se diplomó en Magisterio en Guadix y más tarde se licenció en Filología Románica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada (1931-1938),(El estallido de la guerra civil dificultaría la finalización de su carrera), siendo una de las primeras mujeres universitarias en la provincia.
De 1939 a 1942 fue profesora de latín en el Instituto de Enseñanza Media de Osuna (Sevilla). Luego se trasladó a Sevilla, donde prestó sus servicios en el Archivo de Indias. Cuando Elena llega a Sevilla, cumplidos los 35 años, podemos decir que es una poeta secreta. No ha publicado y muy pocos saben de su afición a la poesía. Pero es una lectora voraz, sobre todo de la poesía de Garcilaso (que sería ya para siempre su poeta predilecto), así como de Bécquer. La propia poeta lo manifiesta en una entrevista de 1983: “Bécquer fue casi el único poeta, aparte de los clásicos, con el que descubrí enseguida mi afinidad, antes de conocer a Juan Ramón, Machado, etc., pero su influencia era más bien por una analogía y como consonancia de sentimientos y postura ante la vida”. Junto con Bécquer, dos poetas van a marcar a Elena en esa época : San Juan de la Cruz y, sobre todo, Juan Ramón Jiménez.
En 1942 gana las oposiciones en el Cuerpo de Bibliotecas, Archivos y Museos y se traslada a Huelva, su primer destino.
En 1945, con 38 años, salieron a la luz sus primeros poemas, bajo el título Escalera de luna. Se convirtió en una de las personas de referencia en el entorno intelectual de la capital.
En 1948 vuelve a Granada, donde se ocupó de las bibliotecas de las facultades de Medicina y Farmacia de la Universidad de Granada, llegando a alcanzar el cargo de directora hasta su jubilación (1977). En esta misma Universidad impartió clases como profesora adjunta de la asignatura de latín.
Durante los años cincuenta participó de las inquietudes del grupo «Versos al aíre libre», en cuyas tertulias participaban los poetas Miguel Ruiz del Castillo, Rafael Guillén, J. G. Ladrón de Guevara, Juan Gutiérrez Padial, Julio Alfredo Egea, Trina Mercader, María de los Reyes y José Carlos Gallardo, entre otros.
En 1953 escribió El alma desvelada, donde mezcla los planteamientos estéticos de la Generación del 27 y la tradición poética heredada de grandes poetas andaluces.
Cumplida Soledad se publica en 1958. Cinco años después aparece Arco de desenlace.
Entre 1968 y 1981 publica Materia de esperanza (1968), Durante este tiempo (1971) y Nocturnos (1981). En este último poemario demuestra su absoluto conocimiento sobre las tendencias que predominaron en los poetas jóvenes en los años ochenta.
En 1971 Elena publico en las cuidadas ediciones malagueñas de Angel Caffarena, con una tirada de sólo 200 ejemplares y que hoy constituye una verdadera rareza y joya bibliográfica, el breve poemario Diario incompleto de abril, y como subtítulo “Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer”, señalando además en portada el año de escritura: 1947, poemas que en su totalidad fueron escritos en Sevilla.
En 1985 se publicó su obra completa con el título Tiempo a la orilla (1942 – 1984). Son dos volúmenes que compilaron toda la obra de la autora.
Desengaños del amor fingido se publicó como obra independiente en 1986 y en 1990, Con sólo esta palabra, rindió homenaje a Federico García Lorca.
Elena Martín Vivaldi, a lo largo de su vida, fue una asidua colaboradora de la revista Caracola, una de las revistas españolas más serias y de mayor cuidado tipográfico de la década de los 50, coordinada por Bernabé Fernández-Canivellen; en 21 de sus números –sobre todo de la primera etapa– hay poemas suyos: el primero en el número 11 (septiembre de 1953), el último en el número 191 (septiembre de 1968). Poemas suyos aparecen también en los monográficos dedicados a la poesía femenina: en sus 23 años de vida, Caracola sacó 11 números dedicados exclusivamente a la poesía escrita por mujeres (el primero en 1954, el último en 1975); de ellos, en cuatro hay poemas de Martín Vivaldi.
Aparte del testimonio directo de personas que la conocieron, sabemos por su biblioteca, legada a Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, que Elena Martín Vivaldi era una lectora entusiasta de la escritora inglesa Virginia Woolf( Una de Las Imprescindibles de ésta nuestra pagina). Su biblioteca incluía una notable cantidad de obras de dicha autora; algunos títulos, además de en español están en su versión original inglesa y otros, incluso, repetidos con numerosos subrayados hechos aquí y allá por la poeta. Como ejemplo de la afinidad que Elena sentía con Wolf citaremos el rotundo doble subrayado del fragmento perteneciente al célebre ensayo Una habitación propia :
«La libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. […] Las mujeres han gozado de menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no han tenido, pues, la menor oportunidad de escribir poesía. Por eso he insisti- do tanto sobre el dinero y sobre el tener una habitación propia» (Woolf, 1929: 148).
Puede mencionarse, también, de modo anecdótico, su poema «Otro domingo» (publicado en 1972 en El Bardo), cuyo subtítulo reza: “Leyendo un libro de Virginia Woolf” .
Elena Martín Vivaldi falleció en Granada en 1997, al poco de cumplir los 90 años.
A lo largo de su vida recibió varios reconocimientos, entre ellos Hija Predilecta de Granada en 1988, y la Medalla de la Real Academia de Bellas Artes. En Granada, donde nació, tiene placas conmemorativas y monumentos. El más popular es una escultura realizada por José A. Castro Moreno en la Avenida de la Constitución. Allí, en el bulevar conocido como el de los «Granadinos Ilustres», próxima a su paisano Federico García Lorca, sentada en un banco sostiene entre sus manos un libro de poesías cuyas hojas sostienen un manojito de rosas.
Poeta de marcada personalidad y cultura -su biblioteca contaba con 3.123 volúmenes, leía tres periódicos diarios y escribía de noche-, con un gran dominio de la métrica, perfectos sus sonetos y décimas, su lenguaje lírico, directo, melancólico y sublime, la desvincula de las corrientes utilizadas por sus contemporáneos, al margen de las modas y con un marcado carácter independiente.
Elena Martin fue pionera en abrir caminos en el ámbito intelectual de su tiempo, dominados por perfiles masculinos, en sus escritos se refleja su soledad existencial, su amor por la naturaleza y la capacidad de crear sus propios espacios metafísicos. En sus escritos adquieren protagonismo jardines y mares, identidades espirituales y colores llenos de luz y vitalidad. Soledades, desengaños, ilusiones…Vivió, como ella misma declaraba, por y para la poesía.
Aunque la obra de Elena Martín Vivaldi ha trascendido y entrado a formar parte de la literatura universal aun es poco conocida . Afortunadamente sus obras han sido reeditadas y compiladas bajo distintos títulos, encargándose de ello poetas granadinos como Antonio Carvajal o Luís García Montero.
El poeta y artista plástico Rafael Pérez Estrada publicó en su libro Luciferi Fanum (Luces, faros y sombras) estas palabras:
“Elena Martín Vivaldi en un soporte y gloria amarillos sube al cielo infinito de Granada, mientras un Lorca eternamente en la risa y en la violencia de lo frío desciende de la altura y, ya, la corona canónicamente”.
El poeta y editor Salvador López Becerra escribió sobre Elena:
«Elena pertenecía a esa inmensa minoría de poetas grandes a los que el ruido oficial habían relegado para deleite sólo de un círculo que sí apreciaba, más allá de las capillitas, lo selecto».
En una carta dirigida a Gregorio Morales, y que ya es de todos, la voz de Elena nos llega para decirnos :
«Fui elegida para hablar en nombre del lenguaje secreto y a él me debo. Cuanto me ha sucedido, ha sido para afinar mi instrumento, es decir, yo misma, o sea, mi palabra, mis metáforas, mis versos. He vivido por la Poesía y para la Poesía. Esa es mi misión. Pero no soy poeta. No. Sólo la voz de la Poesía».
En el centenario de su nacimiento se organizó el Simposium “Elenamente” declarándola como “la Voz lírica más pura del siglo XX español”.
Obra poética publicada:
- Escalera de luna. Granada: Vientos del Sur, 1945
- El alma desvelada. Madrid: Ínsula, 1953
- Cumplida soledad. Granada: Veleta al Sur, 1958
- Arco en desenlace. Granada: Veleta al Sur, 1963
- Materia de esperanza. Granada: Albaycín, 1968
- Diario incompleto de abril. Málaga: Ángel Caffarena, 1971
- Durante este tiempo. Barcelona: El Bardo, 1972
- Nocturnos. Granada: Don Quijote, 1981
- Y era su nombre mar. Málaga: Jazmín, cuadernos de poesía, 1981
- Tiempo a la orilla (Obra reunida), 2 vols. Granada: Silene, 1985
- Desengaños de amor fingido. Málaga: Ángel Caffarena, 1986
- Poemas inéditos. Granada: Academia de Buenas Letras de Granada.
Elena también fue autora de relatos breves y de artículos de prensa. Su obra prosística, en síntesis, ha sido editada por Manuel Martínez Gómez bajo el título Los idiomas del silencio y otros textos en prosa (Granada, Universidad de Granada, 2005).
En prosa escribió Los idiomas del silencio, su última obra, ya que dos años después fallecería.

Escultura realizada por José A. Castro Moreno a Elena M. Vivaldi.Situada en la Avenida de la Constitución, Bulevar de Granadinos Ilustres (Granada)
Enlaces de interés:
http://www.culturandalucia.com/Elena%20MARTÍN%20VIVALDI_Índice.htm#Poemas
https://fundacionjorgeguillen.es/autores/martin-vivaldi-elena/8
https://franciscoacuyo.blogspot.com/2018/04/elena-martin-vivaldi-dijera-la-palabra.html
https://editorial.ugr.es/media/ugr/ftp/PA/FINGIDOR/numero31-32-monografico.pdf
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